Reciba muchos saludos amable oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Juan. En esta ocasión vamos a estudiar la cuarta aparición del Señor Jesús. En esta oportunidad apareció a siete de sus apóstoles.
Abramos nuestras Biblias en Juan 20:30 a 31. El Señor Jesús resucitado había aparecido a todos sus discípulos, inclusive al dudoso Tomás. Los discípulos no tenían la más mínima duda en cuanto a que su Maestro había muerto y había vencido la muerte, porque estaba vivo. Es en este punto cuando Juan escribe lo que tenemos en Juan 20:30-31. La Biblia dice: Joh 20:30 Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.
Joh 20:31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.
Esta parte del evangelio según Juan, viene a ser como la conclusión de todo el evangelio. Expresa de una manera clara el propósito que tuvo Juan al escribir su evangelio. El Señor Jesús, el Dios hombre, hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no han sido registradas por Juan. Juan se ha limitado a registrar únicamente siete señales escogidas, cada una de ellas con un mensaje especial para confirmar que el Señor Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Los que leemos el evangelio escrito por Juan, podemos entonces creer en el Señor Jesús, reconociéndolo como el Cristo, el Hijo de Dios, quien murió en lugar del pecador y resucitó de entre los muertos. Los que damos este paso de fe, me refiero a creer en la persona y obra del Señor Jesús y lo recibimos como Salvador, tenemos vida en su nombre. Esto significa vida eterna, amable oyente. La vida eterna no significa solamente que vamos a vivir eternamente, porque los incrédulos también van a vivir eternamente. Vida eterna significa en realidad que la persona de Dios, la persona del Hijo y la persona del Espíritu Santo, moran o viven en el creyente. Esto ocurre tan pronto una persona recibe a Cristo como Salvador. La vida eterna no es entonces algo que vamos a recibir cuando muramos físicamente, si llegamos a morir físicamente. Vida eterna es algo que por el nombre de Cristo tenemos desde el instante mismo que recibimos a Cristo como Salvador y algo que nada ni nadie nos puede arrebatar. Parecería que al decir lo último que aparece en el capítulo 20, Juan no tendría nada más que decir en su evangelio, pero no es así, porque había algo pendiente que necesitaba ser tratado. De esto justamente se ocupa el último capítulo del evangelio. Con esto en mente, vayamos a la cuarta aparición del Señor Jesús. Esta vez a siete de sus discípulos. Lo que primero notamos es el lugar de la aparición. Juan 21:1 dice: Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera:
Después de sus apariciones a sus discípulos en Jerusalén, los discípulos se trasladaron hacia el norte, hacia la región de Galilea, donde estaba el mar de Tiberias, o el mar de Galilea. Esta era una región muy conocida por la mayoría de los discípulos, por cuanto eran oriundos de esa zona. La ida a Galilea por parte de los discípulos no fue arbitraria. El mensaje que el Señor Jesús resucitado hizo llegar a sus discípulos por medio de María Magdalena y las otras mujeres fue que vayan a Galilea en donde podrían verle, según Mateo 28:10. En segundo lugar, notemos los que fueron testigos de la aparición. Juan 21:2 dice: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos.
Los que fueron testigos de la aparición fueron Simón Pedro, Tomás, llamado el Dídimo. El nombre Dídimo significa gemelo, Natanael, oriundo de Caná en Galilea, los hijos de Zebedeo, es decir Jacobo y Juan y dos más que Juan no identifica. Siete en total. Al juzgar por la lista de discípulos, se nota que la mayoría eran pescadores de profesión antes de ser seguidores del Señor Jesús. En tercer lugar tenemos las circunstancias de la aparición. Juan 20:3-4 dice: Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada.(A)
Joh 21:4 Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús.
Pedro aparece como la voz cantante del grupo. Como no tenía nada para hacer, aparte de esperar que aparezca el Señor Jesús resucitado, era natural que se sienta inclinado a hacer uso de su conocimiento sobre la pesca, ya que estaba a orillas del mar de Tiberias. Cuando hizo conocer su intención, los otros seis se dispusieron a acompañarlo. Entre los siete entraron a una barca y se hicieron a la mar con el ánimo de pescar. Juan dice que aquella noche no pescaron nada. Tal vez cansados de echar las redes y no sacar nada durante toda la noche, se dieron por vencidos y al rayar el alba enfilaron hacia la playa. Sin que ellos lo sepan, el Señor Jesús se presentó de pronto en la playa. En cuarto lugar tenemos el milagro en la aparición. Juan 21:5-6 dice: Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No.
Joh 21:6 El les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.
Cuando la barca con los siete frustrados pescadores se acercó a prudente distancia de la playa, el Señor Jesús resucitado les dirigió la palabra diciendo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Al usar la palabra: Hijitos, el Señor Jesús estaba haciendo uso de un trato amigable con sus discípulos. Esta palabra significa niños o jóvenes. La respuesta de los siete fue unánime: No. Ante esto, el Señor Jesús les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. A Pedro y sus acompañantes les debe haber sonado muy absurdo lo que el hombre en la playa estaba diciendo. Ellos eran pescadores de profesión, y a pesar de todos sus conocimientos sobre pesca, no habían pescado nada durante toda una noche. ¿Cómo así que estando cerca de la playa, y además casi ya de día, se podía encontrar peces con tan solo echar la red a la derecha de la barca? Tal vez por no ofender al extraño hicieron lo que les pidió. Lo que sucedió fue espectacular. Los peces acudieron atraídos como a un imán y llenaron la red instantáneamente. Eran tantos que ya no la podían sacar. En quinto lugar tenemos el reconocimiento de la aparición. Juan 21:7-8 dice: Joh 21:7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar.
Joh 21:8 Y los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos codos.
El milagro que acababa de acontecer tenía una sola explicación. La persona en la playa no era una persona común y corriente. ¿Quién otro podía ser sino el Señor Jesús, resucitado? Juan, el discípulo a quien el Señor Jesús amaba, fue el primero en reconocerlo. Lleno de emoción dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Cuando Pedro lo oyó, se puso su ropa, porque para pescar se había puesto ropa de trabajo, y sin pensarlo dos veces, se arrojó a la mar. Ya no le importaba la pesca. Lo que importaba era que en la playa estaba el Señor Jesús resucitado. Fueron los otros discípulos quienes trajeron la barca a la playa, arrastrando la red llena de peces. Menos mal que no estaban muy lejos de la playa, sino unos doscientos codos, como unos 100 metros diríamos hoy. En sexto lugar tenemos el recibimiento en la aparición. Juan 21:9-14 dice: Joh 21:9 Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan.
Joh 21:10 Jesús les dijo: Traed de los peces que acabáis de pescar.
Joh 21:11 Subió Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió.
Joh 21:12 Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor.
Joh 21:13 Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado.
Joh 21:14 Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos.
El Señor Jesús lo tenía todo preparado. Cuando Pedro y los otros discípulos llegaron a la playa, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan. Al mismo tiempo oyeron el mandato del Señor Jesús: Traed de los peces que acabáis de pescar. Pedro obedeció al instante. Subió a la barca y arrastró la red hasta la orilla. Había 153 pescados grandes, y aun así la red no se había roto. Juan fue testigo de esto y por eso lo registra con tanta precisión. Cuando ya todo estuvo listo, el Señor Jesús resucitado llamó a sus discípulos diciéndoles: Venid, comed. El Señor Jesús se manifestó como el Dios todo proveedor, Jehová Jireh, para satisfacer la necesidad material de sus discípulos. Los discípulos no tenían la más mínima duda en cuanto a la identidad del Señor Jesús resucitado. Por eso ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres? El Señor Jesús resucitado, no sólo preparó el desayuno para sus discípulos, sino que también sirvió a sus discípulos el desayuno. Juan dice que el Señor Jesús tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado. El hecho que el Señor Jesús había resucitado y por tanto tenía un cuerpo glorificado, un cuerpo que no está sujeto a las limitaciones naturales, no cambió en nada el carácter de siervo del Señor Jesús. Él no vino para ser servido sino para servir y para dar su vida por muchos. Juan concluye esta sección diciendo que esta era la tercera vez que el Señor Jesús se manifestaba a sus discípulos. Las otras dos veces fue en Jerusalén, cuando todos los discípulos, menos Tomás, estaban encerrados por miedo de los judíos, y una semana más tarde, cuando todos los discípulos, inclusive Tomás estaban también encerrados por miedo de los judíos. En la aparición que hemos analizado, es obvia una lección importante para los siete discípulos y por medio de ellos para cada uno de nosotros los creyentes. La misión más importante que todos los creyentes tenemos es ser testigos del Señor Jesús, mostrando su amor por el pecador, al punto de morir en lugar del pecador, para que el pecador que cree en él y le recibe como Salvador, tenga vida eterna. Esto es lo más importante en la vida del creyente. Todo lo demás es secundario, y cuando ponemos a lo secundario como lo más importante en nuestra vida, nos va a pasar como les pasó a los siete discípulos. Vamos a terminar cansados, frustrados y sin fruto que trascienda a la eternidad. Pero cuando ponemos como lo más importante de nuestra vida en este mundo el ser testigos del Señor Jesús, el mismo Señor Jesús nos capacitará para obtener mucho fruto, lo cual traerá gozo y el fruto que trasciende a la eternidad. Los discípulos eran pescadores de profesión, pero el Señor Jesús quería que sean pescadores de hombres.
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