¿Cómo pudo decir Pablo en Hechos 20:22 que iba a Jerusalén sin saber lo que allá le iba a acontecer, si el Espíritu Santo le anunció que iba a ser entregado en manos de los gentiles, según Hechos 21:11?

Para entenderlo es necesario mirar algunos textos acerca de cómo surgió la idea de Pablo para ir a Jerusalén. Durante su tercer viaje misionero, Pablo planificó su futuro itinerario. Lo tenemos en Hechos 19:21 donde dice:

«Pasadas estas cosas, Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma.»

Fue así como envió a Timoteo y Erasto a Macedonia y él se quedó por algún tiempo en Asia. Fue allí cuando estalló el conflicto en Efeso causado por los plateros que fabricaban estatuillas de la diosa Diana. Una vez que cesó el alboroto, Pablo se despidió de la iglesia y salió para Macedonia. Después llegó a Grecia. En su camino hacia Jerusalén pasó por Troas y Mileto. Fue aquí, en Mileto, donde Pablo hizo llamar a los ancianos de Efeso para despedirse de ellos antes de marchar hacia Jerusalén. En su despedida, note lo que les dijo según Hechos 20:22;

«Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer.»

Pablo habla de un deseo muy profundo en su corazón por ir a Jerusalén. A eso se refiere la frase: «ligado en espíritu». Sin embargo, Pablo sabía que su estadía en Jerusalén no iba a ser sin contratiempos. Ponga atención a lo que dice Hechos 20:23;

«Salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.»

Pablo sabía que su tiempo en Jerusalén no iba a ser un lecho de rosas. Le esperaban prisiones y tribulaciones. Pero Pablo no sabía detalles de ello. No sabía quién le iba a acusar, de qué le iban a acusar, dónde le iban a encarcelar. A esto se refirió Pablo cuando dijo que no sabía lo que le iba a acontecer.

Luego Pablo se despidió con lágrimas de los ancianos de Efeso y partió hacia Cesarea. Llegando a Cesarea, posó en casa de Felipe, el evangelista, quien tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban. Mientras Pablo estaba con esta familia, vino a Cesarea, desde Judea un profeta llamado Agabo. Cuando este profeta vio a Pablo, tomó el cinto de Pablo y atándose los pies y las manos dijo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles. Recién ahora, Pablo sabía algunos detalles de las prisiones y la tribulación que le esperaban en Jerusalén. Eran los judíos quienes estaban detrás de todo. Agabo y los que con él estaban pensaban que esta profecía haría desistir a Pablo de ir a Jerusalén, pero no fue así. Pablo cumplió con lo que se había propuesto y llegó a Jerusalén. El resto de la historia muestra como Pablo fue acusado y maltratado por los judíos y finalmente encarcelado, tal cual como se había profetizado. Así que, cuando Pablo dijo que iba a Jerusalén y que no sabía lo que le iba a pasar allí, en realidad estaba diciendo que no sabía detalles de lo que le iba a pasar allí, porque por el Espíritu Santo ya sabía que iba a padecer prisiones y tribulación.