Reciba cordiales saludos amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy en el libro de Santiago. Muchas gracias por su sintonía. Muchas gracias por sus oraciones por este ministerio. Muchas gracias por sus ofrendas, sin las cuales sería imposible continuar con esta obra. El Dr. Hubert Davidson visitó en cierta ocasión a la famosa poetisa cristiana Myra Welch, autora del mundialmente conocido poema: El toque de la mano del maestro. Cuando se despedían, dando palmaditas a la silla de ruedas donde estaba sentada Myra Welch dijo: Agradezco a Dios por esto. Imagínese, estar recluida en una silla de ruedas y agradecer a Dios por ello. El motivo de su agradecimiento yacía en el hecho que todo el talento de Myra Welch estaba escondido durante el tiempo que ella estaba sana y por tanto no necesitaba de silla de ruedas, pero un día Myra Welch enfermó gravemente y como consecuencia de esa enfermedad tuvo que usar de por vida una silla de ruedas. En lugar de dejarse dominar por la amargura, Myra decidió tomar su “desgracia” entre comillas para transformarla en una bendición que abrió las puertas de un ministerio maravilloso ya que sus poemas han sido una bendición para gente en todo el mundo. ¿Qué hizo que Myra transforme una seria dificultad en un motivo de agradecimiento a Dios? Pues la manera como ella veía la prueba. ¿Cómo la veía? Pues eso será el tema de nuestro estudio bíblico de hoy.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Santiago capítulo 1, versículos 1 a 4. Este pasaje bíblico nos habla de un mandato. Analizaremos el autor del mandato, los receptores del mandato, el contenido del mandato, la razón del mandato y el resultado del mandato. En primer lugar, consideremos el autor del mandato. Santiado 1:1 en su primer parte dice: Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo,
En esta declaración tenemos ya identificado al autor del mandato. Su nombre es Santiago. En nuestro estudio bíblico anterior, llegamos a la conclusión que este Santiago no puede ser otro sino el medio hermano o el hermano de madre del Señor Jesús. Lo interesante es que cuando el Señor Jesús todavía estaba vivo en este mundo, su medio hermano Santiago o Jacobo que es lo mismo era un incrédulo. Juan 7:5 dice: Porque ni aun sus hermanos creían en él.
¿Qué hizo transformar a este hombre de un empedernido incrédulo en un fervoroso creyente? Pues nada más y nada menos que el encuentro con el Señor Jesús resucitado. El mismo Señor Jesús resucitado que transformó la vida del perseguidor de los hermanos, Saulo de Tarso, para convertirlo en el apóstol Pablo, el mismo Señor Jesús resucitado que transformó la vida de un desleal Simón y lo convirtió en el apóstol Pedro. El mismo Señor Jesús que transformó un día mi vida y el mismo Señor Jesús que está dispuesto a transformar también su vida si así usted lo permite. Santiago se presenta con el título de siervo de Dios y del Señor Jesucristo. La palabra siervo significa en realidad esclavo. Es decir una persona que por amor somete su voluntad a la voluntad de alguien a quien ama. Santiago era una persona muy importante en su época, en el libro de Gálatas aparece como un pilar de la naciente iglesia cristiana, sin embargo de ello, al presentarse no recurre a su bien ganado prestigio, simplemente dice soy un esclavo de Dios y del Señor Jesucristo. Gran lección para muchos de nosotros. Cuando nos paramos junto a Dios y al Señor Jesucristo, todos quedamos al mismo nivel, no importa cuan influyentes o importantes creamos que somos a los ojos de los hombres. Consideremos en segundo lugar a los receptores del mandato. Santiago 1:1 continúa diciendo: A las doce tribus que están en la dispersión: Salud. Además del saludo, encontramos la identidad de los receptores de la carta. Son las doce tribus que están en la dispersión. Santiago está dirigiéndose a judíos creyentes, quienes vivían no por su voluntad, fuera de Israel. Desde la cautividad la mayoría de los judíos no volvieron a Israel para vivir, sino que se quedaron en los países a donde habían sido llevados. Pasemos ahora a considerar en tercer lugar el contenido del mandato. Santiago 1:2 dice: Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,
El contenido del mandato tiene que ver con tener sumo gozo. Note el modo imperativo de la conjugación del verbo tener. Esto denota una orden, un mandato, no hay más alternativa que obedecer o desobedecer. El mandato tiene que ve con tener sumo gozo. No dice solamente gozo o algo de gozo mezclado con algo de tristeza. Nada de esto. Dice tened por sumo gozo. Muy bien. Es relativamente fácil tener sumo gozo cuando todo va viento en popa, como afirma el dicho. No necesitamos un mandato para tener sumo gozo en casos así. Pero notemos las circunstancias en las cuales debemos manifestar sumo gozo: Cuando os halléis en diversas pruebas. Esto es algo diferente. Las pruebas, en este contexto son circunstancias adversas que provienen de afuera, algo que nosotros no lo buscamos, pero aparecen. Por eso dice el texto: Cuando os halléis. Las pruebas son diversas. Esta palabra significa de múltiples colores. Así son las pruebas, de múltiples colores y sabores añadiría yo. Cuando nos hallamos en diversas pruebas, lo que más frecuentemente producimos es tristeza o lástima de nosotros mismos o preocupación. ¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho yo para recibir esto? Por qué, por qué y por qué. Esta es la reacción carnal cuando nos hallamos en diversas pruebas. Pero la reacción espiritual ante las pruebas debe ser tener sumo gozo. Yo sé por experiencia propia que no es nada sencillo sufrir una prueba e inmediatamente experimentar sumo gozo. Hay una lucha dentro de nosotros. Pero allí es cuando nos ayuda la palabra de Dios, al hacernos saber que en lugar de tristeza o enojo o ira o preocupación, debemos producir sumo gozo. Notemos que nosotros somos los que tenemos el control para producir ya sea gozo o tristeza. Pablo y Silas estaban en la cárcel de Filipos, azotados y con sus pies en el cepo. ¿Qué hacían? ¿Se lamentaban por lo que les estaba pasando? No. Tenían sumo gozo y lo expresaban con cánticos. ¿Sufrían dolor por las heridas recibidas? Por supuesto. ¿Se sentían incómodos con los pies en el cepo? Indudablemente. Pero a pesar de eso tenían sumo gozo. Esta es la idea del mandato. ¿Cómo puede un creyente producir gozo en momentos de intenso dolor a causa de una prueba? Bueno, consideremos en cuarto lugar la razón del mandato. Santiago 1:3 dice: sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.
El creyente no produce sumo gozo por el dolor o el sufrimiento que causa la prueba. El creyente produce sumo gozo porque puede mirar más allá de la prueba. Puede ver a la prueba como el fuego que purifica la fe. Así como el fuego quema las impurezas de un precioso metal para hacerlo más puro, las pruebas queman las impurezas de nuestra fe para hacerla más pura. Una fe pura abre la puerta para producir paciencia. La paciencia es esa fuerza para perseverar o para mantenerse firme ante la presión. El sumo gozo que debemos producir en medio de las pruebas no es por el dolor que acompaña a la prueba sino por la paciencia que resulta de la prueba. ¿Por qué es que la paciencia que resulta de la prueba produce sumo gozo? ¿Por qué es tan importante la paciencia? Para responder esta pregunta consideremos en quinto lugar el resultado del mandato. Santiago 1:4 dice: Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.
La paciencia es importante porque produce tres cosas en un creyente. Primero, perfección. Esto significa que el creyente será maduro. Dios quiere que todos sus hijos crezcan en madurez. La paciencia que resulta de las pruebas produce justamente eso. Segundo, cabalidad. Esto significa que todas sus partes están desarrolladas. Es decir que todas las áreas de la vida del creyente están bien desarrolladas. Tercero. Plenitud. Sin que os falte cosa alguna. Si las pruebas externas producen paciencia, el resultado será una madurez que hace a la persona completa en cada parte de su vida, llegando así a ser todo lo que Dios quiere. Ahora podemos apreciar cuan importante es la paciencia. Pero ¿Dónde comenzó todo? Con las pruebas. Fueron las pruebas las que trajeron paciencia lo cual a su vez produjo un creyente perfecto, cabal y completo. Muchos creyentes tienen sumo gozo cuando no son probados, pero si no hay pruebas no se puede producir paciencia, si no hay paciencia nos se puede ser perfecto, si no hay paciencia no se puede ser cabal, si no hay paciencia no se puede estar completo para Dios. De modo que, amable oyente, cuando llegue a su vida una prueba no busque con afán la salida, piense primero en este pasaje bíblico en Santiago antes de romperse la cabeza buscando librarse de la prueba. Desarrolle entonces esa actitud de sumo gozo no por el dolor que se produce en la prueba sino por lo que la perseverancia en la prueba va a producir, la paciencia que tanto usted como yo necesitamos. Ante una prueba, el creyente tiene sólo dos opciones. Dejar que la carne tome el control y produzca tristeza, frustración, enojo, ira o dejar que el Espíritu Santo tome control y produzca sumo gozo. Que Dios le guíe a tomar la decisión adecuada.
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