Gracias por estar nuevamente con nosotros, es un privilegio contar con su sintonía, hoy continuaremos con el interesante tema que está desarrollando nuestro hermano David Logacho, “La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo”, tenga su Biblia a mano y acompáñenos a conocer que es lo que dios nos quiere decir acerca de esto.
I. Introducción. Saludos y bienvenida. Estudio de Hechos en la serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascensión, realizada mediante el Espíritu Santo. En nuestro último estudio bíblico dejamos a Pablo en la prisión de la fortaleza Antonia bajo el cuidado de Claudio Lisias, tribuno romano en Jerusalén en aquel tiempo. Todo se originó en el alboroto que armaron unos judíos incrédulos de Asia, acusando a Pablo de enseñar en contra del judaísmo, en contra de la ley de Moisés, y en contra del templo de Jerusalén. El alboroto creció, Pablo fue sacado a empellones del templo hasta el patio de los gentiles donde fue golpeado sin misericordia. Le hubieran matado si no hubiera intervenido oportunamente el tribuno romano. A pesar de las condiciones en que estaba, Pablo hizo su defensa ante los judíos y todo iba bien hasta que mencionó que estando en estado de éxtasis se le apareció el Señor Jesucristo resucitado para decirle que le iba a mandar lejos a predicar la palabra de Dios a los gentiles. Al oír esto, la turba volvió a enardecerse y a gritos y con gestos pidió al tribuno romano que acabe con la vida de Pablo. El tribuno romano tomó la decisión de llevar a Pablo dentro de la fortaleza Antonia con el fin de investigarlo con azotes. Cuando estaba por ser azotado, Pablo hizo uso de su privilegio como ciudadano romano. Cuando el tribuno romano comprobó lo que decía Pablo, no permitió que sea azotado pero le retuvo como prisionero en la fortaleza Antonia. Hasta aquí llegamos en nuestro último estudio. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hechos 22 a partir del versículo 30. Lo que primero vamos a notar aquí, son los preparativos para la segunda defensa de Pablo ante el Sanedrín.
II. Hechos 22:30 dice: Al día siguiente, queriendo saber de cierto la causa por la cual le acusaban los judíos, le soltó de las cadenas, y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio, y sacando a Pablo, le presentó ante ellos.
Pablo acaba de pasar la primera de muchas noches que le tocaría pasar en prisión. A partir de este momento Pablo pasó varios años como prisionero. El tribuno romano Claudio Lisias estaba bastante perplejo en cuanto a cuál era la razón por la cual los judíos incrédulos odiaban con tanta pasión a Pablo y por eso convocó al Sanedrín, es decir a los principales sacerdotes y a todo el concilio, compuesto por 70 a 72 personas, para ver si ante ellos sale a la claridad el motivo de la discordia. Momentáneamente Pablo fue librado de sus cadenas para hacer su segunda defensa, esta vez ante el Sanedrín. En segundo lugar tenemos la introducción de la segunda defensa de Pablo. Hechos 23:1 dice: Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy.
Pablo no tenía de qué avergonzarse, así que con esa osadía que solo puede dar el Espíritu Santo, fijó su mirada en los miembros del Sanedrín, y revestido de poder dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy. La conciencia es el íntimo conocimiento interior que vigila las acciones del individuo. Una buena conciencia es aquella que no acusa a su dueño de haber obrado en contra de la luz que ha recibido de Dios. Pablo estaba refiriéndose a lo que siempre fue una característica en su vida. Jamás fue rebelde a la visión celestial. Este testimonio de Pablo no agradó en absoluto al sumo sacerdote y veamos lo que hizo. En segundo lugar tenemos la agresión contra Pablo y la respuesta de él. Hechos 23:2-5 dice: El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los que estaban junto a él, que le golpeasen en la boca. Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me mandas golpear? Los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios injurias? Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo.
El Sanedrín estaba presidido por el sumo sacerdote, en esta oportunidad se trataba de Ananías. Sobre este sumo sacerdote se sabe que era uno de los más crueles y más corruptos que existieron. Sus políticas de claro favoritismo hacia Roma hizo que los judíos se alejen de él y terminen por asesinarlo a comienzos de la revuelta contra Roma en el año 66 DC. Conforme con su carácter torcido, Ananías ordenó a los que estaban cerca de Pablo que le golpeasen en la boca. El verbo que se ha traducido como “golpear” es el mismo verbo que Lucas utilizó para referirse a lo que los judíos hicieron con Pablo cuando le sacaron del templo y el mismo verbo que Mateo utilizó en su evangelio para referirse a lo que los soldados romanos hicieron con Jesús antes de su crucifixión. Es decir, que no se trató de una simple bofetada sino de una agresión brutal. Pablo conocía muy bien la ley y por tanto reconoció que el sumo sacerdote estaba actuando mal al ordenar que le golpeen en la boca. La ley establecía que no se puede castigar a un reo que está siendo juzgado sin haberse comprobado su delito y dictaminado una sentencia. Montando en ira, Pablo increpó al sumo sacerdote con un fuerte epíteto: ¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! Esta acción de Pablo también fue equivocada y ciertamente lo reconoció después. La hipocresía de los fariseos también fue condenada a su tiempo por el Señor Jesús en términos parecidos cuando estando personalmente en la tierra les dijo que eran sepulcros blanqueados que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Habiendo oído lo que dijo Pablo, los miembros del Sanedrín le dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios injurias? Al oír esto, Pablo reconoció su error y dirigiéndose al Sanedrín dijo: No sabía hermanos, que era el sumo sacerdote. Pablo tenía muy claro en su mente que según Éxodo 22:28, la ley de Moisés ordenaba no maldecir a un príncipe del pueblo. A pesar que Ananías era impío, de todas maneras era el sumo sacerdote y Pablo debía tratarlo con respeto, conforme a la dignidad de su cargo. Gran lección para muchos hoy en día, quienes piensan que es justificado rebelarse contra las autoridades, en el gobierno o en la iglesia, o en el hogar, cuando, según su criterio, estas autoridades son malas en alguna forma. Es inevitable prestar atención a la inquietud en cuanto a si Pablo realmente no sabía que Ananías era el sumo sacerdote, cuando le increpó diciéndole: ¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! Pero no hay razón para acusar a Pablo de mentiroso, o de que por tener problemas en la vista no veía bien a quien estaba dirigiendo sus palabras. El caso es que Pablo había estado ausente de Jerusalén por varios años y muy probablemente fue durante su ausencia que Ananías llegó al cargo de sumo sacerdote y por tanto Pablo no le había conocido. Además por el hecho que el Sanedrín fue convocado sin aviso previo, es probable que el sumo sacerdote no haya estado vestido conforme a su alta dignidad y por eso Pablo no le haya reconocido. Después de este incidente, Pablo siguió con su defensa, pero notando algo crucial. Hechos 23:6 dice: Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga.
La sagacidad, en el buen sentido, permitió a Pablo discernir que el Sanedrín estaba dividido, porque una parte era de saduceos y otra de fariseos. Entre las muchas diferencias que había entre saduceos y fariseos estaba el asunto de la resurrección. Los saduceos no creían en la resurrección, mientras que los fariseos creían en la resurrección. Pablo sabía que si de alguna manera introducía el asunto de la resurrección en su defensa, los saduceos y fariseos se polarizarían y eso podría serle ventajoso. Con esto en mente alzó su voz en el Sanedrín, y retomando su defensa con las palabras: Varones hermanos, dijo dos cosas importantes: La primera, yo soy fariseo, hijo de fariseos. Esto sirvió para identificar en que bando estaba y apelar al apoyo de este bando. La segunda: Acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga. La esperanza se refiere a las promesas de resurrección que tenían los antepasados de Israel. La resurrección de los muertos puede ser una alusión a la resurrección de Cristo Jesús, elemento fundamental de la doctrina Cristiana. En nuestro próximo estudio bíblico, veremos si funcionó esta genial táctica de Pablo para evitar una segura condena de un Sanedrín liderado por un hombre tan corrupto como Ananías.
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