Bienvenidos a este nuevo programa. Toma tu Biblia y acompáñame al libro de Romanos 8, versículos 1 y 2, esto dice: “ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”. Por lo tanto, Dios ya no cuenta tu pecado contra ti. ¡Esto es gracia!, no obstante, podrás decir, bueno todavía lucho con ello. Sí, en Romanos 7 Pablo nos recuerda: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”.
Éste es un pasaje escalofriante. Pablo añade: “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. !Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado”. La gracia no es algo que simplemente nos salvó, sino es algo que continúa salvándonos ahora; algo que nos da poder. Ahora ves por qué no podemos dejar el Evangelio allí. El Evangelio es grandioso para nuestras vidas hoy, para nuestras luchas de hoy, para las tentaciones que enfrentaremos esta semana. Tú necesitas el evangelio, necesitas la gracia de Dios.
Quiero que pienses en la gracia por un momento. La gracia es nuestro mensaje y nuestro amo, además es nuestra motivación; y esto es enorme. Leamos Filipenses 2, 13, esto dice: “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Ahí podemos ver claramente que Dios es quien trabaja en nosotros. En un momento, vamos a hablar acerca de las obras en la salvación. Vamos a llegar allí, pero tenemos que ver esto primero. Necesito que me sigas y prestes mucha atención para evitar cualquier malentendido. La gracia es nuestra motivación. Es decir, la motivación para nuestra obediencia nunca es la gratitud hacia Dios. Recuerda, necesito que me prestes mucha atención aquí, la motivación para nuestra obediencia nunca es gratitud hacia Dios. Ahora, déjame decirte lo que no estoy diciendo, no creo que las Escrituras de ninguna manera enseñen que la gratitud es algo negativo. Por el contrario, la gratitud es algo muy bueno. Se supone que tenemos la intención de tener corazones agradecidos, esto es parte de la adoración.
Ahora, quiero que pienses conmigo sobre cómo la gratitud, algo bueno, puede convertirse en una motivación incorrecta para nuestra obediencia. Quiero que pienses conmigo en la gratitud. Si alguien hace algo muy bueno por ti, entonces tú sientes gratitud y la forma en la que a menudo podrías pensar es, bueno, tengo que hacer algo en retorno. Necesito hacer algo por esta persona. Entonces, si alguien hace algo amable por nosotros y lo sentimos o lo recordamos, lo llamamos una deuda de gratitud. Por ejemplo, imagina que alguien te hace un favor muy grande, al sentir una deuda de gratitud podrías pensar: bueno, necesito al menos llevar a estar persona a comer algo a McDonald’s o algo así. Ahora, quiero que pienses en cómo este tipo de pensamiento está impregnado en el cristianismo contemporáneo, seguramente alguna vez habrás escuchado a alguien decir: mira todo lo que Dios hizo por ti. Ahora, ¿cuánto vas a hacer eso tú por Él? Entonces, la gente se cuestiona ¿qué puedo hacer por Él ahora? Y razonan de la siguiente manera: bueno, si Jesús hizo todo eso, entonces le daré mi vida, mi dinero, mi casa, mi familia, mi auto y todo lo que tengo; le voy a entregar todo por lo que hizo por mí.
Ahora, querido oyente, tal vez podrás pensar: bueno, ¿qué pasa con eso? Y quiero que pienses sobre este punto. Estamos empezando a pensar en todo lo que hacemos y en nuestra relación con Cristo. Todo lo que hacemos en el cristianismo ahora es deberle una deuda de gratitud, pero la realidad es que tan pronto como pagas una cosa por una deuda con Dios estás minando la base misma de la gracia. Es gracia porque simplemente no puedes pagarla. No puedes pagarle a Dios. Esto se convierte en un estilo de vida religioso, enfermizo, donde realmente comenzamos a pensar que, con nuestra asistencia a la iglesia, nuestra lectura de la Biblia, nuestras oraciones y todas las demás cosas que hacemos, de algún modo le devolvemos a Dios todo lo que ha hecho por nosotros, pero la realidad es maravillosa, no estamos en deuda con Dios, y nuevamente quiero que prestas suma atención a mis palabras.
Por favor, sigue conmigo aquí. No estamos en deuda con Dios. Ciertamente, Él ha dado su vida, se dio a sí mismo, la pregunta no es ¿qué podemos darle de vuelta? Esta es la belleza del cristianismo que Dios nunca ha dejado de darnos. Esta es la clave. La realidad es que no puedes vivir para Él a menos que siga dándote y por lo tanto nunca podrás volver a pagarle una cosa a Dios porque su gracia no solo te salvó, su gracia es lo que te está salvando, te está sosteniendo en estos momentos. Ahora, cuando creemos que podemos pagarle a Dios, estamos siendo arrogantes. La realidad es la siguiente, si tú has sido un seguidor de Jesucristo durante 75 años, estás tan desesperadamente en necesidad de su gracia hoy como hace 75 años. Dios no está negociando contigo, no pretende realizar un trato comercial, y ¿sabes por qué? Porque no tienes nada que ofrecerle. ¡Absolutamente nada! Esta es la belleza del cristianismo. No estamos en deuda con Dios. La gratitud no es la motivación al obedecerle. La motivación para nuestra obediencia es la gracia de Dios. Siempre será su gracia.
Su gracia es lo que nos motiva. No estamos en deuda con Dios. Antes bien, estamos habitados por Dios, es su gracia la que vive en nosotros. Esta es la belleza del cristianismo. Nosotros nunca podremos relegar la salvación a los intentos de ganar el favor de Dios o los intentos de pagarle por todos sus favores. Esto socava la base misma del Evangelio. Andrew Murray expresó mejor esta idea en su libro llamado «Permanecer en Cristo» él dijo: fue Jesús quien te atrajo y te dijo, ven.
Por lo tanto, es Jesús quien te retiene cuando permaneces en su gracia, todo logro y meta alcanzado desde ese momento es únicamente por Él y para Él. En síntesis, estamos habitados por Dios y su gracia sostiene todas las facetas de nuestra salvación. Si realmente estamos entendiendo esto, comenzaremos a pensar: bueno, entonces, ¿qué hago si es Dios quien trabaja en mí? ¿qué debo hacer yo? Y es en ese momento cuando mucha gente comenzó a pensar, bueno, no hay nada que pueda hacer “voy a dejar que Dios haga las cosas”, y esta idea pasiva del cristianismo tampoco es el evangelio, lo que nos lleva a la segunda verdad. La gracia es la base de cada faceta de nuestra salvación. Espero que tengas tu corazón y mente abierta a estas verdades desafiantes.
Entonces, la fe es el vínculo ordenado por Dios entre su trabajo y el nuestro en la obra de la salvación. Ahora, aquí es donde finalmente llegamos al punto de conflicto, en programas pasados analizamos este pasaje, Mateo capítulo 7, verso 21, que dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Obviamente la obediencia a la voluntad del Padre es muy importante para Jesús e incluso tiene algo que ver con el papel de las obras en nuestra salvación. Cabe resaltar que, en cierto sentido tienen relevancia, sin embargo, hemos visto y sabemos que no hay posibilidad de que podamos hacer nada para ganar nuestra salvación.
Sabemos que la fe es la única forma en la que podemos ser salvados. Sabemos que únicamente somos justificados mediante la fe, entonces, ¿cómo se relacionan el trabajo de Dios y el nuestro? Aquí es donde entra en escena Filipenses, capítulo 2, versículos 12 y 13. Escucha con atención lo que dice. Versículo 12: “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. Este es tu trabajo activo, pero ¿cómo sucede? “porque Dios es el que en vosotros produce” de manera que, es Dios quien actúa en ti. Entonces, tenemos a Dios y al hombre trabajando codo con codo.
Ahora bien, esta palabra, “ocupaos en vuestra salvación”, literalmente significa crear tu salvación, producir tu salvación, completar tu salvación, lo cual veremos un poco más adelante. ¿Entonces cómo lo hacemos? La respuesta es la fe. La fe es el vínculo, los versículos 12 y 13 de Filipenses pueden estar abiertos a malentendidos. Algunos podrán pensar, bueno, Dios hace su parte y luego hago la mía, sin embargo, esto no es lo que Filipenses 2 nos está enseñando. Lo que Filipenses está diciendo es que trabajamos, pero cuando trabajamos, es Dios quien está trabajando en nosotros y la única forma en que podemos trabajar es si el trabajo de Dios es evidente en nuestras vidas. El trabajo no está dividido en dos partes, una para Dios y otra para el hombre.
No es que traigo mi parte del trabajo a la mesa. Sino que, cualquier trabajo que pongas a la mesa, es porque Dios está trabajando en ello. Déjame mostrarte esto en las Escrituras. Ven conmigo a Colosenses capítulo 3. Te mostraré esto en dos lugares diferentes. Colosenses, capítulo 3 versículo 1 dice: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo”. Aquí se nos está hablando de lo que sucedió cuando llegamos a la fe en Cristo y quiénes somos en Él. Desde entonces, has sido resucitado con Cristo. Entonces, “buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”. Escucha también el versículo 3: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”. Esta es la imagen. Porque tu vida ahora está escondida con Cristo en Dios, ¿quién es tu vida? Cristo es tu vida, es decir, tu vida no es tuya, sino que Cristo es tu vida. Esto es lo que eres ahora.
Continuando con el pasaje en Colosenses 3, escucha esta exhortación: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”. Aquí está la imagen. ¿Lo viste? ¿Quién está renovando? Dios está haciendo el trabajo. Él te ha quitado la vida.
Él ha hecho de Cristo tu vida. Es lo que sucede cuando nacemos de nuevo y ahora lo que sucede es que hacemos todas estas cosas: evitamos la mentira, la calumnia, la ira, la impureza, la lujuria, etc. Hacemos esto porque Cristo es nuestra vida, lo que nos permite hacer estas cosas es simplemente Él. Nuestra posición en Cristo es la forma en que se lleva a cabo este proceso. Es el trabajo de Dios en nosotros, pero indudablemente estamos trabajando. 2da de Pedro, Capítulo 1 te muestra la misma escena y Gálatas capítulo 2, versículo 20 también lo hace al decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Es decir, la fe es el medio por el cual me identifico con el Cristo crucificado que me ha dado la victoria sobre el pecado día tras día. Ahora, echa un vistazo a 2da de Pedro, capítulo 1 versículo tres: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor”. ¿Ves la imagen ahora? No es el trabajo sólo de Dios. En otras palabras, nuestro trabajo comienza y se alinea tras Él, su trabajo permite el nuestro.
Espero que puedas acompañarnos en nuestro próximo programa y conocer juntos la verdad eterna de la Palabra de Dios y su gracia en nuestra vida. Que Dios te bendiga.
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