Es un gozo saludarle amigo oyente y darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. El tema de esta serie es la santidad. Hemos visto que para vivir en santidad es necesario depender del poder del Espíritu Santo y esto se logra en la medida que estemos llenos del Espíritu Santo. Para ser llenos del Espíritu Santo es necesario cumplir con ciertos requisitos, algunos de los cuales hemos considerado ya y otros van a ser considerados en el estudio bíblico de hoy.
En nuestros estudios bíblicos anteriores sobre cómo llegar a ser llenos del Espíritu Santo, hemos considerado en primer lugar no permitir que se acumulen pecados en nuestras vidas. En segundo lugar, hacer restitución siempre y cuando sea posible. En tercer lugar, presentar nuestros cuerpos o nuestras vidas, en sacrificio vivo a Dios. En cuarto lugar, saturar nuestra mente con la palabra de Dios. Hasta aquí llegamos en lo que ya hemos avanzado. En quinto lugar, orar sin cesar. La oración y la santidad en el diario vivir van de la mano. Ud. no puede ser santo en su diario vivir si no tiene la costumbre de dedicar una parte del día a la oración ferviente al Señor. El mismo Señor Jesucristo, en su modelo de oración incluyó aquella parte que dice: Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Ninguna oración es completa si no tiene un clamor desde lo más hondo del alma que dice: Señor, líbrame del mal. Qué bueno sería que nuestra oración tuviera frases como: Señor, capacítame para vivir una vida santa. O, Señor, ayúdame a recordar que soy morada del Espíritu Santo y por tanto no debo entristecerlo con el pecado. O, Señor, hazme lo más santo posible en este lado del cielo. O, Señor, líbrame de pecar, aún si mi carne me exige hacerlo. O, Señor, no permitas jamás que la tentación a pecar coincida con la oportunidad a pecar. O, Señor, líbrame de hacer cualquier cosa que traiga deshonra a tu Nombre. O, Señor, prefiero que me quites la vida a deshonrar tu Nombre con el pecado. Alguien ha dicho que no se puede vivir una vida santa sin gastar las rodillas en oración. En sexto lugar, mantenerse siempre cerca de la comunión de los creyentes. La comunión de los creyentes es como un fuego encendido que nos mantiene abrigados. Si nos alejamos de esta comunión, muy pronto nos enfriaremos. Un carbón alejado de la brasa se enfría muy pronto. Cuántos carbones fríos vemos en la actualidad entre los creyentes. Una de las razones es porque se alejaron de la comunidad de creyentes. Cuando Pedro y Juan fueron puestos en libertad por el Sanedrín, inmediatamente buscaron la comunión con los creyentes. La reunión periódica con otros creyentes es vital para que el Espíritu Santo llene nuestras vidas. Por eso es que la Biblia, en Hebreos 10:25 nos exhorta a que no dejemos de congregarnos como algunos tienen por costumbre. En el libro de los Hechos se ve que todas las veces que el Espíritu Santo hizo algo dramático fue cuando la comunidad de los creyentes estaba reunida. En séptimo lugar, mantenerse ocupado para el Señor. Las épocas cuando más propensos somos a ceder a la tentación son aquellas cuando no estamos haciendo nada. La mente desocupada es oficina de Satanás. David, el rey de Israel, aprendió esta lección de una forma muy dolorosa. En el tiempo que salen los reyes a la guerra, David se quedó de vacaciones en Jerusalén. Algún día de esos, se quedó en cama hasta caer la tarde, ojo con levantarse tarde, amigo oyente, y al levantarse comenzó a pasearse sobre el terrado de la casa real. En eso, vio a una hermosa mujer que se estaba bañando. No pasó mucho tiempo hasta que cayó en adulterio con esta mujer, lo cual deshonró a Dios, deshonró a él mismo y causó indescriptible tragedia en su familia y en el país en general. La antigua ciudad de Sodoma es reconocida por su gran inmoralidad, pero ¿sabe qué es lo que dice la Biblia en Ezequiel 16:49? Afirma que en esta ciudad había abundancia de ociosidad. Siendo así, no debería extrañarnos que haya un alto grado de inmoralidad. Cuidado con el ocio, amigo oyente. En especial quizá en la juventud, cuando hay mayor propensión a las pasiones juveniles. En octavo lugar, practicar la disciplina del cuerpo. 1ª Corintios 9:27 dice: «si no que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado» Pablo ciertamente no fue indulgente con los apetitos del cuerpo. Cuando dice que golpeó su cuerpo no significa que sé auto flageló. Significa que ejercitó auto control en áreas como sexo, sueño, alimentación y ejercicio físico. Esta conducta está en abierta oposición a la filosofía de este mundo que conseja: Si te place, hazlo. En la práctica, el disciplinar el cuerpo significa confinar el uso del sexo exclusivamente a la relación matrimonial. El uso del sexo fuera del matrimonio, de cualquier forma que sea es una ofensa a Dios. Significa limitar el tiempo que pasamos durmiendo en la cama a lo mínimo indispensable, visto así, un reloj despertador se convierte en un instrumento muy espiritual. Significa controlar lo que comemos. Comer más allá de lo que el cuerpo necesita para vivir es glotonería. Algunos no comen para vivir sino viven para comer. Significa dar el suficiente ejercicio físico al cuerpo, aún a pesar de que Pablo dijo que el ejercicio corporal para poco es provechoso. En esencia significa que cuando la tentación toca la puerta, es Jesús quien sale a recibirle. En noveno lugar, cuidar nuestros pensamientos. Es tan importante disciplinar el cuerpo como disciplinar la mente. Gracias a Dios que los creyentes tenemos la facultad de controlar lo que pensamos. La mente es la fuente de nuestras acciones, sean buenas o sean malas. Santiago dice en su libro que el pecado comienza en la mente. Si acariciamos un mal pensamiento en nuestra mente, eventualmente llegaremos a cometer una mala acción. El creyente es lo que su mente es. Esto hace que tenga capital importancia el control de todo aquello que entra a nuestra mente. Cuidado con lo que vemos en la televisión o escuchamos en el radio o leemos en un libro o una revista o en general todo lo que agita el animal que llevamos dentro, nuestra vieja naturaleza. Pero también existe un aspecto positivo en esto de controlar la mente. No solamente debemos cuidar de que no entren malos pensamientos, sino abrir la puerta para que entren buenos pensamientos, y hablando de buenos pensamientos, no hay mejores que aquellos contenidos en la palabra de Dios. Filipenses 4:8 dice: «Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad» Esto es lo que podríamos llamar pensamiento positivo, más no lo que sectas modernas están promoviendo. En décimo lugar, huir en lugar de caer. Existen ocasiones cuando el camino a la victoria es la huida. José lo hizo cuando la esposa de Potifar trató de seducirlo. La palabra de Dios nos aconseja a huir de la fornicación en 1ª Corintios 6:18, huir de la idolatría en 1ª Corintios 10:14, huir del amor al dinero en 1ª Timoteo 6:11, huir de las pasiones juveniles en 2ª Timoteo 2:22. En décimo primer lugar, responder a las tentaciones como lo haría una persona muerta. Romanos 6:11 dice: «Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro» La imagen es vivida e inolvidable. Describe un cadáver en su ataúd. Pasa una ex amante del difunto y saluda al cadáver. El cadáver no responde. Luego la dama invita al cadáver a una noche de diversión. El cadáver permanece rígido, no hay respuesta. La mujer trata por todos los medio posibles de incitar al cadáver al pecado, pero todo es en vano, el cadáver no da la más mínima respuesta. Esta falta de respuesta del cadáver a los requerimientos de esta damisela es lo que significa considerarse muerto. El creyente, como ese cadáver, debe darse por muerto a cualquier incitación al pecado. Pero eso no es todo, porque el texto leído dice que el creyente debe considerarse vivo para Dios en Cristo Jesús Señor nuestro. Esto por contraste significa responder positivamente a todo lo que el Señor demande de nosotros en su palabra. Estar vivos para Dios en Cristo Jesús significa obediencia inmediata a las órdenes dadas por Dios en la Biblia. En nuestro próximo estudio bíblico consideraremos algunos requisitos más para ser llenos del Espíritu Santo.
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