Antes de mirar el texto indicado, permítame leer Juan 10: 27-30. La Biblia dice: Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos.
Cuando Jesús habla de sus ovejas, se está refiriendo a los que somos salvos. El texto dice que Jesús nos conoce y nosotros le seguimos. Conocer significa tener una relación íntima. Jesús nos conoce íntimamente y nosotros le seguimos. Esto resulta en que los creyentes tenemos vida eterna. Yo les doy vida eterna, dijo Jesús. El verbo “dar” en esta frase está conjugado en tiempo presente. Esto significa que, a partir de haber recibido a Cristo, como Salvador, en cualquier instante del tiempo, los creyentes tenemos vida eterna. Por eso Jesús podía decir con absoluta razón: Y no perecerán jamás. Para confirmar lo dicho, Jesús añadió que nadie, absolutamente nadie, puede arrebatar a un creyente de su mano. Más claro no puede ser. Más seguridad no puede haber. Con esto en mente miremos el texto en Apocalipsis 3:5. Para tomar el contexto vamos a leer desde el versículo 4. La Biblia dice: Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.
El texto está hablando de los genuinos creyentes que se congregaban en una iglesia local en la ciudad de Sardis, en el primer siglo. A pesar de la presión del mundo sobre ellos, estos creyentes se mantuvieron firmes en su fe. Ellos son los que no han manchado sus vestiduras. La promesa es que ellos estarán para siempre con Jesús en el cielo, vistiendo vestiduras blancas, un símbolo de pureza y santidad. Estas son las personas dignas de semejante gloria. Cristo Jesús las hizo dignas. Eso es lo que espera también a todo genuino creyente. Todo genuino creyente es un vencedor, y al igual que los creyentes de Sardis, ellos también estarán para siempre con Jesús en el cielo, vistiendo vestiduras blancas, un símbolo de pureza y santidad. Es a ellos, a todo genuino creyente, que Jesús promete no borrar sus nombres del libro de la vida.
El libro de la vida es el listado de los nombres de todos los que han sido escogidos por Dios para ser salvos, y que por tanto poseen vida eterna. Para todos ellos, es la promesa de Jesús de que sus nombres no serán borrados del libro de la vida. Esto comunica seguridad. No existe manera posible de borrar los nombres del libro de la vida. Su dilema tal vez, es que piense que como Jesús está prometiendo no borrar el nombre del libro de la vida a algunos, existe la posibilidad de que sí borre el nombre del libro de la vida a otros. Pero no hay tal. Esta posibilidad no existe. Eso es lo que declaró Jesús. Jesús termina diciendo que confesará delante de su Padre y delante de sus ángeles a todos los que constan en el libro de la vida. Una vez más, no existe posibilidad de que un genuino creyente pueda perder su salvación.