Es muy grato saludarle amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. El tema de estudio es el Evangelio según Mateo, en la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En instantes más estará junto a nosotros David Logacho para hablarnos de un anuncio muy especial que realizó el Señor Jesucristo, la reacción que eso produjo en sus discípulos y la enseñanza que entregó Jesús en relación con eso.
Es una bendición para mí estar junto a usted amable oyente. En lo que va del estudio del Evangelio de Mateo, llegamos a un punto crucial cuando Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Ante esta confesión, Jesús dijo que Pedro es bienaventurado porque su confesión no fue revelada por algún ente humano, sino por el Padre que está en los cielos. Luego Jesús declaró que su iglesia será edificada sobre la roca. La roca es tanto la persona de Jesús, como lo que es Jesús. Él es, el Cristo, el Hijo del Dios viviente. La iglesia de Cristo es tan gloriosa que las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Jesús terminó anunciando que Pedro, y por extensión los que somos creyentes, recibirá las llaves del reino de los cielos. Esto significa autoridad para proclamar salvación eterna para todo aquel que recibe a Cristo como Salvador y condenación eterna para todo aquel que rechaza a Cristo como Salvador. Esto es lo que significa las palabras de Jesús cuando dijo a Pedro: Y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. Jesús nuevamente pidió a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo. A partir de este momento, Jesús comienza a hablar claramente sobre su pasión, muerte y resurrección. Esto nos coloca en el pasaje bíblico para nuestro estudio de hoy. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo 16:21-28. Lo primero que vamos a notar en este pasaje bíblico es el anuncio de Jesús. Permítame leer el pasaje bíblico en Mateo 16:21. La Biblia dice: Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.
Fue a raíz de la confesión de Pedro y el anuncio de Jesús en cuando al establecimiento de la iglesia de Cristo, que Jesús comenzó a declarar franca y abiertamente a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén en donde iba a padecer mucho en manos de los líderes político-religiosos de Israel, al punto de morir, sin embargo, iba a resucitar al tercer día. Es decir que la muerte de Jesús era necesaria, pero no iba a ser lo último que le acontezca, porque Jesús iba a vencer a la muerte al resucitar al tercer día. Este anuncio de Jesús debe haber caído como un balde de agua fría sobre sus discípulos porque ellos estaban vivamente interesados en ser parte fundamental del reino que Jesús estaba por establecer en la tierra. Usted sabe, el interés de obtener prestigio, respeto y beneficio económico. En todo ser humano existe especial atracción hacia esto. Fue tal vez esto lo que motivó a Pedro a hacer lo que hizo. Un desafío al anuncio. Se encuentra en Mateo 16:22. La Biblia dice: Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.
Pedro, el bienaventurado por cuanto el Padre celestial le reveló que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, aparece en esta ocasión como un mero hombre, con los deseos y pasiones de todo ser humano. Ante el anuncio de Jesús en cuanto a que era necesario que vaya a Jerusalén, sufra en manos de los líderes de la nación, muera y resucite al tercer día, Pedro toma a un lado a Jesús y como si tuviera derecho a hacerlo comienza a reconvenirle. El verbo que se ha traducido como “reconvenir” podría también traducirse como reprender. Imagine usted: Pedro reprendiendo a Jesús. En tono recriminatorio y mirándolo directamente a los ojos, Pedro dice a Jesús: Señor, ten compasión de ti, en ninguna manera esto de acontezca. Seguramente Pedro pensó que Jesús le felicitaría por haberle reprendido, pero la verdad es que Pedro se equivocó terriblemente. Mire como respondió Jesús. Leo Mateo 16:23. La Biblia dice: Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
Se trata de una severa reprensión. El texto dice que: volviéndose Jesús, dijo a Pedro. Esto significa que Jesús dio las espaldas a Pedro. En esta posición, Jesús dijo a Pedro: Quítate de delante de mí, adversario, me eres piedra de tropiezo. No olvide que el nombre Satanás significa adversario. Pedro pensaba que estaba haciendo algo a favor de Jesús, pero en realidad estaba haciendo algo en contra de Jesús. Pedro, la piedra bienaventurada por su confesión en cuanto a Jesús, se había transformado en una piedra de tropiezo para Jesús. ¿Cuál fue el error de Pedro? Pues pensar como hombre. El instinto natural del hombre es escapar de la muerte. Pedro necesitaba pensar como Dios en este asunto. Lo que Dios pensaba sobre este asunto es lo que declaró Jesús sobre su ida a Jerusalén, su pasión, muerte y resurrección. Al pensar como hombre, Pedro se puso de lado de Satanás, porque Satanás era el más interesado en que Jesús no muera ni resucite. Por eso Jesús llamó a Pedro Satanás. ¡Cuán importante es conocer la palabra de Dios para pensar como Dios, de otra manera estaremos pensando como hombres y al igual que Pedro, poniéndonos como adversarios en contra de los planes de Dios. Luego de reprender severamente a Pedro, Jesús deja una maravillosa lección a sus discípulos en general, en cuanto a lo que implica seguir fielmente a Jesús. Pensar como Dios y hacer la voluntad de Dios tiene su precio. Note lo que dice Mateo 16:24-28. La Biblia dice: Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.
Pensar como Dios, hacer la voluntad de Dios, seguir a Jesús tiene su precio, por eso es que muchos se resisten a hacerlo. No quieren pagar el precio. La cruz hoy en día es un símbolo de amor y sacrificio, por eso se usa como adorno en las paredes o en los cuellos de personas, pero en los días cuando Jesús estuvo en la tierra, la cruz era el más terrible instrumento de ejecución sumaria, reservada únicamente para los peores criminales. En los círculos de la alta sociedad Romana ni siquiera se mencionaba a la cruz. Más aún, un ciudadano Romano jamás podía ser crucificado, por más grave que fuera su falta. La muerte por crucifixión estaba reservada para los no Romanos enemigos del imperio romano. Interesante que al tratar el asunto del precio para seguirle, Jesús sin embargo sacó a colación la cruz. Lo que Jesús hizo básicamente fue plantear dos estilos de vida para los discípulos. El un estilo de vida está caracterizado por negarse a uno mismo, por tomar la cruz y seguir a Jesús. Es un estilo de vida que está dispuesto a perder la vida si es necesario por la causa de Jesús. Una vida que rechaza al mundo, una vida fructífera que recibe recompensa celestial. Por contraste, el otro estilo de vida está caracterizado por vivir para uno mismo, por rechazar la cruz y por seguir lo que a uno más le interesa. Es un estilo de vida que se resiste a poner en riesgo la vida por causa de Jesús. Una vida dedicada a sacar el mejor partido de este mundo. Es una vida desperdiciada que jamás recibirá recompensa celestial. Negarse a uno mismo no es lo mismo que negar cosas. Significa darse uno mismo totalmente a Cristo y compartir con él el rechazo y aún la muerte. Es poner en práctica lo que dijo el apóstol Pablo en Gálatas 2:20. La Biblia dice: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Tomar la cruz no significa soportar pruebas o dificultades. Alguna vez alguien me dijo que su cruz era su suegra y como tenía que llevar su cruz, de mala gana soportaba a su suegra. Pero no hay tal, llevar la cruz significa identificarse totalmente con Cristo en su rechazo, su sufrimiento y hasta su muerte. Pero el sufrimiento siempre conduce a la gloria. Por eso Jesús concluyó su mensaje a sus discípulos hablando de la esperanza futura. Llegará un día cuando Jesús, el Hijo del Hombre, vendrá otra vez, ya no en humildad como en su primera venida, sino en la majestuosa gloria de su Padre y con la presencia de sus ángeles para pagar a cada uno conforme a sus obras. Esto tiene que ver con los juicios que tendrán lugar con ocasión de la segunda venida de Cristo a la tierra. Acto seguido Jesús hace una promesa espectacular a sus discípulos. Les dice que con toda certeza, alguno de ellos, no experimentarán la muerte física hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino. Esta promesa se hizo realidad en el caso de Pedro, Jacobo y Juan, en lo que se conoce como la transfiguración de Jesús, lo cual trataremos en nuestro próximo estudio bíblico. De manera que, amable oyente, si usted ya ha recibido a Jesús como su personal Salvador, ¿Para quién está viviendo? Tiene sólo dos opciones: Vivir para usted mismo o vivir para Cristo Jesús. Que por la gracia de Dios se sienta motivado a negarse a usted mismo, tomar su cruz, y seguir a Jesús.
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