Reciba un cálido y fraternal saludo amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. A lo largo de esta serie estamos tratando el tema de cómo enfrentar los momentos difíciles que nos depara la vida. A estos momentos difíciles les hemos llamado valles. El primer valle que tocamos es el valle de la duda. Para salir del valle de la duda necesitamos aferrarnos a cuatro asideros importantes. El primero fue las promesas de Dios. El segundo, fue confiar en la provisión de Dios. En esta oportunidad vamos a hablar sobre el tercer asidero, descansar en el poder de Dios.
Caer en el profundo valle de la duda no es cosa liviana amable oyente. Es como vivir en medio de una densa oscuridad. La duda en algún momento se torna en poderosa cadena que ata a sus víctimas para impedir cualquier libertad de movimiento. Para salir del profundo valles de la duda es necesario aferrarse a algunos asideros. Uno de ellos se llama las promesas de Dios y el otro es la provisión de Dios. Ya hemos hablado sobre estos dos asideros en nuestros estudios bíblicos últimos. Hoy vamos a hablar de un tercer asidero. Lo hemos llamado el poder de Dios. Una de las armas favoritas de Satanás para atacar a los que están en el valle de la duda es hacerles creer que no existe poder en mundo ni fuera de él para cambiar la situación que están viviendo. Cuando Satanás logra que un creyente esté convencido de esto, Satanás ha ganado una batalla, porque simplemente ese creyente vivirá derrotado mientras tenga vida en este mundo. Un creyente derrotado hace mucho mal a la obra del Señor porque los creyentes que están alrededor de él se desaniman muy pronto, y los incrédulos dicen: Si eso es ser creyente, no gracias. Así como estoy me hallo muy bien. Por esto se torna de vital importancia el que el creyente en duda comience a confiar en un Dios que tiene todo el poder para hacer que las cosas cambien. Uno de los momentos más críticos en la vida de Pedro tuvo lugar un negra noche sobre las encrespadas aguas del mar de Galilea. Era entre las tres y las seis de la mañana. En eso, los discípulos que estaban en la barca, vieron que Jesús venía a ellos andando sobre el mar embravecido. Al verle, los discípulos se asustaron sobremanera y comenzaron a gritar: ¡Un fantasma! ¡Un fantasma! Al mirar la confusión, Jesús les habló diciendo: ¡Tened ánimo, yo soy, no temáis! Pedro hizo uso de la palabra y quizá con voz temblorosa por el miedo dijo a Jesús: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Jesús prestamente respondió: Ven. Pedro probablemente no esperaba una respuesta así, pero se sobrepuso al temor que le embargaba y revestido de una incipiente fe, bajó de la barca, puso un pie en el agua, y como era de esperarse, su pie se afirmó sobre el agua y no tuvo problema para poner el otro pie también. Quietamente comenzó a caminar sobre las aguas poniendo su mirada sobre Jesús, quien se acercaba a él caminando también sobre las aguas. Pero antes de encontrarse, Pedro quitó su mirada de sobre Jesús y se fijó en el fuerte viento. La duda sobre el poder de Jesús para mantenerle a flote sobre las aguas hizo presa de él. Un pánico terrible embargó todo su ser. Allí estaba el pobre, rodeado de densa oscuridad, y en medio un mar agitado. Tan pronto como comenzó a dudar del poder de Dios, Pedro comenzó a hundirse. Quizá luchó en su fuerza para mantenerse a flote, pero era imposible. Pedro recordó que lo que es imposible para el hombre es lo más sencillo para Dios y con el agua hasta el cuello gritó: ¡Señor, sálvame! Esta es la oración más corta que registra la Biblia. Son solamente dos palabras y fue realizada por un hombre casi hundido e el agua. Tan pronto Pedro terminó de hablar, Jesús se acercó a él, extendió su mano y lo tomó. Cuando Pedro recuperó el aliento, oyó las palabras de Jesús diciendo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Nuevamente notamos que la fe juega un papel importantísimo en esto de disipar las dudas. Mientras Pedro creía o tenía fe en que Jesús el Hijo de Dios tenía poder para hacerle caminar sobre el agua, Pedro se mantenía a flote. Pero cuando Pedro dejó de creer o dejó de tener fe en que Jesús el Hijo de Dios tenía poder para hacerle caminar sobre el agua, experimentó una de las crisis más severas en su vida. ¿Está usted amiga, amigo oyente, experimentando una crisis como la de Pedro? No piense que usted es suficiente para mantenerse a flote. Pedro lo intentó y sus manoteos descoordinados sobre las aguas, lo único que lograron fue hacer salpicar el agua y causar mas desesperación al ya apesadumbrado Pedro. Lo que usted necesita es aferrarse al poder de Dios. Necesita un acto de fe por el cual deja de luchar en su propia fuerza y clama desde lo más hondo de su ser: Señor, sálvame. Sólo así Dios intervendrá con poder, extenderá su mano y le tomará para ponerlo en un lugar seguro como lo hizo con Pedro. En el libro «El Lugar Secreto» Corrie Ten Boom relata como Dios usó su poder para preservarle la vida en momentos de tensa hostilidad en Holanda durante la segunda guerra mundial. Una noche de esas, Corrie no podía conciliar el sueño a causa del ruido ensordecedor de los aviones de combate que sobrevolaban la ciudad y disparaban su artillería con fiereza. Después de estar horas dando vueltas en la cama, Corrie escuchó un ruido en la cocina lo cual era señal de que su hermana Betsie estaba rondando por allí. Corrie decidió entonces que le vendría bien bajar a la cocina donde estaba su hermana para tomar una taza de té y conversar con su hermana. Las hermanas se quedaron conversando en la cocina todo el resto de aquella noche, todo el día siguiente, hasta que nuevamente se hizo de noche. La ciudad había soportado un día de terrible ataque de artillería aérea. Para entonces se había disipado el ruido de los aviones de combate, aunque de tanto en tanto se escuchaban explosiones a la distancia. Cansada y con sueño, Corrie se escurrió al lugar donde había estado durmiendo antes de bajar a la cocina la noche anterior y como era su costumbre, al llegar a la cama, palpó la almohada antes de poner su cabeza sobre ella. Pero esta vez se llevó una desagradable sorpresa. Algo muy filo sobre la almohada le lastimó la mano. Se fijó bien y se trataba de un trozo grande de metal de forma irregular con afiladas aristas de unos 30 cm. de longitud. Corrie llamó a gritos a su hermana mientras bajaba por la escalera con el metal en la mano. Mientras Betsie vendaba la mano herida de Corrie, las dos reconocieron que aquel trozo metálico era una enorme esquirla de granada que la noche anterior había caído directamente sobre la almohada de Corrie. Betsie no lo podía creer. Constantemente preguntaba a Corrie: ¿Estás segura que es tu almohada? A las dos se les erizaba el cabello con sólo pensar lo que hubiera pasado aquella noche, si Corrie se hubiera quedado en su cama en lugar de bajar a la cocina para tomar una taza de té con su hermana Betsie. Asombrada Corrie preguntó a su hermana: Betsie, si no hubiera bajado a la cocina ¿Qué hubiera pasado? Betsie respondió: No hables así Corrie. Para Dios no existe el si hubiera o el si no hubiera. Dios tiene todo el poder para cuidarnos. Esta es una historia de la vida real amable oyente. Dios en su poder echa mano de infinidad de recursos para lograr sus propósitos. Él puede hacer lo que usted ni siquiera puede imaginar para sacarle del problema en el que se encuentra. Usted sólo necesita confiar en un Dios poderoso que no escatima esfuerzo alguno para proteger a los que somos suyos. A lo mejor su problema tiene que ver con alguna enfermedad incurable por la ciencia médica y usted ha pensado que todo ya está dicho, que no hay ninguna esperanza para usted y que todo se resume a esperar la muerte con resignación. Pero confíe en Dios amable oyente. Dios tiene el poder suficiente para sanarle de una manera milagrosa en respuesta a la oración, o mediante la intervención de los médicos o las medicina. Dios todavía no ha terminado con usted aunque en su desesperación usted piense lo contrario. Pero no nos confundamos, Dios no está obligado a sanar a todo enfermo. Dios es soberano en esto. Es posible que la voluntad de Dios es que usted nunca se sane, pero eso no significa que Dios no tenga todo el poder para sanarle. Y si Dios no llegara a sanarle, tenga por seguro que en su poder Dios le dará toda la fuerza para que usted enfrente su enfermedad con gozo y esperanza. Puede ser que su problema sea un hijo que se ha metido en las drogas. Confíe en Dios y encomiende a su hijo al poder de Dios para librarle de las drogas. Después de todo, el mismo poder que evitó que Pedro se hunda cuando caminó sobre las aguas, está a su disposición para que su hijo no se hunda en las drogas.
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