Es un gozo estar nuevamente con usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Nuestro tema de estudio es el valle de la duda. En nuestro estudio bíblico anterior vimos que cuando una persona está en el profundo valle de la duda y desea salir de allí, necesita aferrarse a cuatro asideros que siempre están disponibles. El primero de estos asideros fue el tema de nuestro último estudio bíblico, las promesas de Dios. Para salir del profundo valle de la duda, el creyente debe apropiarse de las preciosas y grandísimas promesas que Dios nos ha dejado en su palabra, la Biblia. En el estudio bíblico de hoy, vamos a examinar el segundo asidero, confiar en la provisión de Dios.
Cuando todo va bien en la vida, normalmente no hay lugar para las dudas, pero cuando soplan los vientos de adversidad, o surge una situación imprevista, como una tragedia, por ejemplo, entonces asaltan las dudas con toda su fuerza. Dudas con respecto al amor de Dios, dudas con respecto a la sabiduría de Dios, dudas con respecto al poder de Dios. ¿Qué hacer para salir del profundo valle de la duda? Tenemos que aferrarnos a al menos cuatro asideros. El primero, el cual lo tratamos en nuestro estudio bíblico anterior, fue aferrarnos a las promesas de Dios. El segundo asidero es confiar en la provisión de Dios. Veamos qué es lo que dice la Biblia sobre esto. Permítame leer el texto en Mateo 6:25-34. La Biblia dice: Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mat 6:26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
Mat 6:27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
Mat 6:28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan;
Mat 6:29 pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.
Mat 6:30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
Mat 6:31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
Mat 6:32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
Mat 6:33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Mat 6:34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
Este pasaje bíblico muestra con absoluta claridad la fidelidad de Dios para proveer. La enseñanza central del pasaje en cuestión es que si Dios provee para las aves del cielo que no siembran ni siegan y sin embargo nunca les falta qué comer y si Dios provee para los lirios del campo que no trabajan ni hilan y sin embargo ni aun Salomón con toda su gloria se visitó como uno de ellos, cuánto más va a proveer alimento y abrigo para nosotros que somos sus hijos. Sería absurdo que Dios cuide de esta manera a las aves y los lirios y abandone a sus hijos, a nosotros. Ni de un ser humano se esperaría algo así. Por eso Jesús preguntó a sus oyentes: ¿No hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? Nuevamente vemos que la fe juega un papel importante para confiar plenamente en un Dios que es proveedor por naturaleza. Ante esto, la actitud correcta del creyente es no afanarse o no preocuparse, o no rodearse de duda sobre qué comeremos, o qué beberemos, o que vestiremos. De eso se encarga Dios amable oyente y Dios no puede fallar a su promesa de proveer estas cosas para los que son suyos. En lugar de afanarse o preocuparse o rodearse de dudas, sobre las necesidades básicas de la vida, el creyente debe enfocar su atención sobre el reino de Dios y su justicia, esto es lo que dice Mateo 6:33. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Esta es la palabra de Dios para usted, amiga, amigo oyente. ¿Quiere salir del valle de la duda? Entonces, aférrese al asidero de la confianza en la provisión de Dios. Lo único que Dios espera de usted es que dirija su atención, no a la necesidad que le ha conducido a la duda sobre Dios sino al reino de Dios y su justicia y en respuesta Dios se va a encargar de que usted y su familia tengan lo básico para subsistir en cuanto al alimento y al vestido. Fíjese lo que dice la Biblia en Salmo 37:25 Joven fui, y he envejecido,
Y no he visto justo desamparado,
Ni su descendencia que mendigue pan.
Así es amable oyente, los justos, los que buscan primeramente el reino de Dios y su justicia, no serán nunca desamparados por Dios. El salmista lo comprobó en su propia vida. Aun los hijos de los justos jamás se vieron en la necesidad de mendigar para tener que comer, porque el Dios que provee se encargó del alimento y el vestido de ellos. En su desesperación, amable oyente, a lo mejor ha dudado de la provisión de Dios. Yo le desafío en este momento a confiar en un Dios proveedor. Haga la prueba en su vida, deje de poner su mirada en lo mal que está económicamente o en la pérdida que acaba de sufrir, o en el dolor que está soportando, y a cambio ponga su mirada en crecer espiritualmente por medio de la palabra de Dios y la oración y en el servicio a Dios por medio de servir a los hijos de Dios y verá como muy pronto notará que Dios se encarga de satisfacer sus necesidades básicas a veces de formas milagrosas, porque él es el Dios que provee. Viene a mi mente el caso de Elías, el profeta del Antiguo Testamento. En una época de decadencia moral y espiritual de Israel, Elías anunció que Dios estaba por castigar a la tierra con una terrible sequía. El anuncio no fue bien recibido por el gobernante de turno, pero Dios protegió a Elías ordenándole que se esconda en el arroyo de Querit. Allí Elías tenía agua para beber, al menos mientras la sequía no se agravaba sobre a tierra. Pero ¿El alimento? ¿Sabe lo que hizo Dios? La historia relata que Dios envió cuervos para que traigan alimento a Elías. Cada día, los cuervos traían pan y carne por la mañana, y pan carne por la tarde y Elías bebía del arroyo. Qué milagro tan grande. Los cuervos no se comían ni el pan ni la carne, a pesar que el alimento escaseaba grandemente a causa de la sequía, sino que lo traían todo a Elías, quién sabe de dónde. Obviamente todo se debía a un Dios que provee que estaba en acción. Pero después de algunos días, el arroyo se secó y los cuervos dejaron de venir con pan y carne, pero Elías no dudó de la provisión de Dios. Elías sabía que no hay justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan. Dios por tanto dijo a Elías que salga de su escondite y se vaya a otro país, a Sarepta en Sidón. Allí Dios tenía preparado a una viuda y su hijo para que lo sustenten. Cuando Elías llegó a ese lugar, se encontró con aquella viuda mientras ella recogía leña. De buenas a primeras, porque sabía que el Dios que provee estaba en esto, Elías pidió a la viuda agua para beber y pan para comer. La pobre viuda dijo: No tengo pan cocido, sino solamente un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en una vasija y ahora recogía leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos y nos dejemos morir. La respuesta de Elías fue en el sentido de que está bien hacer lo que la viuda pensaba pero que primero dé el pan a Elías y después coma ella y su hijo. Dios se encargará de que la harina de la tinaja no escasee y que el aceite de la vasija no disminuya hasta Dios haga llover nuevamente sobre la tierra. La viuda hizo como Elías le dijo comió él y ella, y su casa muchos días, la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías. Parece una fábula amable oyente, pero no hay tal. Es la pura realidad y esta historia se ha repetido cantidad de veces hasta nuestros días, con infinidad de variantes, pero siempre manejadas por el Dios que provee. ¿Está en el profundo valle de la duda, amable oyente? Aférrese a las promesas de Dios y aférrese a la provisión de Dios. Le aseguro que no será jamás defraudado y muy pronto levantará alas para remontarse a las alturas y dejar atrás para siempre el profundo valle de la duda.
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