Quiénes van a habitar la tierra en el milenio

Para beneficio de todos nuestros, permítame comenzar diciendo que el milenio es un reino todavía futuro que durará 1000 años, sobre la tierra y se iniciará a partir de la segunda venida de Cristo.

De este reino nos habla la Biblia en Apocalipsis 20:4-6 que dice: «Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años»

El pasaje que ha sido leído acontecerá cronológicamente después de la segunda venida de Cristo, y después de lo que se llama el juicio a las naciones gentiles y el juicio a Israel.

Adicionalmente, al inicio del milenio, Satanás va a ser apresado, atado con una gran cadena y arrojado al abismo mientras dura el milenio. Durante el milenio, Jesucristo resucitado se sentará sobre el trono de David y ejercerá dominio mundial como Rey de Reyes y Señor de Señores. Los santos del Antiguo Testamento, los santos del Nuevo Testamento y los santos de la Tribulación, estarán con cuerpos resucitados y glorificados cogobernando con Jesucristo como reyes y sacerdotes.

Muy bien, tenemos entonces un reino sobre la tierra que dura mil años, un rey que es Jesucristo y cantidad de reyes y sacerdotes que somos los santos resucitados de todos los tiempos hasta el fin de la Tribulación. Lo que nos falta saber es quienes serán los súbditos del reino. Bueno, para saberlo vayamos a dos textos importantes.

Primero, Mateo 25:31-34 y luego Mateo 25: 41.

Mateo 25:31-34 dice: «Cuando el Hijo del Hombre venga es su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo».

Ahora leo Mateo 25:41: «Entonces dirá también a los de la izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles»

Esto es lo que se conoce como el juicio a las naciones gentiles. Según estos textos, una vez venido por segunda vez, Jesucristo convocará a todas las naciones del mundo para juzgarlas. Como resultado del juicio habrá dos grupos. Unos a la derecha de Jesucristo, y otros a la izquierda de Jesucristo.

Los de la derecha son los salvos. Son seres humanos de carne y hueso que recibieron a Cristo como Salvador durante la Tribulación y por la gracia de Dios permanecieron vivos hasta el final de la Tribulación.

Los de la izquierda son los incrédulos. Son seres humanos de carne y hueso que rehusaron la invitación de Cristo para ser salvos. ¿Qué pasa ahora con estos dos grupos?

Observe. Los salvos son introducidos al reino preparado para ellos desde la fundación del mundo. Esto se refiere al milenio. Es decir que al milenio entrarán seres humanos de carne y hueso de entre todas las naciones, que confiaron en Cristo como Salvador durante la Tribulación y permanecieron vivos hasta el final de la misma.

En cambio, los incrédulos son excluidos del reino milenial y eventualmente tendrán su destino eterno en el fuego eterno preparado pasa el diablo y sus ángeles.

Ya tenemos entonces el primer grupo de habitantes del reino milenial. Son creyentes de todas las naciones, quienes recibieron a Cristo durante la Tribulación y permanecieron vivos hasta el final de la misma. Cuando decimos: de todas las naciones, exceptuamos a Israel, porque esta nación tiene un trato especial y de aquí sale el segundo grupo de habitantes del reino milenial.

Ezequiel 20:33-38 dice: «Vivo yo, dice Jehová el Señor, que con mano fuerte y brazo extendido, y enojo derramado, he de reinar sobre vosotros; y os sacaré de entre los pueblos, y os reuniré de las tierras en que estáis esparcidos, con mano fuerte y brazo extendido, y enojo derramado; y os traeré al desierto de los pueblos, y allí litigaré con vosotros cara a cara. Como litigué con vuestros padres en el desierto de la tierra de Egipto, así litigaré con vosotros, dice Jehová el Señor. Os haré pasar bajo la vara, y os haré entrar a los vínculos del pacto; y apartaré de entre vosotros a los rebeldes, y a los que se rebelaron contra mí; de la tierra de sus peregrinaciones los sacaré, mas a la tierra de Israel no entrarán; y sabréis que yo soy Jehová»

Esto es lo que se conoce como el juicio a Israel. El Señor Jesucristo va a sacar a los israelitas de entre todas las naciones que se han refugiado para escapar de la furia de la Tribulación. Una vez reunidos los va a juzgar. Los que pasen la vara, entrarán al reino milenial. Los que no pasen la vara, quedarán excluidos del reino, lo cual significa que morirán y eventualmente serán arrojados al lago de fuego. Esto de pasar la vara se refiere simplemente a dividir a los israelitas entre creyentes y no creyentes.

Tenemos ya el segundo grupo de habitantes del milenio. Son seres humanos creyentes de carne y hueso, originarios de Israel, que recibieron a Cristo como su Salvador y Mesías durante la Tribulación y permanecieron vivos hasta el fin de la misma. Con esto se completan los habitantes del milenio.

Su pregunta fue: ¿Quienes habitarán la tierra en el milenio? La respuesta es: creyentes que recibieron a Cristo durante la Tribulación y permanecieron vivos hasta el final de la misma. Estos creyentes provienen tanto de Israel como de las naciones gentiles. Si uno se ubicara al inicio mismo del milenio, encontraría que todos los habitantes sin excepción son creyentes. Después, estos creyentes se casarán y tendrán sus hijos y recién allí habrá algunos incrédulos. Porque padres creyentes no procrean hijos creyentes.

Ser o no creyente es cuestión personal entre el individuo y Dios. No es cuestión de herencia. Los hijos de los que entren al milenio tendrán que recibir a Cristo como Salvador si desean llegar a ser ellos también creyentes.

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