¿Qué pasará con los cristianos caídos el momento que Cristo arrebate a su iglesia? ¿Se irán con él o se quedarán para la tribulación?
Antes de contestar esta pregunta, voy a formular algunas precisiones importantes.
Primero, entiendo que cuando Usted habla de cristianos, está hablando de hijos de Dios, quienes por haber recibido a Cristo como su Salvador han nacido de nuevo.
Hago esta aclaración porque en muchos lugares, la gente se llama a sí mismo «cristiana» por el simple hecho de ser miembros de algún grupo religioso que algo tiene que ver con Cristo.
Segundo, cuando Usted habla de cristianos caídos, entiendo que se refiere a hijos de Dios, que han caído en algún pecado.
Con estos antecedentes, voy a entrar en lo que se conoce como la doctrina de la seguridad de la salvación. Esta doctrina expresada en términos sencillos, dice que si una persona recibe a Cristo como su Salvador personal, llega a ser salva y esa salvación no se pierde jamás.
El fundamento bíblico que apoya esta doctrina es sumamente amplio. De los muchísimos textos que apoyan esta doctrina, solamente tomemos uno. Se encuentra en Juan 10:27-29 donde dice: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.»
Estas palabras fueron pronunciadas por el Señor Jesucristo y en ellas podemos reconocer que los que oyen la voz de él, esto es aquellos que hemos recibido a Cristo como nuestro Salvador, somos conocidos de Cristo, esto significa que Cristo tiene una relación estrecha e íntima con nosotros.
Esta relación con él hace que le sigamos dondequiera que él esté. Esta relación estrecha que llegamos a tener con él garantiza tres cosas importantes:
Primero, Cristo da vida eterna. En esta oración, observe la conjugación del verbo dar. Su tiempo es presente, su modo es indicativo y su voz es activa. Cuando se conjuga un verbo de esta manera en el idioma Griego, el idioma en el cual se escribió el Nuevo Testamento, tiene el significado de una acción continua en el tiempo. De modo que la oración podría perfectamente leerse así: Y yo continuamente les estoy dando vida por la eternidad.
Segundo, Cristo nos dice que no pereceremos jamás. La posibilidad de perecer o de ser separados de Dios es imposible por el significado de la palabra jamás. Esta palabra jamás en el idioma Griego significa: Nunca por la eternidad.
Tercero, Cristo declara que no existe nadie que pueda arrebatarnos o sacarnos de su mano. Como si todo lo dicho hasta ahora fuera poco, el versículo 29 declara que somos dados por el Padre al Hijo y que nadie puede arrebatarnos de la mano del Padre. ¡Qué fantástico! Los creyentes estamos en la mano del Hijo y a la vez en la mano del Padre. ¿Quién podrá sacarnos de allí? La respuesta es: Nadie.
Con razón que el apóstol Pablo pronunció las palabras de Romanos 8: 37-39 donde dice: «Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.»
De modo que, el hijo de Dios tiene salvación y esa salvación es por la eternidad. No existe el menor indicio de que pueda perderse. Aquí es cuando surge una inquietud. Se razona y se dice: Ah, si nunca voy a perder la salvación, entonces tengo la libertad de pecar todo lo que quiera sin que me pase nada.
Pero una persona que tiene esta manera de pensar, es decir que piensa que la seguridad de salvación es una licencia para pecar, lo único que está demostrando es que nunca ha sido salva. ¿Por qué? Sencillamente porque su conducta está demostrando que sigue siendo esclavo del pecado.
Pero el verdadero creyente ha sido liberado de la esclavitud del pecado cuando recibió a Cristo como Salvador. Ponga atención a lo que dice Romanos 6:1-2 «¿Qué pues diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿Cómo viviremos aun en él?»
El apóstol Pablo fue acusado de predicar licencia para pecar al enseñar que la salvación es por fe, aparte totalmente de las obras de la ley. Para defenderse de la acusación el apóstol pregunta ¿Tiene el creyente licencia para pecar? La respuesta es: En ninguna manera. ¿Por qué?
Porque el creyente ha muerto al pecado. Esto significa que el pecado ha sido privado de su poder sobre el creyente y por tanto el creyente está libre para no obedecer las órdenes del pecado.
A este respecto Pablo resume su enseñanza en los versículos 14 a 16 de Romanos capítulo 6 donde leemos: «Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. ¿Qué pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?»
De modo que, toda persona que ha recibido a Cristo como Salvador, es salva y nunca perderá esa salvación. La persona que es verdaderamente salva no persevera en el pecado. La seguridad de la salvación no es una licencia para pecar.
¿Querrá decir esto que los creyentes no pueden pecar? No. Todo creyente, en algún momento de su vida puede ser que cometa algún pecado. Pero Cristo murió en la cruz para pagar por ese pecado también. Esto garantiza que el creyente sigue siendo salvo. El sacrificio de Cristo en la cruz por los pecados del creyente, cubre los pecados pasados, presentes, y futuros del creyente. El creyente tendrá que soportar las consecuencias de los pecados que cometa, pero no perderá su salvación por haber pecado.
Concluyendo diríamos entonces lo siguiente: La salvación del creyente fue ganada por Cristo en al cruz. La seguridad de la salvación no depende de lo que el creyente haga o deje de hacer sino que depende de lo que Cristo ya hizo en la cruz por nosotros. Si fuimos salvos por fe aparte de las obras, ¿cómo es que pensamos que para seguir siendo salvos debemos depender de nuestras buenas obras? Esto es absurdo.
Entonces, si un verdadero creyente ha pecado, o como Usted dice ha caído, y en ese momento ocurre el arrebatamiento, ese creyente será levantado para recibir al Señor en las nubes, porque es salvo y miembro del cuerpo de Cristo que es la iglesia.
Igualmente, si un verdadero creyente ha pecado e instantáneamente le sorprende la muerte, ese creyente es salvo e irá al cielo con Dios.