Autor: cris

  • ¿Podría sospecharse de Moisés como un discípulo de Akenatón?

    ¿Qué relación podría haber entre Akenatón y Moisés? ¿Podría sospecharse de Moisés como un discípulo de Akenatón?

    Bueno, para responder esta consulta va a ser necesario dar una mirada a las fechas en las cuales vivieron estos dos personajes. Del Faraón Akenatón se sabe, por los datos históricos, que reinó entre los años 1378 y 1361 antes de Cristo, durante este tiempo debe haber implantado la religión monoteísta que mencionamos en la consulta anterior. Pero por su lado, hasta donde se sabe, Moisés nació en Egipto aproximadamente por el año 1520 antes de Cristo. Vivió en Egipto hasta el año 1480 antes de Cristo. Luego huyó al desierto donde pasó cuarenta años, es decir hasta el año 1440 antes de Cristo. A partir de este año, salió de Egipto con el pueblo de Israel. Después vivió 40 años más, guiando al pueblo de Israel por el desierto hacia la tierra prometida, hasta su muerte por el año 1400 antes de Cristo. Es decir que Moisés salió de Egipto más de cien años antes de que el Faraón Akenatón ascienda al trono de Egipto y también Moisés murió en el desierto unos 22 años antes que Faraón Akenatón sea coronado como rey de Egipto. Lo más probable entonces es que el Faraón Akenatón haya sido discípulo de Moisés mas no que Moisés haya sido discípulo de Faraón Akenatón. Los hechos maravillosos o milagrosos que ocurrieron con ocasión de la salida de Israel de Egipto deben haber sido conocidos de primera mano por el Faraón Akenatón y probablemente esto fue lo que condujo al Faraón Akenatón, a introducir las reformas religiosas en el imperio Egipcio, con el concepto monoteísta. Acerca de la relación entre el Faraón Akenatón y Moisés ha habido mucha especulación, a mi modo de ver sin fundamento válido alguno. En este campo me gustaría citar, sólo a manera de ejemplo, lo que dice José Manuel Vidal en La Crónica de El Mundo, el Domingo 24 de Diciembre del 2000. Bajo el título de Hallazgo, lo que dicen que oculta la Biblia, dice lo siguiente: Abraham, el padre de los creyentes y la piedra angular de las tres grandes religiones monoteístas no era el patriarca bíblico, sino el Faraón Akenatón. Y Moisés no era, como cuenta la Biblia, hijo de un hombre y una mujer de la tribu de Leví, sino un general Egipcio seguidor de la religión de Abraham. Esta es al menos la tesis que sostienen dos investigadores franceses, judíos para más señas, llamados Roger y Messod Sabbah, autores de “Los Secretos del Éxodo” Hace más de veinte años, los dos hermanos se plantearon la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que Abraham y Moisés en particular, y el pueblo hebreo en general, no dejaran rastro alguno en el antiguo Egipto, pese a ser éste el escenario de gran parte del Antiguo Testamento? La respuesta la encontraron después de más de dos décadas de exhaustivos estudios filológicos, lingüísticos y arqueológicos. Según Roger y Messod, el famoso Éxodo bíblico fue la expulsión de Egipto de los habitantes monoteístas de Aket-Aton. Ésta era la ciudad de Akenatón y de su mujer Nefertiti. Akenatón adoraba a un solo Dios y era, por lo tanto, monoteísta. Le sucedió Tutankamón y, a éste, el Faraón Aï, que reinó del 1331 al 1326 antes de Cristo. Fue precisamente este último Faraón, furibundo politeísta, el que dio la orden de expulsar del país a los habitantes monoteístas de la ciudad de Aket-Aton. Más aún, los egipcios expulsados hacia Canaán, provincia situada a diez días de marcha desde el valle del Nilo, no se llamaban hebreos, sino yahuds, o adoradores del faraón, y años después, fundaron el reino de Yahuda, o Judea. Hasta aquí la cita de esta crónica. Como notará, es un hábil intento por desacreditar el registro bíblico. Siempre ha habido y siempre habrá intentos supuestamente científicos para desacreditar la Biblia, pero la Biblia siempre se mantendrá incólume. Sigmund Freud llegó, por intuición, a la misma conclusión de los investigadores franceses anteriormente mencionados, cuando dijo. Si Moisés fue egipcio, si transmitió su propia religión a los judíos, fue la de Akenatón, la religión de Atón, y así fue. Por nuestro lado, hacemos notar que Moisés murió antes de que el Faraón Akenatón ascienda al trono Egipcio. No es posible por tanto que Moisés haya tomado el concepto monoteísta del Faraón Akenatón, pero es muy posible que el Faraón Akenatón haya tomado el concepto monoteísta de Moisés.

  • ¿Es cierto que el Faraón Akenatón fue monoteísta?

    Investigando el asunto materia de su consulta, he encontrado que el Faraón Akenatón, quien gobernó Egipto entre los años 1378 y 1361 antes de Cristo, fue el primer gobernante monoteísta de la historia Egipcia, quien abolió la adoración a los diferentes dioses del Antiguo Egipto e introdujo una divinidad sin imagen, llamada Atón, como Dios único de toda la humanidad. El Faraón Akenatón fue considerado como poeta, artista, revolucionario, loco, visionario, reaccionario y ciertamente, según algunos, precursor del monoteísmo, e inclusive antecesor de Cristo, lo cual, por supuesto, es absolutamente contrario a lo que enseña la Biblia acerca de Cristo. Su esposa fue la famosa Nefertiti. Este Faraón, Akenatón fue sucedido por el Faraón Tutankamón, quien restituyó la religión que siempre ha persistido en Egipto con sus innumerables dioses. De modo que, al menos por lo que dicen los historiadores, efectivamente, el Faraón Akenatón fue monoteísta.

  • ¿Qué es el don de continencia?

    ¿Qué es el don de continencia?

    El don de continencia o don de abstinencia es la capacidad sobrenatural, dada por Dios a algunos creyentes, hombres o mujeres, para refrenar sus impulsos sexuales y vivir sin tener que casarse. El don de continencia no significa que los creyentes que poseen este don no tienen deseos sexuales. Lo que significa es una capacidad para poder vivir sin la necesidad de satisfacer esos deseos sexuales.

    ¿Qué quiere decir 1 Corintios 7:6-9 y cómo se aplica a la vida de alguien que es soltero?

    En 1 Corintios 7:6-9 dice: “Mas esto digo por vía de concesión, no por mandamiento. Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un modo, y otro de otro. Digo, pues a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando.”

    Pablo está hablando no con lenguaje de ley o de mandamiento, sino por vía de concesión. Es una forma de decir cosas importantes sin llegar a dar órdenes. Pablo reconocía que no es prudente ni ordenar casarse ni ordenar vivir sin casarse. Se limita a decir cosas importantes, sin llegar a ponerlas en forma de mandato. A esto se refiere cuando dice: Mas esto digo por vía de concesión, no por mandamiento. Lo que va a decir es algo importante, que debería ser considerado con cuidado, más si viene de un apóstol como Pablo.

    Luego prosigue diciendo que quisiera más bien que todos los hombres fuesen como él, como Pablo. Por lo que dice un poco más adelante, es obvio que Pablo no tenía una compañera como esposa. Puede ser que nunca se casó, o que si se casó había enviudado. Esto merece un análisis pormenorizado que por ahora lo vamos a evitar para ir a lo medular de la consulta.

    Pablo está entonces sugiriendo que sería bueno que los hombres se queden solteros o si han enviudado que se queden viudos. Pero inmediatamente, Pablo reconoce que esto depende totalmente de la manera como Dios ha capacitado a cada uno en particular en cuanto a lo que se llama el don de continencia.

    Pablo reconoce que no todos los creyentes han recibido de Dios este don de continencia, por eso dice: Cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un modo, y otro de otro.

    A los que tienen este don de continencia, Pablo les dice que fuera bueno que vivan solos, sin casarse. Esto tiene sus ventajas, en especial cuando se lo mira a la luz de la posibilidad de servir al Señor sin las preocupaciones de un hombre o una mujer que se ha casado.

    A los que no tienen este don de continencia, Pablo aconseja que se casen, porque mejor es casarse que estarse quemando. El deseo sexual puede acrecentarse de tal manera que llega a ser como un fuego que quema. Si este es el caso, es necesario satisfacerlo.

    La Biblia enseña que el sexo es bueno y que la única forma legítima para su uso es dentro del matrimonio. Sexo fuera del matrimonio es condenado por Dios. 1 Corintios 6:18 dice: “Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo, mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca.”

    De manera que, si un creyente no ha recibido de Dios este don de continencia, va a ser muy difícil que pueda refrenar su deseo sexual toda la vida. Si este es el caso, lo aconsejable es comenzar lo antes posible a orar a Dios para que provea de una pareja.

    Dios sabe mejor que nadie lo que Usted necesita y Dios está en capacidad de traer a su vida la pareja ideal para Usted. A la par de orar, observe bien alrededor, porque puede ser que Dios ponga a su pareja en su propia iglesia o donde Usted trabaja, o donde Usted estudia.

    No se olvide que la voluntad de Dios jamás es que Usted siendo creyente se enamore o peor se case con alguien que no sea creyente. Si le gusta alguien pero ese alguien no es creyente, entonces Usted ya sabe que ese alguien no es la voluntad de Dios para Usted.

    Mientras ora y espera la voluntad de Dios trayendo una pareja, no se desespere, Dios está en control de todo. Si Usted no tiene el don de continencia, Dios mismo se encargará de proveer una pareja para que dentro del matrimonio Usted pueda satisfacer su deseo sexual.

  • ¿Hay varios títulos para referirse a Jesucristo?

    Bueno, comencemos por una breve explicación de lo que dice Mato 28:19 donde leemos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” Este texto está hablando del paso de obediencia que deben dar todos aquellos que han recibido a Jesucristo como su Salvador personal. Este paso de obediencia se llama el bautismo en agua. Los creyentes se bautizan en agua porque son creyentes, mas no se bautizan en agua para ser creyentes. Este texto también habla de lo que se llama la fórmula bautismal. El bautismo en agua debe ser en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Mientras los diferentes nombres de las Personas de la Deidad son plenamente empleados en todas partes en el Nuevo Testamento la designación completa de Dios aparece en varias partes, entre ellas en Mateo 28:29. Como el bautismo subsiste como el acto inicial de un creyente en acto público de testimonio por Cristo, así en ese umbral, es proclamado el título completo del Dios en cuya comunión entra el candidato. En esta conexión, es muy significativo que la primera aparición en público de Cristo fuera la de Su bautismo, y que, aunque no se registra ninguna fórmula bautismal que Juan hubiese pronunciado sobre Cristo en esa ocasión, las tres personas de la Deidad estaban presentes y fueron identificadas. El Padre reconoció al Hijo, Este es mi Hijo amado, el Hijo estaba presente y visible; y el Espíritu se vio descendiendo sobre Cristo en forma de paloma. En la gran comisión se instruye en cuanto al bautismo para que fuera administrado en el nombre, no en los nombres, el nombre único del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. La frase el nombre, es una fuerte declaración de la unidad divina que subsiste como Padre, Hijo y Espíritu. La ordenanza del bautismo en agua ha de ser ejecutada por la autoridad de ese incomparable nombre, pero ese nombre triple. El Padre es una persona que tiene varios títulos y varios nombres. El Hijo también es una persona que tiene varios títulos y varios nombres y el Espíritu Santo también es una persona que tiene varios títulos y varios nombres. Jesús está pensando no sólo en una persona, ni en sólo título, ni en un solo nombre, Jesús está pensando en las tres personas, con los títulos y nombres para cada una, pero esas tres personas son uno, por eso usa el singular: Nombre. Ahora en relación con la doctrina de la trinidad, en sus enseñanzas, la Biblia no es politeísta, como si hablara de más de un dios, ni triteista, como si hablara de tres dioses, ni unitaria, como si hablara de un dios que ejercita sus intereses y poderes en varias maneras. La doctrina monoteísta de un Dios que subsiste en una pluralidad de Personas, tres, no menos y no más, es la que está acorde con la Escritura y, aunque caracterizada por el misterio cuando se llega a ella con una mente finita, es, sin embargo, sin contradicción y es perfecta en todas sus adaptaciones y en todas sus partes. Es tan perfecta como a Dios a quien manifiesta. El Dr. John Dick dice: Mientras que hay sólo una divina naturaleza, hay tres subsistencias, o personas, llamadas el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo que poseen, no una similar, sino la misma esencia numérica, y la distinción entre ellos no es meramente nominal, sino real. A. H. Strong dice: En la naturaleza del Dios uno hay tres distinciones eternas y estas tres son iguales, la doctrina de la Trinidad, por una parte, no afirma que tres personas están unidas en una persona, o tres seres en un ser, o tres dioses en un Dios, ni por otra parte, que Dios meramente se manifiesta a sí mismo en tres diferentes modos; sino más bien que hay tres distinciones eternas en la subsistencia de Dios. Joseph Cook dice: El Padre, Hijo y el Espíritu Santo son un Dios. Cada uno tiene una peculiaridad incomunicable a los otros; ninguno es Dios sin los otros; cada uno, sin los otros, es Dios. Agustín dice: El Padre no es la Trinidad, ni el Hijo, la Trinidad, ni el Espíritu Santo la Trinidad; pero dondequiera que se hable de uno solo, entonces no están hablando como de tres, en número plural, sino de uno, la Trinidad misma. Diremos entonces que, a cada una de las tres personas se les aplican directamente los nombres de Dios. No existe ningún problema en admitir que los títulos divinos pertenezcan propiamente al Padre. Sin embargo el Hijo y el Espíritu Santo llevan las mismas designaciones. El Hijo es llamado Dios en Juan 1:1, el verdadero Dios en 1 Juan 5:20, Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos, en Romanos 9:5, gran Dios en Tito 2:13. El Espíritu Santo es también llamado Dios en Hechos 5:3-9 y Señor en 2 Corintios 3:17. Así que, cuando en Mateo 28:19 habla del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, se está refiriendo a las tres personas que componen la trinidad. Cada una de estas tres personas tiene sus títulos y sus nombres propios. Cuanto este texto usa el singular, nombre, para referirse a las tres personas, está mostrando el concepto de la Trinidad. Un solo Dios verdadero que existe en tres personas diferentes, cada una de la misma esencia, pero con diferente subsistencia.

  • Si Moisés habló cara a cara con Dios, ¿por qué se dice que nadie ha visto jamás a Dios?

    Si Moisés habló cara a cara con Dios, ¿por qué se dice que nadie ha visto jamás a Dios? ¿Cuál es el significado espiritual del velo que se ponía Moisés, según 2 Corintios 3:14?

    La Biblia declara sin dejar margen a ninguna duda que no es posible que un hombre vea a Dios y siga con vida. En el libro de Éxodo capítulo 33 aparece en hermoso relato acerca del profundo anhelo de Moisés por ver la gloria de Dios. Observe qué es lo que dijo Dios sobre este deseo de Moisés y lo que hizo Dios sobre este deseo de Moisés. Leo en Éxodo 33:18-23 “Él entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro.” Fascinante relato. Hay al menos un par de cosas que deben ser tomadas muy en cuenta. Número uno, lo que tiene que ver con la esencia de Dios. La Biblia dice que Dios es Espíritu. Siendo así, él no tiene cuerpo. Por tanto, no es posible que sea percibido mediante la vista. Quizá Usted me dirá: Si Dios es Espíritu y no tiene cuerpo, ¿entonces por qué es que la Biblia habla del rostro de Dios, de las manos de Dios, de los brazos de Dios, del oído de Dios, etc.? Pues esto es lo que se conoce como lenguaje antropomórfico. Es una forma válida de comunicación para tratar de comprender a un ser espiritual que sin tener cuerpo, sin embargo es una persona hecha y derecha. Número dos, lo que tiene que ver con el carácter moral de Dios. La Biblia dice que Dios es santo, puro y perfecto. Por contraste, el hombre es impío, impuro e imperfecto. Por este motivo, el hombre no puede tener contacto directo con Dios. Es como si un pequeño cubo de hielo quisiera ponerse al lado de un hierro al rojo vivo y mantener su estado sólido. Algo imposible. Por razonamientos como estos, es que Dios dijo a Moisés: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre y vivirá. Sin embargo, Dios quiso complacer a Moisés mostrándole al menos sus espaldas. Por eso fue que Dios dijo a Moisés que cuando pase su gloria por delante de él, Dios mismo iba a proteger a Moisés poniéndolo en la hendidura de una peña y cubriéndolo con su mano, hasta que la gloria de Dios haya pasado. Luego Dios quitaría su mano y Moisés podría contemplar las espaldas de Dios. Algo interesante es lo que la Biblia dice después de este relato. Moisés tenía que alisar dos tablas de piedra e ir a la cumbre del monte Sinaí para que Dios escriba sobre esas tablas de piedra lo que Dios había escrito en las primeras dos tablas de piedra que Moisés rompió. Moisés lo hizo y note lo sucedió en la cumbre del Sinaí. Éxodo 34:4-5 dice: “Y Moisés alisó dos tablas de piedra como las primeras; y se levantó de mañana y subió al monte Sinaí, como le mandó Jehová, y llevó en su mano las dos tablas de piedra. Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová.” ¿Notó que Jehová descendió en la nube? Lo que Moisés vio no fue el rostro de Jehová sino la nube gloriosa que acompaña a la presencia de Jehová. Los judíos llaman a esta nube de gloria, la shekina. Es una nube tan refulgente que deslumbra al ser humano. Esto explica la reacción de Moisés. Éxodo 34:8 dice: “Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró” El bajar la cabeza por parte de Moisés fue en señal de reverencia a Dios, pero además porque Moisés no podía fijar su vista en la deslumbrante nube de gloria, la shekina. En un sentido muy real, Moisés no vio cara a cara a Dios sino que vio la manifestación gloriosa de Dios. Lo mismo sucedió en todos los otros casos de personas que alguna vez tuvieron un encuentro personal con Dios. No es posible ver cara a cara a Dios. Para conocer a Dios es necesario conocer a su Hijo, el Señor Jesucristo. Observe lo que dice Juan 1:18: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” Volviendo a Moisés, después que descendió del Monte Sinaí, donde pasó cuarenta días y cuarenta noches, su rostro estaba iluminado. Se había contagiado, por decirlo así, de la gloria de Dios. Los judíos tenían miedo de fijar su mirada en el rostro resplandeciente de Moisés. Cuando Moisés les habló todo lo que Dios le había dicho, Moisés se puso un velo sobre su rostro. Así comenzó el asunto del velo sobre el rostro de Moisés. Éxodo 34:34-35 dice: “Cuando venía Moisés delante de Jehová para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía; y saliendo, decía a los hijos de Israel lo que le era mandado. Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios.” Fue necesario que llegue el Nuevo Testamento para encontrar el significado espiritual de este hecho. Esto nos lleva a la segunda parte de su consulta. Leamos lo que el apóstol Pablo dice acerca del velo sobre el rostro de Moisés. 2 Corintios 3:7-16 dice: “Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer, ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece. Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza; y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido. Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.” Cuando Pablo habla del ministerio de muerte, se refiere a la ley de Moisés, y más específicamente a los diez mandamientos, los cuales estaban grabados en las tablas de piedra. Por cuanto la ley de Moisés mostraba al hombre su pecaminosidad y no le daba poder para salir del pecado, ministraba muerte. Note que la ley de Moisés estaba condenada a perecer o a ser abolida. Si la ley de Moisés fue entregada en medio de gloria, cuánta más gloria rodeará a lo que reemplaza la ley de Moisés, es decir a lo que se conoce como el nuevo pacto. No hay duda que la ley de Moisés fue gloriosa, para su tiempo y su objetivo, pero su transitoriedad y su limitado propósito, hacían que esta gloria se desvanezca frente a la deslumbrante luz de la gracia de Cristo, la cual  tiene como propósito eterno el llevar a muchos hijos a la gloria de Dios. Cuando Pablo se refiere al velo que Moisés se ponía sobre su rostro, está dándole un significado espiritual a este hecho. Moisés se cubría su rostro con un velo para que los hijos de Israel no vean la desaparición de la gloria transitoria que se reflejaba en su semblante. Esto es figura del velo espiritual que está puesto sobre el corazón de los hijos de Israel que se niegan a reconocer a Jesús como el Mesías o el Cristo. Estos hijos de Israel incrédulos pensaban que la ley de Moisés tiene carácter permanente. Esto les impide que se vuelvan a Cristo, quien es el único que puede quitar ese velo de incredulidad. En esencia entonces, Moisés se cubría el rostro después de hablar al pueblo a nombre de Dios, para esconder el hecho que el brillo de su rostro había desaparecido. Esto es figura de lo transitorio que era la ley de Moisés. La gloria de la ley de Moisés estaba condenada a desaparecer. El reconocer que Jesús es el Cristo, o el Mesías, es equivalente a quitar ese velo que impide ver que la gloria de la ley de Moisés, o el ministerio de muerte, ha desaparecido y por otro lado el reconocer que la gloria de lo que Pablo llama el ministerio de justificación está en su plenitud.

  • ¿El suicidio a la luz de la Biblia?

    No podemos decir mucho en tan poco tiempo con relación a este asunto tan delicado. En todo caso, el suicidio es el acto por el cual en forma intencional una persona termina con su vida. Se debe entender el suicidio como una acción libre y sin coerción con el propósito de producir la muerte de uno mismo. El término suicidio significa el acto o la ocasión de quitarse la vida uno mismo en forma voluntaria e intencional y esto se extiende también a las personas que atentan contra su vida o quienes tienen la tendencia a quitarse la vida. Durante los primeros años de la historia judía, el suicidio era extremadamente raro. La vida se consideró demasiado preciosa para terminarla por voluntad propia. Salvo pocos casos que se mencionan en el Antiguo Testamento, seis en total, no se encuentra ninguna tendencia hacia el suicidio en la historia del pueblo judío. Fundamentándose en textos como Génesis 2:7, donde dice: Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.
    El pueblo judío comprendió que la vida es un don o un regalo de Dios al hombre y por tanto consideró que de igual manera, Dios es el único que tiene la potestad para quitar la vida. Esta forma de pensar se ha extrapolado también al Cristianismo, por lo cual el Cristianismo sostiene que Dios aborrece y rechaza el suicidio terminantemente. En el Nuevo Testamento existe un solo caso de suicidio y su autor fue el tristemente célebre Judas Iscariote, quien traicionó al Señor Jesús. Un creyente que se suicida estaría cometiendo un grave pecado. El suicidio es un pecado porque niega algunas cosas relativas a la persona y a la obra de Dios. En primer lugar, niega el poder de Dios. La persona que se suicida piensa que ha llegado al final de la cuerda y que ya no hay más esperanza, pero la palabra de Dios dice que nada es imposible para Dios. En Lucas 1:37 leemos estas palabras: porque nada hay imposible para Dios.
    Donde terminan las posibilidades del hombre comienzan las posibilidades de Dios. Quien se suicida niega voluntariamente la intervención de Dios en su vida. En segundo lugar, porque niega los propósitos de Dios. Dios utiliza las pruebas para cumplir con sus propósitos. Las pruebas son el cincel y el martillo que Dios utiliza para dar forma a los que somos suyos. Por esto Dios espera que tengamos por sumo gozo cuando nos hallemos en diversas pruebas. Santiago 1:2-4 dice: Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,
    Jam 1:3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.
    Jam 1:4 Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.
    La persona que se suicida normalmente piensa que Dios es injusto al hacerle pasar por la crisis que está enfrentando, pero no es así. Cuando los inevitables traumas, catástrofes y crisis de la vida amenazan con arrojarnos violentamente contra las rocas, es la fe personal y la visión que tenemos de nuestro Dios lo que nos trae seguridad. Al saber que Dios está en control de cualquier cosa que estamos experimentando, podemos soportar con gozo cualquier cosa que nos venga. Tal conocimiento no niega las circunstancias o el dolor y sufrimiento, pero tiene la virtud de poner las cosas en la perspectiva correcta. Esta actitud nos llevará a comprender que Dios es más grande que nuestros problemas y por tanto podemos estar seguros en él. En tercer lugar, el suicidio se considera como pecado porque niega las promesas de Dios. Note lo que dice 1 Corintios 10:13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.
    La prueba, la crisis, el sufrimiento, es algo que está bajo el control de Dios. Alguien ha dicho que Dios nos mete en el horno de fuego de la prueba, pero su mano está firmemente en el termostato, para que la temperatura del horno no suba más allá de lo que podemos soportar y nos quememos. Pero la hermosa promesa es que Dios no nos va a dejar dentro de ese horno de fuego para siempre, sino que cuando se cumpla su propósito nos va a sacar del horno de fuego. Esto es un gran aliciente para soportar con gozo la prueba. Después de la tormenta viene la calma. Después de la noche siempre viene el día. Pero si una persona se suicida desconfía de esta promesa, y pensando que siempre va a estar en esa situación, termina quitándose la vida. De manera que, amable oyente, nadie puede decir que fue la voluntad de Dios que un creyente se suicide, porque sería equivalente a decir que fue la voluntad de Dios que un creyente peque. Dios jamás va a desear que un creyente peque de cualquier manera. Una pregunta que normalmente surge en la mente de los creyentes, relacionada con el suicidio es en cuanto al destino eterno del alma y espíritu de ese creyente. ¿Va al cielo, o al infierno? Respecto a esto, la pregunta en realidad se reduce al asunto de si un verdadero creyente puede o no perder su salvación. La Biblia provee abundante información en cuanto a que un genuino creyente no puede perder su salvación, por cuanto todos sus pecados han sido ya juzgados en Cristo. Esto de ninguna manera debe ser interpretado como un estímulo para que los creyentes se suiciden, porque como ha quedado establecido, el suicidarse es un pecado porque pretende usurpar la autoridad que sólo Dios tiene para otorgar y quitar la vida, porque niega el poder de Dios, niega los propósitos de Dios para probar al creyente y niega las promesas de Dios de una pronta liberación. Que un creyente genuino, tal vez en una crisis emocional y espiritual, atente contra su propia vida, cae dentro de las posibilidades, pero de ninguna manera es lo que la Biblia aconseja a los creyentes. El destino de cualquier persona que se ha suicidado no está determinado por el acto de suicidio sino por su relación con Cristo. Si esa persona recibió alguna vez a Cristo como su Salvador, es salva, pero si esa persona jamás recibió a Cristo como Salvador, no es salva. Muchos piensan que el suicidio es el pecado imperdonable. Esta idea se fundamenta en el hecho que cuando la persona comete suicidio es incapaz de pedir y recibir perdón después del acto, y por lo tanto le espera el castigo eterno. Debido a que el suicidio es un homicidio de la propia persona, es un acto pecaminoso. No obstante, el acto de suicidio no condena a ninguna persona al castigo eterno. La salvación y la vida eterna son regalos que Dios otorga gratuitamente a todos los que reconocen su condición pecadora ante Dios y confían de manera personal en la muerte de Cristo en la cruz como el pago justo por su pecado. Juan 3:16 dice: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
    La salvación para cualquier persona descansa sobre la obra completa y perfecta de Jesucristo en la cruz, no sobre el hecho de no cometer jamás algo que Dios ha catalogado como pecado. El suicidarse no nos condena de por sí al castigo eterno, más que cualquier otro pecado por el cual no hayamos pedido perdón en el momento de morir físicamente. Note lo que dice Romanos 8:1 y complementario con esto, los versículos 37 a 39. Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
    Rom 8:38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
    Rom 8:39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
    Para el creyente no hay ningún acto o pecado individual que pueda anular la salvación, cambiar el destino eterno o separar al creyente de Dios, y dentro de esto está el pecado de suicidio. Por nuestra humana naturaleza pecaminosa que todavía poseemos a pesar de ser genuinos creyentes, es posible pero no deseable que cometamos cualquier pecado, tanto algo que nosotros consideramos como grave o algo que nosotros consideramos como nada grave. Si no fuera por la cruz sobre la cual fue pagada eternamente la deuda por el pecado pasado, presente y futuro, ninguno de nosotros podría estar seguro de tener salvación eterna, porque ¿Quién de nosotros, creyentes podemos decir que nunca hemos pecado siendo ya creyentes?

  • ¿Está bien sentirse culpable por pecados que ya fueron perdonados ?

    Todos los creyentes tenemos un pasado sórdido. Unos más, unos menos. Pero lo grandioso es que sin importar la gravedad de lo que hicimos siendo incrédulos, Dios nos perdonó totalmente cuando recibimos a Cristo como Salvador. Y no sólo eso, sino que también Dios nos hizo nuevas criaturas a partir del momento que recibimos a Cristo como Salvador. Los creyentes en la iglesia en Corinto no fueron una excepción. Observe lo que les dijo el apóstol Pablo. Leo en 1 Corintios 6:9-11 “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.” Entre los creyentes en la iglesia en Corinto, había algunos que antes de ser creyentes eran fornicarios, otros eran idólatras, otros eran adúlteros, otros eran afeminados, les gustaba actuar como mujeres siendo hombres, otros iban más allá, eran homosexuales activos, otros eran ladrones, otros eran avaros, otros eran borrachos, otros eran maldicientes y otros eran estafadores. Pero una vez que recibieron a Cristo como Salvador, dejaron de ser todo eso y pasaron a ser algo maravilloso. El texto dice: Mas ya habéis sido lavados. El pecado, cualquiera que sea deja una mancha que solamente la preciosa sangre de Cristo puede lavar. A los ojos de Dios, el creyente no tiene ninguna mancha de pecado. Isaías 1:18 dice por tanto: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” De modo que, amable oyente, su pecado fue ciertamente horrendo y dejó una terrible mancha en su vida. Imagine su vida como una sábana blanca con una mancha como la grana, roja como carmesí. Pero cuando usted recibió a Cristo como su Salvador, esa sábana fue lavada en la sangre de Cristo y la mancha que era como la grana, roja como el carmesí, se emblanqueció y se hizo como la nieve y como blanca lana. Esto es lo que dice la palabra de Dios. Ahora bien, Satanás está muy interesado en hacerle creer que la mancha no fue borrada y que sigue allí en la sábana, pero no haga caso a las insinuaciones de Satanás. La mancha ya no existe. Ese es el testimonio de la palabra de Dios. ¿A quién va a creer más? ¿Al diablo quien dice que la mancha sigue allí, o a Dios quien dice que la mancha ya no existe? Pero el texto también dice que los creyentes ya hemos sido santificados. El verbo santificar significa poner algo aparte para un propósito especial. Los creyentes hemos sido puestos aparte del mundo en el cual vivíamos, para servir y honrar a Dios nuestro Padre y a Jesucristo su Hijo. Antes de recibir a Cristo, usted era parte de ese mundo caracterizado por la fornicación, por la idolatría, por el adulterio, por la homosexualidad, por el robo, por la avaricia, por la borrachera, por el lenguaje obsceno y por la estafa, pero cuando usted recibió a Cristo como Salvador, Dios mismo le sacó de este fango de pecado y lo puso aparte, de modo que esté en capacidad de servir y adorar a Dios. Cada vez que usted se siente culpable por lo que hizo antes de ser creyente, está desconociendo la realidad de que usted ya no pertenece a ese mundo en el cual cometió aquel pecado. El diablo nuevamente quiere hacerle creer que usted está todavía en ese mundo del cual salió y por eso hace lo imposible para hacerle sentir culpable, pero no ceda a las pretensiones del diablo. El diablo es un mentiroso por naturaleza. Cada vez que se sienta culpable por algo que hizo antes de recibir a Cristo, recuerde la hermosa realidad espiritual que usted ha sido santificado en Cristo. Además, el texto leído dice que los creyentes hemos sido justificados en el nombre del Señor Jesús. Esto es algo hermoso y de seguro le ayudará a vencer su sentimiento de culpabilidad. La justificación bíblicamente hablando significa que a pesar de ser culpables por una falta cometida, Dios nos declara justos, por cuanto hemos confiado en Cristo como nuestro Salvador. Cuando Dios nos ve a nosotros los creyentes, no nos mira como somos, sino que nos mira como si fuéramos su mismo Hijo, Cristo Jesús. Él es perfecto, santo, puro, sin mancha, sin culpa, absolutamente justo. Pues así es como nos mira Dios por el hecho de haber recibido a Cristo como Salvador. Siendo así, entonces no tiene sentido el que nos sintamos culpables por el pecado que cometimos antes de recibir a Cristo como Salvador. Cada vez que experimente ese sentimiento de culpabilidad por lo que ha hecho antes de ser creyente, razone y diga: Pero Dios no me ve culpable, ¿Por qué tengo que sentirme yo mismo culpable? Esto le ayudará a salir de ese profundo pozo de culpabilidad. En esencia se trata de que usted debe aprender a vivir por fe, no por sentimientos. La vida de fe dice: Efectivamente yo hice cosas terribles antes de ser un hijo de Dios, pero de todo eso, fui perdonado por Dios cuando recibí a Cristo como mi Salvador. Dios dice que ya he sido lavado, que he sido santificado y que he sido justificado en el nombre del Señor Jesús. Por tanto no tengo ninguna razón para sentirme culpable. Doy gracias a Dios por su perdón y voy a enfrentar el resto de mi vida con optimismo. La vida de sentimientos dice: Lo que yo hice antes de recibir a Cristo es muy grave, aunque ya he recibido a Cristo como mi Salvador, y la Biblia dice que ya he sido perdonado, y por tanto lavado, santificado y justificado en el nombre del Señor Jesús, sin embargo todavía me siento culpable por lo que hice, así que viviré triste, amargado y sin ánimo para servir al Señor. ¿Qué prefiere, vivir por fe o vivir por sentimientos?

  • Siendo que Dios creó a Adán y Eva en el principio, entonces había una sola raza. ¿De dónde y en qué tiempo se originaron las diferentes razas?

    Efectivamente, Dios creó a Adán y Eva, la primera pareja sobre la faz de la tierra. En esta primera pareja existían todas las combinaciones genéticas para producir absolutamente todas las razas que existen en el mundo, por tanto todas las razas existentes tienen un origen común, en Adán y Eva. Pasaron muchos años, no se puede precisar cuántos, desde que Adán y Eva fueron creados, hasta un evento crucial en la formación de las razas en el mundo. Se trata de lo que se conoce como la torre de Babel. La Biblia relata este episodio en Génesis 11:1-9 donde dice: “Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra.” Este episodio no sólo significó el comienzo de las diversas lenguas y dialectos que existen en el mundo, sino que también significó que la gente se agrupe por el lenguaje común y se traslade a diferentes lugares en el mundo. La gente debe haberse casado entre personas que hablaban el mismo lenguaje y eso debe haber fortalecido determinadas características genéticas en desmedro de otras, con la consiguiente aparición de los rasgos característicos de cada una de las razas existentes.

  • ¿La biblia condena la práctica del fútbol ?

    ¿Es conveniente para el creyente practicar algún deporte? Por ejemplo el fútbol. ¿Condena la práctica de los deportes pasajes bíblicos como Isaías 59:7-8 y 1 Corintios 10:7-8?

    Bueno, vamos a analizar uno a uno los dos pasajes bíblicos mencionados por Usted para ver si condenan de alguna manera la práctica de algún deporte. Primero, Isaías 59:7-8 donde dice: “Sus pies corren al mal, se apresuran para derramar la sangre inocente; sus pensamientos, pensamientos de iniquidad; destrucción y quebrantamiento hay en sus caminos. No conocieron caminos de paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas; cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz.” Este pasaje bíblico está hablando de la depravación moral y espiritual de la nación de Israel. Cuando el texto dice que sus pies corren al mal, no se está refiriendo a la práctica de algún deporte como el fútbol, sino a la disposición al pecado de la nación de Israel. Este versículo no tiene absolutamente nada que ver con practicar algún deporte. Segundo, 1 Corintios 10:7-8 donde dice: “Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar. Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil.” Bueno, en este pasaje se usa el verbo jugar, y quizá por eso, Usted pensó que podría estar relacionado con la práctica de algún deporte, pero no es así. De lo que este texto está hablando es de un evento que sucedió en el pasado con el pueblo de Israel. Se encuentra en Éxodo 32:5-6 donde dice: “Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo: Mañana será fiesta para Jehová. Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse.” Observe, en lugar de decir que el pueblo se levantó a jugar, como en 1 Corintios 10, Éxodo 32 dice que el pueblo se levantó a regocijarse. Este verbo, regocijarse, en hebreo es el mismo verbo que en Génesis 26:8 se ha traducido como acariciar, cuando Abimelec vio a Isaac que acariciaba a Rebeca su mujer. Lo que estaba pasando con el pueblo de Israel en el desierto cuando construyeron ese becerro de fundición para adorarlo como ídolo, era que el pueblo comió, bebió se emborrachó y se levantó a una orgía sexual. Por eso Éxodo 32:25 dice que el pueblo estaba desenfrenado. Así que el segundo texto mencionado por Usted tampoco tiene en absoluto que ver con la práctica de algún deporte. No hay nada de malo en practicar cualquier deporte decente y legítimo, siempre y cuando eso no estorbe la comunión del creyente con Dios. 1 Timoteo 4:8 dice: “porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.” Los beneficios del ejercicio corporal son limitados y transitorios, cuando se los compara con los amplios y permanentes beneficios de la piedad. Manténgase en buena forma física, pero más importante, manténgase en buena forma espiritual.

  • ¿Cuántas veces debe bautizarse un creyente?

    Bueno, comencemos por explicar el significado de Hechos 19:3-5. Para incluir el contexto vamos a leer desde el versículo 1. Dice así: “Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.” Esto está sucediendo unos veinte años después del nacimiento de la iglesia. El apóstol Pablo está en Efeso y allí se encuentra con ciertos discípulos. Un discípulo no necesariamente es sinónimo de ser creyente. Algo en estos discípulos debe haber impulsado al apóstol Pablo a hacer la pregunta: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Lo que Pablo quería saber por confesión propia de estos discípulos, es si estos discípulos eran creyentes. Pablo sabía que una característica indispensable de un creyente es haber recibido el Espíritu Santo. Romanos 8:9 dice: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” Allí dice claramente: Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, o el Espíritu Santo, no es salvo, no es de Cristo. Recibir el Espíritu Santo es resultado inmediato de recibir a Cristo como Salvador. El Nuevo Testamento no contiene mandatos de recibir el Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo viene al creyente, el instante mismo que el creyente recibe a Cristo como Salvador. La respuesta de estos discípulos denota la ignorancia total y absoluta sobre el Espíritu Santo. Muy cándidamente dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Peor haber recibido el Espíritu Santo. ¡Qué triste! Esto indica que estos discípulos no eran creyentes. Pueden haber sido muy religiosos y tal vez muy morales, pero no eran creyentes. Es muy posible ser muy religioso, pero no ser salvo. La salvación no es cuestión de profesar tal o cual religión, sino de haber recibido a Cristo como Salvador. Es muy posible ser muy moral, pero no ser salvo. La salvación no es cuestión de ser bueno ante los ojos de uno mismo o ante los ojos de los demás. La salvación es cuestión de haber recibido a Cristo como Salvador. Sabiendo que estos discípulos no eran salvos, el apóstol Pablo prosigue preguntando: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Pablo quería saber en qué creían estos discípulos, ya que no eran salvos. La respuesta de los discípulos fue: En el bautismo de Juan. Pablo sabía entonces que estaba ante seguidores de Juan el Bautista. Eso le permitió poner las cosas bajo la perspectiva correcta en cuanto a la relación entre el ministerio de Juan el Bautista y la persona y obra de Cristo Jesús. Pablo mostró a estos discípulos que Juan el Bautista fue solamente un precursor de alguien que venía después de él. Juan el Bautista predicó un mensaje de arrepentimiento, en preparación para la venida del Cristo, del Mesías y el establecimiento de su reino Mesiánico. Era necesario que la gente crea en aquel que venía después de Juan el Bautista. Los discípulos de Juan el Bautista que Pablo encontró en Efeso, no sabían que ya había venido aquel que Juan el Bautista anunció. Ése era Jesús de Nazaret. Era por tanto necesario creer en Jesús. Él es el Mesías. Él es el Cristo. Cuando los discípulos de Juan el Bautista escucharon esto, dieron el paso de fe y recibieron a Jesús como su Salvador. Recién entonces llegaron a ser creyentes. Como todo creyente, era necesario que den un testimonio público de su fe y por eso fueron bautizados en agua, en el nombre del Señor Jesús. Esta última declaración no está hablando de la fórmula bautismal con la cual fueron bautizados estos nuevos creyente, sino que está hablando de que ahora sí, estas personas estaban en la verdadera y salvadora fe de Jesucristo. Muy bien, esta es la explicación del pasaje bíblico en Hechos 19:3-5. Ahora nos toca dar atención al otro asunto que fue motivo de su consulta. Alguien le ha dicho que los que han sido bautizados según Mateo 28:19 necesitan volver a ser bautizados según Hechos 2:38. Pues, esto no tiene en absoluto ningún fundamento bíblico. El bautismo en agua es uno y único y en cuanto a la fórmula bautismal, ésta se halla claramente establecida en Mateo 28:19 donde dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” Si Usted o cualquier otro creyente ha sido bautizado en agua en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, está bien bautizado y no necesita ningún otro bautismo. El problema de la persona que le ha insinuado que debe volver a bautizarse según Hechos 2:38 parte de una equivocada interpretación de lo que dice este texto con relación al bautismo. Vemos qué es lo que allí tenemos. Dice así: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” Estas palabras son una parte del discurso del apóstol Pedro el día de Pentecostés. La gente que estaba oyendo el mensaje del apóstol Pedro, eran todos judíos, es decir que eran parte de la nación que rechazó a Jesús como su Mesías y su Cristo. Si estos judíos querían ser salvos tenían que arrepentirse de haber rechazado a Jesús como su Mesías o el Cristo y tenían que creer que Jesús era realmente su Mesías o el Cristo. En otras palabras tenían que recibir a Jesucristo como su Salvador. A esto es a lo que se refiere la frase: Bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo para perdón de pecados. Para confirmar lo dicho, el texto prosigue diciendo: Y recibiréis el don del Espíritu Santo. La Biblia es clara al mostrar que el don del Espíritu Santo es el resultado de haber recibido por la fe a Jesucristo como Salvador. Efesios 1:13, hablando de Jesucristo dice: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa.” Así que Hechos 2:38 no está hablando de otro bautismo o de otra fórmula bautismal. El único bautismo y la única forma bautismal es la de Mateo 28:19, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.