Saludos hermanos y amigos de parte de La Biblia Dice… Les invitamos a un nuevo estudio bíblico de la serie sobre la oración. En nuestro último estudio bíblico dentro de esta serie nos referimos al cómo de la oración. Indicamos que la Biblia enseña que la oración debe dirigirse al Padre, en el nombre del Señor Jesucristo y en el poder del Espíritu Santo. Mencionamos también que en la Biblia existen casos en los cuales la oración fue dirigida directamente al Señor Jesucristo, pero no existen antecedentes de o dirigidas al Espirita Santo, En el estudio bíblico de hoy nos referiremos al cuanto de la oración y al cuando de la oración. Siga por tanto con nosotros.
Al hablar del cuanto de la oración estamos refiriéndonos a la cantidad de tiempo que debemos invertir diariamente en la oración. En términos generales diríamos que debemos evitar tomar a la oración como una carrera contra reloj o como una carrera de gran aliento o maratón. La oración no es como una competencia para ver cuán rápidos somos para orar o cuanto podemos resistir orando. En realidad lo que a Dios más le interesa no es cuan larga es la oración o el número de palabras que decimos al orar, sino la calidad de la oración. El tiempo que gastamos en oración dependerá de una serie de factores tales como nuestra propia necesidad y urgencia, la prioridad que asignamos a la oración entre nuestro copado calendario de actividades diarias, el tamaño de nuestros propios intereses y el nivel de nuestra madurez espiritual. Hay ocasiones en las cuales el Espíritu Santo nos motiva a orar por largos periodos de tiempo, pero hay otras ocasiones cuando la carga no parece tan grande. El mismo Señor Jesucristo, en ocasiones pasó toda la noche en oración, a lo mejor debido a su conocimiento de los tremendos conflictos espirituales que estaba por enfrentar o de las importantes decisiones que estaba por tomar. De la misma manera, aquellos que tienen conocimiento de grandes conflictos espirituales o necesidades materiales imperiosas, harían muy bien en pasar mucho tiempo en oración. Es importante tener tiempos específicos de oración durante el día tal como los tenia Daniel, según Daniel 6:10 “Cuando Daniel supo que el edicto habla sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes», pero además deberíamos aprender a vivir en un ambiente de oración. Esto significa orar cada vez que se presenta la ocasión, Nehemías es un claro ejemplo de esto. Al recibir las malas noticias sobre la situación de los judíos en Jerusalén, hizo una oración. Antes de responder a una pregunta del rey, elevó una oración al Señor del Cielo. Antes de iniciar los trabajos de restauración del muro de Jerusalén gastó tiempo en oración. Antes de responder a sus adversarios, buscó la guía de Dios en oración. Las victorias que consiguió Nehemías para Dios las ganó de rodillas, en oración. El Apóstol Pablo, en 1ª Tesalonicenses 5:17 nos exhorta a orar sin cesar. El mismo Apóstol en Efesios 6:18 nos instruye a orar en todo tiempo. Orar sin cesar u orar en todo tiempo, no significa que debemos pasar todo el tiempo con los ojos cerrados y la cabeza inclinada en oración. Orar sin cesar significa tener una actitud de oración. Tener a la oración en nuestra conciencia de tal manera que no hacemos nada sin antes elevar una plegaria a Dios en lo profundo de nuestro corazón. Orar sin cesar es ver las cosas tal como Dios las vería y pedir a Dios que se haga su voluntad. Por ejemplo, al levantarse de la cama, Ud. eleva a Dios una oración en su corazón y le dice: Oh Dios te agradezco por un nuevo día para hacer tu voluntad, te agradezco por la vida que en tu misericordia me concedes, te agradezco por la naturaleza tan hermosa que has hecho para mi deleite. Esto es orar sin cesar. Luego tiene su tiempo devocional diario y dice al Señor: Oh Dios gracias por ser un hijo tuyo, Gracias por Jesucristo quien murió en la cruz tomando mi lugar, Gracias por tu Palabra. Ayúdame a entenderla y aplicarla a mi vida. Esto es orar sin cesar. Luego toma su desayuno y dice en su corazón: Oh Señor gracias por proveer para mis necesidades, gracias por los alimentos. Provee a fulano de tal que está atravesando por necesidad. Esto es orar sin cesar. Luego, sale a su trabajo y mira la cantidad de gente a su alrededor y en lo profundo de su corazón dice: Oh Dios cuanta gente no te conoce todavía, permite que pueda hablar al menos a uno acerca de la salvación en Cristo, Dame una persona preparada ya por tu Santo Espíritu para recibir el Evangelio. Esto es orar sin cesar. Después comienza su trabajo y en su corazón dice: Señor, que mi trabajo sea un motivo para mostrar a mis jefes que soy un hijo tuyo. Ayúdame a ser honesto con el tiempo que tengo que trabajar. Ayúdame a mantener un buen testimonio ante mis compañeros de trabajo. Esto es orar sin cesar. Y así por el estilo, su vida transcurre en constante presencia del Señor. Como ha dicho un gran hombre de Dios: Orar sin cesar es no tener que decir nunca a Dios: Señor aquí estoy nuevamente en tu presencia. Porque nunca hemos salido de ella. Pero desgraciadamente, la realidad es que no gastamos mucho tiempo en oración. Nuestras actividades diarias nos absorben tanto que no nos dejan tiempo para orar. Qué tal si seguimos el ejemplo de Martin Lutero, quien según sus biógrafos solía decir: Cuando sé que voy a enfrentar un día normal de actividades paso dos horas en oración antes de comenzar el día, pero cuando sé que voy a enfrentar un día con mucha más actividad que lo normal, paso no dos horas sino tres horas en oración antes de comenzar el día, porque sé que las necesidades van a ser mayores. Qué desafío. ¿No le parece? Todos necesitamos animarnos unos a otros a pasar más tiempo en oración ferviente. Los primeros creyentes africanos aprendieron a ser muy fieles en su hábito diario de oración ferviente. Según cuentan de ellos, cada uno tenía un lugar específico entre los densos matorrales de la selva africana, en el cual derramaban su corazón a Dios en oración. Los senderos que estos creyentes dejaban marcados en su diaria caminata a sus lugares de oración eran claramente distinguibles entre la vegetación. Cuando uno de esos creyentes declinaba en su fidelidad a la oración, pronto era notorio a los demás. Estos entonces, hacían un comentario amable al desanimado en estos términos: Hermano, el pasto ha crecido mucho en tu camino. ¿Cómo está el pasto en su camino a su lugar de oración privada? ¿No será que ha crecido tanto porque ya es mucho tiempo que no ha caminado por él? Ojalá que se sienta desafiado a renovar su buen deseo de pasar un buen tiempo de oración con el Señor diariamente. Pasemos ahora a tratar el asunto del cuando de la oración. En la Biblia tenemos suficiente evidencia para demostrar que debemos tener periodos establecidos para orar y mantenernos firmes en ellos. En Salmos 55:17 vemos que David tenía un plan para orar. Dice así: «Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, Y él oirá mi voz”. Todos nosotros podríamos beneficiarnos grandemente si pudiéramos seguir este ejemplo. El tiempo para orar en la mañana, consagra el día al Señor y busca su ayuda para las innumerables tareas del día. La oración al medio día puede ser la pausa refrescante para el espíritu. Si nuestros cuerpos necesitan el descanso del medio día para ingerir alimentos y recuperar fuerzas, ¿por qué negamos a nuestro espíritu la pausa refrescante del medio día para alimentarlo espiritualmente con la oración? Una oración, quizá corta al medio día puede ser justamente lo que nuestro espíritu necesita para reenfocar nuestra atención en el Señor a quien en realidad servimos cualquiera que sea nuestro trabajo. La oración de la noche puede ser el recuento de las actividades del día, confesión de nuestros pecados, intercesión por las necesidades que nos dimos cuenta durante el día y para encomendar a Dios el cuidado nocturno de nuestras vidas. Que útil sería para nuestras vidas el seguir el ejemplo de nuestro bendito Salvador, quien a pesar de ser Dios en forma humana, vio la importancia de la oración y pasó largas horas en intima comunión con su Padre en oración, Marcos 1:35 nos relata la costumbre de Jesús: «Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba», Robert Murray McCheyne, un fabuloso instrumento de Dios, decía lo siguiente: Mi deber es orar antes de ver a ninguna persona. A menudo, cuando duermo hasta muy tarde, o recibo visitas en las primeras horas de la mañana, no puedo empezar mi oración antes de las 11 o las 12. Este es un mal sistema. Es contrario a la Escritura, Cristo se levantaba antes que amaneciera iba a un lugar desierto, David dice: De mañana mi oración te previno. Oh Jehová de mañana oirás mi voz. Si no oro de mañana, la conciencia se siente culpable, el alma insatisfecha, la lámpara no está arreglada. Creo que es mucho mejor comenzar el día con Dios, buscar su rostro, poner mi alma cerca de Él antes que de ningún otro. Que todos nosotros podamos seguir este ejemplo.
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