Hola amigo oyente, que bendición estar contigo, estamos involucrados en una serie titulada, la esencia del evangelio. Y en el programa anterior estudiamos algunos versos importantes y hoy quiero pedirte que me acompañes con tu Biblia a Filipenses 2 los versículos 12 y 13, esto dice: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.
Esto nos está enseñando que, cuando trabajamos, es Dios quien está trabajando en nosotros. El trabajo no está dividido en dos partes, una para Dios y otra para el hombre. No es que traigo mi parte del trabajo a la mesa. Sino que, cualquier trabajo que pongas a la mesa, es porque Dios está trabajando en ello. Déjame mostrarte esto en las Escrituras. Ven conmigo a Colosenses capítulo 3. Te mostraré esto en dos lugares diferentes. El primero está en Colosenses, capítulo 3 versículo 1 dice: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo”. Aquí se nos está hablando de lo que sucedió cuando llegamos a la fe en Cristo y quiénes somos en Él. Desde entonces, has sido resucitado con Cristo. Entonces, “buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”. Escucha también el versículo 3: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”. Esta es la imagen. Porque tu vida ahora está escondida con Cristo en Dios, ¿quién es tu vida? Cristo es tu vida, es decir, tu vida no es tuya, sino que Cristo es tu vida. Esto es lo que eres ahora.
Continuando con el pasaje en Colosenses 3, escucha esta exhortación: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”. Aquí está la imagen. ¿Lo viste? ¿Quién está renovando? Dios está haciendo el trabajo. Él te ha quitado la vida. Él ha hecho de Cristo tu vida.
Es lo que sucede cuando nacemos de nuevo y ahora lo que sucede es que hacemos todas estas cosas: evitamos la mentira, la calumnia, la ira, la impureza, la lujuria, etc. Hacemos esto porque Cristo es nuestra vida, lo que nos permite hacer estas cosas es simplemente Él. Nuestra posición en Cristo es la forma en que se lleva a cabo este proceso. Ese es el trabajo de Dios en nosotros, pero indudablemente, nosotros también estamos trabajando.
2da de Pedro, Capítulo 1 te muestra la misma escena, este verso dice: “a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra” y Gálatas capítulo 2, versículo 20 dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Es decir, la fe es el medio por el cual me identifico con el Cristo crucificado, el cual me ha dado la victoria sobre el pecado día tras día.
Ahora, echa un vistazo a 2da de Pedro, capítulo 1 versículo tres, esto dice: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor”. ¿Ves la imagen ahora? No es el trabajo sólo de Dios. En otras palabras, nuestro trabajo comienza y se alinea tras Él, su trabajo permite el nuestro.
Entonces, ¿cómo es la fe el vínculo entre el trabajo de Dios y el nuestro? Aquí es donde quiero que me sigas con atención. La fe involucra dos cosas y funciona a partir de nuestra salvación. Número uno, implica una dependencia radical del trabajo de Dios en nuestras vidas. ¡Dependencia radical! En consecuencia, dependemos de Dios para darnos vida. Necesitamos fe tanto para nuestra salvación como para nuestra santificación. Ahora bien, obviamente hay diferencias, pero al igual que cuando Dios abrió tus ojos en el momento de la salvación, los abrirá para mostrarte tu necesidad diaria de Él. Necesitamos que Dios abra continuamente nuestros ojos para que dependamos de Él, de su gracia y de su Evangelio.
A lo largo de todas las Escrituras podemos ver que no nos salvamos por nuestra autosuficiencia o para vivir en autosuficiencia sino para depender de Dios, para vivir en la dependencia de Él. Sin lugar a dudas, necesitamos de Dios. Nos acercamos a Él con las manos vacías, porque no podemos traer nada delante de su presencia. Él tiene que hacer un trabajo en nosotros. Continuamente, momento a momento dependemos de Él. Esta es la clave. Tenemos que aferrarnos a Él porque así es como las cosas funcionan. Además, hacer cosas no nos gana nuestra salvación porque la realidad es cualquier cosa que estábamos haciendo, proviene de ¿quién? Proviene de Dios.
Entonces, no estamos ganando nuestra salvación ante Dios porque es Dios mismo quien trabajando en nosotros constantemente. Esta es la vida de fe, constantemente, momento a momento, día a día; depender de Dios para llevar una vida de piedad. Nunca en un punto de autosuficiencia.
Ahora, podrás pensar, ¿no debíamos ocuparnos en nuestra salvación? Definitivamente sí, vamos a depender de Dios y mediante la fe nos acercaremos con las manos vacías en necesidad. Entonces, como hablamos en el programa anterior, Dios cambia nuestros corazones. Ahora, obviamente, el cambio nos costará. Necesitamos que Él moldee nuestros corazones y esto es exactamente de lo que habla el primer capítulo de Filipenses, el versículo 13. Es Dios quien trabaja en ti para hacer dos cosas, querer y hacer por su voluntad. Él moldea nuestros corazones. Esto no es solo hablar de nuestros deseos, esto es hablar de la profundidad de nuestros deseos y de lo que estamos diciendo con fe. Esta es la actitud de la fe y esta actitud está diciendo que como seguidores de Cristo día a día, quiero lo que Él quiere. Simplemente, deseo hacer lo que Dios quiere.
Vivimos en una cultura en la que estamos rodeados por los placeres de este mundo y la fe dice a diario: “Dios, estoy rodeado de todos estos placeres. Necesito nuevos apetitos de tu parte. Necesito tu gracia para cambiar mis deseos. Luego, cuando cambies mi corazón, necesito que lo moldees más y más.” Mira, ciertamente, Dios es fiel. Lo que sucede es que necesitamos que moldee nuestros corazones. Este proceso de transformación está en marcha. Sin embargo, hemos llegado a la conclusión errada de que sólo necesitamos a Dios en nuestro nuevo nacimiento.
Segundo, necesitamos su poder en nuestras vidas. ¿Recuerdas? Ezequiel capítulo 36, verso 27 dice: “Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”. Por lo tanto, Él pone su Espíritu en nosotros para permitirnos obedecer sus mandamientos. La realidad es que la única forma en que podemos actuar, trabajar y vivir una vida cristiana es por fe. Necesitamos confiar en Dios y permitirle trabajar. No solo es un deseo de santidad, sino un deseo de plenitud y para ello necesitamos ser capacitados por Él mediante la fe. ¿Te das cuenta? la fe es fundamental. Es completamente fundamental, en el caminar día a día.
Entonces, Dios está infundiendo poder en nuestras vidas y la fe es sencillamente la dependencia de Él para llevar a cabo esto. La realidad es que, cuando la fe depende de Él para hacer esto, descubrimos la segunda faceta de la misma. La fe es radical. En consecuencia, dependemos de una devoción radical a la voluntad de Dios en nuestras vidas, y aquí es donde entra en juego tu trabajo. Por favor, presta mucha atención, Pablo le dice a cada creyente verdadero, a cada seguidor de Cristo: “ocupaos en vuestra salvación”. En otras palabras, trabaja diligentemente, trabaja duro, trabaja con disciplina.
¿Te das cuentas? trabaja, trabaja, ocúpate en tu salvación. Y muchos podrán decir, bueno, eso es legalismo. Sin embargo, permíteme decirte que no es así. Esta es la ejecución de la vida cristiana y la elaboración de la salvación están respaldadas por la gracia de Dios y Jesucristo. Trabajamos y trabajamos duro como seguidores de Cristo, no por nuestra propia fuerza, sino por Él que está con nosotros.
Déjame mostrarte algunos pasajes importantes al respecto. Echa un vistazo a 1era a Corintios capítulo 15, verso 10. Definitivamente debemos trabajar activamente en nuestra salvación, en aquel proceso de santificación. Ocuparse en la salvación no es pasar horas en Internet o en la televisión, no es participar en charlas ociosas o dejarse llevar por los placeres de este mundo. Así no es como nos santificados. La santificación se vuelve una realidad a través del trabajo. Pero éste es un trabajo que Dios nos permite hacer. Acompáñame a 1era a Corintios capítulo 15, versículo 10, aquí tenemos a Pablo hablando del Evangelio, pero leamos unos versos antes para entender el contexto, escucha lo que dice en el versículo 9: “Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios”. Ahora, escucha el versículo 10: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. ¿Te fijaste?, ¿cuál es el ingrediente principal? La gracia de Dios. El texto comienza hablando de la gracia de Dios. En la mitad, te recuerda su arduo trabajo y finalmente, concluye diciendo, es por la gracia de Dios.
¿Puedes imaginarlo? Pablo levantándose por la mañana y preguntándose, ¿cómo voy a vivir una vida cristiana? Si nos hiciéramos la misma pregunta, solamente podríamos responder de la siguiente manera, “Dios no puedo hacer esto. Tu gracia es todo lo que tengo. Necesito tu gracia, tu poder trabajando en mí. Necesito que me capacites para vivir tu Palabra”. Dependencia de la gracia, de eso se trata la fe. La dependencia de la gracia se desarrolla momento a momento, día a día, en la vida de Pablo. Todo el día mira constantemente la gracia de Dios y está trabajando duro y es por la gracia de Dios que llega al final. Después de un largo día predicando, ya sabes, haciendo un pequeño milagro por aquí otro por allá. Él mira hacia atrás y dice, pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo. Es todo por gracia, en este contexto, Él dice: he trabajado más que todos ellos.
Permíteme mostrarte otro verso. Colosenses capítulo 1, versículo 27: “a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”. Pablo dice: Cristo está en ti.
Él está trabajando, Él está proclamando, Él está amonestando. Él les está enseñando a todos para que puedan presentar a todos perfectos en Cristo, ¿con qué fin? el versículo 29 dice: “para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí”. ¿Te das cuentas de las palabras utilizadas en este texto? “trabajo”, “luchando”, no lo pases por alto. Pablo está trabajando, se está esforzando, está luchando. Su salvación es proclamar el Evangelio, amonestando a las personas a creer. Él está viviendo la vida cristiana. Pablo dice: estoy luchando y lo hago con toda la energía de Dios trabajando en mí. Querido oyente, éste es el secreto detrás de la imagen de ocuparnos en nuestra salvación; sencillamente Dios nos infunde su poder.
Charles Studd fue un jugador de críquet británico y misionero. A sus 50 años fue a China y luego a la India. En lugar de jubilarse y llevar una vida tranquila, él continuó por Sudán llevando a la gente de ahí a Cristo. Se hizo conocido por realizar Cruzadas de la Evangelización en todo el mundo: Asia, África y América del Sur. Murió en el medio de Sudán a los 70 años. Quiero que escuches lo que escribió poco antes de morir, él dijo: “Demasiado tiempo, hemos estado esperando para comenzar. El tiempo para esperar ha pasado. Nos atreveremos a confiar en nuestro Dios y lo haremos con su alegría indescriptible cantando en voz alta, y nuestros corazones confiarán en Él. Su alegría estará en nuestros corazones. Preferimos morir confiando sólo en Dios que vivir confiando en el hombre”. Puedes ver claramente como este hombre vivió por fe. Cuando llegamos a esta posición, la batalla ya está ganada. Al final de la gloriosa campaña. En el interior tendremos la verdadera santidad de Dios, y no solamente palabras delicadas o pensamientos bonitos. Antes bien, tendremos una verdadera santidad de fe atrevida y obras para Jesucristo.
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