Qué gozo es acompañarle por unos pocos minutos amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Muchas gracias por su sintonía. Aprecio mucho sus oraciones a nuestro favor y ciertamente, muchas gracias por su ofrenda para este ministerio. Estamos estudiando el libro de Santiago. El autor del libro nos ha hablado de las pruebas y las tentaciones. En ambos casos, la responsabilidad del creyente es soportar. Soportar la prueba significa no rendirse ante la prueba sabiendo que la prueba es para nuestro beneficio, porque por medio de ella podemos aprender a ser pacientes, lo cual a su vez nos permite ser perfectos y cabales sin que nos falte cosa alguna. Las pruebas por tanto son en realidad bendiciones que vienen en disfraz. Soportar la tentación significa no ceder a la insinuación a pecar que proviene de nuestra naturaleza pecaminosa, o del mundo controlado por Satanás, o del mismo Satanás. La tentación, siempre actúa sobre la base del engaño. Por fuera parece inofensiva y bastante atractiva, pero por dentro esconde el veneno que acaba con su víctima. Viene a mi mente el caso de una joven hermana en la fe que cayó las garras mortíferas de la tentación. Esta joven estaba de novia con un joven también creyente. Faltaban pocos días para la boda. Fue allí cuando se presentó la tentación de tener relaciones prematrimoniales con su novio. La tentación apareció con el disfraz de: No importa, tú le amas, él te ama, total, en cuestión de días él ya será tu legítimo esposo. La joven hermana se cuestionó a sí misma diciendo: Pero si quedo embarazada, ¿Qué voy a hacer? La tentación dijo: No hay de qué preocuparse. Aún si quedaras embarazada, nadie lo sabría, porque faltando tan pocos días para la boda todos pensarán que te embarazaste en la luna de miel. El sebo para atrapar la víctima fue hábilmente decorado para esconder el letal veneno. La carnada escondía un afilado anzuelo. La joven hermana cedió a la tentación y pocos días antes de la boda se entregó a su novio. Un par de días antes de la boda, el novio falleció en un accidente automovilístico. La tristeza embargó a esta joven hermana, pero esa tristeza se magnificó cuando supo que estaba embarazada. Pero ya era tarde para dar marcha atrás. Ya no podía esconder su pecado como lo había pensado. La tentación había atrapado a una víctima para dar a luz el pecado, lo cual a su turno trajo dolor y amargura. Así de vil es la tentación que conduce al pecado, amable oyente. Pero a pesar de ello, muchos piensan que las tentaciones vienen de Dios. Por eso Santiago fue enfático al señalar que Dios no puede ser tentado por el mal ni que el tienta a nadie. En el estudio bíblico de hoy, profundizaremos más sobre este tema.
Le invito a abrir su Biblia en el libro de Santiago, capítulo 1 versículos 16 a 21. En este pasaje bíblico encontramos una exhortación, una explicación, un ejemplo y una enseñanza. Consideremos en primer lugar la exhortación. Santiago 1:16 dice: Amados hermanos míos, no erréis.
Con estas sencillas palabras, Santiago está exhortando a los creyentes, a sus amados hermanos, a no errar. Errar ¿En qué? Pues errar en atribuir a Dios la autoría de las tentaciones. Como humanos somos muy propensos a trasladar la culpa de nuestras malas acciones sobre otros y desgraciadamente a veces echamos la culpa a Dios. Un creyente que ha cedido a la tentación a robar por ejemplo, podría decir: Dios, ¿Por qué me hiciste con este deseo por robar? ¿Por qué permites que robe? ¿Por qué me has metido en esta situación tan trágica? De esta manera está en realidad diciendo a Dios que fue él quien hizo que el creyente peque, lo cual es una necedad por decir lo menos. Por esto el texto dice: No erréis. No culpe a Dios por su pecado o por la consecuencia de su pecado. Santiago 1:13 dice: Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;
¿Por qué Dios no puede ser tentado por el mal ni tampoco tentar al mal? Para responder a esta pregunta consideremos la explicación que da Santiago. El versículo 17 de Santiago 1 dice así: Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
La tentación al mal no puede provenir de Dios, porque de Él lo único que proviene es toda buena dádiva y todo don perfecto. Esto significa que lo que proviene de Dios será siempre moralmente bueno y perfecto en calidad y estará siempre orientado a producir algo bueno y perfecto en el hombre. Los propósitos de Dios son siempre buenos y perfectos, aunque quizá con nuestra frágil mente humana no logremos distinguirlo con facilidad. Todo esto está de acuerdo con el carácter de Dios, porque él es el Padre de las luces, él es el Dios de las estrellas y del universo. En él no hay mudanza, él no cambia nunca. Siempre será el mismo en bondad y perfección. En él no hay sombra de variación. Las sombras siempre están cambiando, pero Dios jamás. Qué gloriosa persona. ¿Cómo atrevernos a pensar que de él pueda venir la incitación al mal? Luego Santiago prosigue dándonos un ejemplo de algo bueno y perfecto que proviene del Padre de las luces. ¿Qué más bueno y perfecto puede haber que la salvación de pecadores sumidos en el pecado como fuimos nosotros? Santiago 1:18 dice: El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.
Él es tan bueno y perfecto que dio vida eterna a personas como nosotros quienes estábamos muertos en delitos y pecados como ha dicho el apóstol Pablo, y todo lo hizo de su voluntad, no porque en nosotros hubiera habido algo digno como para hacernos merecedores de la vida eterna. La manera de darnos vida eterna fue mediante la palabra de Dios. Fue su palabra y el poder del Espíritu Santo lo que nos trajo vida espiritual. Sin la palabra de Dios no puede haber vida espiritual. Una vez espiritualmente vivos, llegamos a ser primicias de sus criaturas, es decir con un destino superior a cualquier otra criatura que él ha creado. ¿Acaso no dice el apóstol Pablo que estamos ya sentados con Cristo en los lugares celestiales? Hermoso ejemplo de lo bueno y perfecto que desciende del Padre de las luces. Finalmente consideremos la enseñanza que Santiago quiere dejar sobre la base de lo que ha expuesto. Primero, control sobre lo que decimos. Santiago 1:19 dice: Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar,
Debemos ser prontos para oír lo que Dios tiene para decirnos en su palabra. Esto nos ayudará a ser tardos para hablar. Es decir, nos capacitará para hablar lo que es correcto. Cuántas veces no habremos causado desastres por el solo hecho de hablar algo indebido. Cuando decimos que Dios tiene la culpa de que pequemos es un caso típico de hablar sin pensar. Aun la naturaleza nos da una lección a este respecto. Dios nos ha dado dos orejas, pero una sola boca. ¿No nos lleva esto a pensar que debemos oír el doble de lo que hablamos? Segundo, control sobre nuestras emociones. Santiago 1:19-20 dice: Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;
Jas 1:20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
Debemos ser prontos para oír lo que nos dice Dios en su palabra. Esto nos ayudará a no permitir que exploten nuestras emociones como la ira, dejando muertos y heridos en el camino. Proverbios 16:32 dice: Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte;
Y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad.
Esta es la palabra de Dios, esto debemos oír antes de perder el control y montar en cólera. Si no somos prontos para oír lo que Dios tiene para decirnos, corremos el riesgo de airarnos aún contra Dios, acusándole de injusto al habernos probado o de insensibilidad por hacernos sufrir con una prueba. Esta ira del hombre no obra la justicia de Dios, o no produce la justicia que Dios espera de los que somos sus hijos. Tercero, disposición para recibir la palabra de Dios. Santiago 1:21 dice: Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
Se requiere de dos actitudes para recibir la palabra de Dios. Primero quitar toda inmundicia, es como retirar la cera del oído para percibir bien los sonidos. Esto se refiere a sacar de nuestra vida los pensamientos y prácticas sucias que estorban el oír la palabra de Dios. Segundo, quitar toda malicia. Esto se refiere a los motivos o actitudes malas que están bajo la superficie de nuestra vida. En resumen amable oyente, la exhortación fue: No erréis. De Dios no puede venir nada que sea malo como la tentación. La explicación: Porque Dios es bueno y perfecto. En él no hay mudanza ni sombra de variación. El ejemplo: Él nos hizo nacer por la palabra de verdad. La enseñanza: Ser prontos para oír y así evitar hablar necedades, evitar explotar en ira y evitar rechazar la palabra de Dios. Que Dios le ayude a vivir esta verdad en la práctica.
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