Juan 2:3-4

Juan 2:3-4 que dice: «Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora»

La escena tiene lugar en las bodas de Caná de Galilea. El vino se había agotado. Cuando María, la madre de Jesús se da cuenta de esto, recurre a su Hijo para hallar una solución.

María sabía que su Hijo estaba en capacidad de realizar un milagro para resolver el problema de la falta de vino, y a lo mejor estaba muy interesada en que su Hijo se manifieste ante todos los asistentes a la boda como el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios.

Interesante que en las Escrituras el vino representa el gozo. Cuando María dijo: No tienen vino, estaba declarando una gran verdad espiritual en cuanto a las personas incrédulas. Una persona incrédula no tiene el vino. Es decir no tiene el gozo duradero, el gozo real.

pero volvamos a María y lo que acabó de decir a su Hijo Jesús. La respuesta de Jesús suena un tanto descomedida o al menos fría. pero no necesariamente es así. Note que Jesús no llamó a María por su nombre ni tampoco le dijo mamá o mami, ni siquiera madre.

Le dijo: Mujer. Esta forma de trato es para manifestar respeto, como si hoy en día dijéramos: Señora. pero más intrigante es lo que dijo Jesús: ¿Qué tienes conmigo? Una traducción literal sería: ¿Qué tenemos nosotros en común? La respuesta es: Nada.

Con esto Jesús estaba indicando a su madre que en el logro de su divino propósito, ya no estaba sujeto a las instrucciones de su madre, sino que estaba en total sumisión a la voluntad de su padre en el cielo.

Luego Jesús añadió: Aún no ha venido mi hora. María quizá estaba un tanto inquieta por ver a su Hijo como ella sabía que era, es decir como el Mesías reinando sobre la nación, pero lo que María estaba olvidando es que para que ello acontezca, Jesús primeramente tenía que ascender al altar del sacrificio y esto fue justamente lo que hizo Jesús cuando murió en el Calvario.