Cuando hablamos de ser cristianos y llegar a la fe en Cristo, muchas veces nos referimos a aquel momento en el que realizamos algún ritual religioso, ya sea repetir una oración o tomar una decisión, esto o aquello, a este punto lo denominamos salvación. Ciertamente, lo que haces es soltar las cosas del mundo que amas y buscas las cosas de Dios que, si eres realmente honesto, te parecen laboriosas y no tan emocionantes como las cosas del mundo, pero sabes que tienes que hacer estas cosas para salvar tu vida para la eternidad. Repetir aquella oración del predicador, tomar cierta decisión, etc. Es entonces, que te das cuenta del dilema, todavía quieres practicar todas estas cosas.
Se supone que deberías vivir de manera diferente, pero ahora que empezaste este proceso de una vida supuestamente cristiana, intentas e intentas esas cosas de Dios, pero simplemente no encuentras alegría en ello. Una y otra vez terminas volviendo a hacer las cosas que no agradan a Dios y terminas pensando, “bueno, estoy viviendo una vida cristiana derrotada, pero al menos soy salvo”. Y permíteme decirte que éste no es el cristianismo bíblico.
Entonces, te podrás cuestionar: ¿qué pasa en el nuevo nacimiento? Sin lugar a dudas, cuando Dios cambia tu corazón, no necesitas mejorar tu vieja naturaleza. Eso no es la salvación, de eso no se trata el Evangelio. Dios te ha dado una naturaleza ¡completamente nueva! “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es” dice 2 Corintios 5:17.
Él pone un nuevo corazón en ti. Él transforma tu corazón para que comiences a amar las cosas de Dios y te da nuevos objetivos y anhelos. Por supuesto, esto no ocurra de golpe, los deseos de las cosas del mundo no se van de repente. Se trata de todo un proceso, sin embargo, hablaremos más sobre eso los siguientes programas. Por ahora, basta con decir que, cuando nacemos de nuevo, Dios nos da un corazón nuevo.
Conviene destacar que el nuevo nacimiento, no es una imagen en la que ahora tenemos que hacer a regañadientes las cosas de Dios, sino que a medida que conocemos más de Él, nos damos cuenta de su belleza. En consecuencia, notamos cómo palidecen las cosas de este mundo en comparación a la belleza absoluta de nuestro Dios.
Permíteme mostrarte lo que dice Ezequiel al respecto, ve conmigo al Antiguo Testamento al libro de Ezequiel capítulo 36. Existen muchos pasajes en la Biblia que hablan sobre la imagen del agua y el espíritu. Éste es uno de ellos, ahora, ¿recuerdas la escena en Juan capítulo 3 acerca de Nicodemo? Hoy vamos a analizar este texto bajo la luz de lo que dice Ezequiel 36, versículos del 25 al 27. En primer lugar, debemos notar que la imagen del agua en el antiguo testamento es un símbolo de purificación. Y cabe resaltar que, Juan capítulo 3 no está hablando del bautismo, gracias al contexto podemos notarlo.
Quiero que recuerdes la imagen del agua y el espíritu en el Antiguo Testamento en Ezequiel 36. Es la misma imagen de Tito capítulo 3, versículos del 3 al 8, nada menos que, un pasaje increíble. Te animo a guardarlo en tu corazón. Ambos pasajes nos ilustran cómo somos salvos, no por nuestras obras justas, sino por la misericordia de Dios que nos lava y por el Espíritu Santo que nos renueva. ¿Recuerdas? Justamente, agua y espíritu. Por su parte, en Ezequiel 36, versículos 24 y 25 encontramos a Dios hablando a su pueblo. Escucha lo que dice: “Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré”. Esta es la manera en que Dios cambia nuestro corazón, aunque todavía puedes preguntarte: ¿qué significa haber nacido del agua y el espíritu?
Bueno, en primer lugar, significa que Dios nos limpia. Esta es la imagen del agua la representación de un lavamiento. Tito capítulo 3, en versículo cinco dice: “por el lavamiento de la regeneración”, es decir, Él nos limpia de todas nuestras impurezas. Esto es lo que sucede cuando nos da un nuevo corazón. ¡Qué hermosa verdad!
En efecto, es muy importante que se nos perdone nuestro pecado uno por uno, sin embargo, Dios no se detiene allí. Recuerda que hablamos sobre el agua y el espíritu, entonces, volvamos a Ezequiel 36, versículos 26 y 27, Dios dice: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”. ¡Qué increíble! Cuando Dios cambia nuestro corazón, en primer lugar, nos limpia.
Segundo, Él pone su Espíritu en nosotros. El capítulo 37 de Ezequiel continua con una imagen increíble del Espíritu de vida, y esta es precisamente la ilustración de Dios brindándonos un nuevo pacto. Así que, de esto se trata la salvación, Dios nos limpia y luego Él mora en nosotros. Esto es lo que sucedió cuando Dios cambió nuestro corazón.
Ahora, quiero que reflexiones sobre cómo nos hemos condicionado a nosotros mismos para entender la salvación. Lo que quiero decir es que, nos hemos limitado a entender que la salvación es el perdón de nuestros pecados, pero casi ponemos un punto ahí y pensamos, “está bien, he sido perdonado, ahora puedo seguir adelante con mi vida”. Ciertamente, desconectamos la imagen del agua y del espíritu, queremos disfrutar de la limpieza de pecados para vivir como nos place, como resultado, hemos perdimos el punto de la salvación bíblica.
Cuando enfocamos la salvación únicamente al hecho de obtener el perdón de pecados, creamos esta idea de que llegar a la fe en Cristo es repetir una oración o hacer determinado trato con Dios para luego vivir una vida como si nada hubiera cambiado. Al seguir esta línea de pensamiento, tenemos un grupo de personas que repiten una oración para obtener el perdón de pecados, pero sus vidas siguen siendo moralmente malvadas y espiritualmente muertas, de manera que hacemos extrañas declaraciones en la iglesia como, bueno, los cristianos no son perfectos, son perdonados. Y con esto, no estoy diciendo que debemos ser perfectos, pero ¿realmente debemos poner esta clase de excusas? Mira, cuando decimos ese tipo de cosas, no estamos permitiendo que el poder de Cristo transforme radicalmente nuestras vidas. En cambio, creamos la idea de que la salvación se trata de hacer un tipo de convenio, de tomar una decisión o repetir cierta oración y luego vivir como si nada. Tenemos esta idea, puedes ser cristiano y vivir como el resto del mundo.
Por lo tanto, si estás llevando un estilo de vida idéntico al mundo, la única diferencia entre ti y los no cristianos es que afortunadamente posees una tarjeta en tu bolsillo para librarte del infierno. Sin embargo, éste no es evangelio, no lo es en absoluto.
Entonces, ¿qué pasa en el nuevo nacimiento? ¿Dios cambia nuestro corazón? Sin lugar a dudas, ¡sí!, Él nos limpia, pero también pone su propio Espíritu en cada uno de nosotros. De esta manera, comenzamos a cambiar nuestra manera de vivir. Es así que, cuando regresamos a Juan capítulo 3 podemos apreciar la comparación entre el trabajo del Espíritu y el viento. ¿Te das cuenta?, ¿ves los efectos del Espíritu de Dios? Por favor, considera cómo el poder del Espíritu de Dios cambia nuestros corazones en el momento en que abre nuestros ojos espirituales, cómo cambia nuestros deseos y le da un significado completamente nuevo a nuestras vidas.
Una vez más, quiero recordarte que no estoy diciendo que orar por la salvación sea malo o peor aún que, si tú hiciste una oración tu salvación no sea válida. Eso no es lo que estoy diciendo, sin embargo, quiero llevarte a reflexionar sobre como en la actualidad, muchas personas sostienen que deben guiarte a simplemente repetir una oración para llegar a la fe en Cristo. Y permíteme decirte que no es verdad. Cuando el Espíritu de Dios viene sobre ti, revela tu necesidad de Él, cambia tu corazón, lo limpia y pone su Espíritu en ti. Sin lugar a dudas, lo último que necesitas es a alguien que te diga lo que debes repetir en una oración. Ciertamente, el Espíritu Santo es más que suficiente para provocar en tu corazón la necesidad de Dios. La oración para salvación surgirá del trabajo del Espíritu de Dios en tu vida. Espero que Dios no permita que obstaculicemos el trabajo de su Santo Espíritu cuando intentamos hacer que alguien haga lo que nosotros queremos para alcanzar la fe en Cristo. Este es el trabajo del Espíritu de Dios. Ahora, echemos un vistazo a su obra.
Ezequiel 36, versículos del 24 al 26, por favor, presta atención al énfasis en los pronombres en primera persona. “Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”. Te das cuenta que al actor principal en la obra de la salvación es Dios, entonces, permíteme preguntarte ¿En realidad Dios ha cambiado tu corazón?
Lo último que deseo es confundirte. No pretendo decir que todo será perfecto o que ya no tendrás problemas con el pecado una vez que hayas nacido de nuevo. Antes bien, las Escrituras enseñan que al nacer del agua y del Espíritu eres una nueva creación y el crecimiento tendrá lugar en la medida que permitas que el Espíritu trabaje en ti. En síntesis, has nacido de nuevo y Dios te muestra tu necesidad al cambiar tu corazón.
Tercero, Dios permite que creas. Juan capítulo 3, versículos 10 y 11 nos recuerdan lo que Dios hace al darnos vida nos da la habilidad de “creer”. Esta es la palabra clave en este texto y se la menciona al menos siete veces allí. Esta es la misma idea que abarcamos en programas pasados, el Evangelio es la obra de Dios por la cual todos aquellos que tienen fe en Cristo se reconcilian con Dios para siempre. ¡Únicamente fe! De hecho, entre Romanos capítulo 3 y Romanos capítulo 4, se menciona más de 20 veces las palabras fe y creer.
Mira, la Escritura es muy clara, nos apropiamos del evangelio por medio de la fe. Sin embargo, quiero volver a la idea que mencioné con anterioridad, la fe va más allá de un reconocimiento intelectual de ciertas verdades. En resumen, podemos decir que cuando nacemos de nuevo, Dios revela nuestra necesidad de Él, abre nuestros ojos espirituales y cambia nuestro corazón. El único medio que hace esto posible, es la fe en Cristo. Ahora, aquí es donde vemos que la salvación significa creer en el contexto de la maravillosa obra de Dios. Por favor, no pases por alto esta verdad pues tiene implicaciones eternas. En este punto, cabe mencionar que, a muchas personas les encanta debatir sobre cuánto hace Dios y cuánto hace el hombre en la obra denominada “salvación”, y para ser honesto, no encuentro una contradicción aquí, sino un misterio.
Creemos y somos responsables de nuestra fe, todos y cada uno de nosotros somos responsables de nuestro destino eterno. Nadie puede creer por nosotros, simplemente tenemos fe o no la tenemos, no obstante, todo ello tiene lugar dentro del contexto de la actuación de Dios, es decir, su misericordia y gracia. Entonces, en medio de eso posiblemente te estés preguntando: ¿cómo pueden ir ambos conceptos de la mano? Pues es precisamente de eso de lo que hablaremos en el siguiente programa. Espero que puedas acompañarnos para conocer juntos más sobre las verdades eternas de la Palabra de Dios. Dios te bendiga.
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