Cordiales saludos amable oyente. Soy David Araya y me da mucho gozo darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. En nuestro estudio en el Evangelio según Mateo, hemos llegado al capítulo 23. Este capítulo está saturado de verdades importantes para la época que Jesús estuvo en la tierra y también para cualquier época de la humanidad. En instantes más estará junto a nosotros David Logacho para hablarnos sobre esto. Este estudio bíblico es parte de la serie titulada: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores.
Qué bendición es para mí contar con su sintonía. En nuestro último estudio bíblico en el Evangelio según Mateo, vimos que con sabiduría divina, Jesús hizo callar a todos sus enemigos, desde los herodianos, hasta los ancianos del pueblo, el famoso sanedrín, pasando por los escribas, fariseos, saduceos y principales sacerdotes. Esto motivó a Jesús a enseñar a los suyos sobre lo que bien podríamos llamar los vicios de la religión. Lo que vamos a comenzar a estudiar, es el último mensaje público del Señor Jesucristo. Así que, si la tiene cerca, abra su Biblia en Mateo 23. Antes de relatar el mensaje de Jesús, Mateo nos muestra a quienes se dirigió Jesús. Leo en Mateo 23:1. La Biblia dice: Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:
Los enemigos de Jesús quedaron atrás. Jesús ya no tenía nada que hacer con ellos, pero tenía mucho para hacer con los suyos. Básicamente Jesús enseñó a la gente, luego denunció a los fariseos y finalmente se lamentó por Jerusalén. Vayamos a lo primero. Se encuentra en los versículos 2 a 12. La enseñanza de Jesús gira sobre los errores del fariseísmo, los cuales son los vicios de toda religión. El primer error de los fariseos es que no practicaban lo que creían. Leo en Mateo 23:2-3. La Biblia dice: En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.
Cuando Jesús dice que los escribas y fariseos se sientan en la cátedra de Moisés, se está refiriendo al hecho que los escribas y fariseos pretendían tener autoridad para hablar como si ellos mismos fueran Moisés. Prácticamente se “sentaban en la silla de Moisés” entre comillas. Ciertamente pensaban en grande de ellos mismos. Pero el problema más serio de los fariseos no era eso. La enseñanza de los fariseos, sin ser perfecta, no era tampoco lo peor. El problema más serio de los fariseos era que enseñaban una cosa pero practicaban algo totalmente diferente a lo que enseñaban. Esto se llama hipocresía religiosa. Por eso Jesús aconsejó a los suyos diciendo: Hagan todo lo que dicen los fariseos, pero tengan mucho cuidado con seguir el ejemplo de lo que ellos hacen. Quiera Dios que ninguno de los que somos suyos nos encontremos como los fariseos, diciendo lo que se debe hacer pero no haciéndolo. El segundo error de los fariseos era que exigían cosas que ni ellos mismos podían cumplir. Note lo que tenemos en Mateo 23:4. La Biblia dice: Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
Los fariseos eran expertos en añadir cosas a la ley de Moisés. Esas añadiduras supuestamente debían servir de protección para no quebrantar la ley de Moisés, pero en la práctica, lo único que lograron era hacer más pesada la carga que la gente tenía que llevar sobre los hombros. Como si esto fuera poco, los propios fariseos ni siquiera hacían el intento de cumplir con lo que exigían a los demás. Actuaban como alguien intentando mover una enorme roca con tan solo tocarla con un dedo. Lo que Jesús está cuestionando es básicamente el legalismo religioso. El legalista piensa que mientras más miserable se haga la vida, más contento va estar Dios. Algo tan contrario a esa vida en abundancia que Jesús nos vino a dar. Cuidado amable oyente con añadir mandamientos humanos a lo que Dios ha dicho en su palabra, para aparecer mejores que otros o para tratar de congraciarnos con Dios. No seamos legalistas religiosos. El tercer error de los fariseos era su pasión por buscar la aprobación de la gente. Permítame leer el texto en Mateo 23:5. La Biblia dice: Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos;
En lugar de cumplir con lo que ellos mismos añadieron a la ley, los fariseos se dedicaron a impresionar a la gente con sus ritos y ceremonias saturadas de espectacularidad. No les interesaba mucho agradar a Dios sino agradar a los hombres. Para eso, era notorio en la sociedad judía de esa época, que los fariseos ensanchaban sus filacterias. La filacteria era una cajita cuadrada de cuero, que contenía cuatro tiras de pergamino, en las que estaban escritos cuatro pasajes del Antiguo Testamento: Deuteronomio 11:13-21, Deuteronomio 6:4-9; Éxodo 13:11-16 y Éxodo 13:1-10. Durante la oración, las llevaban sujetas la una en la frente entre las cejas, y la otra en el brazo derecho cerca del codo. Se las sujetaba con tiras de cuero, que los fariseos las ensanchaban para atraer más la atención hacia ellos mismos. Esta práctica se basa en Deuteronomio 6:8. Jesús no critica la práctica en sí mismo, sino el afán de lucirse ante los hombres por medio de su uso. Otra manera de agradar a los hombres por parte de los fariseos era extendiendo los flecos de sus mantos. Esta práctica consistía en hacer flecos o franjas en los bordes de sus vestidos para poner en cada franja un cordón de azul. Tenía el propósito de que cuando se las vea se acuerden de los mandamientos de Jehová. Esta práctica se basaba en Números 15:38. El problema de los fariseos era que extendían exageradamente sus franjas o flecos de sus mantos para que sea muy obvio a los hombres que estaban cumpliendo con la ley. El cuarto error de los fariseos era que amaban sentirse superiores a los demás. Les encantaba andar con la nariz alzada. Ponga atención a lo que leo en Mateo 23:6-12. La Biblia dice: y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Los fariseos se morían por sentirse superiores a todos los demás. Les fascinaba ocupar los primeros lugares en las cenas y las sinagogas. Les encantaba que la gente les admire porque al llegar a una cena o a una sinagoga, los asistentes les hagan calle de honor hacia los lugares de mayor importancia. Cuando estaban en las plazas, les agradaba enormemente que la gente les salude. Cada saludo era una letanía interminable de halagos lisonjeros. Se derretían cuando la gente les llamaba: Rabí, Rabí. El título Rabí significa literalmente: Mi maestro. Era un trato que se usó para referirse exclusivamente a dos personas: A Juan el Bautista y principalmente a Jesús. Ellos tenían sobras de merecimiento. Pero entre los discípulos de Jesús nadie debería ser tratado con el título de Rabí. ¿La razón? Jesús dijo: porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Qué importante que este principio para los discípulos de Jesús. Hoy en día nadie usaría el título de Rabí, pero usan otros títulos que tienen la misma connotación. Yo siempre he sostenido que el mejor título para anteponer al nombre de un creyente, es simplemente: Hermano. Pero para mí es mejor no usar ningún título. En la misma línea, Jesús da un mandato que poco se obedece en los círculos religiosos hoy en día. Jesús dijo: A nadie llamen padre en la tierra, porque el único que merece el título de Padre es el Padre celestial que está en los cielos. Así que todos los que se hacen llamar padre tal o padre cual, es mejor que se despojen de ese título. De la misma manera, entre creyentes no debemos atribuirnos el título de Maestro, porque como ya dijo Jesús, hay un Maestro, él es el Cristo. Todo esto de títulos antes del nombre obedece a un afán por sentirnos superiores a los demás, pero el consejo de Jesús fue: El que es el mayor de vosotros sea vuestro siervo. Esto es la grandeza del servicio. Los fariseos del tiempo de Jesús no lograban que este principio penetre en su mente y lamentablemente muchos hoy en día tampoco. La humillación es el camino hacia la exaltación. Jesús dijo: Porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido. Los fariseos nos dan un cuadro perfecto de los vicios de la religión. ¿Cuáles son? No practicar lo que creen, exigir a los demás cosas que los mismos proponentes no pueden cumplir, buscar aprobación de la gente y no de Dios y sentirse superiores a los demás. Cuidado con estos vicios amable oyente.
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