Quiero fortalecer la relación con mi enamorada y no caer en pecado

Tengo enamorada cristiana como yo, pero quisiera que esta relación se fortalezca en Dios, nosotros tenemos 14 meses de enamorados y varias veces Satanás nos ha estado tentando a caer en el pecado de fornicación, pero nosotros no queremos caer en ello pues no es correcto delante de dios. Quisiera su consejo para evitar ceder a la tentación de Satanás.

Gracias por su consulta amigo oyente. Comenzaré por señalar que no es correcto echar a Satanás toda la culpa de nuestras tentaciones. Si bien Satanás puede tentarnos a pecar, no olvidemos que el mundo también puede tentarnos a pecar y nuestra vieja naturaleza, o la carne como la llama la Biblia, también puede tentarnos a pecar.

En su caso, me atrevería a pensar que más que Satanás o el mundo, es su carne lo que ha provocado la tentación a pecar. Para dominar la carne, es necesario que Ud. reconozca que ésta fue crucificada juntamente con Cristo en la cruz.

Romanos 6:6 dice: «sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.»

Allí lo tiene amigo oyente, la Biblia declara que Ud. debe saber que su carne, o su viejo hombre o sus deseos pecaminosos, ha sido crucificada juntamente con Cristo. Es decir que su carne ha perdido el poder que tenía sobre Ud. antes de que Ud. reciba a Cristo como su Salvador. A esto se refiere esa frase que dice que el cuerpo del pecado sea destruido. Esta es la única garantía que Ud. y yo que somos de Cristo tenemos para no satisfacer los deseos de nuestra vieja naturaleza. De modo que el primer paso para que Ud. pueda vencer a su carne es reconocer que su carne ha sido crucificada juntamente con Cristo y por tanto su carne no tiene el poder de dominarlo.

En segundo lugar, Ud. debe investigar lo que dice la Biblia sobre la tentación a la fornicación.

Permítame citar un par de textos a este respecto. 2ª Timoteo 2:22 dice: «Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor.»

Las pasiones juveniles implican muchas cosas, pero ciertamente las tentaciones de índole sexual. Cuando nos ataca una tentación sexual, no debemos quedarnos estáticos resistiendo la tentación. El consejo de la palabra de Dios es que huyamos de este tipo de tentaciones. El que huye vive, afirma el dicho. Ante una tentación de índole sexual, su responsabilidad amigo oyente, es huir.

Lo mismo encontramos en 1ª Corintios 6:18 que dice: «Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca.»

La fornicación, o las relaciones sexuales fuera del matrimonio, es un pecado en extremo pernicioso, porque atenta contra el propio cuerpo del que peca. ¿Cuál es el consejo de la palabra de Dios cuando ataca la tentación a fornicar? El versículo leído lo dice claramente. Huid. La tentación sexual debe ser catalogada como un peligro tan serio que lo prudente es huir.

¿Qué haría Ud. si supiera que el edificio donde Ud. se encuentra ha sido amenazado con una bomba? ¿Se quedaría en el edifico para ver si es verdad que se ha colocado una bomba?

Dudo que lo haga si está en sus cabales por supuesto. Lo que yo haría es huir para preservar la vida. No importa si la amenaza es real o ficticia. Lo importante es estar lo más lejos posible del peligro.

De igual manera debemos tratar a las tentaciones de índole sexual. Es necesario huir de ellas. Así que nuestro consejo para Ud. es muy sencillo. Considérese muerto al pecado porque su carne ha sido crucificada juntamente con Cristo y huya cada vez que enfrente una tentación a pecar en el área sexual.

Esto fue justamente lo que hizo José cuando servía a su amo Potifar. ¿Recuerda la historia? La esposa de Potifar se había enamorado locamente de José. Claro, José era muy apuesto. No podía pasar desapercibido de las mujeres. Con lo que no contaba la esposa de Potifar es que además de ser apuesto, José era temeroso de Dios y sabía que debía huir de las tentaciones sexuales. Un día, José estaba solo en la casa de Potifar, muy ocupado en realizar su oficio. En esas condiciones llegó la esposa de Potifar. Seguramente preguntó a José si había alguien más en casa, y la respuesta de José fue negativa. Inmediatamente, la esposa de Potifar comenzó a insinuarse a José. Probablemente José se fue a otra habitación, pero la esposa de Potifar era muy persistente y corrió tras José. El tono del diálogo pasó de la insinuación a la demanda. Totalmente controlada por su pasión, la mujer de Potifar ordenó a José que se acueste con ella. Ahora, miremos la situación en la que se hallaba José. Era hombre como cualquier otro, tenía deseo sexual como cualquier hombre. No había nadie en la casa, aparte de la mujer de su amo, la mujer insistía en acostarse con él. Él podía caer en el pecado de fornicación y luego decir que no fue su culpa porque fue obligado a hacerlo. La tentación sexual debió haber sido muy fuerte. Pero José hizo lo que la Biblia aconseja. En desesperación la mujer de Potifar se abalanzó sobre José para desvestirlo. José probablemente forcejeó con ella y en el forcejeo perdió algo de su ropa. Pero José logró soltarse y huir. José perdió su ropa, pero ganó una corona delante de Dios. José honró a Dios con su testimonio. Este es el ejemplo que Ud. y yo debemos seguir cuando enfrentamos tentaciones de índole sexual.

En su caso, amigo oyente. Hable seriamente con su enamorada y entre los dos comprométanse mutuamente a no acariciarse mientras sean enamorados. Luego diseñe un plan de escape para el momento que aparezca la tentación de índole sexual. Parte de ese plan debería ser un compromiso para no estar solos en ningún lugar, y si por algún motivo eso llegara a suceder, hágase la firme proposición de no entregarse al contacto físico.

Reconozca los indicios que conducen al pecado de fornicación y tan pronto que aparezcan, huya. No me queda sino añadir que tanto Ud. como su enamorada o novia, deben ser sabios en discernir el tiempo cuando deben casarse. Cierto que Dios les ha dado el poder a los dos para vivir en santidad en lo sexual, pero llegará un momento cuando Uds. dos sepan que ya no es posible vivir huyendo.

Cuando esto suceda es prudente casarse amigo oyente, para que de esa manera se establezca el marco adecuado para el correcto uso del sexo entre los dos. Recuerde que sexo fuera del matrimonio es pecado, pero sexo dentro del matrimonio es puro.

Espero amigo oyente que estas ideas le ayuden a vencer las tentaciones de índole sexual. Ocupe su tiempo de noviazgo o enamoramiento en edificarse espiritualmente, oren, estudien la Biblia juntos, participen en las actividades de la iglesia, conózcanse lo más que puedan y guarden su virginidad como un regalo mutuo para la luna de miel. Le garantizo que no se arrepentirá jamás.