Nuevamente llegamos hasta usted para compartir algo mas del interesante tema que estamos desarrollando “La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo” en contados instantes David Logacho estará frente a este micrófono para seguir compartiendo con nosotros este estudio.
I. Introducción. Saludos, bienvenida. Serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascensión, realizadas por medio del Espíritu Santo. En nuestro último estudio bíblico dejamos a un cojo de nacimiento que había sido sanado, quien tenía asidos a Pedro y a Juan en el pórtico que se llama de Salomón, rodeados de una multitud atónita. Se había producido una maravillosa señal en este cojo de nacimiento. ¿A qué apuntaba la señal? Pedro se va a encargar de mostrar a qué apuntaba esta gran señal. Si tiene una Biblia, ábrala en Hechos 3:12 a 26.
II. Lo primero que notamos es a Pedro exhortando a la multitud a quitar la mirada de él y de Juan y aún del cojo sanado. Hechos 3:12 dice: Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?
Pedro se dirige a judíos: Varones Israelitas. Por medio de dos preguntas Pedro exhorta a la multitud atónica a no poner los ojos ni en Pedro ni en Juan para hallar una explicación al milagro realizado en el cojo de nacimiento. No era ni el poder ni la piedad de Pedro y Juan que hicieron andar al cojo de nacimiento. Hoy en día los supuestos realizadores de milagros se vuelven locos por recibir el crédito por los supuestos milagros que realizan. Jamás harían sus obras sobrenaturales sin que los medios de comunicación estén presentes. Por contraste, Pedro y Juan se esforzaban para que nadie les dé crédito por el milagro que Dios hizo en el cojo de nacimiento.
III. En segundo lugar, Pedro guía a la multitud a poner la mirada al verdadero autor del milagro. Hechos 3:13-16 dice: El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.
Pedro explica que el único y verdadero Dios, Jehová, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de los padres del pueblo de Israel ha glorificado a su Hijo, Jesús. Otras traducciones dicen: ha glorificado a su Siervo, Jesús. Jesús es el Siervo de Jehová. El milagro realizado en el cojo de nacimiento era como un fuerte haz de luz que arrojaba luz a Jesús, el Hijo o el Siervo de Jehová. Pero lamentablemente, en cambio, los varones de Israel entregaron y negaron al Hijo, al Siervo de Dios, delante de Pilato. ¿Cuándo? Pues durante la pasión. ¿Lo olvidaron? Como olvidar ese incidente cuando al no encontrar culpa, Pilato quiso soltar a Jesús en la fiesta de la pascua conforme a la costumbre de aquella época, pero los varones de Israel prefirieron que Pilato suelte a Barrabás, un peligroso criminal, y condene a morir crucificado a Jesús. A esto se refirió Pedro cuando dijo: Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida. De esta manera, los varones de Israel llegaron a ser culpables de la muerte de Jesús, el Autor de la vida. Pero ese no fue el fin de él, porque Dios le resucitó de los muertos, algo que Pedro, Juan y muchos otros son fieles testigos. Esto es tan veraz, que la fe en la persona y el nombre de Jesús, hizo que ese cojo de nacimiento pueda andar. La fe que viene por medio de Jesús ha dado la perfecta sanidad al cojo de nacimiento en presencia de todos los que allí estaban. Pedro acaba de colocar un enorme peso de responsabilidad sobre los varones israelitas, pero había esperanza para ellos, porque lo hicieron en ignorancia.
IV. En tercer lugar, tenemos la esperanza para los culpables. Hechos 3:17 dice: Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
Cuando el Señor Jesús estaba siendo crucificado, constantemente repetía: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Pedro dice que él sabía que tanto los varones de Israel, como los gobernantes, por ignorancia habían entregado al Señor Jesús. Pero quien estaba detrás de todo era Dios mismo. Todo lo que pasó fue el cumplimiento de lo que Dios con anterioridad había anunciado por boca de todos sus profetas, con relación a que su Cristo había de padecer. Pero la ignorancia no es excusa para con Dios. Los varones de Israel y los gobernantes eran culpables y por eso Pedro les extiende una invitación a arrepentirse y convertirse. Esto significa que cambien su modo de pensar en cuanto a Jesús de Nazaret y reconozcan que él es el Hijo de Dios, el Cristo, el Mesías. Que si antes lo rechazaban ahora lo reciban. Esto es la conversión. Si lo hacen Dios borrará los pecados y esto abrirá la puerta para que vengan tiempos de refrigerio. Esto se debe al cumplimiento de todo lo que Dios había prometido a Israel. Dentro de esto está la venida del Señor Jesús para reinar sobre Israel. Las mismas Escrituras afirman que es necesario que el cielo reciba al Cristo hasta el día de la restauración de todas las cosas. Esto es algo que fue proclamado por la boca de los santos profetas de Dios desde tiempos antiguos. En otras palabras, Pedro está ofreciendo a los varones de Israel el reino mesiánico, el milenio. Lo único que tenían que hacer es arrepentirse y convertirse. Algunos tal vez lo hicieron, pero la mayoría no y de esa manera por incredulidad no recibieron lo que Dios les ofreció. Pero aún esto, Dios lo utilizó para abrir paso al desarrollo de su iglesia. Pedro termina su discurso haciendo una aplicación de su mensaje.
Para eso cita un pasaje del Antiguo Testamento. Hechos 3:22-26 dice: Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo. Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.
Pedro hace un cierre maravilloso y contundente de su mensaje. Para eso se refiere a lo que Moisés profetizó en Deuteronomio 18:15, 18 y 19. Es una profecía que describe al Señor Jesús como el profeta con mayúscula de Dios para la era dorada de Israel, quien anunciaría la voluntad y la ley de Dios. Cuando Moisés dijo: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí, no estaba diciendo que el Cristo o el Mesías sería semejante a él en carácter o capacidad, sino semejante en el sentido de ser levantado por Dios. En el reino en el cual el Señor Jesús estará reinando, en el reino milenial, los que rehúsen oírle y obedecerle serán destruidos. Por supuesto, los que hoy en día rechazan a Cristo también sufren condenación eterna, pero el pensamiento principal del pasaje citado por Pedro es que Cristo reinará con vara de hierro y los que le desobedezcan y se rebelen contra él serán inmediatamente ejecutados. Pedro hace notar que este tiempo de restauración de Israel fue profetizado por todos los profetas a partir de Samuel. Los varones israelitas y los gobernantes que estaban oyendo las palabras de Pedro, podían sentirse dichosos de ser ellos a quienes se les estaba ofreciendo todas las bendiciones de un Israel restaurado. Es en este sentido que Pedro les dijo que son los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con los patriarcas de Israel, cuando dijo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. Pedro da el puntillazo final cuando pide que todos sus oyentes tomen la decisión de reconocer y recibir a Jesús de Nazaret como su Mesías y Salvador y de esa manera se conviertan de su maldad. La promesa fue primeramente para ellos y esto implica que también lo fue para Ud. y para mí. La pregunta crucial es: ¿Ha recibido ya al Señor Jesús como su Salvador? Si no lo ha hecho hágalo ahora.
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