Credenciales que certifican que Jesús es el Cristo

Reciba un cálido y afectuoso saludo amable oyente. Soy David Araya dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el Evangelio según Mateo, en la serie titulada Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En esta oportunidad, David Logacho continuará mostrándonos las credenciales que certifican que Jesús es el Cristo o el Mesías de Israel.

Es motivo de gran gozo compartir este tiempo con usted mi amiga, mi amigo. Deseo sinceramente que el Señor edifique su vida mediante su Espíritu y su palabra. En lo que hemos cubierto del estudio del Evangelio según Mateo, hemos llegado a examinar las credenciales que Jesús manifestó para demostrar que es el Cristo, o el Mesías de Israel. En nuestro estudio bíblico último, vimos que Jesús mostró su poder sobre la enfermedad, al curar a un leproso mediante el toque y al curar a un paralítico sin necesidad de tocarlo. Hoy vamos a ver algunas otras credenciales más de Jesús. Para eso, si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo 8:14-22. Lo primero que vamos a notar es otro caso de sanidad instantánea realizado por Jesús, esta vez en la suegra de Pedro. Permítame leer el texto en Mateo 8:14-15. La Biblia dice: Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía.
Por lo que podemos apreciar en otro Evangelio el de Marcos, acerca de este mismo episodio, notamos que Jesús había salido de una sinagoga en Galilea y acompañado de Simón, Andrés, Jacobo y Juan, se dirigió a la casa de Simón. La hospitalidad de Simón y su casa se vio grandemente recompensada no sólo por la presencia personal de Jesús, sino por el milagro de sanidad que estaba a punto de acontecer. Estando en la casa, fue dado aviso a Jesús que la suegra de Pedro estaba con una fiebre tan alta que estaba postrada en cama. Con todo el conocimiento sobre medicina y con la disponibilidad de medicamentos para bajar la fiebre, hoy en día, no parece muy crítica la situación de la suegra de Pedro, pero no se debe olvidar que en el primer siglo, mucha gente moría con mucha facilidad a causa de la fiebre alta. Al ver lo que pasaba, Jesús se acercó a la mujer, la tomó de la mano y la levantó. El texto no registra que Jesús hubiera pronunciado palabra alguna. Al instante, la suegra de Pedro se afirmó sobre sus pies, y la fiebre la dejó. El milagro además de instantáneo fue obvio para todos los presentes, porque la suegra de Pedro estaba tan llena de vigor y energía que se dedicó a servir a los invitados, entre ellos a Jesús. Esto es maravilloso. La gratitud de esta mujer le impulsó al servicio. Dios en Cristo nos ha librado de algo muchísimo peor que una fiebre. Nos ha librado del castigo eterno en el infierno. ¿No deberíamos estar más agradecidos a Dios que la suegra de Pedro? ¿Entonces por qué es que no servimos a nuestro Señor con todo el corazón? Inmediatamente después, Pedro nos muestra otra credencial que manifiesta que Jesús es el Cristo. Se trata de su poder sobre los demonios. Voy a leer el texto que se encuentra en Mateo 8:16-17. La Biblia dice: Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.
Jesús debe haber estado muy ocupado durante todo el día manifestando sus credenciales como el Cristo o el Mesías de Israel. Al ponerse el sol ocurrió algo inusual. Aprovechando las sombras de la noche, tal vez para esconder su identidad, muchas personas se acercaron a Jesús trayendo muchos endemoniados. La palabra endemoniado está relacionada con la palabra demonio y significa una persona en la cual uno o más demonios han hecho residencia, tomando control de ella, permanentemente o en un momento determinado. Un demonio es un espíritu maligno que está al servicio de Satanás, quien es el príncipe de los demonios. Cuando los demonios moran y controlan a una persona, esta persona queda a merced de lo que los demonios quieran hacer con ella. La persona se vuelve esclava de los demonios. Los demonios pueden ocasionar trastornos espirituales, trastornos emocionales, trastornos intelectuales y trastornos físicos. Cuando Jesús miró a esas personas endemoniadas, simplemente ordenó que esos demonios salgan de esas personas e instantáneamente los demonios obedecieron la orden de Jesús. El texto dice que con la palabra Jesús echó fuera a los demonios. Los demonios sabían a ciencia cierta quien era Jesús y por tanto sabían que Jesús es más poderoso que ellos y más poderoso que el mismo Satanás, príncipe de los demonios. Es imposible por tanto que los demonios se resistan a obedecer a Jesús. Es interesante la manera como culmina el relato de esta obra maravillosa de Jesús. Mateo dice: y sanó a todos los enfermos. Esta declaración de Mateo puede ser entendida tanto en el sentido que Jesús sanó a todos los enfermos que le fueron traídos, como en el sentido que Jesús sanó a todos los que padecían alguna enfermedad producida por los demonios que tenían dentro. En todo caso, queda fuera de toda duda el poder de Jesús sobre toda enfermedad, sin importar su origen. Es a raíz de esto que Mateo es estimulado por el Espíritu Santo a dar una explicación a lo que Jesús estaba haciendo. Por supuesto que Jesús tenía compasión hacia los enfermos y hacia los endemoniados, pero las sanidades y las liberaciones que estaba haciendo no tenían como principal propósito el bienestar de los que fueron favorecidos, sino el demostrar que él era el Cristo o el Mesías de Israel, porque siglos antes, casi todos los profetas anunciaron de antemano que cuando se manifieste el Cristo o el Mesías de Israel, tendría los poderes que Jesús estaba manifestando. Era un mensaje sin palabras por parte de Jesús. Como si estuviera diciendo: Miren mis obras, sobre esto profetizaron los profetas, como Isaías. Yo soy el Cristo, yo soy el Mesías de Israel. Mateo lo pone en forma magistral cuando dice: Para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias. Mateo está citando la primera parte de Isaías 53:4 donde dice: Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores.
La obra de Jesús, caracterizada por el poder que tenía sobre las enfermedades y sobre los demonios y sobre otras cosas más como veremos más adelante, era el fiel cumplimiento de lo que profetizó Isaías en cuanto a lo que debía hacer el Cristo, o el Mesías de Israel. Esta declaración de Mateo, fundamentada en la profecía de Isaías, ha sido objeto de mucha mala interpretación cuando se asume gratuitamente que los que creemos en Jesús como nuestro Salvador, jamás debemos sufrir de alguna enfermedad o jamás debemos padecer de alguna dolencia. Pero ni Mateo, ni Isaías están hablando de eso. De lo que están hablando es que por ser el Cristo, o el Mesías de Israel, Jesús debía manifestar poder sobrenatural para curar cualquier enfermedad y para sanar cualquier dolencia. Otra de las credenciales que manifestó Jesús, fue la capacidad de discernir lo más profundo del corazón de sus potenciales seguidores. Esto se hizo manifiesto en el pasaje que tenemos en Mateo 8:18-22. La Biblia dice: Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro lado. Y vino un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza. Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.
Al inicio de su ministerio público, Jesús estaba acompañado de mucha gente, pero no era gente que sinceramente le buscaba, sino gente interesada en sacar algún beneficio de Jesús. Jesús puso al descubierto a al menos dos de sus potenciales seguidores y de esa manera mostró su poder para detectar lo que había en lo más profundo de su corazón. Uno de ellos era un escriba, un profundo conocedor de las Escrituras, quien, tal vez impactado por la enseñanza y poderes de Jesús, le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. Pero inmediatamente Jesús supo que este escriba en realidad estaba buscando asegurar su comodidad futura. A lo mejor pensaba que junto a Jesús iba a estar siempre sano, iba a estar siempre rodeado de riqueza material y siempre libre de cualquier aflicción. Así como piensan algunos hoy en día. Conociendo esta forma de pensar, con mucho amor dice a este escriba: Mira, en este mundo, hasta las zorras tienen su agujero donde pueden decir: Esto es mi guarida. También las aves de los cielos tienen su lugar propio, donde pueden decir: Este es mi nido, pero ¿quieres saber una cosa? Yo, a pesar de ser el Hijo del Hombre, no tengo absolutamente nada que pueda considerar como mío propio. Tan es así que no tengo donde recostar mi cabeza para descansar. Hijo del Hombre era un título muy utilizado por Jesús, que hace referencia a su derecho de ser el Mesías de Israel, por lo que afirma el libro de Daniel. Al oír estas palabras, el escriba debe haberse alejado desilusionado, por cuanto no se vuelve a saber absolutamente nada de él hasta el fin del Evangelio. El otro hombre debe haber estado ya algún tiempo junto a Jesús, porque dice el texto que era un discípulo. Pero era un discípulo no muy entregado a la causa que digamos, porque de buenas a primeras se acerca a Jesús y le dice: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. Esto no significa que el padre de este discípulo se había muerto y como es natural deseaba estar presente en el sepelio. La frase en realidad significa: Señor, antes de continuar contigo, deseo primero estar junto a mi padre, para recibir la herencia que tengo derecho como hijo. Sabiendo Jesús lo íntimo del corazón del hombre, dice a este discípulo: Sígueme, deja que los muertos entierren a los muertos. Esto significa: Yo debo ser lo primero en tu vida. Poner las cosas materiales en primer lugar es propio de los que están muertos espiritualmente. Deja que ellos, los espiritualmente muertos, se ocupen de las cosas que son propias de ellos, ellos son buenos para eso. Tú ocúpate de cosas más importantes como las cosas espirituales. Hasta donde se sabe, este discípulo tampoco continuó con Jesús. Su corazón no estaba en Jesús sino en la riqueza. ¿Dónde está su corazón amable oyente?

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