EL HIPNOTISMO ha sido tema de muchos debates y controversias, al grado que ni a los especialistas en la materia se les hace fácil definirlo. En general se acepta que la hipnosis constituye un estado alterado de la conciencia, o un trance. Sin embargo, lo que a la mayoría de la gente le interesa no es tanto qué es el hipnotismo, sino qué hace en el ser humano. A nosotros nos interesa más lo que la Biblia dice sobre el hipnotismo. Desde luego, la Biblia no es un libro de medicina ni toca directamente este tema, pero los principios que contiene nos ayudarán a determinar cómo ve Dios este asunto. ¿Qué puede decirse de su efecto sobre la mente y la conducta del ser humano? ¿Existen riesgos? Una preocupación válida es que la persona hipnotizada pudiera tener muy poco control de sus actos, factor que aprovechan los hipnotizadores del mundo del espectáculo para lograr que los voluntarios hagan cosas que normalmente no harían, incluso que parezcan estar borrachos. Sobre tales sesiones públicas de hipnosis, The Encyclopedia Americana señala: “El sujeto hipnotizado pudiera responder más fácilmente a cualquier instrucción —incluso a instrucciones veladas—, ser más propenso a dejarse llevar por impulsos que usualmente se hallan reprimidos y sentir que se ha eliminado toda restricción social y personal de su conducta”. La Collier’s Encyclopedia afirma: “El individuo hipnotizado experimenta una concentración total de sus facultades que lo hace sumamente atento y obediente a las órdenes del hipnotizador”. ¿Le parece inofensivo? ¿Sería prudente que un creyente dejara que otros influyeran en su mente por medio de la sugestión hipnótica? Eso iría en contra de la exhortación del apóstol Pablo en Romanos 12:1-2 donde dice: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” ¿Podría un creyente tener “una buena conciencia”, como dice 1 Pedro 3:16 si se dejara llevar a un estado en el que no tuviera control absoluto de sus pensamientos, de sus deseos y ni siquiera de sus actos? La Biblia exhorta que el creyente tenga siempre control de sus actos y de su mente, bajo la guía del Espíritu Santo. Es obvio que la hipnosis dificultaría o inclusive haría imposible la aplicación de ese consejo.
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