Bienvenidos, estoy agradecido que me estén acompañando el día de hoy a un nuevo programa de la serie Hilos, cuyo propósito es proporcionarles consejos prácticos para llevar el evangelio a nuestras conversaciones diarias. Quiero invitarte a que en los siguientes minutos te dispongas a escuchar lo que Dios nos dice y pide a través de su palabra.
En el anterior programa te estuve hablando sobre la pecaminosidad del hombre y de que nuestra naturaleza es pecaminosa, lo cual va en contra del carácter de Dios que es Santo, puro y juez justo. Ahora, quiero pedirte que recuerdes que, en medio de esta eminente pecaminosidad del ser humano, Dios es el único que puede atraer a otros para sí mismo, al compartirles el evangelio. Y lo hacemos con la confianza de nuestra dependencia de Dios para hacer lo que nunca podríamos hacer nosotros mismos, porque es Él quien tiene el poder de darnos la valentía de ir y hacer discípulos. Solo de esta manera, no tendrás miedo al momento de ir y hablar del evangelio a las personas que consideras tan cerradas para conocer de Cristo: personas de tu trabajo, amigos o familia.
Espero que lo que te digo no lo tomes como algo imposible porque sé muy bien que el mundo se ha puesto en contra del evangelio y sí es difícil, pero recuerda nuevamente que es Dios quien va a traer personas de la muerte a la vida. Así que no tengas miedo y habla. Entonces, la pregunta que puede surgir es: ¿cómo lo hacemos bien cuando se trata de hablar sobre nuestra rebelión? Y para ello es necesario que reconozcamos la realidad del pecado dentro y alrededor de nosotros. Cuando algo va mal en nuestra vida y en el mundo que nos rodea y buscamos formas de solucionarlo. No dejes que la conversación permanezca en la superficie. Así que habla, todo pecado está enraizado en el corazón. No dejemos que las creencias, los deseos de la carne sean un estorbo para hacer la voluntad del Padre.
Te invito a reconocer la raíz del pecado dentro y alrededor de nosotros, y mientras hablamos sobre el pecado, hablemos con honestidad sobre nuestra propensión al pecado. Es fácil hablar del mal en nosotros con los que ya tienen conocimiento de esto, pero en general, te invito a hablar con humildad porque sabes que tú también lo has experimentado porque es nuestra naturaleza pecaminosa la que nos hace propensos. Habla humildemente sobre la gravedad del pecado, porque es algo inevitable y un asunto serio.
Es tan sutil cuando hablamos del pecado como algo normal, me refiero a aquellas pequeñas malas acciones que creemos que no tienen gran importancia; pero no olvides que es un tema serio con consecuencias inevitables como la culpa, la vergüenza y el miedo. Y si te das cuenta, es esto lo que has estado escuchando continuamente sobre los efectos del pecado. Cuando entendemos la respuesta de Dios a través del evangelio, primero traemos sanidad a nuestra vida y segundo podemos llevar a que otras personas más permitan construir el puente entre cada uno con Dios para que vivan la reconciliación que gratuitamente nos la ofrece nuestro propio creador porque a través de Jesús tenemos libertad, por su sangre somos perdonados de todo pecado. No sé si a ti, pero a mi esta verdad me conmueve tanto que me lleva a buscar a otros para que también puedan vivir esto. Es decir, pasar de lo sucio a lo limpio, de la vergüenza a la honra.
Dentro de esta lógica no deja de aparecer el tema de la muerte. Y no sé si les parece un poco incómodo hablar de ello, por todo lo que esto significa. Porque siguen en nuestra mente la incógnita de ¿cómo hablamos del tema? Y en especial, ¿cómo respondemos a la muerte de los no cristianos? Porque, claramente, no es lo mismo para alguien que tiene a Cristo que para los que nunca lo recibieron. Primero, quiero dejar claro que nuestro Dios creó a todos a su imagen y semejanza, entonces debemos tener respeto aún por quienes no tienen al Señor en sus vidas; sin embargo, ello no implica dejar de decir la verdad; que si una persona muere sin haber tenido a Jesús en su corazón lo único que le espera es la muerte espiritual eterna.
A causa de que la respuesta es incómoda y dura para ellos, quiero influenciar en ti para que, con respecto a este tema, cuando lo tengas que hacer lo hagas con toda humildad, independientemente de que esa persona sea un ladrón en una cruz o un hombre de 80 años quien tiene 90 minutos antes de entrar en coma, incluso ese hombre podría recurrir a Cristo en ese último momento y obtener la vida eterna. Por eso también, le animo a que sigan recordando a las personas allegadas, a vecinos, compañeros de trabajo, familiares que todavía no tienen a Jesús para que puedan hacerlo antes de que sea demasiado tarde.
No quiero que llegue el día que alguno de tus familiares muera y estés llorando en su velorio, porque déjame recordarte que ya de antemano sabíamos que la paga del pecado es muerte, pero también que Dios en su infinita misericordia nos dio la salvación para que cuando fallezcamos vayamos a disfrutar de la vida eterna. En el evangelio de Juan Capítulo 11, versículo 25 dice: “le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. Eso es lo que debemos anhelar: la vida eterna para otros que conocemos.
Ni para ti, ni para mi es desconocido que el mundo en el que estamos es autosuficiente lo cual va en contra de nuestro origen porque fuimos creados para depender absolutamente de nuestro Dios. Es esto lo que debemos cultivar diariamente y es este el propósito de esta serie, que puedas encontrar en todo, la oportunidad de tejer este hilo del evangelio en nuestras conversaciones particularmente con aquellos que no conocen al señor Jesús. Busca intencionalmente oportunidades para mencionar el carácter de Dios, la pecaminosidad del hombre, la gracia y misericordia. Y así te invito a verte por lo que eres ante Dios y ver a Dios por lo que ha hecho en y por ti para que confíes aún más en Él.
Ahora, hay algo que quiero compartir contigo, un fragmento del trilema de Lewis: Jesús, ¿Lunático, Mentiroso o Dios? Lewis dice: “entre los judíos de repente se presenta un hombre que dice que es Dios, que puede perdonar pecados. Dice que siempre ha existido. Que vendrá a juzgar al mundo al final de los tiempos. Entendamos esto con toda claridad. Entre los panteístas, al igual que entre los hindúes, cualquiera pude decir que es parte de Dios: no está diciendo nada raro. Pero este hombre, siendo como era: judío, no podía referirse a esa clase de Dios. En su lenguaje, Dios quiere decir un ser aparte del mundo que él hizo, un ser infinitamente diferente de cualquiera otra cosa. Y cuando se logra captar tal cosa, se verá que lo que este hombre decía era sencillamente lo más asombroso que nunca antes hubieran pronunciado labios humanos.
Una parte de esta afirmación tiende a escaparse de nuestra atención porque la hemos oído con tanta frecuencia que ya casi no le vemos importancia. Me refiero al perdón de los pecados; de cualquier pecado. A menos que quien esté hablando sea Dios, esta afirmación es absurda, tan desproporcionada que da risa. Podemos entender que un hombre perdone ofensas que se le hayan hecho: me das un pisotón y te perdono; me robas el dinero y te perdono. ¿Pero qué diríamos de un hombre a quien nada de esto le haya pasado y que anuncia que perdona el que otro hombre haya sido pisoteado y haya sido robado? Fatuidad asnal es el término menos duro que usaríamos para describir su manera de proceder. Sin embargo, esto fue lo que Jesús hizo. Le dijo a la gente que sus pecados eran perdonados Pero este hombre, siendo como era: judío, no podía referirse a esa clase de Dios. En su lenguaje, Dios quiere decir un ser aparte del mundo que el hizo, un ser infinitamente diferente de cualquiera otra cosa. Y cuando se logra captar tal cosa, se verá que lo que este hombre decía era sencillamente lo más asombroso que nunca antes hubieran pronunciado labios humanos.y nunca esperaba que se consultara a los que indudablemente habían sido perjudicados por tales pecados. Sin vacilar se comportaba como si Él fuera la parte más afectada, la persona ofendida en todas las ofensas. Esto tiene sentido si Él realmente era el Dios cuyas leyes son quebrantadas y cuyo amor es herido por cada pecado. En labios de cualquiera que no sea Dios estas palabras sólo podríamos considerarlas como una necedad y una fantasía sin paralelo en la historia de la humanidad.”
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