Gracias a Dios por la oportunidad de compartir este tiempo con Usted amable oyente. Bienvenido al estudio bíblico de hoy dentro de la serie titulada La Familia Auténticamente Cristiana. En esta ocasión, David Logacho tratará el tema del altar familiar. ¿Sabe lo que es el altar familiar? Siga con nosotros y en instantes más tendremos mucho gusto en explicar de qué se trata.
Para todo amante del estudio de la Biblia, el nombre de Matthew Henry no será desconocido. Matthew Henry escribió uno de los comentarios más profundos y claros de toda la Biblia. Según sus biógrafos, la pasión de Matthew Henry por el estudio bíblico nació del ejemplo que vio en su padre Philip Henry. Philip Henry fue realmente un modelo de padre, digno de ser imitado por todo padre creyente. Como padre de familia, Philip Henry se reunía con su familia y su servidumbre, dos veces cada día, a la mañana y a la noche, para leer y estudiar toda la Biblia. Además del estudio bíblico, animaba a todos a cantar himnos cristianos lo más alto que pudieran. Decía que de esa manera, la gente de la calle sabría que ésa es una familia auténticamente cristiana. Afirmaba que la música cristiana era como el cordón de grana en ventana de Rahab, la señal de que en ese hogar había personas temerosas de Dios. Los hijos y la servidumbre de Philip Henry solían tomar notas de los estudios bíblicos, y estas notas sirvieron de fundamento de lo que más tarde llegó a ser el Comentario Bíblico de Matthew Henry. Qué interesante, el tiempo conocido como el culto familiar o el altar familiar produjo tal impacto en la vida de Matthew Henry, que lo convirtió en un prolífico escritor bíblico. Pero desgraciadamente, también abundan los casos en los cuales los hijos de padres creyentes abandonan la fe de sus padres tan pronto llegan a la adolescencia o juventud. Una de las posibles razones para este fracaso es la falta de una adecuada preparación bíblica en la familia por medio del culto familiar o el altar familiar. Una de las épocas más tristes de la historia del pueblo de Israel, fue cuando los gobernantes de turno se apartaron de los caminos de Jehová. Tan pronto un gobernante malvado ascendía al trono, hacía edificar altares de adoración a los ídolos paganos. En algún momento, Dios se manifestaba al corazón de algunos gobernantes y como resultado, éstos se volvían a Jehová. Hacían derribar los altares a los dioses falsos y edificaban altar de adoración a Jehová. La presencia del altar de Jehová era como una especie de síntoma de buena salud espiritual de la nación toda de Israel. En la actualidad también, en muchos hogares cristianos, se han levantado altares a ídolos abominables. Existe en muchas familias un verdadero culto al ídolo llamado dinero. Familias en las cuales casi se ofrece la vida de sus miembros en sacrificio, con tal de ganar la mayor cantidad posible de dinero para adquirir las comodidades habidas y por haber. Qué importa si los hijos tienen que pasar solos en la casa. Para los padres, el asunto es trabajar más y ganar más para poder comprar más. ¿Acaso no esto idolatría? Y sin embargo dicen que son familias auténticamente cristianas. En otras familias se adora al dios falso de la cultura. Hay familias donde se adora al dios falso llamado fama, en otras se adora al dios falso llamado diversión. En algunas se adora al dios falso que se llama lujo. Y todas estas familias afirman que son auténticamente cristianas. Es tiempo amigo oyente de derribar estos altares a todos estos dioses falsos y edificar un solo altar, el altar donde se adora al Dios verdadero. Asa, uno de los reyes de Judá, quien reinó en una época de absoluta decadencia espiritual, hizo lo propio. 2 Crónicas 15:8 dice: “Cuando oyó Asa las palabras y la profecía del profeta Azarías, hijo de Obed, cobró ánimo, y quitó los ídolos abominables de toda la tierra de Judá y de Benjamín, y de las ciudades que él había tomado en la parte montañosa de Efraín; y reparó el altar de Jehová que estaba delante del pórtico de Jehová” Qué gran ejemplo. Cuánto nos hace falta restaurar el altar de Jehová. Cuánto nos hace falta que los que somos padres levantemos un altar, un testimonio vivo, a Jehová en nuestras familias. Cuánto nos hace falta que nuestros hijos vean un cristianismo verdadero en nosotros como padres. Bien se ha dicho que el cristianismo ha vivido siempre a una generación de distancia de la extinción total. Si la generación presente no se preocupa de formar a la generación siguiente, el cristianismo se habrá extinguido. Padres, tenemos que esforzarnos para que en cada una de nuestras familias se vea un altar a Jehová. Que cada familia auténticamente cristiana sea un centro de formación espiritual para los hijos. No despreciemos este privilegio entregándolo a la iglesia o a los ancianos o pastores. Somos nosotros, los padres, los directamente responsables delante de Dios por la formación espiritual de nuestras esposas y nuestros hijos. Una de las formas de restaurar el altar de Jehová en el seno de nuestras familias es por medio de cultivar el buen hábito de apartar un tiempo del día para dedicarlo a las cosas espirituales. Este tiempo especial diario dedicado a leer y estudiar la palabra de Dios, dedicado a alabar a Dios, dedicado a la oración es lo que se conoce como el culto familiar o el altar familiar. Esto es vital para la buena marcha de la familia. En el culto familiar, los padres tenemos la oportunidad de enseñar la palabra de Dios a nuestras esposas e hijos. A lo mejor, Usted que es padre de familia me diría: Pero yo no sé nada de la palabra de Dios. ¿Cómo puedo enseñar la palabra de Dios a mi familia? Usted tiene razón. Si Usted no sabe nada de la palabra de Dios, mal puede enseñar la palabra de Dios a su familia. Pero eso no le libra de la responsabilidad de enseñar la palabra de Dios a su familia. Usted no podrá presentarse delante del Señor y decir: Discúlpame, no sabía nada de tu palabra, por eso no pude guiar a mi familia en tus caminos. No, amigo oyente, Usted tiene la Biblia a su disposición, aprenda lo que pueda, y aunque sea poco, comparta eso poco con su familia. Esa es su responsabilidad y algún día tendrá que rendir cuentas a Dios de ello. En el culto familiar, los padres también tenemos la oportunidad de enseñar a orar a nuestros hijos. Es ampliamente difundido el dicho que la familia que ora unida, permanece unida. La oración es como un pegamento eficaz que evita el resquebrajamiento de la familia. Las familias que han adoptado la costumbre de reunirse diariamente como familia para orar, tienen muy pocas probabilidades de desintegrarse. En cambio el divorcio es como una plaga en familias en las cuales la oración familiar está ausente. No abramos las puertas a la destrucción de la familia, adoptemos el hábito de orar en familia. El culto familiar brinda también a los padres la oportunidad de mostrar a nuestros hijos la realidad del cristianismo auténtico. Para muchos hijos, el cristianismo se ha tornado en una mera costumbre o un rito de ir los domingos a un lugar que lo llaman iglesia. Durante el transcurso de la semana la familia vive lo que se acercaría mucho a un infierno, pero llega el domingo y todos en la familia ponen su cara de santos y la ropa dominguera y se van a cumplir con el rito. Esto no es cristianismo auténtico. Pero por medio del culto familiar se puede mostrar a los hijos que el cristianismo auténtico es un estilo de vida, es algo de todos los días a cada instante del día, es una forma de encarar la vida en dependencia absoluta del Señor. Evitemos de cualquier forma el abaratar o diluir el cristianismo, haciendo pensar a nuestros hijos que todo es cuestión de cumplir con un ritual, para de esa manera acallar a la conciencia. Vivamos el cristianismo en toda su magnitud en el seno de la familia, en cada decisión que debemos tomar, en cada actividad que debemos realizar. De ninguna manera podemos edificar familias cristianas sin dar importancia al culto familiar o al altar familiar. En cuanto al cuándo y al cómo del altar familiar, esto depende de las circunstancias específicas de la familia. Cuando todavía el Señor no ha bendecido con hijos a una pareja casada, el culto familiar se hará solamente entre la pareja. Cuando lleguen los hijos, el culto familiar se hará con ellos. Cuando los hijos van creciendo, el culto familiar debería tener lugar cuando todos los hijos estén juntos. Esto puede representar alguna dificultad cuando los hijos son jóvenes, pero por regla general es recomendable hacerlo cuando toda la familia o la mayor parte de la familia esté junta. Con relación al cómo, se debe buscar variedad y significado. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que la rutina mata cualquier actividad. Es necesario salir de la rutina. Pongamos a funcionar nuestra creatividad para hacer cosas que rompan la rutina. En alguna ocasión, quería enseñar a mis hijos lo deleitoso de la palabra de Dios. Con ese motivo, antes de leer la Biblia repartí caramelos a cada uno. Lo disfrutaron con gusto. Luego leí Salmo 119:103 “¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca” La comparación entre la dulzura de la Biblia y el sabor del caramelo resultó obvia. Lo importante es tener variedad. Quizá podemos compartir las bendiciones del día, otras ocasiones se podría cantar himnos. Otras veces se podría leer la Biblia por turnos. Otras ocasiones se podría invitar a alguien para una corta meditación. Se requiere de planificación y esfuerzo, lo cual no es muy bienvenido por la carne, pero le desafío a que con la ayuda de Dios se comprometa a restaurar el altar a Jehová en su familia. Solo así será una familia auténticamente cristiana.
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