Reciba cordiales saludos amiga, amigo oyente, y la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Nuestro tema de estudio es la primera carta de Pablo a Timoteo, en la serie titulada: Claves para ser un buen ministro de Jesucristo. En esta oportunidad veremos que un buen ministro de Jesucristo instruye a las mujeres a ocupar el lugar que Dios ha designado para ellas en la iglesia.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en 1 Timoteo 2 del 9 al 15. En este pasaje Bíblico encontramos las instrucciones que Pablo dio a Timoteo en cuanto a la conducta de las mujeres en la iglesia local. La entrada del Cristianismo en el mundo trajo consigo muchos cambios importantes, no sólo en lo espiritual, lo cual es lo más importante, sino también en otras áreas, como lo social, por ejemplo. En relación con esto, en el mundo romano del primer siglo, la mujer era considerada simplemente como una máquina para traer hijos al mundo, para ocuparse de las tareas domésticas y para procurar placer para el hombre. El Cristianismo reivindicó a la mujer, devolviéndole la dignidad que Dios siempre tuvo en mente para ella. Gálatas 3:28 dice: Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
Las mujeres cristianas deben haber recibido esta enseñanza con gran gozo en su corazón. Por fin se sentían libres de siglos de opresión. Pero lamentablemente, como suele suceder, algunas mujeres cristianas comenzaron a abusar de este privilegio y causaron no poco conflicto en las nacientes iglesias Cristianas, como en la iglesia de Efeso, donde Pablo dejó a Timoteo para que corrija algunas cosas que estaban mal, como justamente la conducta de las mujeres en la iglesia local. En sus instrucciones a Timoteo, Pablo va a mostrar cual debe ser la conducta de una mujer en la iglesia en cuanto a su forma de vestir y en cuanto a su forma de actuar. Sobre lo primero, permítame leer 1 Timoteo 2: 9-10. La Biblia dice: Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos,
1Ti 2:10 sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad.
El pasaje bíblico comienza con la palabra: Asimismo. Esto se debe a que en el versículo anterior, Pablo mencionó algo exclusivo para los varones, la oración en público. 2 Timoteo 2:8 dice: Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.
Esto es lo que Pablo quiere para los varones. ¿Y para las mujeres? Entonces viene el pasaje bíblico que estamos estudiando. Un popular refrán dice: Dime con quien andas y te diré quien eres. Tal vez podríamos parafrasearlo un poco aplicándolo a las mujeres de modo que diga: Dime como vistes y te diré quien eres. La vestimenta de una mujer es un mensaje sin palabras que comunica lo que hay en el corazón de esa mujer. Una mujer con corazón no transformado por el poder de Dios, hará que esa mujer se vista, provocativamente. Una mujer con un corazón no transformado por el poder de Dios hará que esa mujer se vista ostentosamente. El mundo incita a las mujeres a vestirse provocativamente y ostentosamente. Pero una mujer cuyo corazón ha sido transformado por el poder de Dios, se vestirá de la manera que Dios ha instruido en su palabra. Pablo dice que las mujeres deben vestirse de ropa decorosa, con pudor y modestia. El adjetivo decoroso proviene de una palabra griega de la cual proviene la palabra “cosmético” y habla de algo ordenado, algo bien dispuesto, algo decente. Muchas mujeres podrían tener algo de dificultar en saber cuando una ropa es decorosa. Pablo ayuda a clarificar este asunto al decir que una ropa decorosa es aquella que manifiesta que la mujer tiene pudor. El pudor es esa actitud de recato. Una mujer que tiene pudor no se vestirá con una ropa que deja al descubierto algunas partes íntimas de su cuerpo. Tampoco se vestirá con una ropa tan ceñida al cuerpo que parecerá un embutido. Una ropa decorosa también es aquella que es modesta. La modestia es esa cualidad que tiene que ver con el equilibrio, que no va a extremos, ni en la forma o el diseño, ni en los colores, ni en los precios. Pablo condena a algunas mujeres de su tiempo quienes se peinaban ostentosamente, se adornaban con todo tipo de joyas de oro o perlas y no se medían en el precio que tenían que pagar por los vestidos. Una mujer así atraía la mirada curiosa de mucha gente, pero la meta de una mujer de Dios no debe ser atraer la mirada de la gente, sino hacer que la gente mire al Señor Jesucristo. La manera como una mujer puede hacer que la gente mire al Señor Jesucristo es cuando esa mujer se dedica a hacer buenas obras. Esto es lo que Dios espera de toda mujer que profesa piedad, o de toda mujer que ha depositado su fe en la persona del Señor Jesucristo y está procurando agradarle en todo. Esto en cuanto a la conducta de una mujer creyente en cuanto a su forma de vestir. Ahora veamos la conducta de una mujer creyente en cuanto a su forma de actuar en la iglesia local. Permítame leer 1 Timoteo 2:11-15. La Biblia dice: La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.
1Ti 2:12 Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.
1Ti 2:13 Porque Adán fue formado primero, después Eva;
1Ti 2:14 y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.
1Ti 2:15 Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia.
Tanto en el hogar como en la iglesia local, la mujer debe estar en sujeción. En el hogar, la mujer está sujeta a su esposo, en la iglesia local, la mujer está sujeta al varón. En el hogar, la mujer se sujeta a su esposo reconociendo que él es la cabeza y ella es la ayuda idónea. En la iglesia, la mujer se sujeta al varón aprendiendo en silencio. La palabra silencio, significa calladamente, sosegadamente, tranquilamente. Para clarificar cualquier duda en cuando al alcance de este mandato, Pablo dice enfáticamente: Porque no permito a la mujer enseñar. Si lo hiciese estaría ejerciendo dominio sobre el hombre, algo que viola el principio de sujeción de la mujer al varón. Este mandamiento se debe entender en el sentido de que cuando la iglesia local está reunida, la mujer no debe enseñar en público para no caer en el error de ejercer dominio sobre los hombres que están presentes. Pero la mujer tendría total libertad para enseñar personalmente a un hombre, o a un grupo de mujeres, o a un grupo de jóvenes o a los niños. Este mandato del Nuevo Testamento ha sido y sigue siendo un motivo de controversia, incentivado por el cada vez más creciente deseo de las mujeres por tomar el oficio de pastor en las iglesias locales. Se considera que la restricción de Pablo en 1 Timoteo 2:11-12 se aplicaba solamente a las iglesias del primer siglo en la cultura oriental porque las mujeres del primer siglo en la cultura oriental eran habladoras, dominadoras y desordenadas. Es decir que se pretende dar una aplicación temporal y cultural al mandamiento de Pablo de que en la iglesia local la mujer aprenda en silencio con toda sujeción. Pero si fuera así, a lo mejor esto de que las mujeres se atavíen de ropa decorosa con pudor y modestia, también podría ser un mandato solamente para las iglesias del primer siglo en la cultura oriental, de modo que hoy en día en nuestro contexto occidental, las mujeres creyentes podrían vestirse como les plazca, sin pudor ni modestia. Esto sería algo inaceptable. Por supuesto que sí, pero entonces ¿por qué no tomamos de la misma manera el mandato de Pablo cuando dice: Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio? La razón de Pablo para esta conducta de las mujeres en la iglesia local tiene dos partes. La primera es porque Adán fue formado primero, después Eva. Desde la misma creación, Dios diseño que Adán sea la cabeza y Eva sea la ayuda idónea. Eva fue creada para estar sujeta a Adán. Este modelo se debería mantener tanto en el hogar como en la iglesia local. La segunda es porque Adán no fue engañado sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Cuando se invierten los papeles que Dios ha asignado al hombre y a la mujer, se abre la puerta para una cantidad de problemas. En el caso de la primera pareja en el mundo, Eva actuó independientemente de su cabeza, Adán, y el resultado fue caer en el engaño de Satanás y comer el fruto prohibido. Adán en cambio no fue engañado por Satanás. Adán cayó en el pecado con los ojos bien abiertos, muy conciente de lo que estaba haciendo. No tiene sentido ponerse en riesgo al invertir la cadena de autoridad establecida por Dios. Pablo termina esta parte hablando de que la mujer se salva o se libra de esta prohibición de enseñar en público en la iglesia local cuando canaliza su capacidad para enseñar instruyendo a sus hijos, siempre y cuando permanezca en fe, amor y santificación, con modestia. Un buen ministro de Jesucristo tiene claro en su mente la función de los varones y las mujeres en la iglesia local.
¿Cómo obra el Espíritu Santo en el creyente? Visite nuestra página Web y en la sección PREGUNTA DEL DÍA encontrará la respuesta a esta inquietud. Además puede hacernos llegar sus consultas y sugerencias y por supuesto escuchar nuevamente el programa de hoy. Le recuerdo nuestra dirección: triple w.labibliadice.org Hasta la próxima y que Dios le bendiga grandemente.
Leave a comment