Saludos cordiales amable oyente. Qué gozo es para mí compartir este tiempo junto a usted. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Muchas gracias por sus oraciones y por sus ofrendas. Que Dios en su gracia le colme de abundantes bendiciones en todo sentido. Este estudio bíblico es parte de la serie titulada Gigantes al Acecho. Muchos de los problemas que todos enfrentamos son tan grandes a nuestros ojos que verdaderamente parecen que fueran gigantes. Hemos hablado ya de algunos de estos gigantes, tratando de entenderlos y sobre todo tratando de liberarnos de ellos. En esta ocasión vamos a hablar de otro gigante.
Otro gigante difícil de dominar y que muchas veces nos tiene a su merced, es lo que autor del libro Gigantes al Acecho llama sobre actividad. Cuando este gigante domina a una persona, esta persona se halla inmersa en un mar de actividades que no le dejan tiempo para descansar, para pasar con la familia, y lo que es peor para tener comunión personal con Dios a través de su Palabra y la oración. Todos podemos caer en manos de este poderoso gigantes, porque este gigante no respeta edad ni género ni preparación académica, pero déjeme contarle un secreto. Los siervos del Señor que trabajos como ancianos o pastores o misioneros o líderes de ministerios, somos los más abatidos por este gigante. Lo digo por mí mismo y por tantos consiervos con quienes he hablado sobre esto. Yo también me hallo a veces dominado por el gigante de la sobre actividad. Este gigante es muy astuto para conseguir su objetivo de dominar a una persona Nos pinta un cuadro irreal de las cosas para atraparnos. Inclusive echa mano de argumentos bíblicos para engañarnos. Nos dice por ejemplo: El Señor mandó a amar a los semejantes y la manera de amar es por medio del servicio. Así que no te niegues cuando cualquiera te pida algún favor, no importa de lo que se trate. Poco a poco entonces nos vemos haciendo tantas cosas para tantas personas que no encontramos tiempo para nuestra familia, ni para nosotros mismos y peor para Dios. Cuando el gigante de la sobre actividad nos domina, tenemos que pagar un elevado precio en tres distintas áreas. Primero, en lo espiritual. Como las muchas cosas que tenemos que hacer no nos permitirán tiempo para estar a solas con Dios nos debilitaremos espiritualmente. No habrá tiempo para leer, estudiar, meditar, memorizar la Biblia por nosotros mismos, no habrá tiempo para orar y el resultado final será que poco a poco nos vamos enfriando espiritualmente, y llegará un momento cuando estemos tan fríos que no nos despertará ningún interés cualquier cosa que tenga que ver con el Señor. Segundo, en lo emocional. La sobre actividad nos tendrá alterados. Nos volveremos irascibles, inquietos, preocupados, temerosos, con sentimientos de culpa. Tercero, en lo físico. Quizá aquí es donde más se nota el domino del gigante de la sobre actividad. El cuerpo humano no es una máquina que puede funcionar sin parar 24 horas al día, 7 días de la semana y 365 días al año. El cuerpo humano necesita de descanso periódico. Pero ¿qué pasa cuando el gigante de las sobre actividad ha atacado a una persona y la ha dominado? Pues esa persona no parará nunca. No descansará, no dormirá lo suficiente y en algún momento su cuerpo que no es una máquina se revelará. Algo muy interesante del cuerpo humano es que puede resistir una sobrecarga de trabajo, pero solamente hasta cierto punto. Si por hacer caso al gigante de la sobre actividad pretendemos ir más allá de ese punto, el cuerpo simplemente se resistirá a hacerlo y consecuentemente vendrán los problemas físicos relacionados con el estrés que literalmente confinará a la víctima a guardar cama. Un amigo mío que sirve al Señor como uno de los pastores en una iglesia llegó a este punto. Por años vivió bajo el dominio del gigante de la sobre actividad. Estaba metido en todo lo que sucedía en la iglesia. Era prácticamente el hombre orquesta. No tenía tiempo para descanar, ya habían pasado como tres años que no había tomado vacaciones con su familia. En algún momento, cuando estaba en un grupo de estudio bíblico en una casa sufrió un desmayo. A raíz de esto se sometió aun a serie de exámenes médicos para detectar la causa de ese desmayo. Los análisis no revelaron nada anormal. Los médicos entonces llegaron a la única conclusión válida: Estrés por sobrecarga de trabajo. Tuvo que guardar cama. En el apogeo de su dolencia, ni siquiera podía mantenerse en pie. Pasaron unas cuantas semanas hasta que se recuperó totalmente. Es algo muy serio esto de dejarnos dominar por el gigante de la sobre actividad amable oyente. Lo importante ahora es saber qué es lo que podemos hacer para conquistar al gigante de la sobre actividad. Permítame sugerir algunas ideas que han sido de ayuda para personas que hemos sufrido en manos de este gigante. Primero: Recordar que ante el Señor, usted y yo somos simples mayordomos de muchas cosas, como nuestro cuerpo, nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestros talentos. No somos los dueños de estas cosas como para hacer con ellas lo que queramos. Algún día tendremos que dar cuentas a Dios de cómo administramos nuestro cuerpo por ejemplo. Si echamos a perder nuestro cuerpo por sobrecargarlo de actividad, seremos responsables de ello. Segundo, no por estar muy ocupados estamos utilizando bien el tiempo del Señor. A veces pensamos que si hacemos una cosa tras otra sin tener tiempo ni para comer vamos a aprovechar mejor el tiempo. No es así amable oyente. El que tiene éxito en la vida no es el que siempre está ocupado sino el que sabe elegir las cosas que debe hacer para lograr sus propósitos. Tercero, el cuerpo humano no es una máquina, por tanto necesita el descanso adecuado. Interesante que el mismo Señor Jesucristo reconoció esta necesidad básica del ser humano. En medio de una febril actividad, el Señor dijo estas palabras a sus discípulos. Leo en Marcos 6:31 El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer.
No hay nada de malo en descansar amable oyente, más bien hay mucho de bueno. Por supuesto que no estoy insinuando siquiera el abuso del descanso para tolerar la ociosidad. Lo que estoy diciendo es que debemos preocuparnos de programar el descanso necesario como parte importante de nuestra actividad diaria. Cuarto, librarnos de la tiranía de lo urgente. Parece que todas las cosas que tenemos que hacer son urgentes y justamente por eso caemos en hacer cualquier cosa que venga a la mano y dejamos quien sabe para cuando algunas cosas importantes como descansar, pasar con la familia y estar a solas con Dios. Debemos desarrollar la habilidad de clasificar las cosas que debemos hacer en orden de importancia y ejecutarlas en ese orden. Si surge algo imprevisto que pretende ser urgente, tendremos que evaluar con mucho cuidado y objetividad para ver si en realidad lo es. Muchas de las cosas que aparentemente son urgentes, en realidad no lo son. Quinto, aprender el arte de decir no. A muchos de nosotros nos cuesta mucho decir no cuando alguien nos pide hacer algo. No importa lo que nos pidan, siempre estamos dispuestos a aceptarlo. Pensamos que si nos negamos vamos a ofender a quien nos ah pedido hacer algo. Por compromiso decimos si. El hecho real es que por decir sí a todos nos dejamos dominar por el gigante de la sobre actividad. Para evitar caer en este error, debemos procurar planificar nuestras actividades con anticipación y sí se nos pide hacer algo imprevisto, algo que va a alterar sustancialmente nuestros, planes, debemos tener el valor de decir no, en amor y con respeto. No son pocas las veces cuando por aceptar algo que no debíamos haber aceptado se nos complica la vida y terminamos haciéndolo mal, y perdiendo aún nuestra santidad. Sexto, aprender a delegar algunas actividades. Es muy posible que algunas actividades que tengamos que hacer, las puedan hacer otros, igual o aun mejor que nosotros. Si ese es el caso, pidamos que ellos lo hagan. Aprendamos a trabajar en equipo, cuando es posible por supuesto. Por qué tenemos que agotarnos haciendo cosas cuando tenemos cerca personas que podrían ayudarnos. Séptimo, establecer prioridades en nuestra vida. La prioridad número uno es Dios, la comunión con él en su palabra y la oración. La prioridad número dos es la familia, necesitamos pasar tiempo con ellos. La prioridad número tres el trabajo o el ministerio en el caso de un anciano o pastor y después cualquier otra cosa. Que con la ayuda del Señor nos libremos del dominio del gigante de la sobre actividad.
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