Qué grato es estar junto a usted, amiga, amigo oyente. La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Continuamos estudiando el libro de Hebreos, en la serie que lleva por título: La preeminencia de Jesucristo. En esta ocasión, David Logacho nos hablará acerca de Abraham, el padre de la fe.
La fe permite ver lo invisible, creer lo increíble y recibir lo imposible. El gran predicador Carlos Spurgeon solía decir: Una fe normal puede llevar un alma al cielo, pero una fe más allá de lo normal, puede traer el cielo a un alma. Este es el tipo de fe que agrada a Dios. Esta fue la característica común de todos los personajes que aparecen en Hebreos 11. Abel ilustra la adoración por fe, Enoc ilustra la vida por fe, Noé ilustra la obra de la fe. Después de ellos, el autor de Hebreos pone en la palestra al campeón de la fe de la época post diluviana.
Se trata de Abraham, el padre de la fe. Su vida combina todas las características de la fe de Abel, Enoc y Noé juntos. Si tiene su Biblia a la mano, ábrala en el capítulo 11 de Hebreos. El autor de este libro está dirigiéndose a judíos que tenían un enorme problema para aceptar que la salvación que Dios otorga al pecador es solamente por fe.
Los judíos de ese tiempo, así como millones de hoy en día, estaban convencidos de que para acercarse a Dios era necesario hacer buenas obras. Pensar que Dios desecha las buenas obras como mérito para acercarse a Él, era algo inaudito para muchos judíos. Pero Dios ha dicho: “Mas el justo vivirá por fe, y si retrocediere, o intentare acercarse a Dios de cualquier otra manera que no sea la fe, no agradará a mi alma.” Para confirmar la idea que lo que a Dios agrada es la fe, el autor de Hebreos hace desfilar a los héroes nacionales de Israel, para hacer ver que todos y cada uno de ellos agradaron a Dios por la fe, no por buenas obras.
Las buenas obras fueron solamente el resultado de su fe. Con esta idea en mente analicemos el caso de Abraham. Hebreos 11:8-19 trata este tema. En este pasaje bíblico encontramos cinco características de la fe de Abraham. En primer lugar, la acción de la fe. Hebreos 11:8 dice: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.” Según el relato en Génesis 12, Abraham, quien vivió en Ur de los Caldeos, recibió un llamado de Dios. El llamado era “vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. Abraham tenía que dejar posesiones, familia, amigos, comodidad, etc. Y dirigirse hacia algún lugar que no solamente era desconocido para él, sino que ni siquiera sabía donde estaba.
¿Qué hizo Abraham? El texto dice que mientras era llamado obedeció. Sin preguntas, ni reparos oyó la voz de Dios y obedeció. No sabía a dónde iba pero salió. Su fe se manifestó en acción de obediencia. El lugar donde él vivía era un lugar de comodidad, pero a la vez pagano. Dios pidió a Abraham cortar totalmente con el paganismo. ¿No le parece amigo oyente que esta acción de Abraham, nos deja una gran lección? Dios nos pide salir de en medio de la maldad en lo que vivimos. Abraham cortó de raíz su vinculación con su estilo de vida en Ur y salió. Así también Usted y yo que hemos sido llamados deberíamos cortar de raíz con nuestra antigua manera de ser.
2 Corintios 5:17 dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas” Dios demanda un corte total con la vieja manera de vivir, así como lo hizo Abraham. En segundo lugar veamos la apacibilidad de la fe. Hebreos 11:9-10 dice: “Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coheredero de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.” Dios había prometido a Abraham la tierra de Canaán.
En un sentido muy real, Canaán le pertenecía, sin embargo el único pedazo de tierra que realmente lo compró fue para edificar su tumba. Abraham estaba contento con vivir en tiendas, el símbolo de un peregrino, en lugar de una morada permanente. Mientras vivía, asumió que Canaán era una tierra extraña. Los compañeros de su peregrinación fueron su hijo y su nieto. Su buen ejemplo fue asimilado por ellos, aun cuando ellos eran herederos con él de la misma promesa que esa tierra sería de ellos. ¿Por qué Abraham tomaba tan ligeramente la posesión de la tierra? Porque él esperaba la ciudad que tiene fundamento, cuyo constructor y arquitecto es Dios.
Abraham no tenía su corazón en las cosas materiales de este mundo, sino en las eternas. Dios es el arquitecto de esta ciudad celestial y también el constructor. Es una ciudad modelo, sin pobreza, sin contaminación ambiental, sin delincuencia, sin enfermedad, o cualquier otro problema que tanto afecta a las ciudades de este mundo. La fe permitió a Abraham una permanencia apacible, mientras esperaba su herencia eterna. En tercer lugar, tenemos el alcance de la fe de Abraham.
Hebreos 11:11-12 dice: “Por al fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.” Dios es experto en imposibles. Por fe, Sara fue milagrosamente capacitada para concebir cuando tenía 90 años. Ella sabía que Dios le había prometido un hijo y sabía que Dios no podía fallar a su promesa. Abraham tenía 99 años cuando nació Isaac.
Humanamente hablando era imposible para él tener un hijo. En cuanto a tener hijos, Abraham era como si hubiera muerto. Pero Dios le prometió una descendencia numerosa y lo cumplió a través de Isaac. Abraham llegó a ser el padre un una innumerable descendencia terrenal, la nación de Israel. A través de Cristo, Abraham llegó a ser el padre una innumerable descendencia espiritual, todos los creyentes de todo el mundo.
En cuarto lugar, tenemos la actitud de la fe. Hebreos 11:13-16 dice: “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrino sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.” Todos los patriarcas murieron en fe. No vivieron para ver el cumplimiento de las promesas divinas, pero su fe hizo real lo prometido y vivieron como si ya lo poseyeran. Se dieron cuenta que este mundo no era su hogar, se contentaron siendo extranjeros y peregrinos, rehusando la presión de echar raíces en lo terrenal. La fe les motivo a tener una actitud de nunca estar satisfechos con las bondades de Canaán. Había en ellos una pasión por una mejor tierra que podría llamarse su hogar y eso no era de ninguna manera Ur porque de haber sido así, habrían regresado allí.
En quinto y último lugar tenemos la afirmación de la fe. Hebreos 11:17-19 dice: “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su primogénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.” Para que la fe se afirme necesita ser puesta a prueba.
La fe de Abraham fue por tanto probada. Dios le pidió sacrificar sobre el altar a su propio hijo Isaac. Con una obediencia sin par, Abraham hizo los arreglos necesarios para sacrificar el tesoro más apreciado de su corazón. ¿Acaso estaba inconsciente Abraham de lo que estaba pasando? ¿Acaso no sabía que Dios le había prometido una descendencia innumerable en Isaac? ¿Acaso no sabía que el ya tenía 117 años y Sara 108? ¿Acaso no sabía que Isaac tenía 17 años y aun no había casado? Con toda la evidencia en su contra, Abraham siguió adelante con los preparativos para sacrificar a su hijo.
Seguramente sabía que si Dios le pedía sacrificar a su hijo, Dios le iba a levantar de los muertos para cumplir con la promesa. La fe en la persona de Dios le llevó a la conclusión que Dios resucitaría a Isaac. En un sentido figurado, Abraham recibió a su hijo de entre los muertos. Abraham estuvo tan decidido a sacrificar a Isaac, que para Dios como si en verdad lo hubiera hecho. Por eso, Dios proveyó un carnero para tomar el lugar de Isaac y el hijo unigénito de Abraham volvió al hogar y al corazón de su padre. Sin lugar a dudas, la fe de Abraham se vio afirmada totalmente al ser probada de esta manera tan especial.
Las pruebas que usted y yo enfrentamos también tienen el propósito de afirmar nuestra fe, quiera Dios que estemos haciendo lo que él nos pide aun si tenemos que ir en contra de la lógica o nuestro propio interés. Hemos estudiado a Abraham, viendo lo que hizo posible su fe. Obedeció al llamado de Dios.
Vimos la apacibilidad de su fe, fue paciente mientras esperaba la promesa, vimos el alcance de su fe, teniendo un hijo en su vejez, vimos la actitud de su fe, desechando lo material y buscando lo eterno y vimos la afirmación de su fe, cuando Dios proveyó un carnero para que sea sacrificado en lugar de Isaac. ¿Cómo es su fe? Abraham es un buen ejemplo para imitar.
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