Detalles del naufragio

Gracias por estar nuevamente con nosotros, es un privilegio contar con su sintonía, hoy continuaremos con el interesante tema que está desarrollando nuestro hermano David Logacho, “La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo”, tenga su Biblia a mano y acompáñenos a conocer que es lo que dios nos quiere decir acerca de esto.

Saludos y bienvenida. Estudio del libro de Hechos en la serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascensión realizada mediante el Espíritu Santo. En nuestro último estudio bíblico, dejamos a Pablo y a todos los demás pasajeros y tripulantes a la deriva en medio de un mar embravecido, a bordo de una nave alejandrina que con pasajeros y carga navegaba hacia Roma. Habían pasado muchos días en los cuales no vieron ni sol ni estrellas, sino solamente una furiosa tempestad. Las esperanzas de supervivencia se iban haciendo más débiles cada instante. El naufragio sería solamente cuestión de tiempo. En el estudio bíblico de hoy analizaremos los detalles del naufragio. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hechos 27 a partir del versículo 21. A partir de este momento, Pablo se torna en una figura prominente en medio de la crisis. Qué interesante. Pablo se embarcó como prisionero, pero ahora aparece aquí como un líder. Veamos qué es lo que hizo. En primer lugar, Pablo ratificó que tenía autoridad para ejercer el liderazgo en esa crisis. Hechos 27:21 dice: Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida.

Controlados por el miedo, nadie se atrevía a tomar el liderazgo en la nave en peligro. Desde el piloto de la nave hasta el marinero de menor rango, pasando por el patrón de la nave, el centurión romano, y los pasajeros, deben haber estado petrificados por el miedo. El temor les hizo olvidar hasta de comer desde que comenzó la crisis. Pablo se levanta entonces como un hábil y poderoso líder. Comienza reafirmando su derecho a ser oído, porque él fue el único que antes de partir del puerto en Creta alertó al piloto y al patrón de la nave en cuanto a que la navegación en ese tiempo del año iba a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento de la nave sino también de los pasajeros. Sin embargo, no hicieron caso a Pablo y ahora estaban cosechando las consecuencias de ese craso error. Si hubieran hecho caso a la advertencia de Pablo no estarían atravesando por esa terrible crisis. Luego de reafirmar su derecho a ser oído, en segundo lugar, Pablo pasa a animar a los pasajeros de la nave. Hechos 27:22-26 dice: Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. Con todo, es necesario que demos en alguna isla.

Sí. Fue un grave error haber zarpado de Creta a pesar de la advertencia de Pablo, pero no todo estaba perdido. Esta es la razón para que Pablo exhorte a todos en la nave a tener buen ánimo. Pablo estaba absolutamente seguro de que no habrá ninguna pérdida de vida entre los pasajeros, sino solamente de la nave. Esta seguridad de Pablo partía del hecho que esa misma noche, le había visitado un mensajero de Dios, o un ángel de Dios a quien sirve, y le había dicho: Pablo, no temas, es necesario que comparezcas antes César. Esto era garantía de que él no iba a morir, pero no sólo él. El ángel de Dios también le dijo que Dios le ha concedido a todos los demás pasajeros. Esto significa que ningún pasajero iba a morir. Sobre este fundamento, Pablo exhorta a los pasajeros a tener buen ánimo, y a contagiarse de la misma seguridad que él tenía, porque no fue la palabra de un hombre sino la palabra de Dios. ¿Quién puede dudar de algo que Dios ha dicho? En cumplimiento de la palabra dicha por el Señor sería necesario que la nave se aproxime a alguna isla. Dios nos somete a pruebas pero jamás nos deja solos en medio de la prueba. Siempre está allí para fortalecernos de manera que salgamos vencedores de la prueba. Tal vez hoy en día no nos hable por medio de un ángel como lo hizo con Pablo, pero ciertamente podemos sentir su presencia. En tercer lugar, Pablo alertó al centurión romano y a los soldados sobre un intento de deserción de los marineros. Hechos 27:27-32 dice: Venida la decimacuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de tierra; y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas. Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día. Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentaban como que querían largar las anclas de proa. Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros. Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse.

Habían transcurrido 14 días desde que comenzó la crisis. En medio de las tinieblas de la noche, la nave seguía a la deriva en medio del tempestuoso mar. Hechos los cálculos la embarcación había sido arrastrada unos 800 km. hacia el este. Dice Lucas que los marineros asumían que estaban en el mar Adriático. En aquel tiempo, el mar Adriático era el nombre que se aplicaba a la parte Este del mar Mediterráneo, cerca de la isla de Sicilia, mas no al mar Adriático de la actualidad. A la medianoche, la tripulación de la nave sospechaba que se estaban acercando a tierra y por eso decidieron echar la sonda para determinar la profundidad. Encontraron que había como veinte brazas, es decir aproximadamente unos 40 metros. Poco más adelante volvieron a echar la sonda y esta vez encontraron que la profundidad era solamente quince brazas, unos 30 metros. No había duda que se estaban acercando a tierra. Lo peor que podría pasar es que la nave sea arrojada con fuerza extrema sobre escollos, de modo que para minimizar el impacto, los marineros decidieron arrojar cuatro anclas por la popa confiando que en algún momento las anclas se traben en el lecho del mar y detengan el barco. Todos a bordo deseaban que amanezca para evaluar mejor su situación y facilitar la llegada a la playa. Fue en estas circunstancias que Pablo mostró otra faceta como líder, la capacidad de prever algo que podría pasar a futuro. Sucede que los marineros aparentaban que estaban tratando de lanzar anclas por la proa del barco, pero en realidad estaban tratando de echar al agua el esquife, ese barco utilizado para desembarcar, y de esa manera abandonar el barco con los pasajeros y la carga. Pablo alertó a Julio, el centurión romano y a los soldados y con absoluta sabiduría les dijo: Si estos no permanecen en la nave, ninguno de nosotros podría sobrevivir al naufragio. Las palabras de Pablo hallaron eco y los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse. En cuarto lugar, Pablo dio un buen ejemplo a la tripulación y a los pasajeros. Hechos 27:33-38 dice: Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada. Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá. Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer. Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también. Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis. Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al mar.

Animado por la seguridad que provenía de Dios, Pablo exhorta a la tripulación y a los pasajeros a comer. Cuando la confianza está en Dios no hay motivo para la preocupación y por tanto se puede disfrutar de cosas legítimas como comer, máxime cuando por el miedo, la tripulación y los pasajeros no habían comido nada por catorce días. Dios iba a cumplir con su amoroso cuidado al punto que ni aun un cabello de la cabeza de ninguno perecerá. Dicho esto, Pablo dio el buen ejemplo, y tomando el pan oró al Señor y lo comió. Este ejemplo fue seguido por los demás y todos comieron. Esto resultó en un mejor ánimo en todos.

En total eran 276. Se trataba de un barco enorme. Habiendo comido, aligeraron la nave arrojando la carga de trigo al mar. Esto mejoraba las probabilidades de encallar en la playa más suavemente. Finalmente, en quinto lugar tenemos el naufragio. Hechos 27:39-44 dice: Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen, la nave. Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, largando también las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron hacia la playa. Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar. Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase nadando. Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y saliesen a tierra; y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.

La luz del día les mostró que estaban ya muy cerca de una playa desconocida. Era prudente por tanto intentar hacer varar la nave. Para ello cortaron las anclas, largaron las amarras del timón e izaron la vela de proa para impulsar la nave hacia la playa. El barco encalló en un banco de arena de dos aguas y la proa, hincada en la arena quedó fija y a la par se destruía la popa por la fuerza del mar. Al ver esto los soldados pensaron que lo mejor sería matar a los presos para que nadie les acuse de haberlos dejado escapar, pero el centurión romano Julio no lo permitió porque quería preservar la vida de Pablo. Fue así como ordenó que los que pudiesen naden hacia la playa y el resto, tal vez entre los cuales se hallaba Pablo, Lucas y Aristarco, lleguen a la playa aferrados en tablas o escombros de la nave. Se cumplió la palabra de Dios de que absolutamente nadie perdería la vida. Dios es fiel cumpliendo sus promesas. Alabado sea su nombre.

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