Cordiales saludos amable oyente. Es un gozo para mí compartir este tiempo con usted. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Juan. En esta ocasión vamos a ver al Señor Jesús animando a sus discípulos antes de su inminente partida.
Abramos nuestras Biblias en Juan 14:1-6. Una vez que el traidor, Judas Iscariote salió del recinto donde el Señor Jesús y sus discípulos estaban cenando, el Señor Jesús comenzó a enseñar y animar a los once. En nuestro último estudio bíblico vimos al Señor Jesús anunciando que había llegado la hora para que sea glorificado y a través de eso, que también su Padre sea glorificado. Después les anunció que iba a estar con sus discípulos sólo por un poco más de tiempo, y que muy pronto le iban a buscar pero no podrían ir a donde él va. Después les dio un nuevo mandamiento, que se amen unos a otros como Él les ha amado. Finalmente, cuando Pedro prometió poner su vida por Él, el Señor Jesús le aseguró que antes que el gallo cante esa misma noche, Pedro le habrá negado tres veces. Todo esto debe haber conducido a los discípulos al borde mismo del desmayo. En estas condiciones, una vez más, se yergue poderosa la persona del Señor Jesús para animar a sus atribulados discípulos. A pesar de estar a horas de su pasión y muerte, el Señor Jesús se dio tiempo para levantar el ánimo a los suyos. Es en estas condiciones en las que se inscribe el pasaje bíblico que estamos por estudiar. Lo primero que vamos a encontrar son palabras de ánimo. Juan 14:1 dice: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
Las palabras del Señor Jesús sobre lo que estaba por pasar trajeron angustia y agitación a los discípulos. Esto es lo que significa estar turbado en el corazón. La forma de contrarrestar la angustia y la agitación es por medio de la fe. Esto es en esencia lo que está diciendo el Señor Jesús a sus discípulos. En la versión conocida como Nueva Traducción Viviente, se lee Juan 14:1 de esta manera: No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios, y confíen también en mí. Esto es notable amable oyente. ¿Sabe por qué? Pues porque nosotros los creyentes también podemos sentirnos en angustia y agitación por diversas circunstancias, y cuando esto pasa, no sabemos qué hacer y nos sumimos en el profundo pozo del desánimo. La solución para nosotros es la misma que el Señor Jesús dio a sus discípulos. Confíen en Dios y confíen también en el Señor Jesús. Es lo único que puede traer paz en medio de la tormenta. Lo que sucede amable oyente es que Dios está en control de todo lo que pasa con nosotros sus hijos. Si Dios permite que enfrentemos diversas situaciones difíciles, que generan angustia y agitación, es porque Él tiene buenas razones para que eso pase, y la fe que tenemos en él, debe aliviar la angustia y agitación hasta hacerla desaparecer. En segundo lugar, encontramos palabras de promesa para sus discípulos. Juan 14:2-3 dice: En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
Joh 14:3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Además de la persona del Señor Jesús, los once tienen una promesa del Señor Jesús. La promesa tiene dos partes. La primera que en la casa del Padre, esto es en el cielo, hay muchas moradas. Si no fuera así, el Señor Jesús lo hubiera dicho, de modo que el Señor Jesús va a preparar lugar para los suyos en esas moradas. Esto es maravilloso amable oyente. La casa del Padre es el cielo, o el hogar del Padre. Los que somos creyentes vamos a vivir eternamente en el hogar del Padre. El mundo no es nuestro hogar. Los creyentes somos peregrinos y extranjeros en este mundo, pero va a llegar un día, cuando bien sea por medio de la muerte, o bien sea por medio de ser transformados, en el arrebatamiento, si estamos vivos cuando eso suceda, vamos a entrar en nuestro verdadero hogar, donde Dios enjugará toda lágrima de los ojos, donde no habrá muerte, donde no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, donde todo es perfecto, donde el pecado no tiene lugar. La segunda parte de la promesa es que el Señor Jesús va a venir otra vez. Cuando él venga, tomará a los que son suyos para que donde él esté, los suyos también estén para siempre. Esto ocurrirá en lo que se conoce como el arrebatamiento de la iglesia, cuyos detalles fueron revelados al apóstol Pablo y él lo registró en 1 Tesalonicenses 4:13-18. Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.
1Th 4:14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.
1Th 4:15 Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.
1Th 4:16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.
1Th 4:17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.(A)
1Th 4:18 Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.
En tercer lugar, el Señor deja con sus discípulos palabras de instrucción. Juan 14:4-6 dice Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
Joh 14:5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?
Joh 14:6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Después de hace su extraordinaria promesa, sus discípulos ya tenían la información para saber a donde iba el Señor Jesús. Iba al hogar de su Padre, al hogar donde también irían los suyos en el futuro. Pero además, el Señor Jesús también les dijo que debían saber cuál es el camino al lugar donde iba. Parece que los discípulos no comprendían todavía lo que el Señor Jesús estaba diciendo. No porque sean tardos para comprender, sino porque su corazón estaba turbado. Por eso intervino Tomás, uno de sus discípulos y dijo al Señor Jesús: Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Con toda paciencia, el Señor Jesús respondió a Tomás. Yo soy el camino, y la verdad y la vida. Esta es la sexta ocasión en la cual el Señor Jesús utilizó esas dos significativas palabras: Yo soy, las cuales encierran el significado básico del nombre Jehová, yo soy el que soy. El Señor Jesús es el camino a Dios. La gente piensa que existen muchos caminos para llegar a Dios. Dicen que llegar a Dios es como llegar a la cima de una montaña, se puede llegar a la cima utilizando diversos caminos. Pero el Señor Jesús negó esta noción popular para llegar a Dios. No existen varios caminos para llegar a Dios. Existe un solo camino. Ese camino no es una religión determinada, ni tampoco las buenas obras. Ese camino es la persona del Señor Jesús. Si no se está en el camino correcto, nunca se llegará a Dios. Puede ser que todos los caminos conduzcan a Roma, como afirma el dicho, pero para llegar a Dios existe sólo un camino. Ese camino es el Señor Jesús. Si nunca ha recibido al Señor Jesús como su Salvador, usted no está en el camino a Dios, y algún día comprobará que el camino que ha escogido le llevará al infierno. El infierno tiene varios caminos. Todas las religiones que existen en el mundo se unen en un punto, en el infierno. Alguien ha dicho que en el infierno tendrá lugar la reunión ecuménica más grande de todos los tiempos, porque allí estarán todos aquellos que confiaron en su religión y rechazaron el único camino al Padre, el Señor Jesús. Pero el Señor Jesús es también la única verdad. No hay más que una. El hombre pretende haber encontrado la verdad en la religión, o en la ciencia, o en la riqueza, o en el placer, pero la verdad no está en ninguna de estas cosas. La verdad está única y exclusivamente en la persona del Señor Jesús. Hablando de sí mismo, el Señor Jesús dijo lo que registra Juan en el capítulo 8 de su evangelio, versículos 31 y 32 Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
Joh 8:32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Si nunca ha recibido al Señor Jesús, amable oyente, usted todavía no está en la verdad y si sale de este mundo en esas condiciones, reconocerá que mientras estuvo en este mundo vivió en la mentira, y ya será tarde para remediar tan terrible error. ¿Para qué correr este riesgo, cuando en este mismo momento puede recibir al Señor Jesús como su Salvador y de esa manera estar en la verdad? También el Señor Jesús dijo que él es la vida. Esto es interesante. La vida no consiste en la abundancia de los bienes que uno tiene, tampoco consiste en la abundancia del conocimiento que uno tiene, tampoco consiste en la abundancia de placeres que uno tiene. La vida consiste en tener al Señor Jesús. Si usted tiene al Señor Jesús como su Salvador, tiene vida eterna, pero si usted jamás ha recibido al Señor Jesús como su Salvador, está muerto en vida, y si sale de este mudo en estas condiciones, recibirá como castigo la muerte eterna. Recapacite. Reciba al Señor Jesús como su Salvador y tendrá vida, no sólo vida abundante en este mundo, sino también vida eterna. Yo soy, el camino y la verdad y la vida, dijo el Señor Jesús y luego encerró todo con las palabras: nadie viene al Padre, sino por mí. Es a través del Hijo, del Señor Jesús, que el pecador puede llegar al Padre, al hogar celestial. Cuando el Señor Jesús entregó su espíritu en la cruz del Calvario, el velo del templo se rasgó de arriba hacia abajo. Este pesado velo dividía el lugar santo del lugar santísimo donde se manifestaba Dios en el templo en Jerusalén. Esto era una manera simbólica de afirmar que el Hijo de Dios, el Señor Jesús, por medio de su muerte abrió el camino para que todo aquel que en él cree y lo recibe como Salvador puede llegar directamente al Padre, o en otras palabras, ser salvo. No postergue más tomar la decisión de recibir al Señor Jesús como su Salvador, amable oyente.
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