Qué gozo es estar nuevamente con Usted, amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Daniel. En nuestro último estudio bíblico analizamos una parte de la oración de confesión de Daniel. En esa parte, Daniel reconoció la justicia de Dios, reconoció que de Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar. Daniel también reconoció que todo lo que vino sobre Israel como nación fue por no haber prestado atención a las reiteradas advertencias que Dios dio por medio de sus profetas. En el estudio bíblico de hoy vamos a examinar el pedido que hizo Daniel en su oración de confesión.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Daniel 9 a partir del versículo 15. Hasta este momento, Daniel ha estado concentrado exclusivamente en confesar el pecado de la nación, incluyéndose él mismo. A partir del versículo 15, Daniel va a hacer su petición a Dios. La petición tiene varios fundamentos. En primer lugar se fundamenta en la historia de Israel. Daniel 9:15-16 dice: Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te hiciste renombre cual lo tienes hoy; hemos pecado, hemos hecho impíamente.
Dan 9:16 Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro.
Habiendo confesado el pecado suyo y de su pueblo, Daniel se siente en libertad de hacer su petición a Dios. En su petición, Daniel apela a la historia de su pueblo, historia que está llena de obras misericordiosas de Dios, entre las cuales tal vez brille con luz propia la liberación de Israel de la esclavitud en Egipto. Daniel trae a la memoria este hecho y dice: Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa. No es que Dios se olvida de lo que ha hecho con los suyos y nosotros tenemos que hacérselo recordar, pero recordar las obras maravillosas que Dios ha hecho con nosotros o con otros crea un sentido de confianza en cuanto a que Dios hará una vez más algo semejante o superior a lo que hizo anteriormente. La liberación de Israel de su esclavitud en Egipto fue tan espectacular que el nombre de Jehová fue exaltado entre las naciones. Daniel dice que Jehová se hizo renombre por sus obras. A pesar de eso, Israel, con Daniel incluido, pecó e hizo impíamente contra Dios. Daniel da en el blanco cuando dice a Dios: Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia que has hecho en el pasado con tu pueblo, te pido que se aparte tu ira y tu furor de sobre la ciudad de Jerusalén, tu santo monte, porque a causa de nuestros, pecados y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro. Daniel no está en el plano de la exigencia. Daniel no está declarando algo para obligar a Dios que lo cumpla, como mucho enseñan y practican hoy en día. No, Daniel sabía que él y sus antepasados son culpables y merecen el castigo que estaban recibiendo por el cual habían llegado a ser oprobio a todas las naciones. Daniel simplemente está rogando a Dios que actúe en misericordia al perdonar el pecado cometido. Cuando Usted ore, amable oyente, luego de confesar el pecado, traiga algo de la palabra de Dios a su mente, de modo que su confianza en Dios se vea fortalecida por lo que Dios ha hecho en el pasado. Pero la petición de Daniel no se fundamentó solamente en la historia de Israel. La petición se fundamentó también en la gloria de Dios. Daniel 9:17 dice: Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor.
Por casi 70 años, el templo de Jerusalén estaba en ruinas, al igual que el muro y la ciudad en general. Esto era una vergüenza. En su oración, Daniel pide a Dios que atienda su oración y sus ruegos, de modo que la gloria de Jehová se manifieste nuevamente en el templo de Jerusalén, en el lugar santísimo, por amor del Señor. En esto vemos un rasgo muy importante del carácter de Daniel. En su oración, Daniel no está pidiendo nada para sí mismo, pero está pidiendo todo para la gloria de Dios. Daniel estaba más interesado en la gloria de Dios que en su propio bienestar. Daniel no podía concebir que el lugar donde se manifestaba Dios en toda su gloria ahora estaba desolado y por eso quería que la gloria de Dios vuelva a ese lugar. Nuestra vida de oración alcanzará una nueva dimensión cuando en oración pidamos a Dios por algo que resulte más en gloria para Dios que en nuestro propio bienestar. Dios está dispuesto a contestar las oraciones que buscan que Su nombre sea glorificado. Así que, la petición de oración se fundamentó en la historia de Israel y en la gloria de Dios. Pero no sólo eso. En tercer lugar, encontramos que la petición de Daniel se fundamentó en la severidad del castigo que estaba experimentando el pueblo de Dios. Daniel 9:18 dice: Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias.
Note el fervor, la pasión que Daniel puso en su oración. Inclina, oh Dios mío, tu oído y oye. Ciertamente Daniel no era como muchos de nosotros que oramos tan ligeramente, a veces inclusive repitiendo palabras mecánicamente sin siquiera pensar en lo que estamos diciendo. Daniel abre su corazón a Dios cuando le dice: Abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones. No es que Dios era ignorante de lo mucho que estaba sufriendo su pueblo, pero como un hijo a un padre, Daniel quería compartir su pesar con su Padre celestial. No olvide que casi por setenta años, el pueblo de Israel estaba en cautiverio. Muchos habrán muerto lejos de su patria, tantas familias habrán sido separadas abruptamente. Todos perdieron lo mucho o poco que poseían en su tierra. Pero sobre todo estaba el dolor de sentirse desechados por Dios, la vergüenza de saber que al menos por un tiempo habían sido abandonados por Dios. A cosas así es a las que Daniel se refiere cuando habla de desolaciones. A todo lo dicho, debemos añadir el pesar que significaba ver a la capital del pueblo de Dios en ruinas, la capital donde en otro tiempo resplandeció la gloria de Dios en su templo. Es como si Daniel estuviera diciendo a Dios: Señor, hemos sufrido mucho la consecuencia de nuestro propio pecado. Ya es hora, Señor que tengas misericordia de nosotros y nos libres de este doloroso castigo. Daniel no estaba demandando nada de Dios. No olvide que estaba en ayuno, cilicio y ceniza, como una demostración de su humillación voluntaria ante Dios. Daniel es muy claro cuando dice: No elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Por más buenos que pensemos que somos, no podemos confiar en nuestras buenas obras para que Dios conteste nuestras oraciones. Lo único en lo que podemos confiar para que Dios conteste nuestras oraciones, es en la misericordia de Dios. Daniel fue un ejemplo de virtud en todo sentido, pero inclusive él dijo a Dios en oración: porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Que maravilloso es tener un Dios misericordioso, amable oyente. Sus misericordias son muchas. De no se así, ninguno de nosotros podríamos estar donde estamos. ¡Bendito sea el Señor! Por último, Daniel fundamenta su pedido en la promesa de la palabra de Dios. Daniel 9:19 dice: Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.
En su oración, Daniel pone un tono de urgencia cuando dice a Dios: Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo, no tardes, por amor de ti mismo. ¿Nota la urgencia? No es que Daniel era impaciente y quería que Dios cumpla con su pedido lo antes posible. Lo que pasa es que Daniel conocía bien las Escrituras y allí, como por ejemplo en el libro de Jeremías, Daniel sabía que Dios había prometido que el cautiverio de Judá iba a durar 70 años y ya habían pasado 67 años. Faltaban solamente tres años para que se cumpla la promesa de Dios. Esto es lo que movió a Daniel a orar a Dios pidiendo perdón con tanta vehemencia y urgencia. En oración, Daniel está apropiándose de una promesa de Dios en su palabra. Cuando se hace una oración así, Dios va a contestar, porque es una oración en la voluntad de Dios. En esta confianza, Daniel prosigue su oración diciendo: Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo. En nuestro próximo estudio bíblico veremos como Dios respondió la oración de Daniel mientras él todavía estaba orando. Espero su compañía.
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