Deuteronomio capítulo 34 que cuando Moisés murió tenía 120 años, pero cuando leo el Salmo 90, escrito por Moisés, encuentro allí que la edad de los hombres es 70 años y en los más robustos 80 años. Dígame: ¿Si Moisés murió a los 120 años, por qué es que en el Salmo 90 dijo que nuestra edad está entre los 70 a 80 años?
El texto bíblico que usted debe haber leído, se encuentra en Deuteronomio 34:7. Permítame que yo también lo lea para beneficio de los amigos oyentes que no tienen una Biblia a la mano. Dice así: “Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor.” Qué hermoso, luego de ciento veinte años de una vida en extremo fructífera, Moisés fue promovido a la gloria de Dios, es decir que murió físicamente. Se trata del mismo personaje quien escribió el Salmo 90. Reflexionando sobre la brevedad de la vida en la tierra, Moisés escribió las siguientes palabras en Salmo 90:10. Ponga atención: “Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos.” Comenzaré por indicar, que al escribir las palabras que acabamos de leer, Moisés no estaba hablando de su propia experiencia, sino de lo que miraba alrededor, en el mundo en el cual vivía. Tan es así, que Moisés debe haber tenido más de ochenta años cuando escribió las palabras de Salmo 90:10. Recuerde que Moisés tenía ya ochenta años cuando Dios le llamó para sacar al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. Queda claro entonces que Moisés no hablaba de su propia experiencia personal. Pero esto no me libera de explicar por qué es que Moisés maneja esas cifras, me refiero a la vida que dura entre los 70 y 80 años. Para fundamentar mi explicación, debo decirle amable oyente, que es necesario recordar las circunstancias en las cuales Moisés escribió el Salmo 90. Sobre esto, no olvide que, en el éxodo por el desierto, el pueblo de Israel había llegado a lo que se podría llamar, las puertas mismas de la tierra prometida. El lugar se llamaba Cades Barnea. Fue en ese lugar donde Dios mandó a Moisés que tome una persona de cada una de las doce tribus de Israel para que vayan a inspeccionar la tierra prometida por cuarenta días, en calidad de espías. Los doce espías fueron conforme a lo ordenado por Dios y cuarenta días después retornaron de su misión trayendo muestras del maravilloso fruto de la tierra prometida. Diez de los doce espías se pusieron de acuerdo para dar un informe totalmente pesimista y saturado de incredulidad. El reporte que dieron se encuentra en Números 13:27-29. Permítame leer este pasaje de la Escritura. La Biblia dice: “Y les contaron, diciendo: Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de la tierra. Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac. Amalec habita el Neguev, y el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte, y el cananeo habita junto al mar y a la ribera del Jordán” Hasta aquí lo que dice la Escritura. Mientras oían este informe, los otros dos espías, cuyos nombres eran Caleb y Josué, deben haber estado inquietos, por decir lo menos, por el pesimismo y la incredulidad de los espías que estaban dando su informe. Fue así como interrumpiendo, Caleb dijo lo que voy a leer en Números 13:30 La Biblia Dice: “Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos” Esto es optimismo puro, lo cual se fundamenta en la fe en Dios y en su poder absoluto. Así que el pueblo de Israel se vio ante la disyuntiva de hacer caso al informe de los pesimistas, de los incrédulos, o de los optimistas, o lo que confiaban en Dios. Lamentablemente el pueblo se inclinó por la mayoría. La mayoría no siempre tiene la razón amable oyente. Sumidos en la desazón el pueblo gritaba de desesperación y se pasaron llorando toda una noche. Presa del pánico el pueblo comenzó a hacer cosas totalmente fuera de lugar, como rebelarse contra Moisés y Aarón. Fue necesaria la intervención divina para evitar mayores males. Dios castigó con severidad la incredulidad del pueblo de Israel. ¿Sabe cuál fue el veredicto de Dios? Se lo voy a leer en Números 14:29. La Biblia dice: “En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí” Solamente Caleb y Josué se librarían de este castigo. Por eso, Dios añadió lo que voy a leer en Números 14:32-33 con respecto a los que desconfiaron de Dios: “En cuanto a vosotros, vuestros cuerpos caerán en este desierto. Y vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años, y ellos llevarán vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto” Observe mi amiga, mi amigo, que es un asunto muy grave desconfiar de Dios. A partir de este momento Israel vagó por cuarenta años por el desierto. Ahora deténgase para meditar amigo oyente. Los Israelitas mayores de veinte años que llegaron a Cades Barnea, tal vez habrán tenido un promedio de edad entre los 30 a 40 años. Por supuesto que algunos tendrían menos de treinta y algunos otros más de cuarenta, pero en promedio deben haber estado entre los 30 a 40. Todas estas personas debían morir en un lapso de 40 años, en cumplimiento de lo que Dios había dicho. Es decir que en promedio, la muerte de los Israelitas en el desierto, debía acontecer entre los 70 y 80 años de edad. Esto explica el por qué Moisés usó estas figuras, 70 a 80 años cuando en el Salmo 90 habló de la brevedad de la vida.