Autor: cris

  • ¿Cómo se recibe el Espíritu Santo?

    La pregunta del día de hoy dice: ¿Cómo se recibe el Espíritu Santo?

    La Biblia dice que ningún incrédulo tiene el Espíritu Santo. Romanos 8:9 dice «Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él» Por cuanto el Espíritu Santo mora en el creyente, ese creyente debe vivir según el Espíritu Santo y no según la carne o según la vieja naturaleza. Esto es lo que está enseñando el apóstol Pablo. Pero note lo que dijo Pablo al final del versículo. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. En otras palabras, si alguien no tiene el Espíritu Santo no es creyente, no pertenece a Cristo. Por tanto, los incrédulos no tienen el Espíritu Santo. Al hablar de incrédulos, no lo hacemos en tono peyorativo, se trata simplemente de un término para describir a la persona que jamás ha recibido a Cristo como su personal Salvador. La gran pregunta ahora es: ¿Cómo puede una persona recibir el Espíritu Santo? La respuesta es sencilla. Para eso es indispensable recibir a Cristo como Salvador personal. Efesios 1:13 dice: «En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa» Pablo está hablando a los creyentes en Éfeso y les dice que habían oído la palabra de verdad, el evangelio de la salvación.

    La Biblia enseña que la fe es por el oír y el oír por la palabra de Dios. Para tener a Cristo, o ser salvos, se necesita oír el mensaje del evangelio. Este mensaje en esencia dice que todo hombre es pecador, que todo hombre está separado de Dios a causa de su pecado, que Dios ama a todo pecador y por ese amor dio a su Hijo unigénito para que muera en la cruz en lugar del pecador, que el Hijo de Dios resucitó de entre los muertos para ofrecer perdón de pecados a todo aquel que en él cree y que para ser salvo solamente hace falta recibir por la fe a Cristo como Salvador. Este es el mensaje que es necesario oír, este es el mensaje de Salvación. Pero no es suficiente oír. Pablo dijo a los Efesios: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación y habiendo creído en él. Es necesario creer lo que dice el mensaje de salvación. El mensaje de Salvación es la palabra de Dios. Cuando se cree en el mensaje de salvación se está creyendo a Dios.

    Pero cuando se rechaza el mensaje de salvación se está rechazando a Dios.  Si Usted cree en el mensaje del evangelio es necesario que reciba a Cristo como su Salvador. Entonces ocurrirá el milagro más espectacular que pueda imaginar. La persona que por fe ha recibido a Cristo como Salvador, una vez que ha creído en el mensaje del evangelio, es sellada por Dios con el Espíritu Santo. En otras palabras, recibe el Espíritu Santo como un sello que garantiza que ese creyente pertenece a Dios, que ese creyente está seguro y que ese creyente es genuino. Esta es la forma como se recibe el Espíritu Santo. Cómo verá, recibir el Espíritu Santo no tiene nada que ver con pedir a Dios en oración que lo dé, o con ayunar o con que alguien le haga caer al suelo, o le sople, o le ponga las manos en la cabeza. Tiene que ver con oír el mensaje del evangelio, con creer el contenido de ese mensaje y consecuentemente con recibir a Cristo como Salvador.

  • ¿A dónde va el alma de un creyente cuando muere?

    La pregunta del día de hoy dice así: ¿A dónde va el alma de un creyente cuando muere? He oído que va al cielo, pero si esto fuera así, ¿De qué serviría la resurrección de los muertos?

    Muchas gracias por su pregunta.  Tan pronto ocurre la muerte física de un creyente, el espíritu y el alma de la persona sale del cuerpo. En estas condiciones, el cuerpo de la persona muerta entra a un rápido proceso de descomposición en la tierra hasta el momento que ocurra la resurrección. En cambio, el espíritu y el alma de un creyente van instantáneamente a la presencia de Dios en el cielo.

    De esto nos habla pasajes bíblicos como 2 Corintios 5:1-9 donde dice: Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Es un hecho entonces que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor, pero cuando salgamos del cuerpo, inmediatamente pasamos a la presencia del Señor en el cielo. Mírelo así: El alma y espíritu del creyente puede morar en uno de dos lugares. O en el cuerpo, mientras el creyente está vivo en el mundo o en la presencia del Señor cuando el creyente muere físicamente. Esta verdad se confirma en el relato conocido como El rico y Lázaro. Cuando murió Lázaro, inmediatamente fue llevado por los ángeles a un lugar de bendición, conocido en esa época como el Seno de Abraham, y más tarde como el paraíso o el cielo. Pero note algo importante amable oyente. Los creyentes que están en el cielo, desde que mueren físicamente hasta el momento de la resurrección, están en el cielo en una forma incorpórea. Durante este tiempo, ante el Señor está solamente el alma y el espíritu del creyente, no su cuerpo.

    Por eso es absolutamente necesaria la resurrección del cuerpo del creyete. Esto sucederá cuando Cristo Jesús venga a las nubes a llamar a su iglesia, en lo que se conoce el rapto o arrebatamiento. En ese instante el alma y espíritu de los creyentes serán revestidos de un cuerpo glorificado y seguirán en ese estado por la eternidad en la presencia del Señor. Esto es lo que presenta la Biblia en relación con el destino del alma y espíritu de los creyentes cuando mueren físicamente y también con relación con su cuerpo. La promesa de resurrección del cuerpo aparece en textos como 1 Corintios 15:51-55 donde dice: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.   Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.  ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”

  • ¿Puede un creyente ser carnal toda la vida?

    La pregunta de hoy es la siguiente: ¿Puede un creyente ser carnal toda la vida?

    Gracias por su pregunta. Para que todos nuestros amigos oyentes sepan de lo que estamos hablando, debo comenzar por definir un par de términos. Un creyente es aquel que ha recibido a Cristo como su personal Salvador. Un creyente carnal es aquel creyente que se deja controlar por su carne. La palabra carne, en este caso, se usa en un sentido figurado para hablar de los deseos o pasiones desordenadas que parten de la naturaleza pecaminosa del creyente. Ahora que hemos definido los términos, ¿puede un creyente ser carnal toda la vida? Para responder esta pregunta, vayamos a la primera epístola de Pablo a los Corintios capítulo 3 versículos 1 a 3. La Biblia dice: “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.  Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales;  pues habiendo entre vosotros celos,  contiendas y disensiones,  ¿no sois carnales,  y andáis como hombres?”

    Note que Pablo está hablando a creyentes, no a incrédulos, por eso los llama “hermanos” Sin embargo, estos hermanos no eran lo que Pablo hubiera esperado, es decir creyentes espirituales, sino que eran creyentes carnales. Pero aquí viene la clave para responder a su consulta. A esos creyentes carnales, Pablo les dice que también son niños en Cristo. Pablo llegó a Corinto, predicó el mensaje del Evangelio, algunos oyeron ese mensaje y recibieron a Cristo como Salvador. Como resultado de esa decisión llegaron a ser niños, o tal vez mejor, bebés en Cristo. Como bebés en Cristo, su característica más notoria es su inmadurez. Por eso Pablo no pudo alimentarlos con alimento sólido, sino con alimento, líquido, la leche, porque no eran capaces de digerir el alimento sólido, debido a su inmadurez. La evidencia de su infancia espiritual, o su inmadurez espiritual, o su carnalidad, era esa tendencia a ser celosos, a meterse en contiendas, a fomentar las disensiones o las divisiones. Esta conducta es propia de alguien que es inmaduro, o alguien que es carnal. Es una conducta que se parece mucho a la conducta de un incrédulo. Pero, así como en el plano biológico, se espera que los bebés crezcan hacia la madurez, así también, se espera que los bebés espirituales crezcan hacia la madurez espiritual, es decir que dejen de ser carnales, bebés en Cristo, y progresen poco a poco hacia la madurez o a lo que la Biblia llama creyente espiritual. Por esto un genuino creyente, no puede ser carnal toda la vida, no puede quedarse toda la vida en un estado de infancia espiritual, como niño en Cristo. Así como un bebé necesita alimento para crecer físicamente, los bebés en Cristo, necesitan el alimento espiritual, la palabra de Dios, para crecer hacia la madurez en Cristo o hacia ser un creyente espiritual. 2 Pedro 2:2 dice: “Desead como recién nacidos la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación.” Pasar de un estado de infancia espiritual a un estado de madurez espiritual es un mandato para todo creyente. Ponga atención a lo que aparece en Gálatas 5:16-18. La Biblia dice: Digo,  pues:  Andad en el Espíritu,  y no satisfagáis los deseos de la carne.  Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu,  y el del Espíritu es contra la carne;  y éstos se oponen entre sí,  para que no hagáis lo que quisiereis.  Pero si sois guiados por el Espíritu,  no estáis bajo la ley”. Es triste notar que tal vez la mayoría de creyentes se sienten cómodos viviendo como creyentes carnales, pero no se dan cuenta que están en desobediencia delante de Dios.

  • Bingo para levantar fondos

    La pregunta del día es acerca de una iglesia que está pensando realizar un bingo para levantar fondos para financiar algunos ministerios. Se nos pregunta si esto será correcto, porque no quieren desobedecer ni desagradar a Dios. Aparte de esto, quiere saber el significado de agorero y sortílego en Deuteronomio 18:10-11.

    A lo largo de toda la Biblia se evidencia un principio importante. El fin no justifica los medios. Es un excelente fin o propósito el levantar fondos para financiar los ministerios que realiza la iglesia, pero eso no transforma en algo bueno el robar, o el mentir o el estafar, para obtener ese dinero. Dentro de esto justamente cae el tan popular bingo. El bingo es un juego de azar. El azar o la suerte determina el ganador. En el mundo existe un dicho: No todo depende de la suerte, porque es necesario buscar la suerte. Buscar la suerte en este caso, implica participar en el bingo. Pero ¿qué dice la Biblia acerca de la suerte o la fortuna? Observe este texto en Isaías 65:11-12: Pero vosotros los que dejáis a Jehová,  que olvidáis mi santo monte,  que ponéis mesa para la Fortuna,  y suministráis libaciones para el Destino;  yo también os destinaré a la espada,  y todos vosotros os arrodillaréis al degolladero,  por cuanto llamé,  y no respondisteis;  hablé,  y no oísteis,  sino que hicisteis lo malo delante de mis ojos,  y escogisteis lo que me desagrada.

    Esta es una reprensión contra Israel. Habían dejado a Jehová y ahora confiaban en dioses paganos llamados Fortuna y Destino. Poner mesa y suministrar libaciones a estos dioses significa adorarlos como si fueran Dios, poniendo la esperanza en ellos. Dios estaba tan enojado por esto, que entregó a su pueblo a espada y destrucción. Me aterra lo último que dice el pasaje. Por confiar en Fortuna y Destino, los de Israel hicieron lo que desagrada a Dios. No es prudente por tanto que los creyentes participen en cualquier cosa donde se dependa del azar, de la suerte, de la fortuna. Está bien levantar fondos para la iglesia, pero la mejor manera es por medio de las contribuciones generosas y sacrificadas de los creyentes que se congregan en la iglesia. ¿Qué le parecería si para construir el tabernáculo, Moisés hubiera organizado un bingo? Terrible, ¿verdad? Lo que ordenó Dios a su pueblo por medio de Moisés fue que cada uno traiga ofrenda para la construcción del Tabernáculo. Éxodo 25:2 en su primera parte dice: “Di a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda”. Cuando el pueblo obedeció a Dios, había tal abundancia que sobraba y Moisés tuvo que ordenar al pueblo que dejen de traer más ofrendas. La obra de Dios  se hace con las ofrendas del pueblo de Dios, no con bingos, ni rifas, ni loterías. Es suficientemente malo que los creyentes confíen en Fortuna y por eso participen en loterías, rifas y tómbolas, pero más malo es que la iglesia toda participe en cualquiera de estas cosas.  Usted también nos ha pedido explicación sobre las palabras agorero y sortílego que aparecen en Deuteronomio 18:10-11. Agorero se refiere a predecir males y desdichas mediante el presagio originado en el canto o vuelo u otros indicios que se observa en las aves. Sortílego significa adivinar o pronosticar una cosa por medio de suertes supersticiosas. Los paganos eran dados a la brujería, la hechicería, a los encantamientos. Tenían predilección por los adivinos, los magos y los que supuestamente podían comunicarse con los muertos, es decir el espiritismo. Todas estas prácticas debían ser desechadas por el pueblo de Dios y también por nosotros los creyentes. Dios lo considera como abominación. Note lo que dice Deuteronomio 18:12. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas,  y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti.

  • ¿Es pecado maldecir?

    La pregunta del día es: ¿Es pecado maldecir?

    Gracias por su pregunta. Maldecir, literalmente significa condenar algo a destrucción. Cuando alguien maldice a una persona o cosa, está condenando a esa persona o cosa a destrucción. Por eso es que el diccionario afirma que maldecir es el deseo que al prójimo le venga algún daño. Siendo así, es natural pensar que la Biblia prohíbe maldecir. Específicamente, el Antiguo Testamento condena el maldecir a los padres. Éxodo 21:17 dice: “Igualmente el que maldijere a su padre o a su madre, morirá”. Fíjese cuán terrible era maldecir al padre o a la madre. El castigo según la ley de Moisés era la pena de muerte. Si se aplicara este principio en la actualidad, me temo que muchos hijos, especialmente jóvenes, yacerían bajo un montón de piedras, porque la pena de muerte bajo la ley de Moisés, era el apedreamiento. Cuidado con maldecir a su padre o a su madre, amable oyente. El Antiguo Testamento también prohibía maldecir a una autoridad. Éxodo 22:28 dice: “No injuriarás a los jueces, ni maldecirás al príncipe de tu pueblo”. Algo interesante es lo que encontramos en Levítico 19:14: No maldecirás al sordo, y delante del ciego no pondrás tropiezo, sino que tendrás temor de tu Dios. Yo Jehová”. El sordo, obviamente, no tiene capacidad de oír una maldición, pero aún así el Antiguo Testamento prohíbe que se le maldiga, por cuanto maldecir afecta más al que maldice que al que recibe la maldición. Maldecir es como escupir al cielo. El mal es para quien lo hace. Pero no sólo el Antiguo Testamento condena el maldecir, el Nuevo Testamento lo hace tal vez con más fuerza. Romanos 3:14 dice: “Su boca está llena de maldición y de amargura” Maldecir es propio de un incrédulo. Maldecir es el fruto de un corazón entregado al pecado. En el Sermón del Monte, Jesús se refirió a la prohibición de maldecir. Mateo 5:44 dice. Pero yo os digo:  Amad a vuestros enemigos,  bendecid a los que os maldicen,  haced bien a los que os aborrecen,  y orad por los que os ultrajan y os persiguen;

    En el mundo en el cual vivimos, es inevitable que alguien nos maldiga, pero como creyentes, no debemos responder con maldición a los que nos maldicen. Todo lo contrario, debemos responder con bendición a los que nos maldicen. El mejor ejemplo de esta conducta fue el mismo Señor Jesucristo. 1 Pedro 2:23 dice: quien cuando le maldecían,  no respondía con maldición;  cuando padecía,  no amenazaba,  sino encomendaba la causa al que juzga justamente;

    El apóstol Pablo también exhorta a los creyentes a no maldecir. Romanos 12:14 dice: Bendecid a los que os persiguen;  bendecid,  y no maldigáis.

    No maldecir en este texto es una orden. No existe justificación alguna para que un creyente maldiga a otro. Santiago lo puso muy bien cuando en Santiago 3:7-12 dice: Porque toda naturaleza de bestias,  y de aves,  y de serpientes,  y de seres del mar,  se doma y ha sido domada por la naturaleza humana;  pero ningún hombre puede domar la lengua,  que es un mal que no puede ser refrenado,  llena de veneno mortal.  Con ella bendecimos al Dios y Padre,  y con ella maldecimos a los hombres,  que están hechos a la semejanza de Dios.  De una misma boca proceden bendición y maldición.  Hermanos míos,  esto no debe ser así.  ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?  Hermanos míos,  ¿puede acaso la higuera producir aceitunas,  o la vid higos?  Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.

    Es imprescindible por tanto que los creyentes refrenemos nuestra lengua para no proferir maldiciones a nadie, y si ya lo hemos hecho, aunque pensemos que teníamos razón para hacerlo, debemos reconocer que pecamos, debemos confesar a Dios ese pecado y debemos prometer que nunca jamás lo vamos a hacer con la ayuda del Señor.

  • No estoy preparado para la venida de Cristo

    Un amigo oyente nos hace la siguiente pregunta. Mirando lo que dice la palabra de Dios y la situación actual del mundo, he llegado a la conclusión que la venida de Cristo está muy cercana. Esto me hace sentir temor porque no estoy preparado para la venida de Cristo. ¿Qué debo hacer para evitar este temor?

    Gracias por su pregunta. Usted tiene toda la razón al concluir que la venida de Cristo para arrebatar a su iglesia está a la puerta. Podría ser este mismo instante. No existe ninguna profecía que tenga que cumplirse para que venga Cristo a las nubes a llamar a los que somos suyos. Se dice por tanto que el arrebatamiento de la iglesia es inminente. Cuando ocurra el arrebatamiento, los creyentes, estemos vivos o muertos, seremos arrebatados y pasaremos a estar con el Señor Jesucristo para siempre, pero los incrédulos se quedarán en la tierra para sufrir siete años de tribulación en los cuales Dios derramará su justa ira sobre el mundo incrédulo. La Biblia nos muestra la actitud que debemos tener los creyentes ante la inminencia de la venida de Cristo para arrebatar a su iglesia. Después de enseñar acerca del arrebatamiento de la iglesia, note lo que dijo el apóstol Pablo según 1 Tesalonicenses 4:18. “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”. Pues eso es justamente lo que yo quiero hacer con usted. Quiero alentarle ante la inminencia de la venida de Cristo para arrebatarnos. Usted dice que está temeroso porque no se siente listo para ese magno acontecimiento. Yo le sugiero que lo mire de otra manera. Cambie ese temor en seguridad. ¿Cómo? Pues preparándose, conociendo más de la Biblia, orando más, venciendo más el pecado, hablando más de Cristo a otros, sirviendo más al Señor en su casa, en su trabajo, en la iglesia local donde se congrega. El temor que siente ante la inminente venida de Cristo se debe a que está flojo en su relación con el Señor. Mejore en su relación con el Señor y verá como Dios pondrá gozo en su corazón con tan solo pensar que la venida de Cristo por su iglesia está a la puerta. Cuando yo era niño, había veces que mi papá y mamá me dejaban sólo en la casa en compañía de mis hermanos. Como es propio de los niños, había ocasiones en que nos peleábamos entre nosotros o simplemente yo hacía algo que mis padres expresamente me habían prohibido. Cuando eso pasaba, me invadía temor ante la cercanía de la hora de regreso de mis padres. Yo sabía que cuando ellos lleguen me tomarían cuentas de mi mal comportamiento y eso me hacía sentir miedo. Pero cuando me portaba bien y obedecía todo lo que ellos me habían dicho, no tenían ningún temor al regreso de mis padres, más bien me sentía alegre porque sabía que mis padres me traerían alguna golosina y si no, la sola presencia de ellos en la casa era motivo suficiente para estar alegre. Así mismo es con Cristo. Si uno no está en buenas relaciones con él, produce temor la inminencia de su venida, pero si uno está en buenas relaciones con él, se siente gozo al saber que está pronto a venir. Así que, amable oyente, le aconsejo que fortalezca su relación con el Señor viviendo en santidad, y le aseguro que su temor se transformará en seguridad.

  • ¿Qué es amancillar?

     

    Esta es la pregunta: Conozco que la palabra amancillar significa adulterio y fornicación, y que se usa para señalar el pecado de Israel en el Antiguo Testamento. Pero me han dicho que esa palabra también se utiliza para señalar el comportamiento de una pareja que novios que se besan y se acarician. Es decir, he oído que abrazarse y acariciarse entre novios es amancillar. Si esto es así, me gustaría saber si hay alguna referencia bíblica.

    Gracias por su pregunta. Amancillar es un verbo, amigo oyente. Esto significa que denota algún tipo de acción. Amancillar es el acto de manchar o deslustrar la fama o linaje. También significa deslucir o afear o ajar. Puede significar también causar lástima o compasión. El verbo amancillar como tal, aparece únicamente en el Antiguo Testamento, al menos en la versión Reina Valera Revisión 1960. Se usa para hablar de la relación sexual pre matrimonial de Dina, la hija de Jacob. En Génesis 34:2 se lee que Siquem hijo de Hamor heveo, príncipe de aquella tierra la tomó, y se acostó con ella, y la deshonró. Esto significa que Dina fue amancillada. Así aparece en Génesis 34:5 donde dice: “Pero oyó Jacob que Siquem había amancillado a Dina su hija; y estando sus hijos con su ganado en el campo, calló Jacob hasta que ellos viniesen”. Amancillar también se usa para hablar del terrible pecado de bestialismo. Esto es, la relación sexual de un hombre o una mujer con un animal. Levítico 18:23 dice: “Ni con ningún animal tendrás ayuntamiento amancillándote con él, ni mujer alguna se pondrá delante de animal para ayuntarse con él; es perversión”. Amancillar también se usa para hablar de adulterio. Números 5:12-13 dice: “Habla a los hijos de Israel y diles: Si la mujer de alguno se descarriare, y le fuere infiel, y alguno cohabitare con ella, y su marido no lo hubiese visto por haberse ella amancillado ocultamente, ni hubiere testigo contra ella, ni ella hubiere sido sorprendida en el acto”. Finalmente, amancillar se usa para referirse al pecado de idolatría de Israel. Jeremías 7:30 dice: “Porque los hijos de Judá han hecho lo malo ante mis ojos, dice Jehová; pusieron sus abominaciones en la casa sobre la cual fue invocado mi nombre, amancillándola”. Es decir que amancillar significa manchar o deslustrar la fama o el linaje, o deslucir, afear, ajar, causar lástima o compasión, por medio de relaciones sexuales prematrimoniales, bestialismo, adulterio o idolatría. En el Nuevo Testamento no aparece el verbo amancillar, pero aparecen dos palabras muy parecidas. La primera es “mancilla” En Hebreos 13:4 leemos: Honroso sea en todos el matrimonio,  y el lecho sin mancilla;  pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.

    Un lecho sin mancilla o sin mancha, significa una relación pura entre un hombre y una mujer, quienes previamente se han casado. Un lecho con mancilla significa una relación inmoral de un hombre o de una mujer. Dios mismo se encargará de juzgar este pecado. La segunda palabra es “mancillar” que significa lo mismo que amancillar. Aparece en Judas 8 donde dice: No obstante,  de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne,  rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores.

    Mancillar la carne significa manchar el cuerpo, o cometer todo tipo de pecado, especialmente los pecados de índole sexual. De manera que, amable oyente, la Biblia no necesariamente utiliza el verbo amancillar para hablar de besos y caricias en el noviazgo o enamoramiento. En todo caso, besos y caricias en el noviazgo o enamoramiento no es la voluntad de Dios, porque atenta contra el principio de que los jóvenes deben huir de las pasiones juveniles. 2 Timoteo 2:22 dice: Huye también de las pasiones juveniles,  y sigue la justicia,  la fe,  el amor y la paz,  con los que de corazón limpio invocan al Señor.

  • ¿Se puede perder la salvación?

    La pregunta del día de hoy es acerca de Apocalipsis 3:5. Nos pregunta si este versículo apoya la doctrina que se puede perder la salvación.

    Veamos lo que dice Apocalipsis 3:5. Para tomar el contexto vamos a leer desde el versículo 4. La Biblia dice: Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras;  y andarán conmigo en vestiduras blancas,  porque son dignas.  El que venciere será vestido de vestiduras blancas;  y no borraré su nombre del libro de la vida,  y confesaré su nombre delante de mi Padre,  y delante de sus ángeles.

    El texto está hablando de los genuinos creyentes que se congregaban en una iglesia local en la ciudad de Sardis, en el primer siglo. A pesar de la presión del mundo sobre ellos, estos creyentes se mantuvieron firmes en su fe. Ellos son los que no han manchado sus vestiduras. La promesa es que ellos estarán para siempre con Jesús en el cielo, vistiendo vestiduras blancas, un símbolo de pureza y santidad. Estas son las personas dignas de semejante gloria. Cristo Jesús las hizo dignas. Eso es lo que espera también a todo genuino creyente. Todo genuino creyente es un vencedor, y al igual que los creyentes de Sardis, ellos también estarán para siempre con Jesús en el cielo, vistiendo vestiduras blancas, un símbolo de pureza y santidad. Es a ellos, a todo genuino creyente, que Jesús promete no borrar sus nombres del libro de la vida. El libro de la vida es el listado de los nombres de todos los que han sido escogidos por Dios para ser salvos, y que por tanto poseen vida eterna. Para todos ellos, es la promesa de Jesús de que sus nombres no serán borrados del libro de la vida. Esto comunica seguridad. No existe manera posible de borrar los nombres del libro de la vida. Su dilema tal vez, es que piense que como Jesús está prometiendo no borrar el nombre del libro de la vida a algunos, existe la posibilidad de que sí borre el nombre del libro de la vida a otros. Pero no hay tal. Esta posibilidad no existe. Eso es lo que declaró Jesús. Jesús termina diciendo que confesará delante de su Padre y delante de sus ángeles a todos los que constan en el libro de la vida. Una vez más, no existe posibilidad de que un genuino creyente pueda perder su salvación. Con esto en mente, le invito a considerar lo que dice uno de los muchos pasajes bíblicos que sostienen la doctrina de que la salvación una vez lograda no se la puede perder. Permítame leer Juan 10: 27-30. La Biblia dice: Mis ovejas oyen mi voz,  y yo las conozco,  y me siguen,  y yo les doy vida eterna;  y no perecerán jamás,  ni nadie las arrebatará de mi mano.  Mi Padre que me las dio,  es mayor que todos,  y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.  Yo y el Padre uno somos.

    Cuando Jesús habla de sus ovejas, se está refiriendo a los que somos salvos. El texto dice que Jesús nos conoce y nosotros le seguimos. Conocer significa tener una relación íntima. Jesús nos conoce íntimamente y nosotros le seguimos. Esto resulta en que los creyentes tenemos vida eterna. Yo les doy vida eterna, dijo Jesús. El verbo “dar” en esta frase está conjugado en tiempo presente. Esto significa que a partir de haber recibido a Cristo, como Salvador, en cualquier instante del tiempo, los creyentes tenemos vida eterna. Por eso Jesús podía decir con absoluta razón: Y no perecerán jamás.

  • Hebreos 10:26-31 ¿Tiene que ver con creyentes?

    Leamos el texto en Hebreos 10:26-31. La Biblia dice: Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!

    Para comprender bien lo que el autor de Hebreos está diciendo en este pasaje bíblico, es necesario considerar que en esta oportunidad, se está refiriendo a personas que teniendo todo el conocimiento intelectual para ser salvos, sin embargo, inexplicablemente rechazan ese conocimiento intelectual, y por decirlo así, dan la espalda a Cristo Jesús, y no lo reciben como Salvador. Esto se comprueba porque no es sino más adelante en el texto, en el versículo 39 del capítulo 10 de Hebreos, cuando el autor de Hebreos se incluye a sí mismo y a otros creyentes genuinos. El autor de Hebreos está haciendo referencia a algo que era muy conocido para los judíos. Ellos sabían que los diferentes sacrificios por el pecado, cubrían solamente los pecados de ignorancia del pueblo, pero cuando alguien hacía algo malo con soberbia, es decir sabiendo que estaba haciendo algo malo, en la ley de Moisés no había sacrificio para cubrir este pecado. Por esta causa, si alguien, sabiendo que es un pecador y sabiendo que Cristo murió por él en la cruz del Calvario, y a pesar de eso, con soberbia rechaza a Cristo como Salvador, está cayendo justamente en lo que la ley de Moisés condenaba, ya no queda más sacrificio por los pecados. ¿Qué es lo que queda, entonces? Según la ley de Moisés, lo único que quedaba es ser cortado de en medio del pueblo de Israel. Pero algo más severo espera a aquel que a sabiendas voluntariamente rechaza a Cristo como Salvador. Lo que le espera es una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. Una persona así merece el castigo de los adversarios. La palabra Satanás, significa adversario. Aquel que, a pesar de saber, rechaza a Cristo como Salvador sufrirá eterno tormento en el lago de fuego junto a Satanás. La gravedad del castigo guarda relación con la gravedad de la falta. Eso es lo que el autor de Hebreos afirma cuando dice: ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo! La falta es una ofensa contra el Padre, porque es equivalente a pisotear al Hijo de Dios. La falta también es una ofensa contra el mismo Hijo. Es equivalente a tener por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado. La falta también es una ofensa contra el Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo quien da testimonio a favor de Cristo al incrédulo. Rechazar a Cristo como Salvador teniendo pleno conocimiento de lo que se está haciendo es equivalente a dar por falso el testimonio del Espíritu Santo. Es decir que cuando una persona sabe todo lo que hace falta saber para recibir a Cristo como Salvador y sin embargo da la espalda y rechaza a Cristo como Salvador, está pecando contra el Padre, contra el Hijo y contra el Espíritu Santo.

  • ¿Quiénes son los gnósticos?

    La pregunta de hoy dice: ¿Quiénes son los gnósticos? ¿En qué creen? ¿Cómo tratar a uno de ellos?

    Gracias por su consulta. La enorme diversidad de doctrinas y escuelas gnósticas hace difícil hablar de un solo gnosticismo. Sin embargo, existen algunos denominadores comunes. Por ejemplo:

    • Su carácter iniciático, por el cual ciertas doctrinas secretas de Jesucristo estaban destinas a ser reveladas a una élite de iniciados.
    • Su carácter dualista, por el cual se hacía una escisión tajante entre la materia y el espíritu. El mal y la perdición estaban ligados a la materia, mientras que lo divino y la salvación pertenecían a lo espiritual. Por esa razón no podía existir salvación alguna en la materia ni en el cuerpo.
    • Su peculiar cristología: Siendo la materia el anclaje y origen del mal, no es concebible que Jesucristo pudiera ser un ser divino y asociarse a un cuerpo material a la vez, puesto que la materia es contaminadora. Por esa razón surge la doctrina del Cuerpo aparente de Cristo, según la cual la Divinidad no pudo venir en carne sino que vino en espíritu mostrando a los hombres un cuerpo aparentemente material
    • Sus conclusiones éticas muy divergentes: Siguiendo la idea de la condenación de la materia, algunas corrientes afirmaban que era necesario el castigo y martirización del cuerpo para, a través del padecimiento de la carne, contribuir a la liberación del espíritu, propugnando un modo de vida ascético. Sin embargo, otras corrientes afirmaban que, siendo la salvación dependiente únicamente de la gnosis del alma, el comportamiento del cuerpo era irrelevante, disculpándolo de toda atadura moral y librándolo a toda clase de goces.
    • Su interpretación alegórica del cristianismo y de las escrituras. Así, se reinterpretan a la luz gnóstica las historias de la creación, dando significados filosóficos a las mismas.

    Se trata por tanto de una doctrina elitista, según la cual los iniciados no se salvan por la fe en la persona de Cristo, se salvan mediante la gnosis, o conocimiento introspectivo de lo divino, que es un conocimiento superior a la fe. La fe no basta y la muerte de Cristo tampoco.

    ¿Cómo tratar a un gnóstico? La única manera es mostrándole lo que dice la palabra de Dios. Existen dos libros en el Nuevo Testamento en los cuales sus autores confrontaron las herejías del gnosticismo. Son el libro de Colosenses y la primera epístola de Juan. En estos dos libros se hace evidente que la salvación no resulta del conocimiento que solamente unos pocos iniciados pueden lograr, sino de una decisión consciente y voluntaria de recibir a Cristo como Salvador. Esta oferta de salvación está a disposición de todo pecador. También se hace evidente que en Cristo se confunden las dos naturalezas, la humana y la divina. Cristo es 100% Dios y a la vez 100% hombre. También se ve con claridad que el creyente tiene el poder para vivir en santidad, no como una forma para llegar a ser salvo sino como resultado que ya es salvo. De modo que se confronta la creencia gnóstica que el cuerpo por ser materia es esencialmente malo y se le debe dejar que se exprese como quiera. Así por el estilo, todos los postulados sostenidos por los gnósticos son contrarios a lo que enseña la Biblia y por consiguiente el gnosticismo debe ser rechazado por ser herejía. Así fue como lo entendieron los que se conocen como padres de la iglesia y por eso el gnosticismo fue rechazado frontalmente. Hoy en día hay muchos seguidores del gnosticismo. Mientras no reconozcan que la Biblia es el único libro con autoridad final en todo lo concerniente a lo espiritual, los gnósticos seguirán perdidos en el tortuoso sendero de sus propias creencias.