Qué grato es saludarle, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Continuamos estudiando el libro de Daniel. En nuestro último estudio bíblico quedamos admirados por la inquebrantable confianza en la persona de Dios, por parte de tres varones judíos, quienes desafiaron la orden del rey de Babilonia de postrarse y rendir adoración a una estatua de oro. El rey de Babilonia les amenazó con lanzarlos vivos dentro de un horno de fuego ardiendo si no obedecían sus órdenes, pero estos valientes varones judíos respondieron al rey diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado. ¿Qué hizo el rey al oír estas palabras? Pues eso es el tema del estudio bíblico de hoy.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Daniel 3:19-30. En esta porción bíblica tenemos en primer lugar la furiosa reacción del rey. Daniel 3:19-23 dice: Entonces Nabucodonosor se llenó de ira, y se demudó el aspecto de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego, y ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado.
Dan 3:20 Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a Sadrac, Mesac y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo.
Dan 3:21 Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo.
Dan 3:22 Y como la orden del rey era apremiante, y lo habían calentado mucho, la llama del fuego mató a aquellos que habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego.
Dan 3:23 Y estos tres varones, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo.
Es obvio que el rey no sabía manejar la ira y por eso se dejó controlar por ella, al punto que su rostro se transformó, a lo mejor se puso rojo como un tomate, o tal vez blanco como un papel. Cualquiera de las dos reacciones suele manifestarse en las personas airadas. El rey estaba tan furioso contra los tres varones judíos, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que ordenó que el horno de fuego ardiendo sea calentado siete veces más de lo acostumbrado. Acto seguido, el rey buscó a los más fuertes y robustos de su ejército para que aten de la mejor manera posible a estos varones judíos y los arrojen al horno de fuego ardiendo. Así lo hicieron y los tres varones fueron atados con sus mantos, sus calzados, sus turbantes y sus vestidos. Parece que el rey quería que no quede ni rastro de estos tres varones judíos. Atados de esta manera, fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo. La temperatura del horno de fuego ardiendo era tan alta, que cuando los vigorosos hombres del ejército del rey abrieron la puerta para arrojar dentro a los tres varones judíos, salieron llamas de fuego que acabaron con la vida de los vigorosos soldados del rey. Los tres varones judíos cayeron pues, atados, dentro del horno de fuego ardiendo. En segundo lugar tenemos el fascinante espectáculo del rey. Daniel 3:24-25 dice: Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey.
Dan 3:25 Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses.
Me imagino que el rey esperaba satisfacer su sed de venganza viendo retorcerse en el fuego a esos tres varones judíos que desafiaron su autoridad, pero, ¡Oh sorpresa! No podía dar crédito a lo que sus ojos estaban contemplando. ¿No eran tres los que fueron lanzados en el horno de fuego ardiendo? ¿No estaban todos atados de tal manera que era imposible que se desaten por ellos mismos? ¿Cómo es que ahora están sueltos y caminando en el fuego? Pero todavía más. ¿Quién es el cuarto personaje que es semejante a hijo de los dioses? Aterrado se levantó de un salto y corrió hacia donde estaban sus consejeros para hacerles todas estas preguntas. Los consejeros del rey simplemente se limitaron a confirmar que solamente tres varones habían sido arrojados atados al horno de fuego ardiendo y no tenían la menor idea para explicar por qué estaban sueltos, caminando en medio del fuego y tampoco sabían quien era ese enigmático cuarto personajes que el rey dijo que era semejante a hijo de los dioses. Lo que pasa es que Jehová había enviado a su Ángel para acompañar y proteger a estos tres varones judíos. Ese ser que según Nabucodonosor era semejante a hijo de los dioses era el Hijo de Dios antes de tomar forma humana. Qué lección tan hermosa amigo oyente. Cuando obedecemos a Dios aún a riesgo de poner en peligro la vida, Dios se va a encargar de protegernos de cualquier adversidad. El Señor Jesús dijo a los suyos: Y He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. En tercer lugar tenemos al rey invitando a los varones judíos a salir del horno de fuego. Daniel 3:26 dice: Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiendo, y dijo: Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego.
Tal vez temeroso, el rey se acercó a la puerta del horno ardiendo. La temperatura debe haber disminuido bastante para que el rey pueda acercarse. Con voy temblorosa por el miedo el rey dijo: Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Los tres varones judíos cumplieron la orden y salieron de en medio del fuego. El rey ahora sabía que había ignorado al único Dios que está por encima de todo y que es capaz de todo. Ese Dios es Jehová, el Dios Altísimo. Pero el rey iba a necesitar más tiempo para finalmente reconocer definitivamente que Jehová es el único Dios verdadero. Para que eso acontezca iba a ser necesario que Jehová lo humille al máximo, como lo estudiaremos más adelante. Los varones judíos salieron ilesos de esta indescriptible prueba. En cuarto lugar, encontramos el testimonio a los súbditos del rey. Daniel 3:27 dice: Y se juntaron los sátrapas, los gobernadores, los capitanes y los consejeros del rey, para mirar a estos varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían.
Los funcionarios más importantes del rey quedaron admirados al ver que el fuego no había tenido poder alguno sobre los cuerpos de los varones judíos. La protección de Dios fue tan efectiva que a los varones judíos no se les quemó ni siquiera los cabellos. Pero lo más notable fue que las ropas de los varones judíos no tenían ni siquiera el olor de fuego. Todo esto fue un poderoso testimonio tanto para el rey como para los sátrapas, los gobernadores, los capitanes y los consejeros del rey. Todos ellos tenían de primera mano una evidencia irrefutable del poder de Jehová. Sin embargo, una gran mayoría de esta gente no dejó a sus dioses falsos. Esto es una muestra de que no siempre las obras milagrosas tienen la virtud de acercar a una persona al único Dios verdadero. En quinto lugar, encontramos el decreto del rey. Daniel 3:28-30 dice: Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios.
Dan 3:29 Por lo tanto, decreto que todo pueblo, nación o lengua que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste.
Dan 3:30 Entonces el rey engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia.
Note como el rey marca una diferencia entre los dioses de él y el Dios de ellos, es decir, Jehová el Dios de los varones judíos. A pesar de ver lo poderoso que es Jehová, Nabucodonosor se limita a honrar a Dios, por la gran obra de enviar a su Ángel para librar a sus siervos que confiaron en él. Le llamaba la atención la confianza de los varones judíos, quienes no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus vidas, o sus cuerpos, antes que servir o adorar a cualquier dios que no sea Jehová el Dios de Israel. La admiración le llevó a emitir un decreto por el cual todo pueblo, nación o lengua que dijere blasfemia contra Jehová, el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea castigado drásticamente, al punto de ser descuartizado y su casa convertida en muladar, o en basurero. Nabucodonosor sabía ahora que no hay dios que pueda librar como Jehová. A pesar de esto, el rey seguía aferrado a sus dioses falsos. Para él, Jehová era uno más entre muchos. Pero Dios es exclusivista. No se puede adorar a él y adorar a otros como lo hizo Nabucodonosor. Este episodio terminó con la recompensa para Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia. La obediencia a Dios no sólo garantiza la protección de Dios sino también la recompensa de Dios. Vale la pena obedecer a Dios.
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