Saludos cordiales amable oyente. Gracias por su sintonía a este programa. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Esta serie de estudios bíblicos tiene que ver con las vicisitudes de la vida. A estas vicisitudes de la vida las hemos llamado valles. En lo que va de esta serie, ya hemos hablado sobre el valle de la duda y el valle de la depresión. En esta ocasión trataremos acerca del valle de la calamidad. ¿Ha caído alguna vez en el valle de la calamidad económica, o la calamidad personal, o la calamidad espiritual? ¿Cómo se ha sentido? ¿Le gustaría salir de allí? Pues, entonces siga en nuestra sintonía.
¿Ha sufrido alguna vez el embate de alguna calamidad? A lo mejor en el área económica cuando el dinero se acaba antes que se acabe el mes, o cuando un banco amenaza con embargar sus bienes por falta de cumplimiento en el pago de alguna deuda. O a lo mejor en lo personal, cuando ha sufrido un accidente o cuando le ha atacado alguna enfermedad perniciosa, o cuando la fuerza de la naturaleza ha arremetido con furia en forma de terremoto o inundación o tornado. O a lo mejor en el área espiritual, cuando todo lo que ha creído se ha venido abajo y de pronto se encuentra sin saber en qué creer. Si ha sufrido alguna de estas calamidades, quiero decirle que no está solo. Existen muchos que también han sufrido calamidades así y probablemente en mayor grado que lo que usted ha padecido o está padeciendo. En todo caso, para toda persona que ha caído en el valle de la calamidad, existe una esperanza firme en las páginas de la palabra de Dios. En esta ocasión, estudiaremos el caso de una mujer que sufrió el impacto de la calamidad económica, pero supo reponerse de ello. Vemos como ocurrió. La historia se encuentra en el libro de 2 Reyes, capítulo 4, versículos 1 a 7. Consideremos en primer lugar la naturaleza de la calamidad. 2 Reyes 4:1 dice: Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos.
Aquí lo tenemos. Se trata de una mujer, no sabemos su edad, que era esposa de un profeta de Israel. Del profeta sabemos que era un hombre que vivía en estrechez económica, al punto que tuvo que endeudarse para atender las necesidades básicas de él y su familia. Por alguna razón que la Biblia no revela, este profeta murió. Esto fue un peldaño más en la inexorable caída de la viuda al valle de la calamidad económica. La viuda tenía que afrontar no sólo las necesidades actuales de la familia, sino también tuvo que asumir las deudas de su difunto esposo. Para complicar aun más las cosas, el acreedor no era una persona comprensiva ni compasiva, sino totalmente intratable e intransigente. Para este acreedor, la situación era simple. O me paga lo que me debe o me llevo a sus dos hijos en calidad de esclavos. La pobre viuda no sabía qué hacer. La calamidad económica se había ensañado contra ella. En esas difíciles condiciones, la infortunada viuda recurrió al gran profeta Eliseo, quien tenía en gran estima al difunto profeta, porque en vida, esta profeta, era temeroso de Jehová. En el clamor de la viuda se nota la profunda angustia de su alma afligida. Inmediatamente Eliseo entra en acción. Eliseo sugiere la manera como contrarrestar la calamidad económica. Veamos lo que sucedió. 2 Reyes 4:2-4 dice: Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite. El le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte. Hay tanto para aprender de aquí. Eliseo atiende el pedido de la viuda. Pregunta a la viuda: ¿Qué te haré yo? Casi puedo ver el signo de interrogación en el rostro de la pobre viuda. Lo único que ella sabía es que necesitaba dinero inmediatamente para pagar las deudas y librar a sus hijos de la esclavitud, pero no tenía la más mínima idea de cómo conseguir ese dinero. Ante esto, Eliseo dice a la viuda: Declárame qué tienes en casa. La viuda no puede ocultar la triste realidad de su calamidad económica. Todo lo que tenía, quizá lo vendió para obtener dinero para pagar la deuda. Sólo le quedaba una vasija con aceite. Con esta información Eliseo instruye a la viuda a ir y pedir prestado a todos sus vecinos la mayor cantidad de vasijas vacías que pueda. Luego, tenía que encerrase en su casa con sus hijos y comenzar a echar el aceite de la vasija que ella tenía, en las vasijas vacías que había conseguido. Al hacerlo se iba a operar un milagro. De esa sola vasija de aceite que la viuda tenía iba a salir tanto aceite como para llenar todas las vasijas vacías. Detengámonos aquí para considerar algunas cosas importantes. Notamos que Eliseo preguntó a la viuda qué es lo que tenía en casa y la viuda respondió: Una vasija de aceite. Esto nos muestra que Dios quiere que usemos lo que tenemos a la mano para salir de la calamidad económica que enfrentamos. A veces decimos: Ah… si tan solo tuviera tal o cual cantidad de dinero, podría salir de mi triste situación económica. O, ah… si estuviera en tal o cual lugar, podría salir de mi triste situación económica. Pero con la viuda no aconteció así. Ella tenía sólo una vasija de aceite y de aquí Dios hizo el milagro. Usted también amable oyente, debe tener su propia vasija de aceite en su casa. No sé lo que será. Quizá alguna habilidad manual para hacer algo, o un lote de terreno, o una máquina de coser, o alguna herramienta para trabajar. Pues, si quiere salir de su atolladero económico, comience a usar lo que tenga más a la mano en plena dependencia del Señor. El Señor hará también prosperar esa actividad para permitir que salga de su calamidad económica. No sea como un amigo mío, quien se quedó sin trabajo, y por años se pasó de vago en su casa, aduciendo que si no encontraba un trabajo como el que había tenido antes, no iba a trabajar en nada. Claro, en cuestión de meses su economía se vino al suelo. Gracias a Dios que después entendió que él también tenía su propia vasija de aceite a la mano, para partiendo de allí producir lo necesario para él y su familia. También notamos que Eliseo dio instrucciones para que el milagro se realice a puerta cerrada. Eliseo no quería correr el riesgo que la gloria por el milagro sea para él o para la viuda y sus hijos. La gloria debe ser solamente para Dios y la ausencia de espectadores ávidos de ver lo sobrenatural garantizaba eso. ¿Qué aconteció después? Leamos lo que dice 2 Reyes 4:5-7. Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite.
2Ki 4:6 Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite.
2Ki 4:7 Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.
Fascinante final, amable oyente. Bien por la viuda. No preguntó detalles a Eliseo, no dudó en ningún momento. Sólo obedeció la palabra. Dios le premió con la realización del milagro. Allí encerrada con sus hijos, comenzó la operación multiplicación. Tomó su vasija con aceite y vertió el aceite en otra vasija totalmente vacía. Esta vasija se llenó. Pidió otra vasija e hizo lo mismo. Esta también se llenó. Así sucesivamente hasta que se terminaron todas las vasijas vacías. Uno de sus hijos informó que ya no quedaban más vasijas. Solamente allí cesó de fluir aceite de la vasija de la viuda. Qué maravilloso portento. Dios honró la sencilla fe de esta viuda y sus hijos. La viuda contó todo a Eliseo y pidió instrucciones. Eliseo dijo: Vende el aceite y con una parte de la venta, paga a tus acreedores y con la otra parte vive tú y tus hijos. La mujer dejó atrás el valle de la calamidad económica. Si eso pasó con esta viuda, amable oyente, también puede pasar con usted. Pero para eso necesita estar en dependencia de Dios por medio de su palabra y la oración, así como la viuda estaba en dependencia de Eliseo. Usted también necesita tener fe en Dios, una fe tan sencilla que simplemente hace lo que Dios pide sin preguntar ni qué ni por qué. Y Dios hará el milagro para que salga de su calamidad económica. No pierda la esperanza. Confíe en Dios y él lo hará.
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