Qué gozo es estar nuevamente junto a Usted. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Proverbios, en la serie titulada: Proverbios, sabiduría celestial para la vida terrenal. En esta ocasión, David Logacho nos hablará acerca del peligro de ser garante de alguna persona y del peligro de entregarse a la pereza.
Al llegar al capítulo 6 de proverbios, nos encontramos con una colección hermosa de cinco enseñanzas acerca de asuntos del diario vivir.
La primera, entre los versículos 1-5 trata acerca del peligro de ser garante de una persona.
La segunda, entre los versículos 6-11 trata acerca del peligro de entregarse a la pereza.
La tercera, entre los versículos 12-15, trata acerca del peligro de andar en impiedad.
La cuarta, entre los versículos 16-19, trata acerca del peligro de ofender a Jehová.
La quinta, entre los versículos 20-35, trata acerca del peligro del adulterio.
Hoy nos ocuparemos de las dos primeras enseñanzas.
La primera, el peligro de ser garante de alguna persona.
Hace años atrás conocí a una familia estable, económicamente hablando, que entre sus posesiones tenía una hermosa casa. En algún momento, una de las hijas se casó. Poco tiempo después de casada, la hija y su esposo, comenzaron a tener problemas económicos. Para salir de esos problemas económicos, se les ocurrió que lo mejor sería comenzar algún negocio, pero el problema era que no tenían capital. Para conseguir el capital decidieron hacer un préstamo a un banco. El banco estaba dispuesto a conceder el préstamo siempre y cuando tuvieran un buen garante. ¿Quién mejor garante que los padres de ella? Tenían una situación económica solvente y eran dueños de esa hermosa casa. Los padres aceptaron la propuesta y el banco no hizo reparos en aceptar los garantes. El préstamo se concedió y el negocio comenzó a funcionar. Lamentablemente, la situación económica del país se volvió tan inestable, que en lugar de generar ganancias, el negocio estaba generando pérdidas. Como resultado se hizo imposible para la pareja el juntar el dinero para pagar las mensualidades al banco. ¿Sabe lo que hizo el banco? No exigió los pagos al deudor, sino al garante. El garante tampoco estaba en capacidad de asumir las elevadas mensualidades y cesaron los pagos. En cuestión de poco tiempo, el banco les embargó la casa y la familia se quedó en la ruina.
Esta historia se repite vez tras vez con diferentes matices. Pero la sabiduría celestial ya se pronunció sobre este asunto hace miles de años. Sobre esto es lo que trata la primera enseñanza del capítulo 6 de Proverbios. El peligro de ser garante de una persona. Salomón, el autor de estos proverbios, comienza por plantear una situación y prosigue con proponer una solución. Veamos como lo hace.
Primero plantea una situación. Proverbios 6:1-2 dice: «Hijo mío, si salieres fiador por tu amigo, si has empeñado tu palabra a un extraño, te has enlazado con las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de tus labios.»
En este pasaje bíblico intervienen tres personas. Número 1, el hijo. Es el garante de un préstamo. Número dos, el amigo, es el deudor, quien recibe el préstamo. Número tres, el extraño, es el que presta, podría ser una persona o un banco.
El amigo fue al hijo y le dijo: Quiero hacer un préstamo, pero necesito un garante. ¿Podrías ser mi garante? El hijo no lo piensa mucho, se siente halagado de que su amigo le haya tomado en cuenta para ser su garante y acepta inmediatamente el pedido. El extraño, o el que presta evalúa al garante y también lo acepta sin reparos. El préstamo se concede y comienza a correr el plazo para efectuar el pago con los intereses acordados. El hijo ha salido fiador de su amigo y en consecuencia, ha empeñado su palabra a un extraño, al que presta.
Lo que dice la sabiduría celestial es que al salir fiador de su amigo, el hijo ha tendido a sí mismo una trampa y ha caído en esa trampa. Ha quedado preso en los dichos de sus propios labios. Ante esto, el proverbista propone una solución. Proverbios 6:3-4 dice: «Haz esto ahora, hijo mío, y líbrate, ya que has caído en la mano de tu prójimo; vé, humíllate, y asegúrate de tu amigo. No des sueño a tus ojos, ni a tus párpados adormecimiento»
La meta es liberarse lo antes posible del compromiso con el extraño que concedió el préstamo. La forma de hacerlo es por medio de humillarse ante el amigo y hacer todo lo humanamente posible para que pague a tiempo el préstamo, de modo que el extraño no tenga motivo alguno para hacer cualquier cosa en contra del garante.
Se ve un sentido de urgencia en librarse del compromiso adquirido, o de la promesa ligeramente realizada. Por eso dice el texto: Mientras no quedes libre del compromiso, no des sueño a tus ojos, ni a tus párpados adormecimiento. O dicho de otra manera: No te duermas, ni te des ni un momento de descanso.
La enseñanza termina con una palabra de advertencia acerca de ser garante de alguna persona. Proverbios 6:5 dice: «Escápate como gacela de la mano del cazador, y como ave de la mano del que arma lazos»
Esto habla de huir cada vez que alguien nos pida ser garantes para algún préstamo. Huye como un venado del cazador, dice el texto. Huye como una ave cuando alguien intenta atraparla. Esta es la sabiduría celestial para la vida terrenal.
No es fácil negarse a ser garante de una persona conocida. Está el temor a echar a perder una amistad, o de ofender a alguien a quien realmente apreciamos. Pero por otro lado, está el peligro de quedar preso en los dichos de nuestros propios labios. Es mejor apoyarnos en el consejo sabio de la palabra de Dios y decir de la manera más respetuosa y amorosa posible: No.
Muy bien, ahora tenemos la segunda enseñanza. El peligro de entregarse a la pereza. Según el diccionario, la pereza es la negligencia, o tedio, o descuido en las cosas a que estamos obligados.
También se dice que la pereza es la flojedad o descuido o tardanza en las acciones o movimientos. Conforme a esta definición, no sólo los niños, ni sólo los jóvenes, pueden entregarse a la pereza, sino cualquier ser humano, independiente de su edad. La pereza es un mal generalizado en la sociedad.
La Biblia confronta la pereza y lo hace usando un ejemplo de la naturaleza. Proverbios 6:6-9 dice: «Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.»
Las hormigas son insectos capaces de enormes proezas. Una hormiga es capaz de levantar objetos que pesan muchas veces su propio peso. Si los seres humanos tuviésemos esa capacidad, significaría que podríamos llevar sobre nuestras espaldas, una locomotora que pesa varias toneladas.
Pero además de poderosas, las hormigas son muy inteligentes. En cierta ocasión Mackay de Uganda, el misionero en África, vio como una colonia de hormigas soldado se subió una encima de otra hasta alcanzar un pedazo de carne colgaba de la rama de un árbol. Por esa escalera de hormigas subían y bajaban las demás hormigas llevando en sus tenazas el delicioso bocado. Pareciera como que no hubiera obstáculo que las hormigas no puedan vencer para obtener su alimento.
Salomón usa a estas asombrosas criaturas para enseñarnos una lección importante. Nos exhorta a mirar el camino, o la conducta de la hormiga, para incrementar la sabiduría.
Interesante que este pequeño y tan insignificante insecto sea un maestro de sabiduría. Pues así es. Nos enseña a no ser perezosos. La hormiga no necesita que alguien le obligue a hacer lo que hace. No le hace falta capitán, ni gobernador, ni señor, sino que de sí mismo prepara en el verano su comida y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.
La hormiga es un ejemplo de laboriosidad, de diligencia y de planificación. Con esto en mente, Salomón exhorta a los perezosos. Proverbios 6:9-10 dice: «Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar las manos para el reposo»
La pequeña y dinámica hormiga, está exhortando al perezoso. Si pudiera hablar, le diría: Eh, perezoso, ¿hasta cuando has de dormir? Restregándose los ojos, el perezoso respondería a la hormiga: Déjame dormir solamente un poco más, no puedo levantarme en este momento. La hormiga diría entonces: ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Estirando los brazos, entre bostezos, el perezoso diría: Sólo un poco de dormitar; y uniendo sus manos para usarlas como almohada seguiría roncando.
Al pensar en este diálogo imaginario, no puedo dejar de pensar en lo que a veces hacemos con el despertador. Usted sabe. Suena el despertador, y la cama está tan rica, las frazadas pesan tanto. No nos podemos mover, apenas logramos fuerzas para estirar la mano y silenciar el despertador. Minutos más tarde, vuelve a sonar, y repetimos el proceso. Nos sentimos tan cansados, sólo queremos dormitar un poco más. Suena nuevamente el despertador, miramos el reloj y reconocemos que ya estamos atrasados. De un salto salimos de la cama y comienza la frenética actividad para recuperar el tiempo perdido. Exhaustos salimos de la casa, llegamos tarde a la cita o al trabajo, pero aún así no aprendemos la lección de no ser perezosos.
Pero la pereza no sólo resulta en atrasos, sino que tiene resultados más funestos. Proverbios 6:11 dice: «Así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado.»
Lo que está diciendo este texto es que la pobreza se abatirá sobre el perezoso como lo haría un vagabundo armado sobre su víctima. Triste final del perezoso. Ningún perezoso logrará jamás ser próspero en ningún sentido. Es el peligro de entregarse en los brazos de la pereza.
A un exitoso hombre de negocios le preguntaron una vez: ¿Cuál ha sido su secreto para tener tanto éxito en sus negocios? Encogiéndose de hombros dijo: Trabajar medio tiempo. Viendo la cara de asombro de su interlocutor, lo explicó así: No importa si son las primeras doce horas del día o las segundas doce horas del día. La pereza no honra a Dios. No olvide el dicho: No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. El perezoso dice: No hagas hoy lo que puedes dejar para mañana.
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