¿Por qué los que hacen mal les va tan bien en la vida, mientras que los que hacen bien no siempre les va tan bien en la vida?
Esta inquietud fue planteada y respondida en la Biblia. Veamos en qué términos fue planteada.
Salmo 73:2-12 dice: «En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos. Porque no tienen congojas por su muerte, pues su vigor está entero. No pasan trabajos como los otros mortales, Ni son azotados como los demás hombres. Por tanto, la soberbia los corona; Se cubren de vestido de violencia. Los ojos se les saltan de gordura; Logran con creces los antojos del corazón. Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia; Hablan con altanería. Ponen su boca contra el cielo, y su lengua pasea la tierra. Por eso Dios hará volver a su pueblo aquí, Y aguas en abundancia serán extraídas para ellos. Y dicen: ¿Cómo sabe Dios? ¿Y hay conocimiento en el Altísimo? He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas»
Note el sentir del autor de este salmo. Dice que por poco cae pesadamente. La caída hubiera sido el volverse impío para ser próspero. El salmista se sintió inquieto al mirar la prosperidad de los impíos y eso le condujo a sentir algo de envidia de lo bien que les iba en la vida a los impíos.
Claro, los impíos no se preocupan de la muerte, porque ni siquiera piensan en ella. Más bien parece que rebosa salud. Su vigor está entero dice el salmista. Tampoco tienen que sufrir trabajando, porque con su habilidad para hacer el mal consiguen todo lo que desean. En ese sentido no son azotados con desvelos como aquellos que se ganan la vida honradamente.
Como consecuencia, los impíos, al verse rodeados de fortuna, de paz, de buena salud, se ciñen la corona de la soberbia, o se tornan arrogantes y en esas condiciones dan rienda suelta a la violencia. Todo esto les pone como animales listos para ser faenados. Sus ojos se les saltan de gordura. No se eximen de nada que desean. Se mofan de todos los demás y planifican sus andanzas con extrema precisión. Dan por seguro lo que tratan de obtener por medio de sus torcidos designios.
Como si todo esto no fuera suficiente, dice el salmista que ponen su boca contra el cielo, esto significa que hablan mal contra Dios y no contentos con eso, dice el salmista que con su lengua pasean la tierra, en otras palabras, ellos se sienten los amos y señores de todos los asuntos de la tierra. Su malicia queda sellada cuando se mofan de Dios diciendo: ¿Cómo sabe Dios? ¿Hay conocimiento en el Altísimo?
En esencia, estos malvados, sin encontrar ninguna oposición, logran acumular la riqueza del mundo. ¿No le parece una descripción muy precisa de la prosperidad de los impíos?
Hace poco tiempo atrás, la policía de un país latinoamericano desarticuló una poderosa banda de narcotraficantes. Entre lo que se incautó, había decenas de autos lujosos último modelo, propiedades con todas las comodidades que desearían tener el común de los mortales, armas de todo tipo y condición, aviones, joyas, y dinero a raudales. Como bien dice el salmista: Sin ser turbados del mundo alcanzaron riqueza. Pero ahora veamos la otra cara de la moneda. ¿Qué pasa con si no todos, al menos una gran mayoría de los que tratan de vivir vidas agradables a Dios? Dejemos que la Biblia nos responda.
Salmo 73:13-14 dice: «Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, Y lavado mis manos en inocencia, pues he sido azotado todo el día, Y castigado todas las mañanas»
Esta es la triste realidad. Parece que fuera en vano el haber vivido para agradar a Dios. En lugar de prosperidad material se encuentra azotes y castigo.
Justamente la misma conclusión a la que llegó Ud. A los que hacen mal les va bien en la vida y a los que hacen bien les va mal en la vida. Cuando uno toma conciencia de esta situación, le entra el deseo de abandonar la justicia y abrigar la impiedad.
El salmista tuvo este pensamiento Salmo 73:1-2 dice: «Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos»
Al ver la prosperidad de los malos y la adversidad de los buenos, el salmista se sintió tentado a abandonar la justicia, pero no lo hizo. Casi se deslizaron mis pies, dice. Por poco resbalaron mis pasos. ¿Qué es lo que impidió que el salmista renuncie a lo bueno y abrace lo malo?
Salmo 73:15-22 dice: «Si dijera yo: Hablaré como ellos, He aquí, a la generación de tus hijos engañaría. Cuando pensé para saber esto, Fue duro trabajo para mí, Hasta que entrando en el santuario de Dios, Comprendí el final de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizaderos; En asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! perecieron, se consumieron de terrores. Como sueño del que despierta, Así, Señor cuando despertares menospreciarás su apariencia. Se llenó de amargura mi alma, Y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo, que no entendía; Era como una bestia delante de ti»
El impío puede tener todo lo que quiera en este mundo, pero eso será lo único que tendrá, porque en lo que a Dios respecta, el impío está en un deslizadero hacia su propia condenación. En algún momento se desvanecerá todo su esplendor y todo terminará en asolamiento. Allí hallará destrucción y será consumido de terrores. Al mirar el fin de la prosperidad de los impíos, el salmista se reprocha a sí mismo por haber envidiado la prosperidad de los impíos. Dice que le dolió profundamente haber pensado así. Un dolor que hasta le produjo punzadas en su corazón. Se vio a sí mismo como una persona torpe, como alguien que no entiende, casi como una bestia delante de Dios. Así es desear la prosperidad del impío es tamaña torpeza, porque simple y llanamente, la prosperidad del impío es pasajera, subraye esta palabra, pasajera, el momento menos pensado el esplendor se convierte en tormento eterno.
Veamos cual fue la conclusión del salmista. Salmo 73:27-28 dice: «porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; He puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras»
Es sumamente riesgoso andar lejos de Dios. El salmista escogió andar cerca de Dios. Para él eso era el bien. Igual tiene que ser con Ud y conmigo. Nuestra tarea es andar cerca de Dios, eso es el bien. Lo material, no importa si es abundancia o escasez es totalmente secundario. No siempre Dios otorga prosperidad a los suyos. Recuerde a Job. Era tan bueno que Dios estaba orgulloso de él. Sobre él Dios dijo: No hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Bueno si la prosperidad tuviera relación directa con piedad de una persona, Job sería el mejor opcionado a ser próspero. Pero Ud y yo sabemos que un día perdió los bueyes, las asnas, los criados, las ovejas, los pastores, los camellos y sus diez hijos. Para completar el desastre, perdió la salud y hasta su mujer se le volvió en contra.
¿Por qué un hombre justo como Job sufrió tal debacle? La respuesta se halla en Job 42:1-6: «Respondió Job a Jehová, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que obscurece el consejo sin entendimiento? por tanto, yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza»
La adversidad condujo a Job a una experiencia sin igual con Dios. Antes de la adversidad Job tenía un conocimiento superficial de Dios, después de la adversidad, Job tuvo un conocimiento profundo de Dios. Esta es la razón por la cual muchos justos o como dice Ud, personas que hacen el bien, sufren adversidades. Dios usa la adversidad para elevarnos a alturas insospechadas de comunión con él.