La Biblia Dice les extiende un cordial saludo y les da la bienvenida a un nuevo estudio bíblico sobre la oración. Un domingo de Abril de 1912 siendo ya de noche, una mujer norteamericana se sentía bastante cansada, pero a pesar de ello no podía dormir a causa de un sentimiento de temor, cuyo origen no podía entender. Luego de luchar por un tiempo, decidió que lo mejor sería orar, ya que su esposo estaba cruzando el Atlántico esos precisos instantes a bordo del recientemente construido trasatlántico Titanic. Pasaban las horas, pero la mujer seguía sin encontrar la paz y la seguridad que buscaba, fue así que siguió orando por su esposo hasta las 5 de la mañana, cuando por fin experimentó un sentimiento de profunda paz lo cual le condujo a un reconfortante sueño. A todo esto, su esposo, el Coronel Gracie, se encontraba entre los cientos de tripulantes que frenéticamente trataban de soltar los botes salvavidas del gran trasatlántico Titanic cuyo casco fue mortalmente herido por un témpano de hielo en las frías aguas del Atlántico. Este coronel ya había perdido todas las esperanzas de salvarse a sí mismo y con todo empeño trataba lo mejor que podía de ayudar a las mujeres y a los niños a abandonar la malherida embarcación. En lo profundo de su corazón tenía el deseo de enviar un último mensaje a su amada esposa: Adiós, te amo, querida susurraba para sí mientras el enorme trasatlántico se iba a pique a su helada tumba en las profundidades del Atlántico Instintivamente empezó a nadar bajo las heladas aguas y de pronto, su cabeza emergió justo al lado de un bote salvavidas que por alguna razón inexplicable se encontraba boca abajo. Con la ayuda, de otros náufragos, logró dar vuelta al bote y subió a él hasta ser rescatado por una nave de salvamento. Al mirar su reloj, eran las 5 de la mañana, exactamente cuando su esposa experimentó paz y dejó de orar por su esposo, sin saber lo que estaba aconteciendo con él. Este fue el final feliz para esta pareja, la oración fue respondida de inmediato. Esta historia nos lleva a Meditar en la respuesta a la oración. ¿Será que Dios siempre contesta la oración? Dejemos que la Palabra de Dios responda a esta pregunta.
¿Responde Dios a la oración? Enfáticamente sí. Dios contesta a nuestra oración de la misma manera que Ud. y yo contestaríamos si tuviésemos su sabiduría, amor y poder. Las respuestas de Dios a la oración de sus hijos pueden ser de cuatro distintas categorías. En primer lugar tenemos las respuestas que a todos nos gusta recibir. Una respuesta positiva. En el Evangelio de Lucas, encontramos uno de los muchos casos en los cuales Dios respondió positivamente a una oración. Lucas 1:5-13 dice: Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabeth. Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían hijo, porque Elisabeth era estéril y ambos eran ya de edad avanzada. Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase, conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor. Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso. Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. Y se turbó Zacarías al verle y le sobrecogió temor. Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabeth te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Dios honra a los que le honran y esta pareja fue honrada por Dios al responder positivamente a su oración pidiendo un hijo. Además de las respuestas positivas, tenemos las respuestas negativas. Un caso típico de una oración respondida negativamente lo vivió el Apóstol Pablo. Su relato se encuentra en 2ª Corintios 12:7-9 en donde leemos: Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. El Apóstol Pablo recibió privilegios extraordinarios, pero junto con ellos estaba también una molestia física. Pablo era tan humano como todos nosotros é hizo lo que era lógico hacer: pedir a Dios que si es su voluntad le sane. El pasaje leído afirma que por tres ocasiones el Apóstol pidió sanidad para su cuerpo. La respuesta de Dios fue negativa. Así como Pablo nosotros también hemos pedido al Señor que respondiera a algunos pedidos y su respuesta ha sido negativa. Pero en honor a la verdad tenemos que admitir que en nuestro caso la respuesta negativa ha detonado un sentimiento de amargura en contra de Dios. Hemos pensado que Dios es malo o Dios es injusto o que simplemente no nos comprende. Cuan distinta fue la reacción del Apóstol Pablo a la respuesta negativa. 2ª Corintios 12:10 nos indica cual fue su reacción, dice así: Por lo cual, esto es por canto mi oración ha sido respondida negativamente, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil entonces soy fuerte. Dios dijo no a un pedido de Pablo, en respuesta, Pablo manifiesta su gozo de saber que para él es mejor seguir sufriendo el dolor producido por su aguijón. Esta debería ser nuestra reacción también cuando el Señor dice no a cualquier pedido que hagamos. Lo que sucede desde el punto de vista de Dios es que lo que estamos pidiendo nos va a causar algún daño. Quizá nosotros no lo veamos así por no tener la información completa. El como Dios puede ver más allá de lo que nosotros como humanos vemos y en base a su conocimiento niega algo que podría afectar negativamente en lo futuro. Permítame ilustrarlo así: Mi hijo pequeño viene a mí y me dice: Papá, cómprame una ametralladora. Para él es un pedido válido, ya se imagina con una ametralladora en sus manos jugando a la guerra con sus amigos. Pero que voy a hacer yo como padre. Yo sé que será algo muy dañino para él y peor para otros, y porque le amo niego su pedido. Igual sucede con nuestro Padre celestial, a veces pedimos cosas que nos harían mucho daño, y por el amor que nuestro Padre tiene hacia nosotros nos dice No. En respuesta, debemos estar agradecidos y gozosos al saber que el no tener lo que estábamos pidiendo es lo mejor para nosotros. Un joven creyente oraba mucho al Señor por poder casarse con una chica a quien conoció en un campamento juvenil. La respuesta del Señor fue no, a través de diversas circunstancias. El joven quedó muy dolido pero el tiempo se encargó de cicatrizar las heridas. Tiempo después este joven se enteró que la chica con quien pensaba casarse se alejó tanto del Señor que ni siquiera parecía que alguna vez fue hija de Dios. El joven pensó y dijo: Ahora sé porque Dios no permitió que me casara con ella. Tenemos entonces que Dios responde positivamente y negativamente. Pero también el responde a veces inmediatamente. Este fue el caso de Pedro cuando caminaba por el mar, en Mateo 14:30 tenemos el relato. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Esta es la oración más corta que tenemos en el Nuevo Testamento, una oración en dos palabras que salió de lo más profundo del ser. Señor, sálvame. La respuesta no se dejó esperar. Mateo 14:31 dice: Al momento, Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Esperar para responder a esta oración hubiera sido fatal para Pedro. De modo que las respuestas a la oración pueden ser positivas, negativas e inmediatas, pero no solo eso, algunas respuestas son pospuestas. Esto quiere decir que la respuesta no es positiva ni negativa, ni inmediata. La respuesta es: espera. Un ejemplo de esta situación lo tenemos en el Libro de Nehemías. Nehemías 1:4 dice: Cuando oí estas palabras mí senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos. Nehemías escuchó el gran mal en el cual estaban los judíos en Jerusalén y comenzó a orar para que Dios le permita ir a Jerusalén a reedificar los muros de la ciudad. Cuatro meses más tarde sucede lo que relata Nehemías 2:6: Entonces el rey me dijo (y la reina estaba sentado junto a él): ¿Cuánto durará tu viaje y cuándo volverás? Y agradó al rey enviarme, después que yo le señalé tiempo. Tuvieron que pasar cuatro meses hasta que Nehemías recibiera una respuesta de Dios a su oración. Es en los momentos de espera donde en verdad se ve el carácter del hijo de Dios. Es en los momentos de espera, donde en verdad tenemos que confiar que Dios hará lo que es correcto. Hemos visto entonces que Dios siempre responde a la oración, a veces su respuesta es positiva, otras veces es negativa, otras ocasiones es inmediata y algunas ocasiones es pospuesta. En todo caso, es de aliento saber que Dios está en control de todo y que nunca sus respuestas serán dañinas para el creyente.
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