Cordiales saludos amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Lucas. En varias oportunidades, el Señor Jesús anunció a sus discípulos el rechazo que iba a padecer en Jerusalén, rechazo que culminaría con su crucifixión. El momento para que se cumpla este anuncio llegó cuando la nación de Israel estaba por celebrar la fiesta judía de la Pascua. Esto es el tema central del estudio bíblico de hoy.
Si tiene una Biblia, ábrala en Lucas 20:1-19. Antes de analizar el contenido de este pasaje bíblico, es necesario tomar en cuenta que al hacer una comparación de este pasaje bíblico con lo que registra Marcos en su evangelio, se deduce que el evento que vamos a estudiar aconteció un día después de lo que tratamos en nuestro último estudio bíblico. El pasaje bíblico que vamos a estudiar se puede dividir en tres partes. Primero, el acoso de los líderes de Israel. Segundo, la parábola que describe la actitud de los líderes de Israel y tercero, la reacción de los líderes de Israel. En cuanto a lo primero, note lo que dice Lucas 20:1-8. Sucedió un día, que enseñando Jesús al pueblo en el templo, y anunciando el evangelio, llegaron los principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos,
Luk 20:2 y le hablaron diciendo: Dinos: ¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿o quién es el que te ha dado esta autoridad?
Luk 20:3 Respondiendo Jesús, les dijo: Os haré yo también una pregunta; respondedme:
Luk 20:4 El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?
Luk 20:5 Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
Luk 20:6 Y si decimos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará; porque están persuadidos de que Juan era profeta.
Luk 20:7 Y respondieron que no sabían de dónde fuese.
Luk 20:8 Entonces Jesús les dijo: Yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas.
Esto sucedió el tercer día de la semana en la cual se celebraba la fiesta de la Pascua judía. Tal vez a la mañana, el Señor Jesús se presentó en el atrio de los gentiles, al que tenían acceso todas las personas y enseñaba al pueblo. El tema de enseñanza era el evangelio. Interesante amable oyente. A días apenas de ser crucificado, el Señor Jesús ponía al evangelio como su principal tema de enseñanza. Esto da la medida de la importancia que debe tener el evangelio en la enseñanza en cualquier iglesia hoy en día. Por su lado, los principales sacerdotes y los escribas con los ancianos, el grupo de setenta personajes importantes en Israel, el famoso Sanedrín, deben haberse sentidos satisfechos al ver al Señor Jesús, no porque quisieran oírle, sino porque tenían la oportunidad de ponerle en medio de ellos para acusarle de algo, con la finalidad de acabar con él. A lo mejor interrumpiendo al Señor Jesús, con su prepotencia característica le hicieron la pregunta: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? Los líderes de Israel tenían en mente lo que hizo el Señor Jesús, el día anterior, cuando expulsó del templo a los que compraban y vendían, y volcó las mesas de los cambistas. ¿Quién es el que te ha dado esta autoridad? Independientemente de la respuesta que hubiera dado el Señor Jesús, los líderes de Israel podían acusarle de ser un intruso en el templo, en el cual ellos supuestamente tenían la autoridad para hacer y deshacer lo que allí pasaba. El Señor Jesús no cayó en la trampa sino que respondió con una pregunta. Les dijo: Os haré yo también una pregunta; respondedme. La pregunta tenía que ver con Juan el Bautista, amado por la mayoría de la gente, pero odiado por los líderes de Israel, porque predicaba un mensaje de arrepentimiento, algo a lo cual se resistían rotundamente los líderes de Israel, acostumbrados a una vida entregada a la impiedad. La pregunta fue: El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres? En otras palabras, lo que predicó Juan el Bautista ¿lo hizo bajo la autoridad de Dios, o bajo la autoridad de los hombres? Los líderes de Israel no eran de ninguna manera ingenuos sino que inmediatamente reconocieron que estaban en un serio aprieto. Se pusieron a discutir entre ellos acerca de cuál sería la mejor respuesta a la pregunta del Señor Jesús. La conclusión fue: Si respondemos: bajo la autoridad de Dios, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creíste? Si hubieran creído, tendrían que aceptar al Señor Jesús como el Cristo, el Mesías, porque Juan el Bautista fue el precursor del Señor Jesús. La otra opción, si respondemos: bajo la autoridad de los hombres, el pueblo se enojará sobremanera, al punto de hacernos morir apedreados, porque el pueblo consideraba a Juan el Bautista como un profeta enviado por Dios. Ambas respuestas atentaban contra sus protervos intereses. Así que, prefirieron la respuesta de los cobardes, la respuesta que defiende sus intereses. Más les importaba no perder sus privilegios que tomar partido por la verdad. Así actúan normalmente los religiosos, los que lucran con las cosas santas. La respuesta de los líderes de Israel fue: No sabemos con qué autoridad predicaba Juan el Bautista. Ante esto, el Señor Jesús les dijo: Yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas. No se trata que el Señor Jesús no sabía quién le había dado autoridad para hacer lo que estaba haciendo, sino que el Señor Jesús sabía de antemano que los líderes de Israel habían decidido ya matarlo y no tenía sentido insistir más con ellos en cuanto a que Él es el Cristo, el Mesías, el Rey de Israel. Ante esto, el Señor Jesús pronuncia una parábola. No olvide que una parábola es una historia real o ficticia que puesta al lado de una verdad espiritual arroja luz sobre ella, para poder comprenderla a cabalidad. Veamos en segundo lugar la parábola para los líderes de Israel. Lucas 20:9-hasta la primera parte del versículo 16 dice: Comenzó luego a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña,(A) la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo.
Luk 20:10 Y a su tiempo envió un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías.
Luk 20:11 Volvió a enviar otro siervo; mas ellos a éste también, golpeado y afrentado, le enviaron con las manos vacías.
Luk 20:12 Volvió a enviar un tercer siervo; mas ellos también a éste echaron fuera, herido.
Luk 20:13 Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás cuando le vean a él, le tendrán respeto.
Luk 20:14 Mas los labradores, al verle, discutían entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra.
Luk 20:15 Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?
Luk 20:16 Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros.
Los líderes de Israel sabían muy bien que la viña representa a Israel en el Antiguo Testamento. La viña arrendada a los labradores, representa a Israel gobernada por sus líderes. El dueño ausentándose por mucho tiempo representa a Dios el Padre durante el tiempo que transcurre hasta el establecimiento del glorioso reino Mesiánico. Los tres siervos enviados por el dueño de la viña para recoger el fruto de la viña representan a los muchos profetas que Dios envió a Israel para buscar el fruto de santidad en la nación de Israel. Contrario a lo que se esperaba, Israel manifestó abierto rechazo a todos los profetas y algunos profetas terminaron asesinados. Esto es simbolizado por el maltrato de los labradores hacia los siervos. A todo esto, el dueño de la viña envió a su hijo amado, confiado que los labradores le tendrán respeto. El mensaje no podía ser más claro. Simboliza al Padre celestial enviando a su Hijo unigénito, al Señor Jesús. Así como los labradores decidieron matar al hijo del dueño de la viña para quedarse con la viña, los líderes de Israel también, justo en esos momentos, estaban tramando matar al Señor Jesús, para manejar a la nación de Israel como ellos querían. En este punto el Señor Jesús puso la estocada final. Hizo la pregunta a los líderes de Israel: ¿Qué pues, hará el dueño de la viña a esos labradores malvados? Me imagino que los líderes de Israel se deben haber quedado en silencio. El Señor Jesús entonces dijo: Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Los líderes de Israel captaron el propósito de la parábola de una manera precisa. Veamos cuál fue la reacción de los líderes de Israel. Lucas 20: desde la segunda parte del versículo 16 hasta el versículo 19 dice: Cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre!
Luk 20:17 Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito:
La piedra que desecharon los edificadores
Ha venido a ser cabeza del ángulo?(B)
Luk 20:18 Todo el que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará.
Procuraban los principales sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo.
Habiendo oído la parábola, la respuesta de los líderes de Israel fue: ¡Dios nos libre! Ojalá fueran palabras de arrepentimiento. Pero No. Fueron palabras de rebeldía. Su conclusión fue: Algo como lo que dices, no puede ser. Para que entiendan que va a pasar, el Señor Jesús cita un pasaje del Antiguo Testamento. Se encuentra en Salmo118:22, un salmo mesiánico. La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. Esto significa la piedra más importante, tanto así, que todo el que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere le desmenuzará. Esto último es lo que estaba por suceder con el juicio que estaba por venir sobre los líderes de Israel a causa de haber rechazado al Señor Jesús. Los líderes de Israel comprendieron que todo lo que había dicho el Señor Jesús había sido contra ellos y llenos de ira procuraban echarle mano para matarlo, pero todavía no había llegado el momento preciso. Esta vez fue el temor que tenían hacia el pueblo lo que impidió que echen mano al Señor Jesús. Más tarde, cuando llegó el tiempo establecido por Dios, le echaron mano y lo entregaron para ser crucificado. Dios está en control. Nada sucede sin su consentimiento y todo lo que Él decide sucede a su tiempo.
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