Reciba un fraternal saludo amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Seguimos estudiando el tema de la mayordomía cristiana y esta vez, la mayordomía del cuerpo. En nuestro estudio bíblico último, vimos el fundamento doctrinal sobre el cual descansa la manera como debemos administrar nuestro cuerpo. En esta ocasión, vamos a tratar justamente este asunto.
En nuestro estudio bíblico anterior planteamos cuatro principios bíblicos sobre los cuales descansa la manera como debemos administrar nuestro cuerpo. El primero afirma que el cuerpo es el medio de expresión de lo que somos. Por medio del cuerpo podemos relacionarnos con otros seres humanos y con todas las cosas que nos rodean. Segundo, el cuerpo es una morada temporal de nuestro espíritu y alma, por lo cual, algún día tenemos que desocuparlo y dejarlo en este mundo, para, en el caso de nosotros que somos creyentes, ir a morar con el Señor en el cielo. Tercero, el cuerpo en el cual moramos mientras estamos en este mundo no es nuestro, porque los creyentes hemos sido comprados por Dios al elevado precio de la vida de su Hijo amado. Como consecuencia, nuestro cuerpo ha sido hecho templo del Espíritu Santo. Cuarto, el cuerpo en cual moramos mientras estamos en este mundo es una obra maestra de Dios. Así es como se ve en la Biblia lo que es el cuerpo humano, amable oyente. ¿De qué nos sirve saber todo esto? Pues de mucho, porque de aquí parte la conducta que debemos adoptar en cuanto a nuestro cuerpo, o como lo hemos llamado, la mayordomía del cuerpo. Supóngase que en algún momento estuviera buscando una casa para alquilar, de modo que pueda vivir decentemente junto a su familia. Asumamos que tiene los medios económicos suficientes para alquilar una hermosa casa, finamente terminada en el mejor sector residencial de la ciudad. Usted se pone de acuerdo con el dueño de la casa en cuanto al monto del alquiler e inmediatamente se muda a vivir en esa casa con su familia. Si es una persona honesta, estará agradecido de vivir en aquella casa y constantemente estará pensando en cuan bendecido ha sido al poder habitar en esa casa hermosa que no es suya. ¿Cuál debería ser su conducta mientras vive en esa casa? Lo sensato sería que la use sabiamente, la cuide con más esmero que si fuera suya, para no quedar mal con el dueño de ella y sobre todo, respetaría la forma que tiene esa casa. No sería nada sensato si comenzara a decir: No me gusta esta pared en este lugar, la voy a quitar de aquí. O tal vez: Me gustaría que aquí haya una puerta, pues abriré un agujero y colocaré una puerta. O a lo mejor: No me gusta esta ventana en este lugar, la voy a cerrar y voy a abrir otra en otro lugar. Si hubiera hecho todos esos cambios, cuando el dueño de casa venga a cobrar el alquiler y vea todo lo que ha hecho, por poco le dará un infarto y seguramente le pedirá que salga de esa casa inmediatamente y hasta es posible que le demande en los tribunales de justicia, porque simplemente nadie puede o mejor, nadie debería hacer lo que quiera con una propiedad que no es suya. Ahora, traslade la misma idea a su cuerpo. Como hemos visto, el cuerpo que es parte de lo que somos como seres humanos, no es nuestro, y es algo precioso porque fue diseñado directamente por Dios. Allí estamos viviendo temporalmente. Obviamente no tenemos que pagar ningún alquiler para morar allí, pero de todas formas, nuestro cuerpo, nuestra morada temporal, no es nuestro, porque pertenece a Dios. Si somos personas honestas, como la del ejemplo propuesto, nuestra obligación sería razonar de la siguiente forma: Este cuerpo maravillosamente diseñado por Dios, en el cual estoy morando temporalmente, no me pertenece. Mi responsabilidad es cuidarlo de la mejor manera posible para hacer buen uso de él y no quedar mal con Dios quien es el dueño del mismo. De ninguna manera haría cambios por todo lado sin el expreso permiso del dueño, porque si lo hiciera tendría que enfrentar los reclamos del dueño. Así es como deberíamos pensar sobre nuestro cuerpo amable oyente. Pensando en los elementos que deberíamos tomar en cuenta para una buena mayordomía o administración de nuestro cuerpo, consideremos lo que nuestro cuerpo necesita. Primero, necesita de alimento. Ciertamente que en la etapa de la infancia, adolescencia y una buena parte de la juventud, son nuestros padres quienes proveen para nuestra alimentación, pero a todos nos llega un momento cuando la responsabilidad de alimentarnos y alimentarnos bien recae sobre nosotros mismos. Esta responsabilidad debería asumirse con seriedad. Por supuesto que ninguno de nosotros debería vivir para comer, pero todos nosotros debemos comer para vivir. Si somos negligentes en la alimentación, si no nos ocupamos por ingerir alimentos necesarios y útiles para nuestro organismo, en algún momento repercutirá sobre el estado general de nuestro cuerpo, lo cual será la prueba evidente de que no hemos cuidado bien la morada que se nos ha prestado para vivir. Hoy en día, la ciencia médica analiza con bastante preocupación los hábitos alimenticios de la población. Como vivimos en una época de hacer todo a la carrera, de hacer todo instantáneamente, la gente se ve forzada a comer lo que aparezca en el poco tiempo que el trabajo le permite para eso. Por esa razón, hoy se habla de una sociedad que se alimenta de comida chatarra, es decir alimentos que a lo mejor llenan el estómago pero no proveen los nutrientes que el cuerpo necesita para mantenerse bien. Algún momento el cuerpo se rebela, pero ya será demasiado tarde, porque tendremos que pagar caro la negligencia de alimentar al cuerpo, con una elevada cuenta médica para tratar algún problema serio de salud. No sólo es necesario alimentar adecuadamente al cuerpo, sino también evitar ingerir alimentos que son peligrosos para el bienestar del cuerpo. Por supuesto que la palabra de Dios en 1 Timoteo 4:4 dice que todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias, pero eso no significa que podemos comer cualquier cosa, aun sabiendo que eso puede ser nocivo para nuestra salud. De ninguna manera es mi ánimo hacer una lista de los alimentos que son perjudiciales para la salud de la población. Lo único que digo es que si sabe que algún alimento no es bueno para su cuerpo, debería evitar ingerirlo para cuidar lo mejor posible esta morada temporal que es el cuerpo. Para no abundar más sobre el alimento como algo a tener en cuenta en la mayordomía del cuerpo, permítame llevarle a una sana reflexión en cuanto a la ingesta de comida en exceso. El cuerpo necesita una determinada cantidad de alimento para funcionar de una manera apropiada. Si abusamos de la buena mesa no será extraño que se incremente el índice de masa corporal y llegue a lo que se conoce como obesidad. Comer más de lo necesario es glotonería y eso es pecado amable oyente. Romanos 13:13 dice: Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia,
En la misma línea de pensamiento, note lo que dice Proverbios 23:1-2 Cuando te sientes a comer con algún señor,
Considera bien lo que está delante de ti,
Pro 23:2 Y pon cuchillo a tu garganta,
Si tienes gran apetito.
No ingerir el suficiente alimento, pudiendo hacerlo, no es bueno. Comer en exceso tampoco es bueno. Lo importante es el equilibrio y eso es una evidencia de una buena mayordomía del cuerpo. En segundo lugar, otra necesidad básica del cuerpo es el abrigo. Al hablar de abrigo se entiende por un techo donde evitar las inclemencias del tiempo y la ropa para abrigar el cuerpo. Esto es básico para el bienestar del cuerpo. Sobre esto, existe el peligro de ir a dos extremos. Uno de ellos, es pensar que una casa para vivir y ropa para vestir es algo mundano y por tanto no apto para un creyente maduro. Armados de pensamientos como este, existen creyentes que viven como nómadas, durmiendo en las calles o plazas y vistiendo harapos. Esto no es correcto amable oyente. Techo y abrigo es una necesidad de nuestro cuerpo y si vamos a hacer buena mayordomía de él debemos asegurarnos de contar con esto. El otro extremo es poner esta necesidad como lo más importante de nuestra vida y dedicarnos por entero a rodearnos de lujos en una fastuosa mansión y llenar el ropero con el último grito de la moda. Esto denota una falla en las prioridades de la vida. Lo apropiado es el equilibrio. Es necesario sin embargo notar que la Biblia enseña que tanto alimento como vestido es algo que Dios en su gracia se compromete a dar a los que son suyos. Mateo 6:31-33 dice: No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
Mat 6:32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
Mat 6:33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
En nuestro próximo estudio bíblico hablaremos sobre otros elementos que deben ser considerados para una buena mayordomía del cuerpo.
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