Ahora aquí está la pregunta que quiero hacerte el día de hoy, si Dios es soberano, ¿entonces porque suceden cosas dolorosas? Si Él es grande, ¿puede Él ser bueno y permitir que tragedias como las de Noemí sucedan? La respuesta que el libro de Rut nos da es sí, Él es grande y Él es bueno.
Hemos empezado una nueva serie de estudios basados en el libro de Rut, y hoy quiero pedirte que veamos la imagen de nuestro Dios, grande y bueno a través de los versos de Rut. Toma tu Biblia y acompáñame al libro de Rut capítulo 1, verso 20 Noemí dijo: “llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso (Shaddai). Me fui llena, pero Jehová.” Este es un verso que ya hemos leído en programas anteriores y si aún no lo has hecho, quiero invitarte a que lo subrayes. Ahí vemos el nombre del pacto de Dios con Su pueblo, Yahveh. Un nombre que resume su fidelidad, su fiel amor hacia su pueblo.
Bien, esta es Noemí en medio de su amargura diciendo: «el fiel Dios de Pactos me ha vuelto vacía. ¿Por qué llamarme Noemí? Jehová me ha afligido”. Piensa por un momento en nuestra vida, cuando caminamos a través del esfuerzo, el sufrimiento, juicio y tragedia. Con eso es con lo que luchamos. Nosotros luchamos con verdades como la que Dios es Grande y bueno, y en momentos de dolor nos preguntamos: ¿está realmente Dios en control?, ¿cuán bueno es Dios?
Cuando escuchas el diagnóstico del doctor, cuando tu cónyuge viene y dice que se va. Cuando la vida de tu hijo está en peligro, cuando te quedas sin trabajo, cuando la casa es quitada, pensamos, ¿es esto bueno? Nos esforzamos para ver la grandeza y la bondad de Dios juntos, en medio del sufrimiento. Esto es lo que la Biblia nos está dando aquí. Esto nos dirige a la promesa para el pueblo de Dios y he orado porque esta verdad cobre vida en los corazones de quienes nos están escuchando hoy, incluso si no conoces a Dios personalmente, ves la verdad de Dios hacia su pueblo y lo ves tan grande y bueno en ello.
Aquí está la promesa para su pueblo, en su diseño soberano, Dios ordena una tragedia dolorosa para preparar el camino para un triunfo sorprendente. Es tan difícil no leer el resto del libro justo ahora.
Déjame mostrarte esto, lo que hemos conseguido al final del verso 22 es un hilo, un fino hilo de esperanza. “Así volvió Noemí, y Rut la moabita su nuera con ella; volvió de los campos de Moab, y llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada.” (Rut 1:22) Ahora, Noemí está mirando alrededor de ella y dice estoy vacía. No soy nada. Y la realidad es que, ella en verdad no tiene nada. Pero déjame decirte algo, estos son los momentos, no sólo que Noemí ha debido atravesar, sino que muchos hombres y mujeres de fe han atravesado, ¿verdad?
Recordemos por un momento: la hambruna ataca a Abraham e Isaac y ambos se dirigen a otra tierra por su bien al final. Es la hambruna que dirige a la familia de Jacob para establecerse en Egipto para la poderosa salvación de Dios en El Éxodo. Es decir, son las devastaciones a lo largo de toda la escritura, las que manifiestan la obra maravillosa de Dios. Ahí está Daniel siendo arrojado al foso de los leones. Sadrác, Mesác y Abed-Nego siendo lanzados a un horno ardiente para manifestar el poder sobrenatural de Jehová. Esto pasa una y otra vez a lo largo de las escrituras.
Muchas veces cuando pensamos que Dios está lejos de nosotros, nos segamos a las verdades eternas de Dios. Piensa acerca de eso en esta historia de Rut y en las historias representadas en las Escrituras. Cuando estamos rodeados con hambruna, cuando anhelamos por lo que no tenemos y que necesitamos. Cuando pensamos que realmente necesitamos algo, pero aun así no lo recibimos. Cuando realmente necesitamos a Dios y pensamos que no está ahí. Cuando todo parece extranjero, estamos cerrando nuestros ojos a las promesas de Dios.
Tal vez nos encontramos a nosotros mismos en un nuevo lugar físicamente, tal vez experimentamos dificultades en nuestra relación con una mamá o papá, un niño o un esposo o esposa que una vez fue de una manera y ahora es completamente diferente, y estás pensando, ¿cómo fue que sucedió esto? Entonces nos encontramos a nosotros mismos en un nuevo lugar emocional y físicamente con cáncer o enfermedades mortales, y estás mirando alrededor diciendo: “esto no es como yo lo planee, no sé cómo caminar a través de esto, nunca he estado en esta travesía antes, nunca pensé que me podría pasar a mí”.
Cuando todo parece extraño y la muerte golpea tu familia y el dolor simplemente parece no desaparecer. Tal vez fue hace un corto tiempo cuando la muerte atacó o tal vez fue hace un largo tiempo. Tal vez era esperada, tal vez era totalmente inesperada. Pero el dolor no desaparece, cuando la decepción hunde. Cuando nosotros solo no estamos seguros de que realmente queremos continuar en nuestras circunstancias actuales. Cuando sentimos que no hay una salida y que no hay luz al final del túnel. En medio de la soledad, cuando nadie más entiende, ni si quiera aquellos a quienes amamos. O tal vez cuando no podemos encontrar a alguien que nos ame lo suficiente como para caminar con nosotros. En medio de la soledad, en medio de la devastación o el dolor, déjame decirte que Dios está obrando.
Sé que muchas parejas que me escuchan están lidiando con el dolor de querer un niño, una familia y preguntándole a Dios: «¿por qué nos diste un deseo fuerte y no provees? Esto no tiene sentido, nosotros sólo queremos un niño para glorificar tu nombre en medio de la devastación.” Pero déjenme decirles que Dios tiene todo eso bajo su control.
Muchas veces nuestro dolor puede ser muy grande y nos encontramos lastimados, lloramos y luchamos con batallas que parecen perdidas. Muchas veces no entendemos porque si lo intentamos tanto no logramos dejar ese pecado que nos atormenta y nos llena de vergüenza. En todas estas cosas y no quiero ser depresivo aquí, pero esto es real, en todas esas cosas Dios está obrando.
Cuando obtenemos ese diagnóstico, cuando escuchamos las noticias, cuando esto o aquello sucede, cuando esta circunstancia gira de tal manera que no entendemos, cuando esta persona dice aquellas palabras que cambian todo desde este punto hacia adelante. Cuando aquellas cosas suceden solemos preguntarnos, ¿está realmente Dios cerca en todo esto? Y muchos de nosotros pensamos que no es así, que Dios está lejos de nosotros, pero aquí es donde quiero que veamos su promesa.
Cuando pensamos que Dios está lejos de nosotros, podemos saber que Dios se mostrará a sí mismo fiel hacia nosotros. Dios se mostrará fiel hacia nosotros. Noemí está diciendo: “estoy vacía, no tengo nada.” Y en este momento cuando ella piensa que Dios ha desaparecido totalmente y está lejos de ella, en ese momento Dios, está depositando el fundamento de la más grande demostración de su fidelidad hacia ella; llegar a Belén mientras la cosecha de la cebada estaba iniciando, un hilo de esperanza. Hay una cosecha aproximándose.
Ahora aquí es donde pausaremos en el libro de Rut solamente por un momento, y lo haremos para contemplar la maravilla del Evangelio. Todo lo que hemos visto es el Evangelio, es el grande, glorioso y hermoso Evangelio. La historia épica de redención de Dios porque aquí está la realidad; nos encontramos a nosotros mismos en medio de esta historia. Nosotros somos Elimelec, hemos vagado desde nuestro Dios hacia una tierra de idolatría. Nosotros somos Rut, somos nacidos en una tierra de idolatría e inmoralidad, hijos de la desobediencia, objetos de ira de Dios, merecedores únicamente del juicio de Dios.
Aquí es donde nos encontramos nosotros y la imagen que tenemos del libro de Rut es la imagen que tenemos a lo largo de toda la Escritura. Es un Dios quién está buscando a su pueblo en pecado. E incluso, usando su pecado; Dios está usando el pecado de Elimelec, aquí para preparar el escenario para una demostración de su gracia en el gran esquema de la historia de la humanidad. Este es el gran Evangelio. Dios toma nuestro pecado, clava a su hijo en la cruz y ahí prepara el escenario de la más grande imagen de su gloria para todas las naciones. Este es el evangelio.
En nuestro pecado Dios nos cubre con su gracia. Su gracia cubre por completo nuestro pecado. Su gracia cubre nuestro pecado. El pecado de tu pasado no disipa la esperanza de tu futuro. Alaba a Dios por su gracia. Ese es el evangelio porque Cristo ha tomado nuestro pecado sobre el mismo, así nosotros dejamos de ser parte de nuestro linaje pasado, de nuestra tierra del pasado, de nuestros dioses del pasado. Nosotros hemos sido liberados y somos parte de la promesa de Dios. Y Él nos ha dado una maravillosa verdad al convertir la tragedia dolorosa de la cruz en un sorprendente triunfo de nuestra salvación. Este es el Evangelio. En nuestra gracia Dios cubre nuestro pecado y en nuestro dolor, su misericordia nos supera. Su misericordia supera nuestro sufrimiento.
Así como Noemí ha experimentado grandes pérdidas, nosotros también experimentaremos grandes pérdidas y sé que muchos de nosotros lo hemos hecho. Y aquí está el trato, puede no ser inmediatamente reconocible. Puede tomar un largo tiempo, puede tomar muchos días de espera paciente, pero escucha esto, cuando Dios parece lejos de ti, puedes saber que Él es fiel. Hay un himno qué quiero compartir contigo escrito por un joven llamado William Cooper. Me tomaré unos segundos para darte un poco de contexto que te ayudará a entender este himno.
Cooper vino a Cristo en un manicomio. Él estaba en un manicomio cuando encontró una Biblia que un trabajador cristiano había dejado ahí y empezó un proceso donde Dios abrió sus ojos para gracia y misericordia. El batalló con la depresión, tuvo miles de combates de grave depresión toda su vida y así este himno es una figura de cómo en el medio de sufrimiento él aprendió a ver la gracia de Dios detrás de las circunstancias y es una imagen poderosa. Escuchémoslo: “Dios se mueve de una manera misteriosa para realizar sus maravillas; planta sus huellas en el mar y cabalga sobre la tormenta. Santos temerosos, cobrad nuevo valor; las nubes que tanto teméis están hinchadas de misericordia y se abrirán con bendiciones sobre vuestras cabezas. No juzguéis al Señor con vuestros débiles sentidos, sino confiad en su gracia; detrás de una providencia de ceño fruncido Él esconde un rostro sonriente. Sus propósitos madurarán con rapidez, abriéndose hora tras hora, el capullo tendrá amargo sabor, pero dulce será la flor. La ciega incredulidad yerra con seguridad, y escudriña en vano su obra; Dios es su propio interprete, y Él es quien la dará a conocer.”
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