Qué gozo es para nosotros saber que Usted está en nuestra sintonía. La Biblia Dice… le extiende cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos acercándonos al final del estudio del libro de Hebreos en la serie que lleva por título: La preeminencia de Jesucristo. En esta ocasión, David Logacho nos hablará acerca de otras acciones que resultan de tener una fe viva.
En nuestro estudio bíblico último, el autor de Hebreos puso muy en claro que si tenemos a Cristo, tenemos todo y debemos estar contentos con eso. Por contraste, si no tenemos a Cristo, no tenemos nada y somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. El tener a Cristo en nosotros es una obra de Dios que sucede al interior de una persona, en su alma y espíritu, pero se manifiesta externamente al hacer que esa persona procure vivir como Cristo vivió. No podemos ver a Cristo en el corazón de nadie, pero sí podemos ver la semejanza a Cristo en aquellos que tienen a Cristo en su corazón. La falta de santidad en la vida de los seguidores de Cristo, ha sido, es y será el motivo principal para que los enemigos de la cruz de Cristo blasfemen su buen nombre. Cada mala acción de un creyente hace que los incrédulos razonen y digan: Lo que haces habla tan alto que no se oye lo que dices. Alguna vez oí esta historia, no sé si real o ficticia, que ilustra muy bien lo que estoy diciendo. Cierto soldado fue traído ante el Emperador Alejandro el Grande acusado de rebeldía. ¿Cuál es tu nombre? Inquirió Alejandro el Grande. Con voz trémula el soldado respondió: Alejandro. Al oír que su soldado rebelde se llamaba también Alejandro, Alejandro el Grande montó en cólera, y lo único que atinó a decir fue: O te cambias de nombre o cambias tu conducta. Así debe ser amable oyente. Los que llevamos el nombre de Cristo debemos procurar imitar la conducta de Cristo. Si no, mejor que no digamos que somos cristianos. Un joven chino recibió su educación en una escuela misionera cristiana. Admiraba mucho a su maestro, quien era un misionero inglés. Cuando años más tarde supo que el venerable maestro había retornado al pueblo donde estaba la escuela, pensó que sería una buena idea ir a visitarlo. Averiguó el hotel donde el maestro se hospedaba y se aprestó para ir a su encuentro. Pero la ilusión se convirtió muy pronto en desilusión, porque el misionero, tal vez por su vejez, había olvidado a ese joven chino y rehusó hablar él. Mientras se alejaba desilusionado del hotel, el joven chino iba pensando: Así ha sido como actúan los cristianos. Mejor que me aleje lo más que pueda de ellos. Qué triste, todos los años de cuidado y atención que este misionero invirtió en el niño que ahora ya era un joven quedaron en la nada por una sola acción desatinada. El nombre de ese joven chino era: Mao-Tse Tung. Así es amigo oyente. El incrédulo está mirando su comportamiento como creyente, aunque usted no se dé cuenta de ello. Su conducta tiene el poder de acercar a un incrédulo a Cristo o de alejar a un incrédulo de Cristo. Continuando con el tema de la conducta cristiana el autor de Hebreos nos va a entregar algunos principios adicionales. Qué tal si abrimos nuestras Biblias en el capítulo 13 de Hebreos. En esta oportunidad vamos a estudiar los versículos 7 a 16. Para nuestro análisis dividiremos este pasaje bíblico en tres partes. Dios demanda del creyente sencillez de corazón, según los versículos 7 a 9, separación del mundo, según los versículos 10 a 14 y sacrificios agradables, según los versículos 15 y 16. Consideremos entonces la sencillez de corazón. Hebreos 13:7-9 dice: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas.” La sencillez de corazón se expresa por medio de cuatro imperativos. Primero, acordaos ¿de qué? De los pastores. Esto se refiere a los que pastorearon a Israel en el pasado, quienes hablaron la palabra de Dios y a pesar de la oposición y el peligro que les rodaba fueron fieles a Dios como lo atestigua el capítulo 11 de Hebreos. Segundo, considerad. Esto significa prestar mucha atención. ¿A qué? Al resultado de su conducta. Esto se refiere a la manera como ellos actuaron, o a su estilo de vida. Fueron hombres que hablaron la palabra de Dios, pero antes de eso vivieron lo que dice la palabra de Dios. El tercer imperativo es, imitad. Este es un verbo interesante, denota asemejarse tanto a alguna cosa que no se distingue diferencia entre lo real y la imitación. El verbo griego que se ha traducido como”imitar” es “mimeomai” de donde proviene nuestra palabra “mimetismo” El mimetismo es la característica de ciertos animales que para evitar ser atrapados por sus depredadores naturales adoptan el color y la forma del medio que les rodea. Ciertos peces, por ejemplo, toman el color del fondo arenoso del océano para pasar desapercibidos. Casi no hay diferencia entre el color del uno y del otro. Así debe ser en la vida cristiana. El creyente debe parecerse tanto a los hombres de fe del pasado, que no hay diferencia entre el uno y el otro. Es notable que lo que se nos ordena es imitar la fe de ellos, no sus errores, porque ciertamente los tuvieron. La fe es la confianza plena en la palabra de Dios que estos hombres manifestaron. La razón fundamental para imitar la fe de los hombres de fe, es porque Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. El Dios a quienes sirvieron los pastores de Israel es el mismo Dios a quien nosotros servimos. Dios se agradó de ellos y se agradará también de nosotros si hacemos lo que ellos hicieron. El cuarto imperativo es: No os dejéis llevar de doctrinas falsas y extrañas. Esta es la verdadera sencillez de corazón, un corazón centrado en la doctrina de Cristo, un corazón que rechaza la falsa doctrina aun cuando ésta se presente en un envoltorio atractivo. La razón para tener un corazón centrado en Cristo es porque esto es lo único que afirma el corazón. Si tenemos a Cristo gobernando el corazón, no necesitamos nada más. Rechacemos cualquier desvío de lo que está establecido en la palabra de Dios. La segunda acción que Dios demanda del creyente es separación del mundo. Hebreos 13:10-14 dice: “Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo. Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio; porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir.” Lo que dice este pasaje bíblico en esencia es que así como los sacerdotes no se contaminaban con la ofrenda por el pecado, el creyente no debe contaminarse con el pecado. Cristo derramó su sangre para santificarnos del mundo. Santificar significa poner aparte. Somos puestos aparte del mundo, tenemos que vivir en el mundo sin ser parte del mundo. Dios demanda de nosotros una separación del pecado, una separación del mundo. La tercera acción que Dios demanda del creyente es sacrificar algo agradable a Dios. Hebreos 13:15-16 dice: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios.” Este pasaje bíblico habla de sacrificios agradables a Dios. Estos sacrificios son ofrecidos a Dios mediante la persona de Cristo. Si alguien no tiene a Cristo en su corazón por haberle recibido como su Salvador, no puede ofrecer sacrificios agradables a Dios. Los judíos en el pasado tenían que hacer muchos sacrificios por el pecado. Cristo, con un solo sacrificio nos hizo perfectos para siempre. Siendo perfectos podemos ofrecer a Dios dos tipos de sacrificios. En otras partes del nuevo testamento se presentan otros tipos de sacrificios, pero por ahora nos interesan estos dos en esta parte del libro de Hebreos. Sacrificio de alabanza de nuestros labios y sacrificio de buenas obras a favor de los demás. El creyente debe alabar a Dios sin cesar por la salvación y también sin cesar debe hacer el bien para beneficio de los demás. De manera que tenemos tres acciones que Dios demanda de los creyentes. Sencillez de corazón, separación del mundo y sacrificios agradables a Dios. Si usted es un hijo de Dios, ¿Está viviendo en obediencia a estos mandatos? Quiera Dios que sí.
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