¿Jonas murió dentro de la ballena?

Cuando Jonás fue tragado por la ballena, ¿se murió en el vientre de la ballena y después resucitó cuando fue vomitado?, o estuvo todo el tiempo vivo.

Interesante su consulta. Veamos algunos detalles de la historia de Jonás y el gran pez. Incidentalmente, la Biblia nunca habla en absoluto de una ballena tragándose a Jonás, sino simplemente de un gran pez tragándose a Jonás. ¿Qué tan grande era este pez? La respuesta queda a su imaginación.

Muy bien, Jonás recibió un llamado de Dios para una obra específica y por alguna razón para él muy importante, decidió desobedecer a Dios. En lugar de ir al sitio donde estaba la voluntad de Dios, tomó una embarcación para trasladarse a un sitio distante de la voluntad de Dios. Jehová quería dar una lección a Jonás e hizo levantar un gran viento en el mar y hubo en el mar una tempestad tan grande que se pensó que se partiría la nave.

Cuando los marineros identificaron que Jonás era el motivo para tan grave percance, preguntaron a Jonás qué es lo que deberían hacer. Jonás respondió: Tomadme y echadme al mar, y el mar se os aquietará porque yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros.

Los marineros así lo hicieron y el mar se aquietó de su furor. Pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches. ¿Qué sucedió entonces? ¿Será que murió Jonás en el vientre del gran pez? No, Jonás se pasó todo ese tiempo orando a Dios.

Su oración aparece en el libro de Jonás capítulo 2:1-9 que dice: «Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez, y dijo: Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; Desde el seno del Seol clamé, Y mi voz oíste. Me echaste a lo profundo, en medio de los mares, Y me rodeó la corriente; Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí. Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos; Mas aún veré tu santo templo. Las aguas me rodearon hasta el alma, Rodeóme el abismo; El alga se enredó a mi cabeza. Descendía los cimientos de los montes; La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío. Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo. Los que siguen vanidades ilusorias, Su misericordia abandonan. Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios; pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová»

Esta es una oración llena de significado. No es de ninguna manera una plegaria espontánea. Jonás debe haber meditado mucho sobre las razones para llegar a ese punto en su vida. Debe haber meditado mucho en que con Dios no se puede jugar. Debe haber meditado mucho en que Dios disciplina, pero aún en la disciplina es misericordioso. Debe haber meditado mucho en que Dios está dispuesto a dar otra oportunidad. Debe haber meditado mucho en que la salvación solo puede venir de Jehová.

Esto solo es mucho para meditar, no se diga todo lo demás en lo cual habrá meditado Jonás. Solo así pudo elevar a Jehová la oración que fue leída. De modo que Jonás debió haber estado muy consciente de quien era, donde estaba, por qué estaba en esas condiciones y sobre todo, consciente de que si bien su situación era desesperada, sin embargo no era un caso perdido para Jehová. Esto es un claro indicio de que Jonás no estaba muerto esos tres días y tres noches que pasó en el vientre del gran pez.

Esto es ciertamente un desafío a la fe. Recuerde que estamos ante un milagro. Si no hubiera habido intervención divina, lo lógico hubiera sido pensar que Jonás hubiera muerto poco tiempo después de llegar al vientre del gran pez, por el efecto de los jugos gástricos en el estómago del pez. Pero Dios intervino para evitar que Jonás muera. Luego de haber orado, observe lo que sucedió.

Jonás 2:10 dice: «Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra»

¡Qué interesante! Dios tenía preparado el gran pez. El gran pez obedeció a la voz de Dios y vino al lugar donde había sido arrojado Jonás. Dios ordenó al gran pez que trague a Jonás y el gran pez lo hizo así. Dios después ordenó al gran pez que se dirija hasta la playa, algo extraño en peces grandes, que llegue a tierra y allí lo vomite y el gran pez obedeció al pie de la letra.

El gran pez obedeció de esta manera porque es una criatura del Señor. Todo lo creado por el Señor obedece al Señor. Solamente el hombre, a pesar de haber sido creado por Dios, se rebela contra Dios. Así que tenemos a Jonás arrojado sobre la playa en calidad de vómito, pero vivo. Así es como termina toda desobediencia a Dios. Si a Ud. le complace vivir en calidad de vómito, entonces adelante, persista en su desobediencia a Dios. Pero veamos qué sucedió a continuación con Jonás.

Jonás 3: 1-3 dice: «Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate y ve ha Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré. Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová. Y era Nínive ciudad grande en extremo, de tres días de camino»

Bueno, queda claro que Jonás estaba vivo. Seguramente tenía señales en su cuerpo de su terrible permanencia en el vientre del pez, pero estaba vivo. El relato no da lugar a pensar en que murió y resucitó. Estando vivo recibe de Dios su segunda oportunidad.

Gracias a Dios por no desecharnos luego de nuestro primer fracaso. Si no fuera así, no habría un pedro, que a pesar de haber negado al Señor después llegó a ser un gran apóstol del Señor. No habría un pablo que después de perseguir a la iglesia llegó a ser otro gran apóstol del Señor. Y así con tantos otros. Y al último, tampoco estaría yo y probablemente Ud. tampoco, porque alguna vez habremos fracasado en nuestro primer intento de hacer algo importante para el Señor.

Jonás aprendió su lección y dice la palabra leída que se levantó y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová. Si esto hubiera hecho antes se habría ahorrado la terrible experiencia de pasar tres días y tres noches entre los pestilentes restos alimenticios de un voraz pez. Fue el precio de su desobediencia. La desobediencia tiene su precio, y siempre será exorbitante.

La obediencia también tiene su precio, pero siempre será mucho más elevado el precio de la desobediencia que el precio de la obediencia. De modo que Jonás permaneció vivo los tres días y las tres noches en el vientre del pez. Fue un milagro de Dios para enseñar algo importante a Jonás y por medio de él, algo importante a nosotros.