Saludos amiga, amigo oyente. Es grato para mí extenderle cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Mateo en la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En esta oportunidad, David Logacho nos hablará acerca del peligro de la tradición cuando reemplaza a la palabra de Dios.
Es una bendición para mí saber que usted, amiga, amigo, me está escuchando. En el estudio del Evangelio según Mateo, hemos llegado a una faceta del ministerio de Jesús, en el cual recibe ataques desde diversas direcciones. En esta ocasión, el ataque provino de los tan mentados escribas y fariseos. Estas sectas dentro del judaísmo eran antagónicas entre ellas, pero aparecen juntas cuando se trata de atacar a Jesús. Olvidando sus diferencias arremeten contra un enemigo común. Dicho esto, si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo capítulo 15 versículos 1 a 20. El relato se desarrolla en tres escenas. La primera podríamos llamar la polémica de los escribas y fariseos. La segunda podríamos llamar la preocupación de los discípulos y la última podríamos llamar la petición de Pedro. Consideremos los asuntos en este orden. Primero, la polémica de los escribas y fariseos. Permítame leer los versículos 1 a 11 de Mateo 15. La Biblia dice: Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan. Respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres. Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended: No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
Jesús se encontraba en Galilea. Jerusalén estaba muy distante, pero eso no fue obstáculo para que ciertos escribas y fariseos vengan desde allí a acosar a Jesús. Deben haber estado seriamente preocupados por lo que Jesús hacía y enseñaba. Esta vez arremetieron contra Jesús acusándole de que sus discípulos quebrantaban la tradición de los ancianos. Note que según los escribas y fariseos, el problema no era que los discípulos de Jesús estaban quebrantando el Antiguo Testamento, sino la tradición de los ancianos. Pero, ¿qué es esto de la tradición de los ancianos? Pues se trata de normas y reglamentos que supuestamente fueron comunicados oralmente por Moisés a los ancianos de Israel. Estas normas y reglamentos fueron pasados oralmente de generación a generación. Esta ley oral fue finalmente puesta por escrito y llegó a ser lo que se conocía como la Mishna. Desgraciadamente, la Mishna llegó a ser más importante y a tener más autoridad que la misma Ley de Moisés. A esto se referían los escribas y fariseos del tiempo de Jesús cuando hablaban de la tradición de los ancianos. Para el caso presente, la parte de la tradición de los ancianos, que según los escribas y fariseos de Jerusalén, los discípulos de Jesús estaban quebrantando, tenía que ver con el lavamiento de manos antes de comer. Esto ciertamente no tiene nada que ver con la higiene. Siempre es bueno lavarse las manos antes de comer, es una norma básica de higiene, pero el lavamiento de manos que contemplaba la tradición de los ancianos era un complicado rito de lavamiento ceremonial de las manos cada vez que los judíos ortodoxos iban a comer. La ley de Moisés no establecía este rito para todos los judíos en general. Los lavamientos ceremoniales antes de comer eran obligatorios únicamente para los sacerdotes, según Levítico 22:1-16. Pero la tradición de los ancianos hizo extensivo este rito para todos los judíos en general. Así que tenemos a Jesús, frontalmente acusado de no instruir a sus discípulos a someterse a la tradición de los ancianos. ¿Cuál fue la respuesta de Jesús? Pues comenzó con una acusación a los escribas y fariseos de Jerusalén. En realidad quienes estaban quebrantando la ley del Antiguo Testamento eran los escribas y fariseos por medio de practicar cosas que no eran parte de la ley del Antiguo Testamento y por medio de no practicar cosas que si eran parte del Antiguo Testamento. Los escribas y fariseos deben haberse quedado sorprendidos de esta acusación, porque según ellos estaban cumpliendo perfectamente lo que Dios demandaba en la ley del Antiguo Testamento. Esto hizo necesario que Jesús les haga notar donde estaba su falla. La ley de Moisés claramente especifica en el quinto mandamiento del decálogo, en Éxodo 20:12 que se debe honrar padre y madre y que quien maldice a su padre o a su madre debe morir irremisiblemente, según Éxodo 21:17. Se debe entender que honrar padre y madre no solamente significa respeto y consideración a los padres, sino ayuda económica a los padres, especialmente cuando ellos son ancianos. Pero ¿qué ordenaba la tradición de los ancianos? Decía que si un hombre se comprometía a entregar cierta suma de dinero a Dios en calidad de ofrenda, quedaba libre de la responsabilidad de ayudar económicamente a sus padres, porque Dios es más importante que los padres. Amparados en esta regulación de la tradición de los ancianos, muchos judíos estaban desamparando a sus padres y de esa manera deshonrándolos, quebrantando el quinto mandamiento del decálogo. De esta manera los escribas y fariseos habían invalidado el mandamiento de Dios por sus tradiciones. Acto seguido, Jesús despoja de su pretendida justicia a los escribas y fariseos y les expone tal cual como son: hipócritas. Sobre ellos justamente profetizó Isaías. La profecía aparece en Isaías 29:13. Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado;
La tradición de los ancianos contradecía la palabra de Dios y eso demostraba que era falsa, pero los escribas y fariseos la defendían a capa y espada. Someterse a las tradiciones de los hombres agrada a los hombres, pero someterse a la palabra de Dios agrada a Dios. Cuidado amable oyente con someterse a tradiciones de hombres. Jesús por tanto concluye diciendo a la multitud que el pecado se origina en el corazón, no en algo que se come. Lo que contamina es lo que sale de la boca no lo que entra a la boca. En la segunda escena entran los discípulos. Consideremos la preocupación de los discípulos. Voy a leer el texto en Mateo 15:12-13. La Biblia dice: Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra? Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.
Los discípulos muestran su muy humana naturaleza. Estaban más preocupados por el hecho que los escribas y fariseos se habían ofendido por lo dicho por Jesús, que por el hecho crucial que los escribas y fariseos estaban quebrantando la palabra de Dios. La respuesta de Jesús ilustra que todo lo que no se sustenta en la palabra de Dios está condenado a desaparecer. Los escribas y fariseos que eran tan respetados e importantes en su época, hoy no están más en el mundo ni tampoco sus enseñazas. Fueron desarraigados por Dios. En su condición espiritual en ese momento, eran ciegos espiritualmente hablando, pero aún así pretendían guiar a otros ciegos. El trágico desenlace es que el maestro y el discípulo tropezarán y caerán en el hoyo. Jesús acaba de asestar un golpe directo a lo que para los escribas y fariseos era la raíz misma de su identidad. Esto acrecentó el odio contra Jesús por parte de los escribas y fariseos. A continuación surge la tercera escena en la cual Pedro desempeña un papel importante. Consideremos la petición de Pedro. Note lo que dice Mateo 15:14-20 Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esta parábola. Jesús dijo: ¿También vosotros sois aún sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.
Pedro se quedó con la duda de qué es lo que quería decir Jesús cuando señaló que no lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre. Con mucha paciencia Jesús explicó a Pedro lo que quiso decir. Todo lo que entra a la boca, pasa al estómago y lo que no es aprovechado por el cuerpo, es expulsado como desecho. La comida no produce pecado en el hombre. Lo que produce pecado en el hombre es lo que está guardado en el corazón del hombre. Del corazón del hombre salen los pensamientos que no agradan a Dios, los asesinatos, los adulterios, los usos del sexo fuera del matrimonio, los robos, las mentiras, las blasfemias. Estas son las cosas que en realidad contaminan al hombre, pero el comer sin pasar por el rito del lavamiento de manos, no contamina de ninguna manera al hombre. El rito no tiene poder para cambiar el corazón del hombre. De manera que, amable oyente, cuidado con el deseo muy humano de reemplazar la palabra de Dios con el rito, peor todavía cuando el rito contradice algo de la palabra de Dios. Pero más importante, amable oyente, los males del corazón no se eliminan con ritos de cualquier índole. Los males del corazón se eliminan cuando la sangre de Cristo los limpia. Esto sucede cuando se recibe a Cristo como Salvador. Uno de los muchos resultados de esta decisión es que el Espíritu Santo pasa a hacer morada en el creyente y otorga el poder para vencer la natural tendencia al pecado. Cuide su corazón amable oyente. Quien mejor lo puede cuidar es Cristo Jesús.
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