El pasaje bíblico que trata el tema de su consulta se encuentra en Daniel capítulo 9 versículos 24 a 27. Daniel 9:24 dice: “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión, y la profecía y ungir al Santo de los Santos”
Daniel está hablando de un periodo de bienaventuranza que espera a la nación de Israel.
Este periodo de bienaventuranza no es otro sino el milenio, o el reino Mesiánico. Este evento será precedido por un período de tiempo de 70 semanas. La palabra semanas debe entenderse como septenios, o periodos de siete años. 70 semanas equivalen a 490 años. Lo que hace falta saber es a partir de cuándo se empieza a contar estos 490 años.
Daniel 9:25 nos da la respuesta. Dice así: “Sabe, pues, y entiende, que, desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos”
La cuenta comenzó cuando se dio la orden para restaurar y edificar a Jerusalén. Esto ocurrió en el año 445 AC, pero note además que a partir de esta fecha se mencionan dos periodos, que sumados dan 69 septenios, uno de siete septenios o 49 años, cuando fue restaurado el muro de Jerusalén y otro de sesenta y dos septenios, que equivalen a 434 años hasta el Mesías príncipe.
Pero Daniel habló de setenta septenios, por tanto, falta un septenio. Aquí ocurre algo interesante. La profecía abre un paréntesis indeterminado de tiempo y después muestra lo que va a suceder. Daniel 9:26 dice: “Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones”
Esta profecía ya tuvo cumplimiento. El Señor Jesucristo hizo su entrada triunfal a Jerusalén exactamente en el tiempo que Daniel lo profetizó siglos antes y días más tarde murió en la cruz. Tiempo después, el pueblo de un príncipe que ha de venir, que no es otro sino el pueblo romano destruyó la ciudad de Jerusalén en el año 70 de nuestra era.
Observe que todos estos eventos ocurrieron al final de los 69 septenios, pero no fueron parte del último septenio que falta, porque lo que pasará en el último septenio, aparece en Daniel 9:27 donde dice: “Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador”
El sujeto de este versículo es el príncipe que ha de venir, que es una referencia al Anticristo. Este personaje siniestro firmará un pacto de siete años con Israel, un pacto de protección seguramente, pero a la mitad del tiempo romperá el pacto y hará cesar el sacrificio y la ofrenda.
Inmediatamente vendrá el desolador hasta que finalicen esos siete años y venga ese periodo de bienaventuranza y castigo al desolador. Todo esto acontecerá en el último septenio de los setenta septenios que profetizó Daniel. Este último septenio es lo que se conoce como la tribulación. Concluimos por tanto que la tribulación durará siete años y comenzará exactamente cuando la iglesia sea arrebatada de la tierra.
Hoy por hoy, estamos viviendo dentro de ese paréntesis entre el septenio 69 y el septenio 70. Ha durado ya más de 2000 años y en él se ha levantado la iglesia, un organismo que jamás fue contemplado en el Antiguo Testamento.