Reciba cordiales saludos amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. A partir de este estudio, vamos a iniciar una corta serie acerca de los momentos difíciles que a todos nosotros nos ha tocado pasar en algún momento de nuestra vida. A estos momentos difíciles podemos compararlos con profundos valles. Podemos por tanto hablar del valle de la duda, el valle de la muerte, el valle de la depresión, el valle del agotamiento. Es esta oportunidad vamos a hablar acerca del valle de la duda.
Hace algunos años atrás, desperté de pronto una madrugada y algo dentro de mí que no puedo explicar, me impulsó a levantarme de mi cama y dirigirme a una ventana desde donde podía divisar el garage donde guardaba mi auto. ¡Qué susto! Por poco me da un infarto. El auto había desaparecido. No lo podía creer. Pensé que estaba soñando. Tal vez era una terrible pesadilla. Me acerqué a la puerta del garage y noté que había sido forzada. No era una pesadilla, era la triste realidad. Había sido una víctima más de tanta delincuencia. En algún momento durante la madrugada, los ladrones habían violentado las seguridades del garage de la casa y de alguna forma se dieron modos para robarse el auto sin hacer ningún ruido que me alerte a mí o a alguno de la familia. De esto han pasado varios años y hasta ahora no he vuelto a saber nada del auto robado. Por un buen tiempo me quedé sin auto. Fue una experiencia interesante adaptarse a vivir sin auto. Uno nunca aprecia lo que tiene hasta que lo pierde, afirma el popular dicho. Comparto esto con usted no para que me tenga lástima, sino porque a raíz de esta prueba, no fueron pocas las veces cuando no sé si Satanás o mi naturaleza pecaminosa o ambos, susurraron a mi oído cosas como: ¿A qué tipo de Dios sirves? Si ese Dios a quien sirves es poderoso, ¿Por qué no impidió que te roben el auto? ¿Es así como Dios premia a los que le sirven como tú lo estás haciendo? Perdón por compartir algo tan personal con usted, pero eso es lo que me estaba pasando y estoy seguro que si usted es temeroso de Dios y le sucede algo trágico, también le vendrán a la mente ideas como las que vinieron a mi mente. He conocido de casos de personas que inclusive han llegado a negar la existencia de Dios a raíz de alguna situación trágica en sus vidas. Es como cuando uno desciende a un profundo valle. El valle de la duda. ¿Se ha encontrado alguna vez en este profundo valle? Quizá la muerte inesperada de algún ser querido, tal vez un hijo o una hija que muere en un trágico accidente automovilístico le ha hecho dudar de la bondad de Dios. Quizá la bancarrota económica le ha hecho dudar del amor de Dios. O inclusive, el mismo Satanás le ha hecho dudar de su salvación. Si ha entrado al profundo valle de la duda, la Biblia tiene la respuesta para que pueda salir de este profundo valle. Si, ya sé, lo que alguien que está atormentado por las dudas me dirá: Pero mi duda me ha llevado a desconfiar de la palabra de Dios y aún del mismo Dios. No tengo nada de interés por abrir la Biblia y entender su contenido. No puedo concentrarme en el mensaje de la Biblia. Me hallo tan abrumado por las dudas que no puedo dar crédito a la Biblia. Bueno, si ese es el caso amable oyente, usted ha caído en el juego de Satanás. Usted está actuando justamente como Satanás quiere que actúe. La duda es siempre bien aprovechada por Satanás, para alejar el creyente de su comunión con Dios y echar a perder el gozo que el creyente podría tener en Cristo. Por tanto, aunque suene extraño confíe en la Biblia para salir de la duda, en realidad no existe otra salida efectiva amable oyente. La Biblia ofrece asideros que cual roca firme pueden ayudar a cualquier persona a salir del valle de la duda. Se llama las promesas de Dios. La Biblia está llena de preciosas y grandísimas promesas, según lo que afirma el apóstol Pedro en su segunda carta capítulo 1 versículo 4. La Biblia dice: por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia;
Estas promesas han sido dadas por un precioso y grandísimo Dios. Marcos 11:22 lo ratifica. La Biblia dice: Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.
La fe amable oyente, según el autor del libro de Hebreos es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. La palabra que se ha traducido como certeza significa literalmente algo que se ha diseñado para sostener, o lo que se pone debajo para sostener o la subestructura que soporta una edificación o simplemente los cimientos de una construcción. La fe es al creyente lo que el cimiento es a una edificación. Algo que garantiza que esa edificación permanecerá firme. Por tanto, la fe es la confianza de que lo que se espera en realidad va a suceder. La palabra que se ha traducido como convicción, simplemente significa una seguridad interna de que algo que el Señor ha prometido que se va a realizar. El Dr. Oswald Sanders lo ha descrito en palabras magistrales cuando hablando de la fe dice. La fe capacita al creyente a tratar el futuro como si estuviera en el presente y a tratar lo invisible como si fuera visible. Qué maravilla. Esto es fe. Un autor anónimo dijo: La fe ve lo invisible, cree lo increíble y recibe lo imposible. También se ha dicho que la fe es aceptar lo imposible, hacer sin lo indispensable y soportar lo intolerable. Y eso es lo que usted y yo necesitamos amable oyente para hacer nuestras las preciosas y grandísimas promesas que el precioso y grandísimo Dios ha puesto en las páginas de la Biblia. Por esto después de exhortar a los discípulos a tener fe en Dios, Jesús añadió, lo que tenemos en Marcos 11:23. La Biblia dice: Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.
Qué impactante. Charles Spurgeon solía decir: Un poco de fe llevará su alma al cielo, pero mucha fe traerá el cielo a su alma. Qué fantástico. ¿Está agobiado por alguna duda este momento? Aunque todo su ser clame a gritos que ni siquiera mire de lejos a una Biblia, hoy mismo vaya a esa vieja y amada Biblia y busque las preciosas y grandísimas promesas de Dios y por fe hágalas suyas. Verá como muy pronto, las obscuras nubes de la duda comienzan a disiparse y los refulgentes rayos de la luz de la esperanza comienzan a aparecer. La duda ve los obstáculos, la fe ve el camino. La duda ve la obscura noche, la fe ve el día, la duda impide dar un paso, la fe hace levantar vuelo, la duda pregunta: ¿Quién cree? La fe responde: YO. Eso es fe. Y eso es lo que usted y yo necesitamos para salir del profundo valle de la duda. Cuando Hudson Taylor el famoso misionero, emprendió su viaje a la China, lo hizo en un barco a velas. Cuando el barco se acercó a una isla habitada por caníbales, dejó soplar el viento y la nave poco a poco se iba aproximando a la orilla de aquella isla. Los aborígenes de la isla estaban anticipando un suculento festín. El capitán del barco se acercó a Hudson Taylor y le rogó que clame a Dios en oración por ayuda. Hudson Taylor dijo: Lo haré, siempre y cuando usted ice las velas para inflarlas con el viento. El capitán dijo: No haré el ridículo izando las velas de mi barco en ausencia total de viento. Hudson Taylor dijo: Entonces yo no oraré a Dios por ayuda. No lo haré hasta que usted ice las velas de la nave. De mala gana el capitán izó las velas temiendo ser ridiculizado por sus marineros. Hudson Taylor entonces se puso a orar. En eso, alguien tocó la puerta de su camarote. ¿Quién es? Preguntó Hudson Taylor. Era el capitán quien respondió: ¿Está usted todavía orando para que haya viento? Sí, dijo Hudson Taylor. Bien, respondió el capitán. Será mejor que deje de orar porque tenemos más viento que el que necesitamos. Gran lección para este capitán. Sus dudas se disiparon totalmente. La fe obró el milagro. Quizá usted también esté con falta de viento en las velas de la embarcación de su vida. O a lo mejor hay tanto viento que parece que la embarcación de su vida se va a ir a pique. No se preocupe amable oyente. No se desplome en el profundo valle de la duda. Levante su mirada y póngala en la persona de Dios quien nos ha hecho preciosas y grandísimas promesas en su Palabra. Por fe aprópiese de esas promesas y verá como muy pronto estará surcando los cielos como el águila.
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