¿Según hebreos se puede perder la salvación?

¿Se debe entender que las personas de las cuales habla Hebreos 6, quienes recayeron y no pudieron ser otra vez renovados para arrepentimiento, eran creyentes que perdieron la salvación?

El capítulo seis de Hebreos no debe analizarse aparte del propósito general del libro de Hebreos. El libro de Hebreos presenta a Jesucristo como el cumplimiento de todo lo que el Antiguo Testamento prefiguró por medio de todo el ritual que Dios entregó al pueblo de Israel por medio de Moisés. Los judíos tenían gran problema en aceptar esto. Había algunos que aparentemente o externamente habían aceptado a Jesucristo como su Salvador, el Mesías, el Cristo, el Ungido, pero en el fondo no estaban convencidos de esto, seguían atados al Judaísmo. Eran convencidos, pero no convertidos. El autor de Hebreos confronta a estas personas y les desafía a una entrega de corazón a Jesucristo. Es a este tipo de personas a las que se refiere Hebreos 6:4-6 donde dice: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndolo a vituperio.” Las personas de quienes habla este pasaje bíblico no eran creyentes, sino apostatas, probablemente convencidos intelectualmente, pero no convertidos espiritualmente, porque jamás habían sido sinceros en recibir a Jesucristo como Salvador personal. Por fuera decían que eran creyentes, pero internamente todavía estaban atados a la religión de sus ancestros. En algún momento decidieron abandonar lo que parecía que creían y regresaron al Judaísmo. A esto se refiere el texto cuando dice que recayeron. Es en estas condiciones que se vuelve imposible para ellos el ser otra vez renovados para arrepentimiento. Es posible cumplir con todo lo que dicen los versículos 4 y 5 de Hebreos 6 y aún así no ser un verdadero creyente. La salvación no se pierde. Alguien que ha nacido en la familia de Dios no puede jamás dejar de serlo. La vida eterna no fuera eterna si existiera la posibilidad de perderla.