Saludos cordiales amigo oyente. Es motivo de gozo para nosotros el contar con su sintonía. Bienvenido al estudio bíblico de hoy. El tema de nuestros últimos estudios bíblicos ha sido la santidad. Lo último que vimos tuvo que ver con lo que Dios ha puesto a nuestra disposición para que como creyentes podamos vivir vidas santas. En el estudio bíblico de hoy, David Logacho nos va a hablar sobre la necesidad de que los creyentes aprovechemos lo que Dios ha puesto a nuestra disposición para vivir vidas santas.
En la palabra de Dios encontramos algunas cosas que representan un claro desafío para la frágil mente humana. ¿Cómo poder entender por ejemplo que la Biblia es un libro 100% divino y a la vez 100% humano? ¿Cómo poder entender que Jesucristo es 100% Dios y 100% hombre? ¿Cómo poder entender que Dios elige a los que son salvos y sin embargo Dios hace culpable de condenación a todo aquel que rechaza a Cristo como Salvador? ¿Cómo poder entender que Dios es uno pero sin embargo existe en tres distintas personas? Son paradojas que mientras estemos a este lado del cielo jamás lograremos entenderlas a cabalidad. Y con la santidad práctica ocurre algo parecido amigo oyente. En el área de la santidad, existe también una indescifrable mezcla de lo divino y lo humano. Dios quiere que todos seamos santos. Dios es el único que puede hacernos santos y para ello nos ha dado el poder necesario, sin embargo Dios no puede hacernos santos en contra de nuestra voluntad. Es algo que la mente humana no lo puede entender. Es por esto amigo oyente, que si vamos a ser santos en nuestro diario vivir tenemos que empezar por tomar una decisión voluntaria y consciente de querer ser santos en la práctica. Tenemos que ponemos nosotros mismos en el camino de la bendición. Un autor anónimo ha escrito las siguientes palabras llenas de significado a este respecto. Dice así: Es un error pensar que esto de la santidad es algo como recibir un toque mágico. Por el contrario, existen caminos claramente trazados que nos conducen directamente a los pastos verdes de la santidad, caminemos por ellos. El desear santidad y por ejemplo, al mismo tiempo ser negligentes con la oración y la devoción es como desear ir a determinado lugar pero voluntariamente escoger un camino que sabemos que no conduce a aquel lugar. Algo absurdo. Así es mi querido amigo, vivir en santidad no es cuestión de desearlo solamente. Ud. y yo conocemos no cientos sino miles de creyentes que sinceramente desean vivir en santidad, pero la triste realidad es que están lejos de la santidad que tanto desean porque sencillamente han decidido caminar por un sendero que no conduce a la santidad sino a la impiedad. Vivir en santidad tampoco es cuestión de fe solamente amigo oyente. Es un error decir a los creyentes que la santidad en la vida depende solamente de la fe, porque esto conduce a los creyentes a pensar que pueden llegar a ser santos con tan solo cruzarse de brazos y no hacer nada, esperando que de alguna forma mágica la fe les transforme de creyentes carnales en creyentes espirituales. Si miramos con atención lo que dice el Nuevo Testamento en cuanto a la santidad, llegaremos a la conclusión inevitable que la santidad resulta simplemente de obedecer lo que dice la palabra de Dios. Por supuesto que para obedecer lo que dice la palabra de Dios necesitamos de fe, eso es indudable, pero la fe que no se manifiesta en obediencia a la palabra de Dios no es fe verdadera. La santidad en el diario vivir tampoco es cuestión de responder al llamado a la consagración que algún predicador hace desde un pulpito. Está bien que los predicadores llamen a la consagración a los creyentes desde un pulpito, pero jamás debemos pensar que por el solo hecho de haber respondido al un llamado así, ya vamos a ser santos en nuestro diario vivir de una manera automática. Está bien responder a un llamado a la consagración, pero eso no rendirá el efecto deseado a menos que sea seguido de un constante esfuerzo por obedecer lo que la palabra de Dios dice. Antes de servir al Señor en La Biblia Dice… yo prestaba mi modesto contingente en un ministerio juvenil. A menudo realizábamos campamentos para jóvenes y parte del programa durante la semana de campamento era realizar un fogón o una fogata de consagración. Era la oportunidad que dábamos a los jóvenes para que públicamente expresaran su deseo de consagrarse al Señor. En todas estas actividades que participé e inclusive prediqué vi pasar a centenares de jóvenes y señoritas que con lágrimas en los ojos manifestaban su deseo de consagrarse al Señor. Pero la triste realidad era que este deseo de vivir una vida santa duraba muy poco tiempo, en algunos casos una semana, en otros casos dos semanas, en contados casos un mes, etc. El hecho real era que con contadas excepciones los jóvenes volvían a sus viejos hábitos perniciosos en cuestión de poco tiempo. ¿Qué es lo que había pasado? Pues sencillamente que estos jóvenes confiaron que con solo responder a un llamado a la santidad ya iban a vivir en santidad y jamás se dedicaron a esforzarse por obedecer lo que la palabra de Dios dice. Donald Campbell lo puntualizó muy bien cuando dijo: El Espíritu Santo no actúa automáticamente en la vida de un creyente sino que espera que el creyente se someta a él. Tampoco debemos pensar que la santidad en la vida cristiana se consigue con tan solo orar. La oración ciertamente es parte del andar en santidad de un genuino creyente, pero jamás piense que por pasar horas y horas en oración va a lograr automáticamente victoria sobre el pecado. Martín Lutero pasaba largas horas en la soledad de un monasterio en oración a Dios, pero jamás pudo liberarse de ese sentimiento de falta de santidad. La santidad en la vida para él se hizo posible cuando por fe recibió a Cristo y como resultado comenzó a obedecer lo que dice la palabra de Dios. Así es amigo oyente, la santidad en la vida no es algo que se consigue con tan solamente orar. Es cuestión de actuar en obediencia a la palabra de Dios. Además, nunca piense que la santidad en la vida cristiana se consigue por alejarse lo más posible de la impiedad en la cual vive este mundo. Quizá muchos de nosotros hemos llegado a pensar que si tan solo pudiéramos escapara a algún lugar solitario, quizá a un monasterio en algún remoto punto del planeta, donde no tengamos esa televisión con su carga de violencia, sexo ilícito, materialismo, etc., donde no estemos en contacto con personas que desprecian al Salvador, podríamos tener éxito en la vida de santidad como creyentes. No hay tal mi querido amigo. Se dice que un buen número de monasterios, son verdaderos antros de corrupción, quizá no en acción pero sí en pensamiento. La santidad no es cuestión de auto aislarse. El problema con la falta de santidad no radica en elementos exógenos al creyente. El problema con la falta de santidad radica en el interior del creyente, en su vieja naturaleza porque de allí es de donde parten los malos pensamientos y las malas acciones. En lugar de auto aislarnos deberíamos quebrantar nuestra voluntad delante de Dios para de una vez por todas empezar a obedecer lo que dice la palabra de Dios pese a quien le pese y cueste lo que cueste. Solo esto garantiza santidad en la vida diaria del creyente amigo oyente. Otro error muy común en cuanto a la santidad en la vida diaria es pensar que es algo que ocurre instantáneamente. Hasta cierto instante soy impío y de pronto a partir del mismo instante me vuelvo un santo en mi manera de vivir. Suena muy hermoso, hasta deseable, pero desafortunadamente no es real, porque la santidad es un proceso que toma tiempo y bastante esfuerzo. Nuestra humana naturaleza nos impulsa a ser impacientes. Queremos vivir en santidad tan pronto como sea posible y al menor costo posible. Estamos acostumbrados a las comidas instantáneas, al café instantáneo, a las fotografías instantáneas, etc. y pensamos que debería haber también una forma de obtener una santidad de vida instantánea. Pero no hay tal, mi amigo, mi amiga. No existen atajos a la santidad en el diario vivir. Mírelo así: Un zapallo toma semanas para desarrollarse, pero un roble toma años para desarrollarse. Dios quiere que seamos robles, no zapallos. De modo que, Dios no tiene píldoras de santidad, que como un antibiótico divino nos otorgue santidad práctica instantánea. Si Ud. sinceramente está buscando vivir en santidad, le recomiendo que a la brevedad posible empiece a conocer la palabra de Dios y poco a poco vaya obedeciendo lo que allí va encontrando. Es el único camino a la santidad en la vida.
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