Es muy grato para mí saludarle amiga, amigo oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio de Juan. En esta oportunidad vamos a estudiar lo que el Señor Jesús pidió a su Padre en oración con relación a nosotros los creyentes.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Juan 17:20-26. Este pasaje bíblico es parte de la oración intercesora del Señor Jesús, poco antes de ser entregado para ser crucificado. Es lo que se conoce como la oración sumo sacerdotal del Señor Jesús. En la primera parte de esta oración, el Señor Jesús se enfocó sobre sí mismo. Su pedido fue: Glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti. En la segunda parte de esta oración, el Señor Jesús se enfocó sobre sus apóstoles, los once, porque Judas Iscariote ya no estaba entre ellos. Su pedido fue: No los quites del mundo, sino guárdalos del mal. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. En la tercera parte de esta oración, el Señor Jesús se enfoca sobre nosotros los creyentes. Esto es el tema del estudio bíblico de hoy. En el versículo 20, el Señor Jesús identifica a los sujetos por los cuales va a orar a su Padre. La Biblia dice: Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,
El Señor Jesús terminó de orar por los once apóstoles, pero su oración iba más allá de eso. Ahora va a orar por aquellos que han de creer en el Señor Jesús, al recibir el testimonio de los apóstoles. Esto se refiere entonces a todos los que hemos recibido a Cristo como nuestro Salvador, luego de oír el mensaje del evangelio, el cual fue primeramente anunciado por los apóstoles. Los creyentes en conjunto formamos parte de lo que se conoce como la iglesia de Cristo. En esencia entonces, el Señor Jesús está orando por su iglesia, de la cual todos nosotros creyentes somos parte. Esto es grandioso amable oyente. Pensar que la noche misma que fue entregado para ser crucificado, el Señor Jesús oró a su Padre celestial en por mí, y también por usted, amable oyente, si usted ha recibido al Señor Jesús como su Salvador, obviamente. Con esto en mente, veamos qué es lo que pidió el Señor Jesús en oración a su Padre por la iglesia. Lo primero que pidió es que seamos uno, para que el mundo crea que el Señor Jesús ha sido enviado por el Padre. Juan 17: 21 dice: para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.
La unidad de la cual habla el Señor Jesús no se refiere a una unidad de administración o de organización; tampoco a una unidad eclesiástica. El Señor Jesús estaba orando que los creyentes seamos uno en manifestar el carácter de Dios y de Cristo. ¿Cuál es el propósito de una unidad así? El propósito tiene tinte evangelístico. El Señor Jesús dijo en oración a su Padre: Para que el mundo crea que tú me enviaste. Viendo a los creyentes unidos de esta manera, el mundo podrá contemplar a Cristo en los creyentes de la misma manera que el mundo contempló al Padre en la persona del Señor Jesús. En segundo lugar, el Señor Jesús pidió en oración a su Padre que los creyentes seamos uno para que el mundo conozca que el Señor Jesús ha sido enviado por el Padre. Juan 17: 22-23 dice: La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.
Joh 17:23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.
Cuando el Señor Jesús habla de la gloria que le dio el Padre, la cual el Señor Jesús ha dado a los creyentes para que sean uno, se refiere a la participación del creyente en todos los atributos y la esencia de Dios a través de la presencia del Espíritu Santo que mora en cada uno de ellos. Es el mismo vínculo que une al Padre con el Señor Jesús. El Señor Jesús está en los creyentes y el Padre está en el Señor Jesús, y la conclusión lógica es que los creyentes pueden tener una perfecta unidad, tanto entre ellos, como con el Padre y con el Señor Jesús. El propósito de esto es para que el mundo conozca que el Señor Jesús ha sido enviado por el Padre, y también para que el mundo conozca que el Padre ha amado a los creyentes como también ha amado al Señor Jesús. Algo interesantes para notar es que en el primer pedido de oración del Señor Jesús en cuanto a los creyentes para que sean uno, el propósito fue para que el mundo crea que el Señor Jesús ha sido enviado por el Padre. En el segundo pedido de oración del Señor Jesús en cuanto a los creyentes para que sean uno, el propósito fue para que el mundo conozca que el Señor Jesús ha sido enviado por el Padre y para que el mundo conozca que el Padre ama a los creyentes así como ama al Señor Jesús. Creer es una cosa, conocer va más allá. Conocer tiene un énfasis experimental. Algún día, todavía futuro, cuando el Señor Jesús venga por su iglesia, el mundo conocerá por experiencia propia que el Señor Jesús ha sido enviado por su Padre, y que el Padre ama a los creyentes así como ama al Señor Jesús. Lamentablemente será tarde para el mundo, porque lo que sobrevendrá sobre el mundo será juicio por su persistente rechazo al Señor Jesús. Qué maravilloso es saber que el Padre nos ama así como ama al Señor Jesús. Esto no es por mérito de nosotros creyentes, sino simplemente por gracia, o como favor no merecido. Mírelo así: Cuando un pecador recibe a Cristo como Salvador, es uno con Cristo. Cristo está en ese creyente y ese creyente está en Cristo. Cuando el Padre mira a un creyente, en realidad mira a su Hijo, al Señor Jesucristo y por eso el Padre ama a cada creyente. El tercer pedido de oración del Señor Jesús a su Padre con relación a los creyentes o a la iglesia es que los creyentes disfruten con él en gloria. Juan 17:24 dice: Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.
Los creyentes somos dados por el Padre al Señor Jesús. Esto no se debe confundir con la creencia que Dios escoge a algunos para salvación y a otros para condenación. El Señor Jesús invita a todos a venir a él para ser salvos, pero no todos aceptan la invitación. Los que aceptan, son los que el Padre ha dado al Señor Jesús. La voluntad del Señor Jesús para los que le han sido dados por el Padre es que estén en el lugar donde Él esté, para que vean su gloria, que le ha sido dada por su Padre. Este es un versículo clave para demostrar que el destino eterno de un creyente, una vez que sale de este mundo, es el cielo, donde está el Señor Jesús rodeado de gloria. Cuando un creyente muere físicamente, esto es motivo de profundo dolor para los que quedan vivos en el mundo, pero este dolor se mitiga al saber que el creyente que ha muerto está con el Señor Jesús en la gloria celestial, en cumplimiento del pedido de oración que hizo el Señor Jesús a su Padre celestial. Que pensamiento tan gratificante amable oyente. El cielo no es invento del hombre para aliviar la tristeza. El cielo es una realidad donde podremos contemplar al Señor Jesús en su gloria eterna. Algún día los creyentes no sólo veremos su gloria, sino que también participaremos de ella. Mientras tanto, tenemos que esperar ese momento con paciencia y ocupados en cumplir con nuestra misión en este mundo en el cual somos peregrinos y extranjeros. Uno de mis himnos favoritos tiene que ver justamente con esto que estamos estudiando. La primera estrofa dice: En presencia estar de Cristo, ver su rostro que será, cuando al fin en plena gloria, mi alma le contemplará. Luego el coro dice: Cara a cara espero verle, más allá del cielo azul, cara a cara en plena gloria, he de ver a mi Jesús. Maravilloso, ¿No le parece? De esta manera termina esta parte de la oración del Señor Jesús por los que somos creyentes. Los últimos dos versículos de Juan capítulo 17 parecen ser el epílogo de toda la oración sumo sacerdotal del Señor Jesús. Juan 17:25-26 dice: Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste.
Joh 17:26 Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.
El Señor Jesús vino al mundo para dar a conocer al Padre, pero el mundo dio su espalda al Señor Jesús, y de esa manera, el mundo jamás conoció al Padre. Pero por contraste, el Señor Jesús conoció al Padre. Esto fue notorio para los discípulos del Señor Jesús, de modo que tuvieron absoluta certeza en cuanto a que el Señor Jesús había sido enviado por el Padre. Esto hizo posible que el Señor Jesús dé a conocer a sus discípulos cómo es el Padre. Esto es en esencia lo que constituye el nombre del Padre. Este conocimiento del Padre por medio del Señor Jesús es progresivo. Tiene su comienzo, pero continúa mientras el creyente está en este mundo. Por eso el Señor Jesús dijo: Y lo daré a conocer aún. Por supuesto que el Señor Jesús estaba por volver a la gloria de su Padre, pero no debemos olvidar que cuando él se fue, vino el Espíritu Santo, como el Consolador, para suplir la ausencia del Señor Jesús. Es por medio del Espíritu Santo que los creyentes podemos conocer todo lo que queramos acerca del Padre. De esta forma, el mismo amor con el que el Padre amó a su Hijo el Señor Jesús, estará también en los que somos creyentes y encima de todo, el mismo Señor Jesús estará en los creyentes. Más que esto no puede haber. Es la maravillosa relación que los creyentes tenemos con el Padre y con el Señor Jesús. Si usted ha recibido al Señor Jesús como su Salvador, no sólo es salvo, sino que tiene esta clase de relación con Dios el Padre y con Dios el Hijo, pero si todavía no ha recibido al Señor Jesús como su salvador, no sólo está en peligro de recibir condenación eterna en el infierno, sino que no tiene ninguna relación ni con Dios el Padre ni con Dios su Hijo. No tarde más en recibir al Señor Jesús como su Salvador.
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