Reciba cordiales saludos amable oyente. Bienvenida, bienvenido a un nuevo estudio bíblico en la primera epístola de Pablo a los Corintios. En esta ocasión, David Logacho nos explicará un principio fundamental para tomar decisiones en asuntos que no han sido específicamente legislados en la Biblia. Este estudio bíblico se inscribe dentro de la serie que lleva por título: Un mensaje oportuno para una iglesia en crisis.
La Biblia en general y el Nuevo Testamento en particular contiene mandatos. Algunos son negativos, como: No matarás, no robarás, no mentirás, etc. Otros son positivos, como: Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, honra a tu padre y a tu madre, sed santos, etc. Para el creyente no reviste mayor problema, al menos saber qué es lo que espera Dios en situaciones como las citadas, aunque puede ser que le sea muy difícil obedecer. Pero donde hay mucho problema es en saber como el creyente debe conducirse en asuntos en los cuales la Biblia no habla con fuerza de ley ni a favor ni en contra. En situaciones así, es donde entra en juego este importante principio que será tema de nuestro estudio de hoy. Abramos nuestras Biblias en 1 Corintios 10:13 a 11:1. Lo primero que notamos es el principio expresado. 1 Corintios 10:23 dice: «Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.» Por dos ocasiones, Pablo usa la frase: Todo me es lícito. Esta declaración de Pablo no debe entenderse en un sentido absoluto, porque como ya dijimos hay cosas que la Biblia categóricamente señalan que no son lícitas, como matar, robar, mentir, etc. Pablo por tanto se está refiriendo a cosas que no están específicamente legisladas en la Biblia, ni a favor, ni en contra. Todas estas cosas son lícitas, o permitidas para el creyente. Pero eso no significa que el creyente puede hacerlas sin más ni más. ¿Por qué? Pues Pablo dice que algunas cosas, aunque lícitas, sin embargo no son convenientes. La palabra conveniente es la traducción de una palabra griega que significa ventajoso, provechoso, beneficioso. De modo que, antes de hacer algo que no ha sido específicamente legislado en la Biblia, es necesario hacerse la pregunta: ¿Es conveniente? ¿Es ventajoso? ¿Es provechoso? ¿Es beneficioso? Más adelante, Pablo va a mostrar que el provecho o el beneficio es para otros, no para que ejecuta la acción. Igualmente, antes de hacer algo que no ha sido específicamente legislado en la Biblia, es necesario hacerse la pregunta: Esto que pienso hacer ¿Es algo que edifica? El verbo edificar se usa metafóricamente en el sentido de promover el crecimiento espiritual y el desarrollo del carácter de un creyente. ¿De qué manera me ayuda a crecer espiritualmente esto que pienso hacer? ¿De qué manera ayuda a crecer espiritualmente a otros, esto que estoy pensando hacer? Así que no es cuestión de que como no está legislado específicamente tengo todo el derecho y la libertad de hacerlo. Es cuestión de discernir si eso que estoy por hacer es conveniente en primer lugar y de edificación en segundo lugar. No es cuestión de velar sólo por mis intereses sino también por los intereses de los demás. Esto es lo que encontramos en segundo lugar. El principio explicado. 1 Corintios 10:24 dice: «Ninguno busque su propio bien, sino el del otro» Allí lo tiene. Antes de hacer cualquier cosa que no esté específicamente legislada en la Biblia, es necesario poner la mirada en otros, y no en nosotros mismos, de modo que los efectos de lo que estoy por hacer sean convenientes para ellos y de edificación para ellos. En tercer lugar, tenemos el principio ejemplificado. A través de dos ejemplos, Pablo va a mostrar como funciona esta principio en la práctica. El primer ejemplo tiene que ver con la compra de carne en una carnicería. 1 Corintios 10:25-26 dice: «De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud.» En las carnicerías de Corinto en ese tiempo se vendía todo tipo de carne. Alguna de esa carne provenía de animales que previamente habían sido sacrificados a los ídolos. Allí en la carnicería estaba el comprador, el carnicero y tal vez otros compradores más. El consejo de Pablo es que al ir a la carnicería, el creyente tiene libertad de comprar cualquier tipo de carne, sin preguntar nada al carnicero, porque la carne no se contamina por proceder de un animal que ha sido previamente sacrificado a los ídolos. Luego ese creyente prepararía su comida y se serviría dando gracias a Dios, porque del Señor es la tierra y su plenitud. Si el creyente pidiera al carnicero que le diga cuál es la carne sacrificada a los ídolos y a propósito comprara esa carne, estaría siendo de tropiezo al carnicero y a los otros compradores, quienes se escandalizarían al saber que un creyente ha comprado carne sacrificada a los ídolos. Esto sería contrario al principio que acaba de enunciar Pablo porque no sería conveniente, no sería de edificación, y no tomaría en cuenta el bien de los demás. El segundo ejemplo tiene que ver con la invitación a comer en la casa de un incrédulo. 1 Corintios 10:27 hasta la primera parte del versículo 29 dice: «Si algún incrédulo os invita, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia. Mas si alguien os dijere: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud. La conciencia, digo, no la tuya, sino la del otro» Nuevamente está en acción el principio que acabó de enseñar Pablo. El consejo de Pablo es que si el creyente ha aceptado la invitación a comer en la casa de un incrédulo, puede comer todo lo que le pongan por delante, sin hacer ninguna pregunta acerca de si ese alimento ha sido o no ofrecido a los ídolos. Pero si alguien en la mesa, bien sea otro creyente o no, declara que esa comida ha sido sacrificada a los ídolos, el creyente no debe comerla. ¿Por qué? Pues porque cuando alguien hizo esa declaración dejó ver que hay al menos uno que piensa que un creyente no debería comer alimentos sacrificados a los ídolos. Por amor a ese creyente de conciencia débil, el creyente maduro debe ceder su derecho a comer el alimento sacrificado a los ídolos, y debe hacerlo con una buena actitud, porque del Señor es la tierra y su plenitud. En cuarto lugar, tenemos el principio extendido. Desde la segunda parte del versículo 29 hasta el capítulo 11 versículo 1 dice: «Pues, ¿por qué se ha de juzgar mi libertad por la conciencia de otro? Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado por aquello de que doy gracias? Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios, como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos. Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.» Cuando los creyentes llegan a saber que deben considerar la opinión de otros antes de hacer las cosas que en la libertad en Cristo tienen el legítimo derecho de hacerlas, ponen el grito en el cielo y dicen: ¿Por qué debo ajustar mi conducta al criterio de los demás? Pablo da tres razones para esto. La primera es porque todo lo que un creyente maduro hace debe tener como meta glorificar a Dios. Pablo dice: Ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios. Glorificar a Dios significa mostrar en la conducta de uno alguno de los atributos de Dios. Pero si hacemos lo que nos viene en gana, aunque sea legítimo, sin considerar a los demás, no estamos mostrando ninguno de los atributos de Dios. La segunda es porque no debemos ser tropiezo para nadie. Pablo dice: No hagan tropezar a nadie, ni a judíos, ni a gentiles ni a la iglesia de Dios. En la actualidad Dios mira a la humanidad en tres grupos. Los judíos, se refiere a todos los descendientes de Jacob, quienes todavía no han recibido a Jesucristo como su Salvador. Los gentiles, se refiere a todos los incrédulos que no son descendientes de Jacob. La iglesia de Dios se refiere a todos los que hemos recibido a Jesucristo como nuestro personal Salvador, sin importar si somos judíos o gentiles. Todo ser humano está en uno de estos tres grupos. ¿En cuál está, amigo oyente? La responsabilidad de todo creyente es no ser tropiezo ni para los judíos incrédulos, ni para los gentiles incrédulos, ni para los creyentes tanto judíos como gentiles. Ser tropiezo para alguien significa poner algún obstáculo en el bienestar espiritual de él. La tercera razón es porque Pablo nos deja ese ejemplo. Pablo dice: Hagan como yo, que procuro agradar a todos en todo. Yo no busco mis propios intereses, sino los de los demás, porque quiero que todos los incrédulos lleguen a ser salvos y que todos los creyentes no vean en mí ningún obstáculo para su crecimiento espiritual. Parece que sería demasiada presunción por parte de Pablo, el ponerse a sí mismo como ejemplo para otros. Pero no hay tal. Porque antes de ponerse como ejemplo para otros, Pablo primeramente siguió el ejemplo de Cristo. En conclusión, amable oyente, efectivamente, los creyentes tenemos libertad de hacer las cosas que no han sido específicamente legisladas en la Biblia, pero antes de hacerlas debemos hacernos algunas preguntas. ¿Es conveniente? ¿Es para edificación de otros? ¿Es para la gloria de Dios? ¿Causa algún tropiezo en otros? ¿Pablo lo haría si estuviera en mi lugar? Que Dios le dé la gracia suficiente para adoptar este principio a su propia vida.
¿Será opuesto a la voluntad de Dios que dos jóvenes se casen aun cuando los padres de ella no estén de acuerdo? Visite nuestra página Web y en la sección PREGUNTA DEL DÍA encontrara la respuesta a esta interrogante y además podrá hacernos llegar sus inquietudes acerca de algún tema de la palabra de Dios, nuestra dirección es labibliadice.org Ha sido un placer estar junto a usted y le esperamos en nuestra próxima edición.
Leave a comment